lunes, 28 de febrero de 2005

La televisión se rompió


Toda peripecia tienes sus orígenes. Anoche se me estropeó la tele y supongo que tendré que estar una temporada sin ella. Es una buena ocasión para empezar mi cuaderno de bitácora.

No soy una persona que escriba diarios, y que tal vez tampoco tenga mucho que contar. Me defino como un tanto autista, con cierta tendencia al comportamiento introvertido y muy poco sociable. Me imagino que tras esta diatriba pocos serán los que continuarán leyendo. Siempre tiro piedras contra mi tejado.

A ella, a la televisión, acudo como quien se bebe una botella de ron para anestesiarse pues le van a amputar una pierna y no hay nada más. No voy a entrar en juicios de valor sobre su calidad, pero si recalcaré la necesidad de ella que tengo.

Como en esto de los blogs se vive de anécdotas contaré la de hoy: mi televisor es de la marca Nokia, así que decidí llamar al teléfono de atención al usuario de dicha marca. Como todos estos números es una centralita automática que va ofrece cuatro alternativas; ninguna de ellas se acercaba a mis necesidades, pues la mayoría se encaminaban a temas de telfonía móvil y asociacionismo con el club Nokia. Deseaba hablar con un operador -que es como llaman técnicamente a las personas-, así que colgué y me puse a pensar. No me habían ofrecido la opción cero; volví a llamar y nada más comenzar la locución marqué el dígito y sí, como todas la centralita automáticas me pasó con un operador.

Por hoy creo que es sufiente, más pinceladas mañana.