jueves, 27 de agosto de 2009

Lo humano y lo político en las pequeñas vidas

«El año que mis padres se fueron de vacaciones» supone el fin de la niñez para un muchacho que sueña con el fútbol, mientras a su alredador, en un mundo que empieza a intuir, la dictadura militar lo va enturbiando todo.


Cartel de «El año que mis padres se fueron de vacaciones»
Cartel de «El año que mis padres se fueron de vacaciones»
Un amigo muy sabio que tengo suele decir que las películas que son muy lentas dan mucho para pensar. Luego suele sonreir para terminar la frase bromeando con que algo habrá que hacer mientras no pasa nada en la pantalla. Reconozco que en la primera parte de la película me ocurrió y mi cabeza se puso a darle vueltas a otras temas ajenos. Tal vez el director pensaba que el mejor camino para que el espectador logre identificarse con la situación del protagonista es hacerlo sufrir en su butaca el inexorable y lento paso de un tiempo hastiado y vacío que cae gota a gota. Quizá se le fue un poco la mano. El muchacho del otro lado de la pantalla está solo, abandonado, perdido y sin ninguna capacidad de resolución, como el niño de doce años desvalido que es, a la espera de una llamada que no llega nunca y una promesa cada vez más lejana e imposible. Y su impotencia se convierte en una punzada de rabia. Y su rabia es callada, introvertida, de esas con las que se mira hacia al otro lado del cristal para observar una calle con envidia porque no se siente seguro para bajar hasta ella.

Lentamente, no podría ser de otra manera, va entrando en lo cotidiano, abriéndose a una vecina de edad similar que sabe ganárselo con vitalidad y desparpajo. Su vida cambia cuando pisa la calle y comienza a ser uno más en el barrio, volviendo a comportarse como un niño. Es entonces cuando la película gana, cuando van formándose alrededor del chico las soluciones y las reglas que gobernarán su universo infantil. Es como si el sol saliese tras una tormenta, un pequeño calor del que surge una vida, aunque provisional, que le permite integrarse y dejar de ser solitaria, que logra que vuelva a fascinarse con cualquier detalle. Es una vida compartida con los otros y a la vez entre los demás.

Escena de «El año que mis padres se fueron de vacaciones»
Eduardo Moreira, Simone Spoladore y el niño Michel Joelsas
En primer plano se ve un Brasil jubiloso, lleno de la esperanza que surge del presentimiento de que aquel 1970 será el año en que su seleción gane la tercera Copa del Mundo. En segundo plano, justo detrás, como cuando se abre un círculo a través del que mirar, limpiando con mucho esfuerzo un cristal que ha acumulado suciedad durante demasiados años, aparece lo más feo, lo que estaba oculto. A través de esta mirilla se va observando la presión que la dictadura militar ejerce sobre todos los ciudadanos. Y unas vacaciones, en este ambiente, no suelen significar una vacaciones. Y la violencia ejercida desde el poder se acerca. Llega el momento en que el niño va abriendo los ojos para cambiar sus prioridades, donde el fútbol puede esperar. Es entonces cuando su madurez de doce años le permite escuchar a los que le quieren, cuando percibe que el lado político se ha entrecruzado y mezclado con el aspecto humano.

Se ha cuidado mucho la música, que, con acierto, se integra para fundirse con el resto de la película. A ella se recurre con frecuencia para acentuar los estados de ánimos de los personajes y las buenas interpretaciones de los sentimientos que el elenco artístico transmite.

A modo de pequeño anecdotario: Fue la película seleccionado por Brasil para competir en Hollywood al Oscar a la mejor película extranjera. Su director, Cao Hamburger, resulta ser un hombre muy polifacético que comenzó su carrera en 1987 dirigiendo un corto de animación con figuras de plastilina titulado «Frankenstein Punk». Ha realizado cortometrajes, documentales, largometrajes, series y capítulos para televisión, anuncios publicitarios y ha escrito varios libros infantiles. Aunque ésta no es una película autobiográfica conoce bien lo que muestra: sus padre es de origen alemán judío y su madre italiana, ambos fueron profesores en la Universidad de Sao Paulo y respecto a lo del fútbol, es algo innato en todo brasileño, ¿no?


El año que mis padres se fueron de vacaciones
Título original: O ano em que meus pais saíram de férias
País: Brasil
Género: Drama
Fecha de estreno: 14/08/2009
Duración: 105 min.
Dirección: Cao Hamburger
Productoras: Gullane Filmes, Caos Produções Cinematográficas, Miravista y Globo Filmes
Productores: Caio Gullane, Fabiano Gullane, Cao Hamburger, Daniel Filho y Fernando Meirelles
Productores ejecutivos: Caio Gullane, Fabiano Gullane y Sônia Império Hamburger
Guión: Cláudio Galperin, Bráulio Mantovani, Anna Muylaert y Cao Hamburger
Fotografía: Adriano Goldman
Montaje: Daniel Rezende
Sonido: Romeu Quinto y Alessandro Laroca
Música: Beto Villares
Casting: Patricia Faria
Dirección de arte: Fábio Goldfarb
Vestuario: Cristina Camargo
Maquillaje: Anna Van Steen
Diseño de producción: Cassio Amarante
Dirección de producción: André Montenegro
Distribuidora: Vértigo Films
Reparto: Michel Joelsas, Germano Haiut, Paulo Autran, Simone Spoladore, Eduardo Moreira, Caio Blat, Daniela Piepszyk, Liliana Castro, Rodrigo dos Santos, Felipe Hanna Braun, Gabriel Eric Bursztein, Abrahão Farc, Haim Fridman, Edu Guimarães, David Kullock, Sérgio Mastropasqua y Hugueta Sendacz

domingo, 23 de agosto de 2009

La realidad frente a la ficción

Una historia de rateros entre la Plaza Mayor y el Mercado de San Miguel


Coche de policía
Coche de policía
Pensé por un instante escribir un cuento con la historia que presencié ayer. La intención apenas me duró unos minutos, los que tardé en comprender que en este caso la realidad iba a resultar a todas luces increíble.

Sentado en la terraza del bar Eduardo, removiendo el azúcar de un café a la hora del desayuno, observé que se formaba un cierto tumulto en la salida de la Plaza Mayor con la Travesía de Bringas. Se trataba de un hombre oriental -me inclino a pensar que japonés- sentado en el suelo y asiendo con fuerza una mochila. Del otro lado un hombre fornido, sin duda español, también tiraba de ella. Se notaba que el japonés había caído al suelo intentando evitar que le robasen la mochila y sorprendía la desfachatez del nacional, que a pesar del grupo que se estaba formando, con insistencia, persistía en el hurto. Tras unos largos segundos de duda, dos hombres se deciden a intervenir y usando la fuerza intentan reducir al de aquí. Mientras el japonés y un pequeño grupo de hombres y mujeres también orientales, recuperan la mochila y se van. El nacional se resiste durante el forcejao y un turista, también grande, que pasa por allí ayuda a los dos hombres que han intervenido. Sólo participa un instante, pues los otros dos se bastan para lograr reducirlo sobre el adoquinado de la calle. El hombre grita algo, pero entre lo difícil de su posición y desde donde estoy no puedo entenderle. Los que le han reducido piden a la gente que no le escuche, que no se dejen convencer. Llaman a la policía por teléfono y surgen entonces dos minutos tensos donde todos vocean.

Aparecen varios coches policiales -cinco zetas, una furgoneta y un coche camuflado- y del primero de ellos se bajan dos policías nacionales que lo primero que hacen es esposar a los dos hombres que se habían encargado de reducir al otro, que recuperada su libertad se levanta y se coloca una placa de policía al cuello. Nervioso camina y mirándo al tumulto les grita que «qué bonito, que encima defienden a los delincuentes». Sin duda antes, mientras le reducían, debía decir que era policía y que se estaban equivocando. Poco a poco fueron llegando más policías, tres de ellos de paisano, con sus walkie-talkies en la mano, perdiendo con ello el anonimato que necesitaban para su labor. ¡Vaya operativo!, no sólo no consiguieron detener a los delincuentes que se escaparon, sino que revelaron la identidad de varios efectivos camuflados de la zona que se encargan de evitar los robos.

Las cosas no siempre son lo que parecen, pero sin duda este policía no actuó correctamente, pues en ningún momento resultó creíble y no supo identificarse adecuadamente. Tal vez hayan sido los tópicos que hacen pensar ante todo que los japoneses son las víctimas de los robos, pero no que puedan ser quienes cometen los delitos. Así que una banda de ladrones orientales haciéndose pasar por turistas en plena Plaza Mayor no encaja en los esquemas occidentales y les permite una gran inmunidad a la hora de realizar los hurtos.

No sé que habrá sido de los dos hombres que con buena intención mediaron en el asunto, ni si realmente llegaron a estar detenidos, pero dudo que en otra situación similar vuelvan a tomar partido.

sábado, 22 de agosto de 2009

La imposibilidad de oponerse al poder

«Arráncame la vida» muestra cómo ejercieron el poder algunos políticos méxicanos de los años 30


Cartel de «Arráncame la vida»
Cartel de «Arráncame la vida»
Yo me pregunto que lleva a la muchacha de quince años, Catalina (Ana Claudia Talancón), a enamorarse de un hombre maduro como es el general Andrés Ascencio (Daniel Giménez Cacho). Tal vez su curiosidad de burguesa consentida y un poco ignorante de la tramoya que se esconde tras las apariencias, una joven que desconoce el precio real de la vida y la factura que se ha de pagar luego por las decisiones que se toman. O simplemente resulta que, cansada y aburrida de la vida provinciana de Puebla, se ha rendido a la novedad, al primer seductor que con generosidad la corteja. Así es ella al principio de la película, una mujer atrevida con ganas de comerse la vida a bocados. Sin embargo aprende pronto, y su proceso de aprendizaje lo afronta con tal avidez que rápidamente su papel cobra tanta fuerza como el del general. Arranca así una pugna que establece entre ellos una lucha que, si por la sociedad que les rodea se midiese, resultaría a todas luces desigual. La película es ante todo este enfrentamiento, en el que Catalina intenta recuperar su libertad sin poder abandonar nunca los límites que la apariencia social de su posición, adquirida con el matrimonio, le imponen.

A través de los ojos de Catalina se descubre la trastienda de un poder sin escrúpulos ejercido por hombres tan feroces como despiadados, con el único objetivo de mandar y conservar. No les tiembla la mano para encargar apartar con un disparo a quienes se les opongan. Su marido pertenece sin duda a este grupo, y cada detalle que ella va conociendo de él, más amarga va haciéndole la vida a Catalina, la de una mujer vencida y cómplice con un silencio del que se ve incapaz de escapar. Tiene sus pequeñas satisfacciones, labores sociales que ocupan sus horas y algún amante ocasional, hasta que en su vida irrumpe Vives (José María de Tavira), un hombre joven e idealista que representa todo lo contrario al general. Con él recupera sus anhelos y ese carácter inconformista que el desgaste en la vida compartida con su marido le había producido.

Escena de «Arráncame la vida»
Daniel Giménez Cacho y Ana Claudia Talancón
Trabajado en la película con mucho esmero, el trasfondo de corrupción política consigue traspasar la pantalla. Las cosas son como son, y el poder gana siempre porque es quién dicta las normas que le convienen a quien lo ejerce. Resulta inquietante este descubrimiento temprano y la imposibilidad de detenerlo. Resulta más espeluznante aún pensar que tal vez México no haya cambiado tanto como para que todavía se siga mandando en el país de una manera similar.

Gran papel el de todo el reparto, pero sobre todo los de sus dos protagonistas principales. Ana Claudia Talancón transmite la evolución del personaje con claridad, mostrando los sentimientos de una mujer atrapada, que pierde su libertad y lucha con constancia por recuperarla, que se abate, que se recupera, que aprende, que se enfrenta, que sabe esperar, que mantiene su dignidad... Daniel Giménez Cacho, por su parte, logra humanizar a un personaje cruel.

A modo de pequeño anecdotario: Se dice que la trama de la novela de Ángeles Mastretta está inspirada en la vida de del político de Puebla Maximino Ávila Camacho, hermano del ex presidente Manuel Ávila Camacho. Son conocidas las rencillas entre los dos hermanos: sabido es que Manuel, al elegir sucesor a la presidencia de la República, prefirió apoyar a Miguel Alemán Valdés en lugar de a Máximo, que a su vez calificaba a su hermano Manuel como una persona débil para gobernar el país. Sin embargo, el actor Daniel Giménez Cacho para construir el personaje de Andrés Ascencio no recurrió a Manuel Ávila Camacho, sinó que utilizó la figura de otro polémico caudillo mexicano, la del general Gonzalo N. Santos.


Arráncame la vida
País: México
Género: Drama costumbrista
Fecha de estreno: 24/07/2009
Duración: 111 min.
Dirección: Roberto Sneider
Productoras: Altavista Films, Grupo financiero Imbursa, La banda films, Fidecine México, Grupo Bal, Industrias Peñoles y Cinépolis Producciones
Productores: Alejandro Soberón Kuri, Federico González Compeán y Roberto Sneider
Productora ejecutiva: Monica Lozano Serrano
Guión: Roberto Sneider. Basado en la novela del mismo título de Ángeles Mastretta
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Montaje: Aleshka Ferrero
Sonido: Martín Hernández y Fernando Cámara
Música: Arturo Márquez, Leonardo Heiblum y Jacobo Lieberman
Casting: Carla Hool
Dirección de arte: Rafael Mandujano
Vestuario: Gilda Navarro y Mónica Neumaier
Maquillaje: Regina Reyes y David Gameros
Peluquería: Gerardo Pérez Arreola
Diseño de producción: Salvador Parra
Dirección de producción: Rafael Cuervo
Distribuidora: Wanda Films
Reparto: Ana Claudia Talancón, Daniel Giménez Cacho, José María de Tavira, Joaquín Cosio, Camila Sodi, Fernando Becerril, Irene Azuela, Julio Bracho, Carmen Beato, Guillermo Gil, Rafael Sánchez Navarro, Miriam Jiménez González, Delia Casanova, Ana Ofelia Murguía, Eugenia León, Gina Morett, Isela Vega, Mariana Peñalva, Álex Perea y Humberto Vélez

viernes, 14 de agosto de 2009

El realismo social de «La mina»

Vidas forjadas para el trabajo, sin descanso, de las que Armando López Salinas muestra su realidad y valor.


Armando López Salinas autor de «La mina»
Armando López Salinas autor de «La mina»
Ésta es una novela en la que por sus páginas pasan personas cuyas vidas se cuentan en apenas unas líneas, pero sobre todo, de lo que habla de verdad, es de sus sueños frente a una realidad taciturna que les doblega y hunde. Sobrecogedor resulta mirar sin tapujos y de frente hacia estos hombres y mujeres, forjados para el trabajo. Seres humanos cuya aspiración se queda en disfrutar de simples espacios largos de tiempo durante los que se puedan ganar la vida, con la dignidad de su esfuerzo y sin que les ocurran desgracias. Es, a su vez, una historia sobre el desconsuelo que producen el desarraigo y la injusticia.

Joaquín, un hombre de campo, casado, con dos hijos, de un pueblecito granadino, no encuentra futuro. El cacique escatima el trabajo y la tierra de labranza. Las gentes del pueblo sobreviven con pequeñas tareas mal pagadas. Su alimentación es deficiente, la mayoría de las veces se resume en agua y algún que otro tomate. A los jóvenes no les queda otro camino que irse. Con su familia a cuestas, Joaquín sigue los pasos de otros buscando una salida que le conduce a una cuenca minera manchega. Piensa en el viaje que así su subsistencia no dependerá de los caprichos y decisiones de un hombre como ocurría en el pueblo. Sin embargo lo que descubre es que las fatigas son similares, pues la compañía minera la dirigen hombres poderosos -y por tanto despiadados- cuya única preocupación es la de conseguir más dinero a costa de lo que sea. Con el mundo dividido en dos sociedades separadas y alejadas, no bastan unos brazos fuertes para ganarse la vida honradamente. El jornal que reciben por su trabajo a duras penas compensa el sufrimiento y la pérdida de la salud. Alrededor de Joaquín y su mujer Angustias hay muchas vidas como las suyas, con pequeños matices que las diferencian, vidas que permiten al autor dibujar un tapiz completo de la realidad.

López Salinas retrata con maestría aquella sociedad que sale del campo hacia el mundo desconocido de la industrialización. Lo hace a través de descripciones perfectas que traen a la retina la imagen precisa a cada instante: los duros paisajes, las viviendas, el vestir, los oficios... Ninguna ventana deja el autor sin abrir, contando todo aquello que pueda servir al lector para ponerse en el centro de aquello a comprender y formarse una opinión al respecto. Desentraña a los que se comprometen en un lucha por mejorar las condiciones, a los que se apartan e incluso a los chivatos. Y en todos ellos queda la suficiente humanidad como para ser entendidos. El lenguaje que utiliza el autor es tan sencillo como directo, sin recurrir a vericuetos, plasmando la pura realidad para congelar en tiempo en sus páginas. Adentrarse en este libro es vivir aquellos tiempos que apenas si se han logrado superar para traer a la cabeza una forma de vida sin derechos y cargada de obligaciones, escuchando sus pensamientos sembrados de lo más cotidiano. Su lectura produce angustia, dolor y rabia, tal vez los mismos sentimientos que roen a los personajes y de los que no logran en ningún momento arrancarse.

Incomprensiblemente éste es un libro desaparecido de los catálogos de las editoriales, al que para encontrarlo hay que recurrir a las librerías de segunda mano y aún así no resultará sencillo hacerse con él. Su valía pide a gritos que sea reeditado de nuevo.

Portada de «La mina»
Portada de «La mina»
Fragmento seleccionado: «Después, se borró el recuerdo del hijo y quedó mirando con tristeza a la noche que entraba por la ventana del dormitorio. López dormía ruidosamente. Le miró con gesto amistoso, con cariño. Recordaba al hombre que conociera veintiséis -¿o eran veintisiete?- años atrás. Pero más que al hombre recordaba su juventud, la juventud de las muchachas de la cuenca minera. La juventud perdida entre hambres y sufrimientos y trabajos. Apenas con la alegría de un domingo irremediablemente corto, de un vestido barato, de un agarrado con los mozos. Y de esperanza, de mucha esperanza. Eran veintisiete años ya. Le miró de nuevo como al buen compañero de las horas alegres y de las horas amargas. Compañero al que esperaba inquieta todos los días, temerosa siempre de la tragedia que como un ángel malo acecha a todos los mineros.»

A modo de pequeño anecdotario: Armando López Salinas es militante del P.C.E., partido del que llegó a ser miembro de su Comité Central. Además de novelista y de persona comprometida con su sociedad, en la clandestinidad trabajó como subdirector del «Mundo Obrero» y corresponsal en Madrid de «Radio España Independiente» («Radio Pirenaica»).


Título: La mina
Autor: Armando López Salinas
Editorial: Destino
Colección: Destinolibro
Género: Realismo social
ISBN: 84-233-0678-X
Año de publicación: 1960
Páginas: 231
Distinciones: Finalista del Premio Nadal (1959)

miércoles, 12 de agosto de 2009

Concentración contra el golpe de estado en Honduras

Para que el gobierno español endurezca su posición contra el régimen golpista hondureño


Concentración frente al Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid)
Concentración frente al Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid)
Atendiendo al llamamiento internacional de Vía Campesina, ayer (11/08/2009) por la mañana se celebró un acto de concentración contra el golpe de estado en Honduras dentro de la jornada mundial de solidaridad con el pueblo hondureño y en repulsa contra los golpistas. Se realizó a las 12:30 horas, frente al Ministerio de Exteriores en la madrileña plaza de Santa Cruz y congregó a un grupo solidario cercano al centenar de personas. Se desplegaron dos pancartas; una de ellas con el lema «¡Abajo el golpe militar en Honduras! ¡El pueblo aplastará el golpe!» y la otra de izquierda anticapitalista que pedía «Fuera golpistas de Honduras».

Durante el acto se leyeron el comunicado del llamamiento realizado por la organización Vía Campesina, así como un poema de Ramiro Lagos titulado «La antorcha en el viento» en apoyo al pueblo hondureño en lucha y el manifiesto de las asociaciones convocantes (A.E.R.G.E. Ecuador, Asamblea de Apoyo a Constituyente en Bolivia, Asociación de Solidaridad Bolivariana, Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba-Madrid, Coordinadora Estatal de Solidaridad con Nicaragua y el Alba, Iniciativa Comunista, Izquierda Unida Comunidad de Madrid, Izquierda Anticapitalista, Partido Comunista de Madrid, Partido Comunista de los Pueblos de España, Plataforma Bolivariana de Madrid, SODEPAZ y Unión de Juventudes Comunistas de España). Terminado el acto un grupo de representantes entregó en el Ministerio el manifiesto leído exigiéndo al gobierno español que endurezca su posición contra el régimen golpista hondureño.

Una hora antes se había celebrado otra concentración frente a la embajada de Honduras en Madrid convocada por Amigos de la Tierra, CEAR, COAG, Entrepueblos, Ecologistas en Acción, Plataforma Rural y Sodepaz.

Ayer hubo muchas noticias sobre Honduras, ya que las Marchas Nacionales de Resistencia en contra el golpe de Estado y a favor de la restitución del presidente Zelaya llegaron a la capital Tegucigalpa y a la población norteña de San Pedro de Sula. Se produjeron enfrentamientos y el presidente golpista Micheletti decretó el toque de queda en Tegucigalpa. Nada mejor para seguir toda la información de allí que «Radio Globo Honduras».

domingo, 9 de agosto de 2009

Vídeo «Emborráchate» de Tino Casal

Antes del tecno por el que se hizo tan conocido, Tino Casal tiene una historia. Como esta joya, tal vez el primer vídeo musical que se realizó en Asturias. Se trata de la canción «Emborráchate», con la que participó en el Festival de la Canción de Mallorca donde quedó en sexta posición. Después la llevó al Festival de verano de Benidorm y esta vez si tuvo éxito. Ganó «Toro negro» interpretada por «Yunque» pero él quedó segundo y además se lleva los premios de Mejor cantante joven, Mejor puesta en escena, Mejor cantante revelación y Mejor composición musical. El single se lo edita Philips en 1978 y supone el segundo sencillo de su etapa en solitario (tras dejar atrás «Zafiros negros» y «Los Archiduques»).



Esa otra historia más desconocida sigue, como por ejemplo con su aportación económica para que Almodóvar pueda rodar «Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón», o que se convierta en el productor del primer disco de «Obus» («Prepárate»).

Después le llega su propio éxito con sus discos y su forma de entender la música, que culmina en el 91 en la ópera, donde se convierte en el protagonista de «El fantasma de la ópera».