sábado, 27 de febrero de 2010

Paseo en la noche de estrenos del PNR

La Plataforma de Nuevos Realizadores en su cita mensual de estrenos presenta cinco nuevos cortometrajes


Viernes 26 de febrero de 2010. Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes. Madrid


Cartel del cortometraje Paseo
Cartel del cortometraje Paseo
Mientras fuera llovía, dentro, la Plataforma de Nuevos Realizadores, presenta cinco trabajos muy desiguales. Abre la noche El sol en el sol del membrillo, una pobre práctica de clase que firma el colectivo Los hijos (Natalia Marín, Javier Fernández y Luis López). Se trata de un experimento que debería haberse quedado en un cajón por lo poco que es capaz de aportar a un espectador.

El chupinazo, de Eva Patrica Fernández Manzano, es otra especie de probatura que sabe a guiso primerizo por sus cuatro costados. Aunque con mayor intención de cine, la historia se queda algo corta, a la vez que previsible, y el sonido resulta bastante defectuoso. Pero apunta maneras.

Por segundo mes consecutivo Eliazar Arroyo Fraile nos trae uno de sus cortos. En este caso presenta Triángulos. Repite estructura fragmentaria en tres bloques y resuelve con un final abierto, el suyo ya es un lenguaje cinematográfico propio. Sin duda lo que más aporta es su mensaje de integración y en la columna de los debes se le podría marcar un «necesita concretar», aunque sólo sea un poquito.

El mismo trasfondo de integración lo comparte La niña que tenía una sola oreja de Álvaro León. Es una pequeña historia animada con buenos dibujos, pero que se hace un tanto repetitiva. El centro de la historia encierra una hermosa historia: cuando la madre le cuenta a la niña, a través de un cuento, cómo perdió su oreja.

Pero si la noche mereció la pena fue por el excepcional Paseo de Arturo Ruiz Serrano. Desde la primera imagen descubres que lo que ha construido con su trabajo es cine. Parte del éxito es su elenco. Tanto Pepe Sacristán, como Paco Tous y Carlos Santos aportan su maestría para hacer redondo el argumento, ellos crean todo el ambiente y sobrecogen con sus palabras, sus gestos... Pero también deslumbra el propio texto, su ritmo, el saber mantener un interés sobre el pequeño enigma de dónde están los personajes y qué les va a pasar. Aplaudo también la intención del corto. Lo dicho, una pequeña joya para cerrar la noche.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Realidad encantadora

La obra del Tom Stoppard sobre las máscaras con las que se cubre la realidad de los sentimientos


Martes 23 de febrero de 2010. Teatro María Guerrero. Madrid


Cartel de la obra Realidad
Cartel de la obra Realidad
Realidad es una obra excelente. Lo es por su sorprendente escenografía tanto como por la inteligencia de su texto que se envuelve a sí mismo mostrando múltiples caras desde las que poder girar la historia. Es un teatro pensado y elaborado, de caminos indirectos, abiertos y enfrentados.

Lo cierto es que me sentí muy cerca de los actores. No sé describir el mecanismo oculto que se me disparó para aproximármelos y, además, supongo que si intento explicarlo me perderé. Me contaban algo que sin querer me fue interesando más y más. Me decían al oído que el «amor eterno» también se desinfla. De la noche a la mañana llegan las dudas, se pierde la seguridad, y entonces aparecen fantasmas o realidades de infidelidad. Por defecto tomamos amor y sexo como un todo, pero aquel día, el de las dudas, es el tiempo, lo desconocido, o vete a saber qué... quien enreda. Los celos se hacen tangibles, cierran puertas, revuelven cajones y nos encogen la vida porque se nos cae nuestro castillo de naipes, ése que en realidad sólo existe en nuestra cabeza. La sospecha produce un desgaste sobrehumano y surge el dolor, el propio y el ajeno. Las certezas nos abandonan, quedamos solos para elegir la solución, correcta o incorrecta. Se pesa en una balanza lo que se gana y lo que se pierde, y un resorte mueve a pensar si no serán sexo y amor dos conceptos relacionados pero separables. ¿Dónde está, qué es, lo que verdaderamente quiero de la otra persona? Asumirlo es ofrecer una oportunidad, pero también es saber que todo ha cambiado, que no habrá minutos repetibles. Somos seres demasiados complejos y un tanto atormentados que no dejamos de hacernos preguntas: ¿Basta para amar una llama de pasión?, ¿nos conformamos con la entrega queriendo para nosotros lo mismo que la persona amada quiere?, ¿nos anulamos en el proceso?, ¿se puede seguir queriendo cuando se intuye una traición?, ¿en qué condiciones se puede perdonar? La obra es pues un combate constante entre el otro y la imagen que el amante se crea de él; y al revés también, el otro y la máscara que el amante crea para él. Es un rico juego sobre la ilusión que se forma alrededor de lo real y el cincel con el que los personajes intentan separarla. Un cincel de desengaños, frustración y negaciones que se muestra inútil para la labor.

Se habla de que este texto tiene mucho de autobiográfico. Henry (Javier Cámara), el personaje principal, es un autor teatral con cierto prestigio, lo que permite hablar directamente de literatura y del proceso para construirla a través de la propia belleza del lenguaje: «Las palabras no se merecen que nadie las maltrate así. Las palabras son inocentes, neutras, precisas… describen esto, significan aquello. Si las cuidas puedes construir puentes sobre la incomprensión y el caos». La obra esconde toda una declaración de intenciones sobre la efectividad de un activismo soterrado en el autor: «No, no creo que los escritores sean sagrados, pero las palabras lo son. Merecen respeto. Si consigues poner las palabras adecuadas en el orden adecuado, puedes hacer que el mundo se agite un poco».

María Pujalte y Javier Cámara en una escena de Realidad
María Pujalte y Javier Cámara en una escena de la obra Realidad
Henry encuentra su limitación en juntar palabras para describir las escenas de amor, que bien se le quedan cursis o se le cargan demasiado de puro sexo. Así que para las grandes pasiones, la obra se va a los clásicos, como punto de fuga, como comparación que mida lo que sentimos. Y en la vuelta a la realidad con la escena que sigue, percibo que que la obra habla de la intimidad, del grado que se llega a compartir, de lo que cedemos de ella y de lo que nos puede faltar por dar, de ese muro indestructible e íntimo que funciona como coraza.

Duro resulta ver en escena que la sinceridad no funciona como sinónimo de realidad, y entonces ¿dónde está lo real y dónde el artificio?

Pero sin duda hay lecturas más sencillas que se ofrecen también dentro de la representación, la más básica de todas, la que se queda en la superficie, es que se puede tomar como una historia de intriga en la que debemos encontrar si es verdad que los personajes son infieles a sus parejas o no.

La escenografía es uno de los grandes aciertos. Limpia y funcional, permite entrever los engranajes que la manejan. Al margen de lo técnico, resulta familiar y sobrecoge; como ocurre, por ejemplo, con las gotas de lluvia en los cristales que me recuerdan a mí mismo hoy mirando por la ventana ver llover. Lo más funcional son los cubos grises que se van transformando, con solo girarlos y desdoblarlos, en las mesas, sofás, sillas y demás complementos del escenario.

Divina la música, cargada del pop inglés de los ochenta, que acompaña y pelea contra lo clásico de las óperas. Culture Club, Fairground Attraction, Rocky Sharpe & The Replays, Bonnie Tyler y compañía ganan de goleada, aportando una frescura divertida.

La interpretación se asienta sobre Javier Cámara y María Pujalte, dos pilares sólidos que saben intercambiar momentos cómicos con dramáticos. Vemos en Pujalte el empuje y la pasión. Mientras que Cámara aborda su papel desde la frialdad, la ironía, la razón y la contención, pero claro, ante el ciclón de su pareja todo se le desmorona y vemos en ese punto una buena interpretación de sentimientos desconocidos. Juan Codina, Arantxa Aranguren y Álex García apoyan con firmeza la trama argumental con sus sobrios trabajos. Por su parte Patricia Delgado sabe aprovechar sus minutos en escena para dar otro punto de vista más mundano.

A modo de pequeño anecdotario: La obra está dirigida por Natalia Menéndez, una actriz conocida de la pequeña pantalla y de nuestros escenarios que desde hace bastante tiempo viene dedicándose a la traducción de textos teatrales y la dirección. Es licenciada en Interpretación y en Dirección escénica y se está doctorando en Humanismo. Una mujer que también ha ejercido como ayudante de prensa en MK2 (París), ayudante de dirección y de producción en Antena 3 TV, coproductora de DD & Duskon, profesora en talleres de interpretación, dramaturga de la Compañía 10&10 Danza... Además, desde el pasado día 16 de este mes es también la nueva directora del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.

martes, 23 de febrero de 2010

To shoot an elephant, una mirada cruda desde la franja de Gaza

«No queríamos informar, sino denunciar, juzgar; tomar partido por las víctimas civiles» (Alberto Arce, director de la película)


Cartel del documental To shoot an elephant
Cartel del documental To shoot an elephant
El 18 de enero de 2009 el gobierno de Israel puso fin a la operación «Plomo fundido» en la que su ejército bombardeo durante 21 días la franja de Gaza. Dicha operación supuso la muerte de 1.400 palestinos. En dichos bombardeos se utilizó fósforo blanco, los francotiradores israelitas dispararon a personal civil y al de organizaciones humanitarias, atacaron colegios, universidades, hospitales, edificios de la ONU... Alberto Arce estuvo allí y lo narra a través de su película documental To shoot an elephant. Convertido en testigo, desarrolla una responsabilidad ética para difundir lo que está sucediendo allí. Lo cuenta mostrándose sin ninguna neutralidad, ni objetividad, desde el prisma consciente del que sabe que está filmando una realidad injustamente desproporcionada: un asedio a una población completa y un castigo colectivo de quien es más fuerte y, por tanto, puede infringir mayor dolor.

La película impacta porque es directa, sin circunloquios, para mostrarnos todas las injusticias que allí se cometieron contra el pueblo palestino. No resulta posible ser imparcial, sino que se necesita hacer un cine de denuncia y mostrar, por ejemplo, como los equipos médicos, las ambulancias y los hospitales fueron objetivos militares mientras estaban llevando a cabo su tareas y a pesar de las leyes humanitarias internacionales que se exigen en toda contienda. Dice Arce que «no queríamos informar, sino denunciar, juzgar; tomar partido por las víctimas civiles». El documental transmite esa idea, y tras verlo resulta imposible mantenerse imparcial. Nos exige una respuesta como seres humanos.

El sufrimiento del pueblo palestino acude a nuestros medios de comunicación con frecuencia y uno piensa que es totalmente conocedor y consciente de lo que allí pasa. El documental es una sorpresa para decirnos lo equivocados que estamos y nos acerca su realidad con crudeza. Arranca en una hangar del Programa Europeo para la Asistencia Humanitaria en Emergencias (UNRWA), pero lo que nos encontramos es una nota informando de que no hay distribución desde hace una semana porque no quedan suministros.

Una escena del documental To shoot an elephant
Una escena del documental To shoot an elephant
Luego viene el día a día desde diferentes ópticas. En un paseo con la mujer de la Cruz Roja y un campesino por las tierras de cultivo próximas a la frontera que ya no se permiten trabajar. O charlando con los jóvenes del conflicto. O encontrándose con la sangre de las víctimas de un ataque con misiles israelitas. Es el ruido de los aviones que zumban el cielo y los destellos de los ataques el telón que se ve cada noche.

Después llegan las tomas en el hospital con más víctimas, en este caso niños por los que ya no se puede hacer nada. Dramático observar mudo el precario intento con sus escasos medios de salvar la vida de un muchacho que jugaba en patio de su casa. El trabajo, el ajetreo y la inutilidad grabados por una mano firme. Son imágenes que impactan, que dejan grabadas en la retina el significado del dolor.

Alberto Arce, cámara en mano, y su traductor se «empotran» con el personal de una ambulancia para grabar uno cualquiera de sus días. Él explica esta elección de la siguiente forma: «Abriendo un diálogo imaginario con aquellos periodistas que se empotran dentro de las ejércitos. Todo el mundo es libre de elegir desde qué lado quiere informar. Pero, en muchas ocasiones, las decisiones no son imparciales. Decidimos que los civiles que trabajan en el rescate de los heridos nos dan una perspectiva mucho más honesta de la situación que para quienes su trabajo es disparar, herir y matar. Preferimos médicos en vez de soldados. Preferimos la valentía de aquellos rescatadores desarmados a aquellos que se alistan y que tienen experiencias tal vez interesantes, pero moralmente rechazables. Es una cuestión de enfoque. A mí no me interesan los miedos, traumas y contradicciones de aquellos que pueden elegir quedarse en casa y decir no a la guerra». Y es cierto, lo que vemos es la dificultad de las ambulancias para realizar los trabajos, como injustificablemente el personal sanitario, convertido en objetivo militar, es tiroteado por francotiradores de Israel mientras trabajan. Ni recoger a un muerto del suelo de la calle pueden hacer sin ser heridos. Vemos bombas que caen a pocos metros de un hospital o la universidad destruida.

Impacta ver el trabajo destructivo de las bombas de fósforo -cuyo uso está prohibido- sobre la población civil, mostrándolo bajo el techo destruido de su propia casa. Sorprende ver que humea y que arde más cuando se le arroja agua en un intento por apagarlo; y sorprende más saber que han pasado tres días desde que fue arrojada. Y la vida que continúa entre los escombros. En otra toma tres niños interrogan a Arce «Señor, ¿por qué nos graba?». Una pregunta que no responde y son esos los únicos momentos alegres de la película, porque los niños, a pesar de todo, sonríen ante la cámara.

Encoge ver las escenas de un entierro multitudinario y toda la tensión de quienes están siendo acribillados, impotentes ante la pasividad de los organismos internacionales. Es entonces cuando las preguntas que flotan en el aire se hacen explícitas: ¿Dónde está la comunidad internacional?, ¿qué piensa de esto?, ¿cuántos palestinos más tienen que ser asesinados antes de que hagan algo para parar la guerra? Pero queda algo más, si ya estaba claro que el gobierno israelí no cumple las normas internacionales, nos espera un detalle más: ver arder el almacén central que guarda miles de toneladas de ayuda internacional para Palestina. Todo el respeto posible se volatiliza con la harina que arde. Es entonces que uno se da cuenta de que toda la imparcialidad hace tiempo que se hizo humo.

Alberto Arce quiere que su documental se vea, por eso la licencia para su distribución es Creative Commons lo que permite que se pueda descargar de internet y ver por todo el mundo. «Es pura coherencia política, no se puede privatizar este trabajo, es una denuncia».

Ya sólo resta masticar en soledad todo lo visto.

A modo de pequeño anecdotario: El pasado 18 de enero, para recordar el fin de la operación «Plomo fundido», se realizaron pases abiertos y globales del documental en diferentes ciudades del mundo. El llamamiento de Global Screening fue sencillo: «A cualquier colectivo, grupo o persona a que organice una proyección el 18 de enero de 2010; no importa el lugar, la hora, ni la manera, exceptuando que pedimos que no se cobre entrada para asistir a su emisión. Puede hacerse en la plaza de un pueblo, en un ateneo, casa de cultura, colegio, local de colectivo, centro social, casa okupa, cine...». El resultado de la idea ha sido muy positivo, ya que se proyectó en al menos 40 capitales de países como España, Brasil, Suiza, Reino Unido, India, Italia, Polonia, Estados Unidos y Venezuela.

En la propia web se puede ver el documental on-line o descargárselo de forma gratuita. En dicha página también es posible comprar el dvd y realizar un donativo.

domingo, 21 de febrero de 2010

Madre Coraje y sus hijos, un alegato contra la guerra

El Centro Dramático Nacional trae al escenario un ejemplo del teatro épico de Bertolt Brecht


Sábado 20 de febrero de 2010. Teatro Valle Inclán. Madrid


Cartel de la obra Madre Coraje y sus hijos
Cartel de la obra Madre Coraje y sus hijos
Llevo bastante rato dándole vueltas a cómo contar mis impresiones tras ver Madre Coraje y sus hijos. No es fácil pues sobre el escenario esta obra lanza todas las inquietantes contradicciones de sus personajes. Dicen y hacen cosas distintas, cambian de bando, roban, matan y, a ratos, son también honestos.

Sin duda un texto profundo que escuece, pero que tal vez resulte más comprensible leyéndose en soledad que puesto sobre las tablas de un teatro donde todo transcurre con rapidez, en el que una frase, aún caliente, va dejando paso a la siguiente sin perder nunca la misma densidad.

Como telón de fondo la guerra europea de los Treinta Años, una guerra de religión, militar, política y sobre todo económica, que supuso una devastación de territorios enteros con los ejércitos de uno otro bando esquilmando los suministros. Una guerra que produjo hambrunas y epidemias que diezmaron a la población civil. Otro factor de esta contienda fue que abundaron los mercenarios, es decir, donde hubo personas que hicieron de las guerra su lucro. No resultaron ser lo únicos. Toda guerra es perversa, devastadora, feroz y sobre todo sucia. Sin embargo hay quien obtiene beneficio económico con ella: militares que medran, soldados que toman por la fuerza y comerciantes que trafican con los víveres. La guerra saca lo peor de nosotros, pero es su valor mercantilista el que inquieta, el que desprestigia a la raza humana. Ahí es donde Brecht coloca su obra, para hacernos pensar en quién se beneficia con la guerra y qué precio pagamos los demás por ello. Sin duda la obra habla de los males que las contiendas producen, de su violencia, pero también se trata de una metáfora del capitalismo salvaje que hoy en día sigue propugnando tanto liberal.

Los personajes de la obra están dentro de una guerra, sobreviviendo o muriendo, y con ellos Brecht crea el teatro. Lanzada la bomba, el autor toma distancia para que los sentimientos no nos nublen la razón. El escenario se llena con voces impostadas de puro teatro, cargadas de sonoridad para decir sus parlamentos, personajes que son argumentos opuestos, arquetipos que entienden la guerra, que la necesitan y estereotipos para despreciarla porque saben que con el paso de las batallas van perdiendo su esencia, su dignidad, que su humanidad no sobrevivirá y será destruida sin esperanza. Teatro que transmite ideas, que pide respuestas, que exige compromiso.

Mercè Aranega y Malena Alterio en una escena de Madre Coraje y sus hijos
Mercè Aranega y Malena Alterio en una escena de Madre Coraje y sus hijos
Los pobres tienen el instinto de supervivencia como única lámpara que les guía. No entienden muchas cosas, pero buscan, en tiempo de guerra, seguir vivos y un mínimo provecho para cada día al que sobreviven. Cierran los ojos a su alrededor y trapichean para ganarse la vida, o se encierran en sus granjas para rezar. Pero, en el fondo, ninguno de ellos hace nada contra la guerra, como si simplemente fueran espectadores.

La contradicción es otro de los puntales de la obra: saber cual es el camino correcto y tomar el contrario, incluso intuyendo un destino marcado con sus cruces negras. Anna Fierling, Madre Coraje, conoce el sino que la guerra producirá en sus hijos, el precio que tendrá que pagar como consecuencia. Según Brecht, Madre Coraje es un símbolo de la alianza entre la guerra y el comercio en donde la codicia sólo puede conducir hacia pérdidas irreparables. Sostiene Brecht que el espectador debe reaccionar con indignación ante la inutilidad de la guerra y que no debe compadecerse emocionalmente de Anna Fierling. Así es el teatro épico que él propugna, sin catarsis para el público, lleno de compromisos e ideas, para que al salir a la calle ningún espectador pueda seguir siendo quien era.

Antonio Buero Vallejo realizó una versión del texto de Brecht y sobre ella Gerardo Vera ha dirigido este montaje, en el que también ha involucrado al músico Luis Delgado. Aunque sobre el escenario abunda la escasez: el carro ambulante, algún taburete y poco más, la escenografía se apoya en un gran panel móvil sobre el que desarrollar los efectos. Sin embargo, para mi gusto, se abusa de multimedia y las imágenes proyectadas.

En lo interpretativo, excelente Carmen Conesa en un papel difícil, lleno de simbolismos, que le lleva a mostrar varios registros de una mujer tambaleante que no encuentra descanso. Canta en directo dos canciones -Lili Marleen es la primera-, baila y representa sobre su cuerpo los estragos de la guerra en un monólogo directamente lanzado al espectador. De igual forma destaca Malena Alterio interpretando a Catalina, otro personaje muy complejo, pues está en escena casi toda la obra y es muda. Sin poder recurrir a las palabras debe expresarse a través de sus gestos y con algunos sonidos guturales. Resulta Catalina un personaje angustioso que en verdad resulta ser la única heroína de la historia. Mercè Aranega sostiene a la protagonista (Anna Fierling) con una buena interpretación, cargándose de arrojo para buscar el provecho por encima de los afectos y su propio instinto.

A modo de pequeño anecdotario: El teatro épico surgió a principios del siglo XX. Su principal exponente es el director alemán Bertolt Brecht. Se trata de un teatro de tipo social muy comprometido con los problemas de la época, con clara intención de promulgar el compromiso político. Es un teatro que busca la argumentación de las ideas y su discusión, un debate que el espectador debe cerrar con los propios juicios que elabore. Brecht abogaba por mantener una distancia emocional con respecto a la obra (efecto Verfremdungseffekt) que por un lado privará al público de una catarsis y por otro le obligara a la reflexión. Para lograr esta distancia emocional el espectador debe entender siempre que está en un teatro y que los personajes no imitan la realidad, sino que son simples arquetipos que reflejan los extremos opuestos del argumento. Para lograr este distanciamiento los actores y actrices deben utilizar técnicas que les separen de la emoción. Una de estas técnicas se basa en el teatro chino y Brecht la denominó Gestus, de tal forma que el actor con una actitud física o un gesto represente una condición -o estado de ánimo- del personaje sin tener que expresarla explícitamente o representarla y que no tiene porqué coincidir con el texto. De esta forma el intérprete logra distanciarse de la obra y evitar una emocionalidad excesiva. Otras técnicas que este teatro utiliza son que cada actor interprete múltiples papeles, que se incluyan números musicales, aparezcan escenarios irreales, se presenten carteles con resúmenes o avances y cualquier otro elemento que interrumpa la trama.

Para cerrar la reseña otra curiosidad, entre las mujeres que han interpretado a Madre Coraje destaca la actriz Helene Weigel, esposa de Bertolt Brecht.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Amores locos, las patologías del amor

El director Beda Docampo, en una búsqueda por el dar sentido a la vida, se plantea una lucha desigual entre la razón y la pasión


Cartel de la película Amores locos
Cartel de la película Amores locos
La vida nos golpea con frecuencia y nosotros buscamos una defensa que nos permita olvidar los golpes que recibimos. Dos son los caminos básicos para ello, crearse una armadura a base de razón que nos vaya alejando de los sentimientos o entregarse a la pasión. En Amores locos, su director Beda Docampo elige lo que le apasiona.

La historia central es un conglomerado de obsesiones, delirios y pasiones que el psiquiatra Enrique Martínez (Eduard Fernández) trata de racionalizar ya que asegura que todo estado de enamoramiento no es más que un síntoma de enfermedad, que todo en nuestra vida es química, sus reacciones y las deformidades que nos producen estados alterados. Por su parte, Julia (Irene Visedo), representa el otro lado, el que quien cree firmemente en la fuerza del amor. Cordura y locura son los dos extremos que van conduciendo esta película hacia su destino.

En paralelo, y como puntos de fuga, viajan las otras historias. La de Alfonso (Carlos Hipólito) y Eszter (Eva Pallarés) que sin duda su disparate produce ternura. La de Susana (Marta Belaústegui) incapaz de mantener una continuidad. La de Irene (Cuca Escribano) que busca una vuelta atrás. La de el enamorado platónico de Julia (Joxean Bengoetxea). La de Ana (Marisa Paredes) que vive su tragedia entre las paredes de su casa, conectada al mundo por los juegos de casino de internet y unos pocos mensajes que recibe en su móvil. Todas muestran lo patológico que resulta el amor, son casos que sirven para demostrar una teoría. En el fondo se establece que el amor es cosa de uno, del que lo vive desinteresadamente, del que se lo crea en su cabeza, como Julia, Alfonso o el enamorado. Pero la verdad no es única, sino que va asociado a un punto de vista y sin duda esta es la mejor parte de la película, esa mirada puntillosa que no deja escapar a los personajes. Son historias de aislamiento y en todas ellas se dibuja con claridad el deseo de abandonar esa soledad.

Eduard Fernández e Irene Visedo en una escena de la película Amores locos
Eduard Fernández e Irene Visedo en una escena de la película Amores locos
No es una película de otro tiempo aunque haya escenas que representan imágenes de hace cuatrocientos años. Su mensaje, y todo lo que la rodea, es moderno, actual. Pero sí mantiene ese tempo lento del cine de antes, quizá en exceso, y acude a una recreación del pasado que en ciertos momentos resulta repetitiva.

La música elegida también va por esos derroteros, abunda lo clásico y aparecen ciertas pinceladas con Zarzuela. Sonidos que en cualquier tiempo puedan representar el amor, o el perdón solicitado, o lo popular y humano. Completa esta selección la música realizada por Juan Bardem.

Sin duda son los actores los que hacen creíble toda la historia. Buenos trabajos, especialmente de contención por parte de Eduard Fernández sobre un personaje tan inteligente como esquivo. Contenida está también Irene Visedo en uno de sus mejores papeles; siempre a punto de desbordarse pero permaneciendo tenuemente unida a la realidad. Destacan también por cargar de humanidad sus papeles Carlos Hipólito (excelente su interpretación cuando descubre la realidad de la húngara), Marisa Paredes (con su mirada sobre todo) y Marta Belaustegui (soportando risas y derrumbes con una copa de vino sobre la que poner sus labios).

La película obtuvo por unanimidad el premio del Jurado Joven en el Festival de Cine de Málaga e Irene Visedo fue galardonada como Mejor actriz en el Festival de Cine Español de Toulousse. El del Jurado Joven rompió muchos tópicos, tal vez, como dice Eduard Fernández, resulte que esta película les enseña, al hablarles de las trampas psicológicas, algo que ellos no saben; algo que, por otro lado les interesa.

Los actores Eduard Fernández e Irene Visedo con el director Beda Docampo durante la rueda de prensa de la película Amores locos
Los actores Eduard Fernández e Irene Visedo con el director Beda Docampo durante la rueda de prensa de la película Amores locos
En la rueda de prensa de presentación pudimos escuchar al equipo de la película. En palabras de su productor Ángel Durández, nos encontramos ante «una película como las de antes, bonita, que no agrede al espectador».

En toda película se investiga para que todo resulte verosímil. Beda Docampo leyó libros sobre neurobiología y después actuó libremente. Describiendo a sus personajes nos habla de Julia como de una mujer con una vida vacía, que se inventa una historia a través del cuadro que ve todo los días, una historia que defiende con pasión y que espera que un día se haga realidad. Enrique es psiquiatra, pero en realidad lo que le interesaba al director del personaje era su capacidad de comportarse como un científico para mostrar así que la razón funciona como una armadura con la que tratar de evitar que a la vida llegue el misterio, la intriga... todo aquello que signifique sentimiento y nos pueda hacer daño a la larga. Sin embargo tiene gestos de humanidad porque al final se contagia un poquito. Respecto a la última secuencia dice Docampo que surgió durante el propio rodaje en Brujas. Sobre el casting nos habla que elige a los actores por la pasión que ponen la primera vez que se citan y por cómo son capaces de mostrarla, de llevarla a sus personajes.

Eduard Fernández preparó su personaje visitando a varios psiquiatras y lo que descubrió es que había tantos tipos como personas. Su personaje no es un loco, simplemente es tristón: una persona que ha renunciado a muchas cosas por la razón y por su trabajo. Una persona encerrada, que aguanta, sin permitirse alegrías y que juega un papel de anular el sueño de Julia.

Irene Visedo siempre estuvo preocupada de no sobrepasar el límite, intentando en todo momento mantener un hilo conductor que permitiera ver la parte de lucidez que su personaje tenía, un personaje que cree la realidad que se inventa porque no acepta lo real de su vida.

Carlos Hipólito contó que su personaje es un ser racional que está huyendo hacia delante de una forma alocada. Mientras que Cuca Escribano comentó lo difícil que es realizar un papel pequeño, pues en dos escenas hay que definirlo y mostrar todo lo que lleva dentro. Dice Marta Belaústegui que tenía un personaje muy bonito con un recorrido a lo largo de la película estupendo, con un mundo particular que ella se ha creado y con un sentido del humor muy sutil. Así que lo que trató fue de disfrutar. Finalmente Eva Pallarés construyó a una chica normal superando la profesión de prostituta con la que se gana la vida su personaje.

Eduard Fernández comentó que en este mundo del cine todos los intérpretes son personas obsesivas. Esta profesión sólo se aguanta con pasión. Después viene una parte racional, de técnica, que es la que te enseña a saber introducir la pasión en el personaje de la manera que éste lo requiere. Irene Visedo compartió la misma opinión: es una profesión muy inestable, así que si no estás centrada te desequilibras, aunque matizó que prefiere tomar las decisiones con las tripas más que con la cabeza.

También hubo tiempo para hablar de los Goyas. Eduard Fernández intervino para señalar que la gala de este año fue fantástica, que dio una muestra de la unidad que existe y estableció una normalidad. En nuestro cine tiene que caber de todo, el arco político completo, autonómico... Eva Pallarés añadió que vivimos un buen momento, tal vez porque cada vez se consumen más series de ficción en televisión. Están entrando muy bien a la juventud y eso hace que se realicen más y mejores.

Ángel Durández indicó que no hay que dejarse llevar por la euforia y es necesario seguir trabajando para que el espectador tenga la sensación de que merece la pena ver películas españolas. Como carta pendiente se debe abrir a otras latitudes, realizar acuerdos con los países latinoamericanos a los que nos une un mismo idioma para crear un mercado, un interés y unas estrellas que tiren del público.

A modo de pequeño anecdotario: Contaba Beda Docampo sobre cómo se gestó la película en su cabeza. Todo en esta vida, surge de un cúmulo de circunstancias.

La primera le lleva a su adolescencia, cuando su tío de La Coruña le regaló El quijote. Su padre le dijo: «es la historia de alguien cuerdo que se vuelve loco y muere cuerdo». Aquello le rebeló y a la vez le sirvió como visión de un pasado que volvía al presente, algo que utilizó como técnica en la película.

La segunda es el Museo del Prado y los cuadros de pintura flamenca que allí se exponen. Paseando por esta sala se preguntó qué le ocurriría si de pronto uno de esos barbudos tuviese su misma cara. Sin duda es el motivo del largometraje. Decir que el cuadro que sirve de base a la película no existe realmente, ha sido una pintura elaborada a propósito para el film.

Finalmente interviene una parte imaginativa que existe en todos los amores, donde parte del otro lo ponemos nosotros mismos y que es la esencia de esta película.

lunes, 15 de febrero de 2010

Nacidas para sufrir y el miedo a la soledad en la vejez

La nueva película de Miguel Albaladejo, un obrero del cine


Cartel de la película Nacidas para sufrir
Cartel de la película Nacidas para sufrir
Nadie se escandaliza cuando un hombre mayor se casa con la chica joven que le había cuidado en su última enfermedad. Se ha convertido en una situación habitual en que las únicas tiranteces se establecen con los familiares directos que prevén una merma en su futura herencia. En Nacidas para sufrir, Albadalejo cambia uno de los sexos en esta situación y consigue una película nueva, un asunto diferente desde el que adentrarse con más profundidad sobre el problema. Aborda el miedo a envejecer, a no poder valerse por sí mismo y necesitar depender de otros. Lo que pide es elegir de quién depender y lo hace primando el interés, o el egoísmo si se quiere, un valor que se sobrepone sin tapujos a las convenciones sociales.

El argumento del largometraje es sencillo, no pasan grandes acontecimientos, así que se mueve dentro de lo cotidiano de un pueblo, con cierto atraso rural como ocurre en tantos sitios. Una sociedad de marcadas convenciones en la que vive Flora (Petra Martínez), una mujer ruda que ya no confía en que ninguna de sus tres sobrinas (Mariola Fuentes, Malena Alterio y Mari Franç Torres) vayan a cuidar de ella en un futuro que le va pareciendo cada día más cercano. Son jóvenes, con una vida encaminada que llena sus días y que les sirve de excusa para descuidar a su tía. Ella misma encuentra la solución en Purita (Adriana Ozores), son las leyes las que consiguen que una decisión fácil tenga un cumplimento rocambolesco. ¿No es acaso buscar con quién compartir el futuro uno de nuestros mayores anhelos?, ¿no es lícito anteponerlo al resto de quehaceres?

No son estas las únicas críticas de la película, por debajo subyace la cuestión de las residencias de ancianos como lugar de «aparcamiento». El director lo muestra con unas pocas escenas que permiten percibir el claro abandono de la famila que produce, como único resultado en los mayores, una desilusión acentuada con el paso de los días.

Cuando podría empezar a convertirse en previsible, el guión ofrece una vuelca de tuerca estupenda al aparecer la madre de Purita (Alfonsa Rosso) y establecerse una convivencia a tres que se carga de la tensión que surge a la hora de priorizar entre el cuidado debido a la madre o a la esposa.

Petra Martínez, Alfonsa Rosso y Adriana Ozores en una escena de Nacidas para sufrir
Petra Martínez, Alfonsa Rosso y Adriana Ozores en una escena de Nacidas para sufrir
Sin duda Albaladejo indaga sobre el esfuerzo de las mujeres, haciendo hincapié sobre el sacrificio y la esclavitud desinteresada de su trabajo, especialmente cuidando a los demás. Lo trata desde el punto de vista de la comedia, pero a pocos que se rasque se observan las intenciones que abren el camino hacia lo más trágico. No abandona ese toque de humor, pero éste se va haciendo más descarnado, más pensado y buscando mover hacia una reflexión al espectador. Comedia son los traspiés y accidentes que va sufriendo Purita, si ahondamos vemos debajo las otras cicatrices, las de una vida durísima e injusta que le han dejado marca.

Los hombres sirven para poco en esta película, para consultar alguna duda legal, para ser la orquesta de verbena o para bailar en fiestas. Es impensable que uno de ellos pueda cuidar de sí mismo y menos aún de sus mayores. Salen poco en pantalla y ni esperar una autobús con paciencia son capaces. En el pueblo pintan poco, son ellas, las señoras, las fuerzas vivas, las que se reúnen, discuten y deciden. Mujeres representadas por Josefa (María Elena Flores) y Salvadora (Marta Fernández-Muro) que a fin de cuentas son las que deben aprobar la conducta de Flora, mujeres todas que saben si algo está o no bien hecho. Es un pueblo de señoras, pues ellas soportan el peso de la vida y nadie se puede atrever a discutírselo.

El tiempo transcurre despacio, sin cambios, sabemos que ha pasado un años porque de nuevo son las fiestas patronales y la misma orquesta repite las mismas canciones. Es aquí dónde Albaladejo nos muestra una buena banda sonora y también el punto donde todo se puede decir sin palabras, con miradas cruzadas, con sonrisas y con mohínes que son fruto de los los celos.

Retrata la vida de campo con acierto y se apoya en ella para hacer una reflexión sobre los intereses individuales, eliminando artificios, prisas y desvíos. Sin embargo, el guión no mantiene el ritmo durante todo el metraje, lo que supone el mayor problema de la película.

Por contra, y a favor, nos ofrece unas magníficas actuaciones de todas sus actrices. Petra Martínez y Adriana Ozores sostienen el argumento con sus gestos, rudos en Petra, desvalidos en Adriana. Sus papeles los interpretan desde el corazón, lo que les permite pegárselos a la piel y mimetizarlos. Ellas destacan, pero el resto de actrices poco les tienen que envidiar a las dos, como es el caso de Alfonsa Rosso que borda el papel de madre malvada. Sin duda ha conseguido un elenco que realiza un trabajo difícil de olvidar, como mucha de las estampas que la cuidada fotografía logra durante la película.

A modo de pequeño anecdotario: Petra Martínez es una actriz que lleva toda la vida sobre los escenarios. Sin embargo es ahora cuando el boca a boca de la obra teatral Ados@dos le ha llevado a realizar pequeños papeles en televisión (Amar en tiempos revueltos, La señora y Herederos). Trabajos que, a su vez, le han permitido realizar una protagonista en la gran pantalla. Parece que debuta en el cine, pero no es así, ya la vimos en películas como La mala educación, La soledad, Noviembre, La noche de los girasoles, Escuela de seducción, Nadie conoce a nadie, Entre rojas...

Pero sin duda la mayor curiosidad de la película es la participación de la actriz, bailarina, coreógrafa y cantante de Bollywood Sneha Mistri que interpreta a la monja María del Pilar.

jueves, 11 de febrero de 2010

Se acercan los Goya

La noche del 14 de febrero se entregan los galardones del cine español


Estatuilla-Galardón de los premios Goya
Estatuilla-Galardón de los premios Goya
Este domingo se reunirá lo mejor de nuestro cine para recibir los premios de la Academia de las Artes y la Ciencias Cinematográficas de España: Los Goya. Como estaré de viaje, será el primer año desde hace mucho tiempo que no podré ver la gala completa. Intentaré seguirla por internet, si la cobertura 3G en el tren es suficiente.

En total, si excluimos películas de animación que no están nominadas en otra categoría, documentales y cortometrajes tenemos 19 películas que representan nuestra cinematografía de este año. Las nominaciones parecen dibujar una dura pelea entre Celda 211 con 16 candidaturas y Ágora con 13. Aunque algo también dirán las otras tres películas que las siguen en nominaciones: El baile de la victoria (9), El secreto de sus ojos (8) y Gordos (8). Desconozco las virtudes de El baile de la victoria por no haberla visto y de Ágora diré con claridad que no me gusta, me parece pretenciosa y un pelín aburrida. Las otras tres son películas maravillosas, comprometidas con nuestra sociedad, cada una a su manera. Celda 211, para mí, es la película del año, cine con mayúsculas y confío que se lleve una buena colección de Goyas para casa. El secreto de sus ojos es otra película interesante y de mucha calidad, pero posiblemente compite en un año demasiado reñido para que pueda salir trinufadora. Gordos tampoco desmerece y, como se ve en las nominaciones, destaca su reparto que acapara la mayoría de ellas.

El siguiente grupo lo forman Los abrazos rotos (5), El cónsul de Sodoma (5), Yo, también (4) y After (3). Con dos nominaciones Tres días con la familia, Pagafantas, Planet 51 y Spanish movie. El resto, las que tienen una nominación, son [REC]2, Agallas, La vergüenza, Che Guerrilla, El mapa de los sonidos de Tokio y Tetro.

Cartel de la película Celda 211
Cartel de la película Celda 211
Corto bagaje para Almodóvar con Los abrazos rotos, sin duda su estreno tan lejano, en el mes de marzo, añada distancia y olvido, ya que no es una película que logre permanecer más allá de su estética y algunos excepcionales fotogramas. Poco reconocimiento para otras dos de las películas del año: Tres días con la familia y La vergüenza, dos largometrajes intimistas e inteligentes que nos enfrentan a nosotros mismos. Del El cónsul de Sodoma, Yo, también y After nada puedo decir, aunque me queda la impresión de que son películas con buenos trabajos de interpretación. Pagafantas es una comedia divertida que merece estar en las nominaciones. Agallas es un largometraje muy interesante que ha pasado injustamente desapercibido y que merecía mayor presencia. Especial reconocimiento han tenido Planet 51 y Spanish movie, dicen que la primera es un buen trabajo de animación y la segunda una imitación con poca gracia. [REC]2 me resultó una decepción y El mapa de los sonidos de Tokio, probablemente también lo haya sido para los que la han visto. Lo que quedan son dos coproduciones: la muy digna Che Guerrilla y Tetro que no he visto.

En la lista echo en falta dos grandes películas. La primera es 25 Kilates, un largometraje de género que para mí ha sido la gran sorpresa de este año. La segunda es un trabajo intimista, de nuestra geografía rural y humana que se titula Ander. Dos joyas que injustamente no han sido recordadas. Algo menor, pero una buena comedia, ha sido 7 minutos, con un reparto coral que ha destacado y que también debería haberse colado en la lista. La que agradezco enormemente que no tenga ninguna nominación es La mujer sin piano, una película que me resultó decepcionante.

Cartel de la película Tres días con la familia
Cartel de la película Tres días con la familia
Si de hacer una quiniela se trata, confío que Daniel Monzón y su película Celda 211 se lleven los premios principales y que le siga El secreto de sus ojos y Gordos.

En cuanto a las interpretaciones, resulta difícil elegir con un nivel tan alto. Le daría el premio al mejor actor a Luis Tosar aunque eso suponga dejar fuera a un Antonio de la Torre incomensurable, a Jordi Mollá (con excelentes críticas) y al mismísimo Ricardo Darín. Elegiría que Lola Dueñas, aún sin haber visto su película, se lleve el de mejor actriz descartando a las internacionales Rachel Weisz, Penélope Cruz y Maribel Verdú. Darle a Ricardo Darín el de reparto masculino me supone dejar fuera a Carlos Bardem, Antonio Resines y Raúl Arévalo. Premiar a Pilar Castro como actriz de reparto me supone tener que olvidarme de las maravillosas Marta Etura, Vicky Peña y Verónica Sánchez. Igual de difícil resulta el premio al actor revelación, ya que aunque me inclino por Alberto Ammann, no puedo olvidar a Fernando Albizu, Gorka Otxoa y Pablo Pineda. O la actriz revelación, donde prefiero a Nausicaa Bonnin aunque suponga perjudicar a Blanca Romero, Soledad Villamil y Leticia Herrero.

Otra terrible decisión, la tengo para el director novel donde la lucha va a ser encarnizada. Me inclino por Mar Coll y sus Tres días con la familia, pero sé que también se lo merecen David Planell (La vergüenza), Borja Cobeaga (Pagafantas) o Antonio Naharro y Álvaro Pastor (Yo, también). La noche irá resolviendo las dudas y los pronósticos, sin duda, irán cayendo en saco roto. Suerte a todos.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Piedras en los bolsillos retrata el mundo de los figurantes

Una pieza teatral que va mucho más allá de dos actores interpretando dieciséis personajes


Martes 9 de febrero de 2010. Teatro Lara. Madrid


Cartel de la obra Piedras en los bolsillos
Cartel de la obra Piedras en los bolsillos
Me divertí viendo Piedras en los bolsillos. Lo que a priori parece un simple juego en el que dos actores dan vida a todos los personajes de una película logra también dejar un poso, pues esconde una reflexión moral sobre aquello que deseamos y lo muchas veces frustrante del camino que nos hace conscientes de la imposibilidad de alcanzar esos sueños. Marie Jones, la autora, habla de ese punto en que nos conformamos con sobrevivir para contarnos lo que perdemos entonces. Y lo hace con sonrisas, con empeño. Sí, antepone el espectáculo a la vida, pero acaba empapándolo de ella, de la humanidad que tienen las personas que lo hacen. Sin duda un bonito homenaje a los figurantes, a su trabajo callado, y una indagación sobre sus sentimientos, anhelos y deseos, que no distan nada de los que tenemos todos.

Domina lo cómico en la obra y casi todo se aborda con humor. Un humor británico que ha sido tamizado por lo español y lo andaluz. La verdad es que Juan Cavestany realiza una labor impresionante de adaptación para acercar toda la historia a nosotros mismos. No sólo los personajes tienen nombres españoles, sino que hablan con nuestros acentos y caminan por nuestra geografía.

Abunda lo andaluz, si es que se puede aplicar ese etiqueta de una manera denotativa y no es un mero termino connotativo. Suena en la voces, sobre el suelo que pisan, en el desparpajo que muestran... Pero yo lo veo también más allá: en el sentido más trágico de la vida y, sobre todo, en la asunción del destino.

Fernando Tejero y Julián Villagrán en una escena de Piedras en los bolsillos
Fernando Tejero y Julián Villagrán en una escena de Piedras en los bolsillos
En el cine, a un plano le sustituye el siguiente. Con ellos avanza la acción y el paso de uno a otro supone una elipsis que nos marca las diferencias, los saltos... En la obra se va de lo cómico a lo trágico de una manera similar. Pero más sorprendentes son aún los cambios de personaje que realizan los actores: transcurren en un segundo y se percibe la chispa mágica que los transforma para abandonar a uno mientras se convierten en otro. Basta un gesto, una característica del personaje, un brillo en los ojos, un poner un pie delante del otro.

Gran parte de la magia que se consigue en las transformaciones se debe al director de la obra, el argentino afincado en Madrid Hernán Gené que es un gran experto tanto en técnicas teatrales como de clown. Lo hace con las herramientas más simples, apoyándose en la potencia de lo más humano para crear el universo de cada uno de los personajes.

Los actores, Fernando Tejero y Julián Villagrán, le siguen a la perfección para interpretar con sus indicaciones el excelente texto y acompañarlo con un generoso teatro de gestos. Son flexibles, polivalentes, ingeniosos, creativos. Saben explotar su gracia con maestría, pero cuando más destacan es cuando tiran del corazón. Logran las carcajadas del público y una sentida ovación al terminar. Sin duda hay mucho de la obra en ellos.

Villagrán se encarga de la música de la obra. En una escena toca la guitarra en directo, y canta acompañado por Tejero para interpretar a dúo la canción de Piedras en los bolsillos, su banda sonora. No suena mal. Después viene el homenaje al cine musical, y los dos actores se lanzan a un frenético popurri de bailes con el que desbordan su alegría.

Villagrán y Tejero se encargan también de los efectos especiales, y ellos interpretan los sonidos de los objetos que en realidad no están sobre el escenario pero que el espectador seguro que ve. Su ingenio lo reemplaza todo para que nada se eche en falta.

Es el trabajo del actor la esencia del teatro. Ese es el mensaje principal que el texto envía haciéndolo explícito al final de la función. «Si nadie nos da trabajo, el trabajo lo crearemos nosotros: no necesitamos ni dinero, ni teatro, ni luces, ni nada, sólo actores, amor al teatro y ganas de hacerlo».

He dejado para el final la escenografía. Resulta un tanto de circo, con una pista redonda de madera sobre la que actúan, con un baúl enorme de mimbre llevada de un punto a otro para convertirse en cualquier cosa, con dos cajas, con una silla y con pocos elementos más. Detrás tenemos una pantalla que se ilumina en diferentes colores para reflejar la luz del alma de los personajes o señalar su estado de ánimo. Todo pensado para pedir al espectador que use su imaginación, que por una noche no sea vago.

A modo de pequeño anecdotario: Marie Jones es una actriz irlandesa que un día se quedó sin trabajo, así que, desde su desesperación, se puso manos a la obra y creó esta pieza que se mueve entre el juego, la broma y los deseos. Surge en un inicio como un experimento teatral escarbando en la trastienda de la industria cinematográfica para terminar encontrando la esencia del actor. Consigue estrenarse en el Lyric Theater de Belfast. Después le sigue una gira provincial y en 1999 participa en el Edinburgh Fringe Festival, lo que le abre las puertas de Londres. En el 2001 consigue los premios Laurence Olivier de mejor Comedia y mejor Actor. Ese mismo año es nominada a tres premios Tony.

viernes, 5 de febrero de 2010

Asesinato de un troskista, una novela que sorprende

Alejandro M. Gallo nos describe en Asesinato de un troskista el oficio de investigar


Portada de la novela Asesinato de un trotskista
Portada de la novela Asesinato de un trotskista
De Alejandro M. Gallo me gusta su tono directo y franco. Aún no había leído su primera novela, así que estos días pasados me puse manos a la obra. Asesinato de un troskista fue publicado en el 2004, desde entonces ha pasado el tiempo y, al ritmo de novela por año, ahora son cinco las que han visto la luz.

Es una novela negra, donde Gallo nos introduce en los entresijos del oficio de investigar. El periodista Héctor Montoya es herido en Basora. Durante su estancia en un hospital de Madrid, es tentado para escribir sobre el asesinato de Víctor Leroux, algo que ocurrió muchos años atrás, cuando él empezaba sus prácticas de policía local. Con este arranque, va tramando el autor una historia valiente que le sirve para denunciar todo aquello que va viendo y no es justo.

Héctor es joven e inexperto, pero con ganas de aprender y su maestro va a ser Simón Martín, un jefe de policía con un pasado político y un presente tenaz. En mi opinión dos personajes que pueden ser dos alter ego del propio autor. El uno tiene la fuerza del impulso que nos lleva paso a paso hacia la meta; el otro la mirada completa que surge de una reflexión pausada, esa mirada que indaga y se pregunta constantemente hasta dar con la clave perfecta. Simón es un viejo amigo del padre de Héctor, de las épocas difíciles en la minas del Bierzo, compañeros de actividad sindical clandestina, de izquierdas, de compromiso y de lucha. La tercera pata de aquellos tiempos era Leroux, el que ahora ha aparecido asesinado.

Héctor aprende de Simón los métodos de investigación, y algo más: la necesidad de cuestionarse cada indicio. Se debe buscar una explicación clara que resuelva todas las anomalías que el caso presenta. Pero hay que estar despiertos, porque siempre vamos a tener tendencia a interpretar las pruebas según nuestras propias creencias. Resolver un caso es encontrar todas las piezas del rompecabezas y colocarlas en su sitio.

Alejandro M. Gallo durante la Semana Negra de Gijón 2009 (foto: Toni Gutiérrez)
Alejandro M. Gallo durante la Semana Negra de Gijón 2009 (foto: Toni Gutiérrez)
Gallo no sólo nos da una clase práctica de investigación criminal, sino que utiliza la novela para destapar asuntos turbios de corrupción. Por un lado se encuentra con las mafias que controlan a las chicas de un club de alterne y por otro se adentra en las cloacas del estado para hablar de la Brigada K, un grupo policial de incógnito que se dedicaba a introducir droga en los barrios de izquierda para frenar la actividad política que ocurre en ellos y convertir en inútil a la siguiente generación. Para ambos casos encuentra soluciones diferentes, ese punto de justicia poética que humaniza la historia.

Como vara de medir, como ejemplo de conducta, nos habla de los S.I.R., personas que se comportan como Subjetividades de Imposible Reducción. Gallo lo explica mejor en su novela: «Personas que han sacrificado su vida y la de los suyos para mejorar la condición del resto de la humanidad. Gente que nunca se dejó atrapar por el discurso del poder». «Los que luchan siempre a través de los siglos contra todo tipo de injusticia». «Un S.I.R. quiere un mundo más justo, dedica su vida entera a ella y su actuación nunca se aleja de la realidad, lucha por lo posible y a veces por lo que los demás ven imposible». Son estos pasajes los que llaman a reflexionar entre la influencia de lo individual para mover lo colectivo en aras de una causa justa.

Es ésta una novela llena de lealtad, un deber con los vencidos y un camino señalado para los que vienen detrás.

A modo de pequeño anecdotario: Alejandro M. Gallo fue finalista del premio internacional Umbriel de novela negra con Asesinato de un trotskista. Sin embargo, al estar publicada en una editorial pequeña no tuvo gran difusión en su momento. El autor lleva bastante tiempo negociando con la editorial Madu para que le permita poder sacar una nueva edición de ésta su primera novela, ya que la tirada anterior se agotó hace mucho tiempo y resulta imposible de encontrar en las librerías.

jueves, 4 de febrero de 2010

Tom Stoppard nos desvela el universo de la izquierda prerrevolucionaria

El Centro Dramático Nacional presenta la trilogía editada de La costa de la utopía


Miércoles 3 de febrero de 2010. Teatro María Guerrero. Madrid


Tom Stoppard en el centro, acompañado de Gerardo Vera y la traductora, durante la presentación de la publicación por parte del CDN de su obra La costa de la utopía
Tom Stoppard en el centro durante la presentación de la publicación por parte del CDN de su obra La costa de la utopía. Le acompañan Gerardo Vera y la traductora
En estos días, en los que el Centro Dramático Nacional (CDN) está representando la obra La realidad del dramaturgo Tom Stoppard, se presenta también su trilogía La costa de la utopía, editada por el propio CDN. Por dicho motivo se organizó un encuentro con el autor en el que Gerardo Vera, director del CDN, anunció que el organismo público acometerá la representación de la trilogía en la temporada 2011-2012. Es una apuesta arriesgada que por un lado les hace sentirse felices y por otro preocupados por la responsabilidad adquirida. Aprovechó el director para afirmar que los personajes de la obra son de gran envergadura emocional, luchadores por la libertad y con compromiso tanto humano como político. Esta obra sirve para trasladarnos a las utopías que nos traído hasta el siglo XXI.

Por su parte, Marcos Ordoñez se encargó de hacer un repaso completo de Viaje, Naufragio y Rescate, las tres obras que componen La costa de la utopía. Lo hizo con pasión, reflejando su sentimiento de que, frente a lo que la realidad ofrece, el mundo de la obra le resulta más vivo e intenso. Durante nueve horas y a través de vidas cruzadas, se observa a artistas y revolucionarios rusos (el anarquista Mijaíl Bakunin, el crítico literario Vissarion Belinsky y el pensador de la revolución campesina Alexander Herzen). Nos da una imagen de la izquierda prerrevolucionaria, «cuando la izquierda no era triste» remata Ordoñez.

Tom Stoppard, con un tono pausado, comenzó su diálogo diciendo que un escritor no debe estar mediando entre su obra y el público potencial. El resultado final del trabajo del autor es el texto dramático. El autor es quién más sabe sobre él, pero el proceso mediante el que se construye no es prefijado y se toman decisiones que luego, al contrario de lo que se piensa, el autor no puede explicar. En realidad todo proceso creativo está sujeto a las casualidades. Como la historia que nos contó a continuación para ilustrar de forma oblicua su pensamiento: Cuando en Londres se decidió representar la trilogía comenzaron un taller para realizar las lecturas. Pararon para comer y uno de los actores tomó un taxi para cumplir con una cita previa. Al volver les dijo que el taxista le había contado que un avión se había estrellado contra una de las torres gemelas en Nueva York. Continuaron la lectura y a la media hora les pasaron una nota que decía que que un segundo avión había impactado contra la otra torre. Ésta, la del comienzo del taller y el 11-S, es una conjunción muy profunda, pero carente de sentido. Es así que un autor puede contar el estado de ánimo que le movió a escribir tal o cual cosa, pero ésto nada tiene que ver con la obra. El 11-S es un buen punto para comenzar una reflexión sobre los que se dedican a la cultura. Ante una desgracia como aquella se puede pensar que la psique social se movería y que la gente podría dejar de interesarse por la cultura. Pero, ¿quién querría defender un mundo donde no hubiera espacio para el arte? Quizá el 11-S podría haber abierto un debate sobre si los autores deberían tratar asuntos más serios a partir de entonces, pero la realidad dice que le tiempo y la conmoción pasan, y que uno vuelve a su vida de siempre.

La costa de la utopía transcurre entre los años 1833 y 1868, y trata del deseo humano de crear y alcanzar la utopía, de llegar a una sociedad justa. Stoppard se dio cuenta que estaba escribiendo sobre el comunismo cuando éste estaba terminado su ciclo en la Unión Soviética. Repasando el texto no lo parecía, el comunismo estaba más vivo que nunca. Cuando terminó de escribirla, todo se había acabado. Se dio cuenta entonces que no se puede explicar lo que hay dentro de uno. En ese sentido la obra emprende una cruzada frente a la historia documentada. Se necesita fe en la utopías para ir a buscar esa sociedad justa. La obra tiene vida propia y si entonces los enfrentamientos eran políticos, ahora lo son religiosos.

Marcos Ordoñez, Gerardo Vera, Tom Stoppard y la traductora durante la presentación de la publicación por parte del CDN de La costa de la utopía
Marcos Ordoñez, Gerardo Vera, Tom Stoppard y la traductora durante la presentación de la publicación por parte del CDN de La costa de la utopía
A continuación se inició un turno de preguntas por parte del público. La primera de ellas iba enfocada hacia las mujeres de la época como complemento hacia la visión masculina institucionalizada de aquellos años. Respondió Stoppard que en mil ochocientos treinta y tantos casi no había mujeres que difundieran su pensamiento ante la sociedad. Ahora nos hemos acostumbrado rápidamente a que el 50% de las voces sean femeninas, pero en el tiempo de la obra, ellas no participaban, así que sus personajes mujeres no son históricos, pero también tienen -en palabras de Gerardo Vera- una envergadura impresionante que mantiene el equilibrio en la obra.

Preguntado sobre el papel de los intelectuales en nuestra sociedad, contestó que su rol es el de responderse a sí mismos y a los demás sobre los problemas políticos, que no son otra cosa que problemas morales sobre lo fundamental -el bien y el mal-. Pero, curiosamente, para un niño todas esas cuestiones son claras y transparentes.

Como el diálogo se estaba yendo por lo transcendental, Stoppard realizó un inciso para decir que La costa de la utopía no son ocho horas de discursos filosóficos, sino que representa un mundo humano en el que los personajes están haciendo lo mejor que saben hacer en todos los campos (política, amor...). La mayoría de ellos fracasan, pero aún así se ríen. Todo en la vida funciona como una comedia, y en ese sentido la obra también.

El autor, que ha pasado el último año realizando dramatizaciones para la televisión, dijo que lo peor que le puede pasar al teatro contemporáneo es que a los niños se les diga que es bueno para ellos y su formación. La realidad es que el teatro no deja de ser un espejo de nosotros mismos y al mismo tiempo un placer.

Con relación a una supuesta mistificación de las revoluciones a pesar de que éstas hayan terminado traicionándose a sí mismas, Stoppard dijo ser escritor de teatro y no un experto sobre los temas que escribe. Adquiere conocimientos mientras prepara, investiga y se documenta, pero después no piensa mucho más en ello.

Como consejo a los estudiantes les dijo que no vale cualquier instante para escribir, que para hacerlo deben estar trabajando en la obra con todos sus sentidos. Señaló también que Londres está llena de teatros en busca de obras y autores.

Dice uno de sus personajes en Realidad que la diferencia entre el teatro y la vida real es que en el primero tienes tiempo para para pensar la réplica. Este encuentro, comenta el autor mientras sonríe, ha sido un claro ejemplo.

A modo de pequeño anecdotario: Stoppard nació en Zlín, Checoslovaquia, en el seno de una familia judía. Su verdadero nombre es el de Tomáš Straussler, pero su madre huyó de Checoslovaquia y se instaló como refugiada en Darjeeling, donde conoció a un oficial británico con el que se casó y que reconocido a Tomáš con su apellido: Stoppard.

Ha realizado muchos trabajos. Además de dramaturgo y guionista de cine, Stoppard fue periodista y también crítico teatral. Destaca también como activista en la lucha por los derechos humanos, habiendo sido directivo de Amnistía Internacional, colaborador del Committee against Psychiatric Abuse (Comité contra el abuso psiquiátrico) y patrono de la revista Index on Censorship, dedicada a denunciar ataques contra la libertad de expresión en el mundo entero.

Tom Stoppard tiene el título de Sir y ha sido condecorado con la Orden del Imperio Británico (Order of Merit, OM), es Commander of the British Empire y miembro de la Real Sociedad de Literatura del Reino Unido. El movimiento Carta 77 creó en Estocolmo el Premio Tom Stoppard para premiar a autores de origen checo.

Ha trabajado en los guiones de películas como Brazil, El Imperio del Sol, La Casa Rusia, Shakespeare in Love (por el que consiguió un Óscar) y Enigma. También se afirma que colaboró con George Lucas en Star Wars Episodio III: La venganza de los Sith para mejorar los diálogos, aunque no aparece en los títulos de crédito.

Y ha tenido tiempo también para escribir una novela: Lord Malquist and Mr Moon.

lunes, 1 de febrero de 2010

¿Crisis? ¿Qué crisis? España en busca de su camino

¿Crisis? ¿Qué crisis? España en busca de su camino es un análisis multidisciplinar sobre la situación actual de España dentro del contexto de la crisis económica internacional


Portada del libro ¿Crisis? ¿Qué crisis? España en busca de su camino
Portada del libro ¿Crisis? ¿Qué crisis? España en busca de su camino
La Editorial Iberoamericana / Vervuert edita el libro ¿Crisis? ¿Qué crisis? España en busca de su camino en el que recoge diez de los artículos presentados y discutidos en el Congreso Internacional del mismo nombre. Dicho congreso se organizó en Berlín, durante el mes de abril de 2009, en el Instituto Alemán de Política Internacional y Seguridad (SWP). El libro trata de ofrecer una visión de la actual España a través de un análisis multidisciplinar. Para ello revisa factores de diversa índole (económicos, políticos, judiciales, culturales, históricos, agentes sociales...) con la intención de que puedan aporten el conocimiento para conseguir una visión general desde la que poder realizar una valoración del impacto de la crisis en nuestra sociedad. No es éste un libro de recetas, ni que aporte soluciones. Su misión es testimoniar el estado de las cosas, encender una luz que permita distinguir cuales de nuestros problemas son debidos a la crisis económica internacional que arrancó en 2008 y cuales, aunque tratemos de esconderlos bajo el paraguas de una dependencia internacional con la crisis, forman parte de nuestra idiosincrasia y veníamos ya arrastrando durante las últimas décadas.

El primero de los artículos corresponde al catedrático de Historia contemporánea Walther L. Bernecker. En él realiza un repaso político a nuestros años de democracia para revisar los hitos que se han alcanzado y preguntarse qué nos mantiene unidos si somos tan diferentes en cada una de nuestras Autonomías. Por su parte Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política, analiza las distintas identidades que conviven dentro de España, haciendo especial hincapié sobre el País Vasco y la particular opinión que su autor mantiene sobre la política del PNV. Diego Íñiguez Hernández, funcionario del Cuerpo Superior de Administraciones Civiles del Estado, cierra este primer bloque con un interesante e instructivo artículo sobre la política judicial y las claves que la instrumentalizan.

Si los tres artículos anteriores se agrupaban bajo el título de «La crisis y el consenso nacional: ¿nuevas bases para la convivencia?», el segundo bloque aborda «La redefinición de los actores en la sociedad española». Ángel Estrada, jefe de Unidad del Servicio de Estudios del Banco de España, abre este segundo grupo con un artículo que revisa los indicadores económicos del país desde los años 90. El profesor titular de Derecho Constitucional, Miguel Ángel Presno Linera, nos presenta su visión sobre la evolución del sistema de partidos en España para realizar una interesante advertencia sobre la forma en que el partido en el gobierno somete su política a las decisiones del gobierno, perdiendo su fuerza de partido para fortalecer la imagen de su líder; es decir, «la acción de gobierno» se impone a la «la acción del partido en el gobierno». Por su parte Ludger Mees, catedrático de Historia Contemporánea, nos muestra la gestión que viene realizando el nacionalismo vasco democrático desde 1998 a través de datos, cifras y opiniones. Cierra este bloque el catedrático de Sociología, Víctor Urrutia, con un brillante análisis sobre la influencia de la Iglesia en la política y el recelo que ésta muestra hacia el camino emprendido en España que pretende formar una sociedad laica en la que la Iglesia vaya dejando de jugar un papel decisorio.

El último bloque lleva por título «Espacios de crisis, espacios de consenso, espacios de convivencia». En él, Elena Hernández Sandoica, catedrática de Historia Contemporánea, revisa los problemas a los que se enfrente nuestra Universidad, con un especial enfoque hacia el plan Bolonia y los entresijos de su adaptación en el camino de convergencia que el plan propone. Por su parte, Axel Kreienbrink, jefe de sección en la Oficina Federal de Migración y Refugiados (Alemania), en su breve artículo, analiza las políticas migratorias en nuestro país, comentando, a su vez, el desarrollo de la regulación y sus líneas de acción propuestos en la cuarta reforma de la Ley de Extranjería. Cierra el libro el subdirector del Instituto Alemán para la Política Internacional y Seguridad (SWP, Alemania), Günther Maihold, con un clara explicación de las políticas internacionales que nuestro país está ejerciendo, realizando una excelente explicación de las posibilidades abiertas y del actual posicionamiento que refleja los temas estrella en los que España quiere decir algo a nivel internacional.

Si bien, la visión que ofrece el libro resulta bastante académica, sí que es cierto que a mí logró hacerme reflexionar sobre algunos aspectos. Me ofreció alguna visión enriquecedora y diferente en varios de los sectores que describe. ¿Cuál es ese camino propio que busca España? Sin duda eliminar los prejuicios que nos bloquean y emprender reformas que aborden los problemas pendientes de nuestra democracia.

A modo de pequeño anecdotario: Jugando estadísticamente con los curricula de los autores podemos obtener varios datos que reflejan el perfil general del libro. Predominan abrumadoramente los hombres, pues entre las firmas de los diez artículos solo figura una mujer. Un cincuenta por ciento de los autores son catedráticos, siéndolo tres de ellos en la especialidad de Historia Contemporánea. Siete de los autores dan clases en alguna Universidad y los otros tres ejercen sus labores en la Administración Pública.