martes, 24 de enero de 2006

Bucle



Nota: Cuando estudiaba en la Facultad de Informática participé en la revista que hacíamos los alumnos y que se llamaba Coleópteros y Otros virus. Colaboré en muchas cosas, incluso dar vida a algún personaje. Todo para hacer un poquito de opinión desde otro punto de vista. Ly fue el primer seudónimo que utilicé. El artículo que hoy recojo en este blog, fue escrito en enero de 1992 y publicado en el número 9 de dicha revista.

La piedra
La piedra
Dicen que la energía ni se crea ni se destruye. Pensemos por un momento que dicha afirmación es cierta. Interroguémonos llegados a este punto: ¿qué es, pues, la Energía? No hay duda: la verdadera esencia de lo eterno en cualquiera de sus mil formas -desde el agua que fluye, hasta la triste y bella mirada de unos ojos enamorados-.

Poesía aparte, hablemos de «la triste mirada de unos ojos enamorados», es decir, de las chispas que esos ojos despiden. ¿Dónde se crean esas chispas -o brillos- si sabemos que no son propiamente «energías puras»? ¿No tendrá, acaso, su origen, algo que ver con la descomposición de la materia? Fuegos fatuos son las dos palabras que buscaba.

Ahora que ya las tengo atrapadas en mi red, dejemos el fuego para los enamorados y centrémonos en los fatuos. El diccionario asocia dicho término con el de engreído. ¡Qué vueltas da la vida! En mi humilde opinión -que hubiese dicho San Francisco de Asís que no Juan Pablo II-, engreído es aquel que siendo bajito (por sus actos o pensamientos) se pone de puntillas para salir en la foto, generalmente a fuerza de estropearla.

La foto ya está hecha. Es hora, pues, de mostrarla con grandilocuencias verbales y aspavientos en el gesto, es decir, presuntuosamente. Y todo ello para que vean como se nos cae la Energía (eso que ni se crea ni se destruye) por la boca.

Ly

lunes, 16 de enero de 2006

Tiempos modernos



Nota: Cuando estudiaba en la Facultad de Informática participé en la revista que hacíamos los alumnos y que se llamaba Coleópteros y Otros virus. Colaboré en muchas cosas, incluso en dar vida a algunos personajes un tanto extrovertidos y los mundos oníricos que los rodeaban. Todo para hacer un poquito de opinión desde otro punto de vista. Ly fue el primer seudónimo que utilicé. El artículo que hoy recojo en este blog, fue el primero de todos ellos, se escribió en noviembre de 1991 y se publicó en el número 8 de dicha revista.

Imperdible entre manchas
Imperdible entre manchas
Tiempos modernos, ¡qué asco! A las seis en punto de la mañana un autobús chirriante se detiene ante el semáforo que hay frente a mi casa; marca el inicio de una jornada. Le seguirán cientos de apestosos autobuses de la EMT que frenan y aceleran por culpa del dichoso semáforo. Miles.

Son las ocho, el vecino de arriba vuelve a encontrarse con un coche en doble fila que no le permite poner en circulación su pesada furgoneta. Se sienta al volante y nos da un concierto de claxon que con un poco de suerte sólo durará media hora.

En mi calle están de obras, supongo que esto ocurrirá en todas las calles de Madrid. Ruido de máquinas a las 8:30. Insoportable. Diez minutos después, os lo podéis imaginar, los nerviosos conductores se atascan, pues los obreros han invadido uno de los carriles con sus trastos y comienzan a levantar el suelo. Millones de pitidos. Maldita ciudad, aquí nadie respeta nada.

Es este el instante en que uno se pregunta: ¿debería levantarme de la cama, porque dormir me parece que no me van a dejar?

No lo soporto, ciudad horrible de infelicidad. Suena el estrepitoso teléfono, Cristina corre a cogerlo y ya tenemos su voz agitando toda la casa. La tortura aumenta. Ahora el chirrido de mi despertador. Son las 9:15, la hora de levantarme. Un nuevo amanecer, ¡qué bien! Lo cierto es que ya tengo los nervios deshechos y es el momento de tomar el metro, servirme del autobús -el 591, por supuesto-, soportar otro día más de Facultad...

Lo dicho, tiempos modernos, ¡qué asco!

Ly

domingo, 8 de enero de 2006

Ly visto por Basi Vos



Nota: En el Coleópteros y Otros Virus (la revista de la Facultad de Informática), me creé varios seudónimos. Me gustaba jugar con ellos. No sé incluso si llegué a la paranoia, pero una vez en que les pedí a unos que describieran a los otros. Hoy recupero para este blog la descripción que hizo Basi Vos de Ly.

Ly
Ly
Esta mañana me encontré con Ly en la Isla inexistente. Venía a dar unas charlas sobre no sé qué demonios al paraninfo de nuestra universidad. Contaba vaguedades, todo etéreo, de esas cosas informáticas que a él tanto le gustaban. Ya recuerdo, me hablaba de una herramienta de «business inteligent» que está haciendo millonarios a sus jefes y dándoles dolores de cabeza a los que la desarrollan. El mercado tecnológico no ha pasado de comportarse como un monstruo que devora a los nuevos obreros de hoy en día, esos que llevan trajes italianos y que se dejan la vida en oscuras oficinas, delante de ordenadores, silenciosos, alienados, tal vez muertos. Le vi como siempre, agobiado porque el tiempo no le da para mucho, negativo con todo su entorno, algo más cansado que entonces... Pequeñas apreciaciones que yo iba contrastando con el tono de su voz y alguna que otra palabra suelta que se le escapaba. Le traía de la mano el Barón de Grantorcaz, que se comportó como un anfitrión inadecuado, ya que no se separó de él un metro y que permaneció escuchando atentamente durante los quince minutos en que Ly y yo repasamos nuestras vidas desde la última vez que nos habíamos visto. No me contó nada trascendente, su especialidad siempre resultó ser esos pequeños detalles habituales que tantas veces, el resto de la humanidad, somos incapaces de percibir. Me dijo que le gustaba mucho mi paraguas y le correspondí halagando los topos rojos de su corbata verde. Poco más. Aunque trato de hacer memoria, no consigo recordar lo que me gustaba de este muchacho, ni porque fuimos una vez amigos inseparables.

→ Basi Vos firma#