jueves, 16 de julio de 2009

Dos ejemplos de la novela negra argentina

Presentación cruzada de «77» y «La última caravana»

En la Semana Negra de Gijón se vive la literatura a través de charlas, presentaciones, tertulias y mesas redondas. Una de las variantes son las presentaciones cruzadas, en las que se presentan dos libros por parte de sus dos autores y con la ayuda de dos anfitriones. En este caso Paco Ignacio Taibo II presentó a Raúl Argemí y su novela «La última caravana» y Ernesto Mallo hizo lo propio con «77» de Guillermo Saccomanno. Dos novelas negras de las más heterodoxas de esta semana.

La ficción de Raúl Argemí es una historia berlanguiana del último debacle argentino comprimido en un año. Sus personajes son un grupo de expresos políticos que perdieron la Revolución en su día pero se quedaron con las ganas de vencer. Son llamados de nuevo para formar un partido político como vehículo a otra segunda oportunidad. Un partido al que se van sumando otros personajes un tanto desahuciados. Desde la ironía se habla de un pueblo metido en un disparate absoluto. Es una novela coral de muchos personajes, todos empleados públicos -menos el narrador- que nunca cobran un céntimo, pobres como ratas pero que sueñan con ganar una revolución.

Guillermo Saccomanno habla en su novela de la violencia política en la Argentina de la dictadura militar y de la pasividad ciudadana. Dice el autor que la responsabilidad está apegada a demasiados sectores civiles que se convirtieron en cómplices de lo que hicieron los militares. Cuenta que la pasividad de la clase intelectual de entonces se la trajo a la memoria una anécdota en la que varios de ellos (Borges, Sábato, el cura Castellini...) fueron invitados a un almuerzo por Videla y el único que preguntó por los desaparecidos fuer el sacerdote. Borges y Sábato salieron hablando de lo caballero que les había parecido Videla. Saccomano quiso escribir una historia que transcurre en el año de 1977, el más cruento de todos en cuanto a torturas y desaparecidos, para mostrar que el terror aniquila cualquier posibilidad de razón. Su intención es darnos esa visión utilizando como protagonista al profesor Gómez, al que sitúa en un momento en el que uno de sus alumnos es secuestrado. Buscándole encuentra a un policía represor, con el que establece una relación y al que utilizará para indagar sobre el paradero de su alumno. Sin quererlo, el profesor Gómez va tomando partido.

Ernesto Mallo refuerza las palabras del autor diciendo que «77» no se lee, sino que se experimenta. Comienza con un prólogo, un momento de espanto, para que luego se conviva con un horror que se va haciendo diario, subiendo de grado, solidificándose, aumentado de densidad. Se trata de una obra literaria que concreta una pesadilla de la realidad de una dictadura militar, convertida en un retrato difuso de la complicidad y el miedo constante.

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