jueves, 21 de enero de 2010

Celda 211: CINE con mayúsculas

Celda 211, el drama carcelario de la desesperanza


Cartel de la película Celda 211
Cartel de la película Celda 211
El mundo carcelario ha dado para muchas buenas películas. Un espacio duro, entre barrotes, que se divide entre carceleros y presos, convertido en un territorio regido por estrictas reglas, cargado de las peculiaridades de quienes allí viven y trabajan. Cárceles convertidas en centros en los que esconder a la «mala gente» para mantenerlos al margen de una sociedad que no tiene el menor interés por saber lo que allí ocurre. Celda 211 arranca así, describiendo de un vistazo ese inframundo que ha perdido toda humanidad.

Engancha desde el primer minuto, pues no hay tiempo perdido en el que no ocurra nada en la pantalla. No hay huecos por los que diluirse, no hay nada que echar en falta. Sin sobrantes gratuitos, cada detalle está perfectamente construido y engranado con el resto de la película, sin improvisaciones de última hora, con un guión perfectamente cuadrado. Así se mueve, robando el aliento al espectador que no va a encontrar en ella un instante de descanso. Y así hasta que llegan los títulos de crédito en los que incluso aparecen los nombres de cada uno de los muchos figurantes.

Es una película de motín carcelario donde el cabecilla prepara una lista de reivindicaciones y explica el porqué de cada una de ellas de tal forma que nadie con sentido común puede estar en contra. ¿O no es necesario cambiar a un juez de vigilancia cuando mira para otro lado?, ¿o acercar al médico para que trate directamente a los pacientes? Juega Daniel Monzón con la justicia para que sea el espectador el que se tenga que colocar a un lado o al otro de la raya, quien deba decidir si aprobará las actuaciones que su sociedad toma contra los presos. La película presenta una fuerte crítica a las instituciones penitenciarias y al trato represor, cuando no sanguinario, de algunos funcionarios. Pero también lo es a lo que hay fuera de la cárcel en la que al director, Daniel Monzón, le inquieta esta evolución de nuestra sociedad donde se delegan las responsabilidades de tal forma que nadie las asume. Una sociedad de manos lavadas a lo Pilatos, paralizada y en la que todo se diluye a la espera de que quien deba tomar una decisión la tome. Una sociedad en la que prima el engaño, la mentira burda para ganar tiempo. Una sociedad de represión y botón de apagado informativo cuando los políticos se asustan de una situación.

Alberto Ammann  y Luis Tosar en una escena de Celda 211
Alberto Ammann y Luis Tosar en una escena de Celda 211
Vuelve la cámara al interior de la prisión para mostrar la resolución de un conflicto, el entramado subterráneo de acciones y decisiones que toman unos y otros. Y surge un juego entre la verdad y la mentira, donde la confianza establecida con los compañeros se convierte en la palanca que puede decidir la supervivencia. Un lugar donde tal vez sólo se va haciendo lo que se puede, en el que mantener el tipo, o parecer ser quien uno no es, desgasta. ¿Qué estrategia es la más acertada?, ¿ganarán los tramposos que juegan con dos barajas?, ¿con quién pactar?, ¿a quién escuchar?

Todo va a peor en la película, y ese es un gran acierto del guión que es capaz de adentrarse en nuevas situaciones para conformar una espiral dramática sin tregua que va cerrando las salidas. Un texto de giros constantes e imprevistos que permiten avanzar la historia sin perder un ápice de credibilidad y en la que se introducen con naturalidad nuevas sorpresas para desbordar al espectador.

Hay varias escenas de una violencia impactante, básicamente por lo directas que se muestran, pero que sin duda permiten un mayor realismo. El público no se encontrará con concesiones en este aspecto, verá el valor de la vida dentro de una cárcel, la angustia que se produce y entenderá las marcas arañadas en la pared de las celdas.

El largometraje muestra que las cárceles y lo que en ellas pasa no ha cambiado con los años. Cárceles en las que sólo importa el control, da lo mismo si se consigue mediante engaños, trapicheos al margen de las normas, violencia, maltrato o el respeto ganado de los demás.

Impactan las interpretaciones de un reparto sobresaliente. Luis Tosar se sale en un papel que bien merece el Goya de este año, malvado y honesto, duro por un lado y enternecedor por el otro. Alberto Ammann consigue crear el personaje perfecto para que el espectador pueda seguir en su mirada toda la historia. Manuel Morón nos presenta con maestría un personaje repulsivo y dilatorio. Antonio Resines justifica a un carcelero injustificable. Vicente Romero, Luis Zahera, Marta Etura y Carlos Bardem realizan un trabajo maravilloso, consiguiendo que los rostros de los personajes permanezcan en la retina del espectador.

Sin duda el resultado cinematográfico conseguido es el de una gran película, que dejará un buen poso y mucho que comentar de ella con los amigos.

A modo de pequeño anecdotario: Alberto Ammann es un actor desconocido, intervino en una serie de TVE de escaso éxito (Plan América) y en Argentina trabajó en varias obras de teatro dentro la escuela de actores en la que estudió. Poco curriculum, sin embargo Daniel Monzón ha confiado en él para darle un papel protagonista en Celda 211 y acertó plenamente. Ahora Ammann ha terminado de rodar otro protagonista Lope.

Como dato personal decir que es hijo de Luis Alberto Ammann, periodista argentino y dirigente político del Partido Humanista con el que fue candidato a Presidente de la Nación en las elecciones de 2007 de su país.

4 comentarios:

Basseta dijo...

Gracias por tu comentario en mi blog (tengo curiosidad de saber cómo has llegado hasta él).

Yo no conocía este tuyo y voy a enlazarlo desde el mío, en la columna de la derecha, en la categoría de "Otros blogs interesantes". Dejo a tu criterio lo de la reciprocidad.

Saludos desde la montaña alicantina.

Javi Álvarez dijo...

Soy lector habitual de los blogs de I love IU. En el repaso diario me llamó la atención tu entrada.

Moncho dijo...

Escepcional pelicula en la que tanto la trama argumental como los interpretes se salen. Me gustó especialmente (acaso por desconocido para mí) el trabajo de Carlos Bardem y por sacarle un pequeño fallo, pierde un poco de verosimilitud en las comunicaciones del recluso/funcionario con el exterior.
La 2ª mejor del año despues de "el secreto de sus ojos".

Salud.

Moncho

Javi Álvarez dijo...

Pues yo me quedo con Celda 211 como mejor película del 2009.