sábado, 23 de abril de 2005

Entrevistas en la isla inexistente: al escritor...

El cuarto del Eunuco
El cuarto del Eunuco
Hace unos días y desde cierta distancia, descubrí a mi Eunuco leyendo un documento que me pareció irregular o gastado por el tiempo. Al acercarme, él lo guardó con disimulo entre sus ropas. Mi curiosidad nunca interfiere con mis buenos modales, así que me esperé a la noche y le encargué que fuese a por tabaco al estanco, una simple tarea que sabía que le iba a consumir más de media hora. Tiempo sufiente para poner patas arriba su habitación. No tardé en encontrar el manuscrito que no era otra cosa que una entrevista a un escritor sin nombre. La leí con impaciencia sorprendido de las respuestas que daba. Al volver le pregunté de dónde había sacado. Me dijo, después de insultarme un poco debido a mi intromisión sobre su intimidad, que aquella misma mañana había llegado a la costa dentro de una botella.

Aunque la entrevista no está completa, ya que sólo una de la hojas estaba en condiciones de ser leída, y a pesar de que desconozca a quién es entrevistado y a la persona que le entrevista, creo que os sorprenderá como a mí. Si alguién puede darme luz sobre este documento, que no dude un instante en ponerse en contacto conmigo.

Periodista: ¿Es cierto que todas sus novelas son autobiográficas?

Escritor: No, no lo es. Toda esa leyenda es simplemente una estrategia que ha difundido mi editor. Creo que piensa que aumentando la intriga sobre mi vida personal las ventas crecen y lo malo es que parece tener razón.

P: Sus personajes son crueles, ¿comparte con ellos esa visión de la vida?

E: Es una pregunta difícil. Mis personajes viven situaciones extremas que no son cotidianas. Su comportamiento, por tanto, no puede ser considerado como normal. Es cierto que en mis relatos aparece la tortura con frecuencia como forma de ejercer el poder o coaccionar a los que opinan de forma diferente. Puede considerarse como una forma estilística que utilizo para suplir al diálogo. En mi opinión la impotencia de no tener la razón produce grandes torturadores.

P: Acaba de citar el diálogo y me ha dado la impresión de que lo señala como un elemento a reducir o, al menos, alterar por otro tipo de construcciones. Sin embargo, sus novelas están repletas de diálogos.

E: No, tampoco es para tanto. En general me sirven como un elemento de confrontación, son momentos en que el narrador se esconde para que sean los personajes los que se expresen y compitan unos con otros. Me gusta utilizar el diálogo sutilmente, deslizándolo dentro de las descripciones y la acción, como un complemento más. Mientras los interlocutores hablan se van moviendo, cambian de postura, fuman, piensan, mienten… todo eso es lo que voy contando entre los diálogos. Pero no, mi opinión es que mis personajes son seres muy callados y con un gran aprecio por el silencio.

P: Al hilo de lo que me cuenta, en su última novela «La tierra de los otros» el protagonista es un asesino profesional mudo. ¿Por qué?

E: Ernesto es mudo de nacimiento, por lo que estuvo excluido de la mayoría de los juegos infantiles. Ha tenido que ser muy tenaz para lograr integrarse en esta sociedad tan ruidosa. Su silencio le ha hecho madurar desde otro prisma convirtiéndole en una persona muy reflexiva. A todo le da mil vueltas y lo analiza metódicamente. Para mí era una característica necesaria para aislar al personaje del resto del mundo. Creo que su comportamiento futuro requería esa condición pasada.

P: A pesar de todo lo que me ha contado, no aparece una sola línea sobre la infancia de Ernesto en la novela.

Un escritor anónimo
Un escritor anónimo
E: Ya, pero una cosa es lo que se escribe y otra lo que habita en la cabeza. El trabajo de escritor está lleno de folios con anotaciones y apuntes que si se intentan plasmar en la obra se convertirían en un estorbo. En realidad el autor convive mucho más con los personajes, los lugares y las soluciones que aporta de lo que parece a simple vista. De todas formas no pretendo impartir una clase magistral sobre el «arte de escribir» en esta entrevista.

P: En «La tierra de los otros» se nos conduce por caminos de soledad constantemente, nadie está acompañado en ningún momento salvo la persona a la que le han encargado asesinar. Es el único emparejado y además feliz. ¿Es una opinión suya que la felicidad en esta sociedad es motivo de condena?

E: Aunque no me resulta nueva la pregunta, todavía no he dado con la respuesta perfecta. Le contestaré con sinceridad: creo que no; incluso me alegro por ese tipo de personas. Por otro lado y desde una perspectiva exclusivamente moral, entre tanta injusticia social y tanto egoísmo, y respondiendo como escritor comprometido, tengo que estar de acuerdo en encarcelar a todos los inconscientes que se sienten bien con el mundo en el que viven y que además lo demuestran. Son muy sospechosos, ¿no cree?

P: Todos tenemos derecho a una pequeña parcela de felicidad y estamos obligados a contagiársela al resto. En su respuesta anterior, veo que para usted el hecho de escribir conlleva un propósito moral.

E: Sí, cada palabra que escribo ha sido colocada expresamente para cumplir un propósito. Toda novela debe tener una justificación, ya sea tanto moral como social, y debe conducir al ser humano a un objetivo. Yo sigo esta máxima y por eso cada uno de mis renglones son un juicio sumarísimo a la historia que nos ha traído desde el pasado a nuestro pobre presente.

P: Sin embargo, en su obra, los malvados viven y los buenos mueren. Parece que la condena a los culpables es seguir viviendo.

E: No en todas, pero sí en la mayoría. Considero que la única forma digna y honesta de huir de esta sociedad es con una bala en la cabeza. De la misma forma, el mayor sufrimiento es continuar viviendo. Espero no asustarle siendo tan franco.

P: En absoluto, yo, por el contrario, no me rijo por ninguna norma moral a la hora de invitar a mis entrevistados. ¿Por qué opina que vale más la sinceridad que cualquier otro valor si resulta siempre más dañina?

E: Porque soy muy débil físicamente y de alguna manera tengo que doblegar a los que son más

La entrevista se corta en mitad de esta frase y en ella nace el deseo imposible de conocer el resto.

→ Basi Vos firma#