viernes, 20 de noviembre de 2009

47FICXixón: El cine de Fatih Akin encandila

El cine que he visto hoy podría definirse como una película «promesa», otra «cebolla» y la última «fresca»


Me he levantado temprano para ver el mar. Gijón tiene un mar de verano y otro de invierno. El de estos días es para intrépidos, para esas personas que cada día del año se meten al agua a darse un chapuzón porque les significa un augurio de buena salud. En el cielo se veían algunas nubes grises, de entre las cuales se colaba un tono anaranjado del sol para forjar una foto perfecta dentro de mi cabeza. Sin frío, con tiempo por delante y mirando al mar, encaro la 47 edición el Festival Internacional de Cine de Gijón. Me perdí la gala de inauguración de ayer de la que la prensa local habla positivamente.

La programación es amplia, así que decidir ver una película suele simplificar tener que descartar otra. Estas elecciones basadas en el principio ancestral de leer el catálogo, de usar las viejas referencias y un poco la nariz, a la larga, supondrán el sabor de boca que me dejará el festival. Me gusta cómo está organizado, por las mañanas, en las que básicamente se programan pases de prensa y alguna película para un público juvenil del ciclo «Efants Terribles», las taquillas están abiertas para que puedas comprar tus entradas (las del día y las de todo el festival).

Otra parte importante del éxito es el público que llena las salas. Ayuda mucho la gente de Gijón en ese aspecto, personas inquietas y abiertas, y la propia ciudad acostumbrada a una completa programación cultural. Ayudan sin duda los precios: 3,5€ una entrada normal y 25€ por un bono para diez películas.

«Francesca», desde una Rumanía que aporta mano de obra a Europa

Fotograma de «Francesca»
Fotograma de «Francesca»
«Francesca» es una película que compite en la sección oficial. Promete mucho, con un arranque estupendo de veinte minutos en el que van apareciendo unos personajes estupendos con unas buenas historias para desarrollar. Pero se queda ahí, una vez presentados el ritmo se ralentiza y surge la indecisión –no sé si del guionista o del director- al no tira de ningún hilo, como si se rindiera al inexorable destino –el de sus personajes y el de la vida misma- como única solución. Paunescu se relame en su propia lentitud y abandona al personaje del padre, que tras el primer discurso que bien podría marcar la profundidad de la película, no vuelve a salir en la película. Lo mismo ocurre con el hombre que le busca un trabajo a Francesca en Italia, a través de cuya conversación se descubre el machismo de la sociedad rumana, pero que se queda en eso.

Otro punto que podría haber sido interesante es la intención de realismo, como encender la cámara en un momento determinado de la historia y no contar hacia atrás, dibujando, dando pinceladas, pero a la larga se convierte en otro error, pues los propios personajes traen vidas que en el espectador despiertan una curiosidad que el largometraje no sacia.

«The Wolberg family» indaga sobre los secretos familiares

Fotograma de «The Wolberg family»
Fotograma de «The Wolberg family»
Que los franceses son cursis no es ningún secreto. Que en las familias se esconden muchas realidades los unos a los otros, tampoco. Al arrancar la película uno se encuentra con una mujer contando a sus dos hijos como conoció a su marido. Se trata de una escena tierna, cargada de pasión y sinceridad. En la siguiente vemos al marido, el alcalde, dando un aburrido discurso, pedante y me digo que no puede ser, que seguro habrá que rascar, pues no puede ser ese el hombre sensible del que hace unos minutos hablaba ella. Y así ocurre; se trata de una película en la que a cada paso se va deslizando una nueva capa de los personajes, con la intención de desnudarlos, especialmente a ese alcalde y hombre entrometido, pesado, pero del que también se muestra su gran carisma dentro del pueblo.

En resumen, «The Wolberg family» es un largometraje profundo, donde los personajes aparecen bien trazados y con un discurso coherente. Se presenta dentro de la Competición especial: «Rellumes».

«Soul Kitchen» pastillas de compromiso con formato de comedia

Fotograma de «Soul Kitchen&raquo
Fotograma de «Soul Kitchen»
No sabía muy bien como empezar este párrafo, si diciendo que me encantó la película o lo mucho que me divertí viéndola. Como estos dos conceptos ya los he anticipado voy a comenzar por otro: me sorprendió Fatih Akin (director de «Contra la pared») haciendo una comedia. Pensé que iba a perder alguna de sus señas: intensidad, profundidad, compromiso o sinceridad. Me equivoqué, a «Soul Kitchen» no le falta nada de todo eso y además incorpora frescura y un ritmo vital maravilloso, alegría hasta cuando ocurren los más disparatados desastres.

Fatih Akin compite con esta película en la sección oficial y además el Festival le dedica un ciclo. Sin duda su cine bien lo merece. Tras la película, el director respondió a las películas del público, en las que hubo gran variedad. En sus películas abundan los personajes en busca de su identidad, en ésta ya la han encontrado, se encuentran cómodos en la ciudad de Hamburgo, su casa, y esa comodidad le ha permitido hacer una comedia frenética que también tiene un mensaje de lucha, el de mantener la identidad, la que se crea en los barrios con inquietudes culturales, con población bohemia que les va dando forma y al que luego llegan los burgueses con su dinero para comprarlo, para vivir una vida con la que sueñan pero que son incapaces de fabricar. Habló también de que Europa debería cuidar más su cine y hacerlo circular entre los diferentes países, que ver una película portuguesa en Polonia, y viceversa, fuera habitual.

De la charla con el director, y para cerrar, me quedo con una de las espectadoras que le definió como «una persona asequible».

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