lunes, 1 de marzo de 2010

La complicidad de Pedro Guerra

Una guitarra y una voz que llenan todo el escenario de un teatro


Domingo 28 de febrero de 2010. Teatro de Madrid. Madrid


Cartel anunciando el concierto de Pedro Guerra
Cartel anunciando el concierto de Pedro Guerra
Pedro Guerra tiene una voz dulce que todo lo envuelve. Su guitarra le acompaña para que no se sienta solo, sentado sobre un taburete y con un pequeño atril sobre el que descansan sus canciones antes de ser tocadas. Eso es todo, nada más. El resto, lo que ocurre cuando canta, es magia y una infinita complicidad con su público. Sus letras son intimistas y a la vez solidarias, cargadas de musicalidad, de mezcla y llenas de sí mismo, de su vida y de una mirada limpia e inteligente sobre las cosas. Alguien me dice que es como el Serrat de nuestra generación y yo lo comparto.

El concierto de anoche lo abrió con los temas Alma mía y Contigo en la distancia, ambos dan título a cada uno de los dos volúmenes que recogen la incursión de Pedro Guerra por otros repertorios, los de autores latinoamericanos y españoles cuyas canciones han formado parte de su vida y de la de muchos, sus raíces musicales. Si el primero de los volúmenes, Alma mía, vio la luz en septiembre de 2009, Contigo en la distancia estará disponible en las tiendas mañana. De ambos discos ofreció canciones anoche, que supo alternar con temas propios de su cancionero, ya sin duda también «clásico».

Con los años le resulta más sencillo dialogar con su público, se extiende presentando alguna de las canciones e incluso bromea. Son instantes en que el público escucha ensimismado sus pequeñas historias. Se convierten éstos pequeños monólogos en parte importante para el concierto, pues son momentos que también utiliza para estar cerca de su público. Con inteligencia y unos gramos de ironía desgrana la actualidad o vuelve una mirada entrañable hacia el pasado para compartirlo con todos. Y así, va desvelando lo que sus letras no dicen.

Pedro Guerra durante uno de sus conciertos
Pedro Guerra durante uno de sus conciertos
De las versiones que interpretó con su personalísimo estilo sobresalen las coplas, a las que Pedro Guerra dice haber llegado tarde, pero llegado a fin de cuentas. Te lo juro yo y La bien pagá adquieren otro sabor en su voz. También se atreve con los tangos y desde sus dedos sobre los trastes de la guitarra toma vida Chiquilín de Bachín. Entre otros temas clásicos ofreció Esta tarde vi llover, Piensa en mí, Sombras y Ay pena penita. Este último no está recogido en sus discos, pero le ha encontrado un hueco en los directos. Son las suyas versiones nuevas, diametralmente diferentes, pero que en ningún sentido pervierten el sentido de estas canciones.

El público le acompañó con palmas y cantando con él muchos de sus temas, como los esperados Debajo del puente, Deseo, Daniela, Contamíname y El marido de la peluquera. Temas todos que el público espera para entregarse con devoción.

También tuvo tiempo para recuperar Todo es desorden y Pasa.

En la parte más personal interpretó la canción 5.000 años que dedicó a su compañera María. Al finalizar la canción Pedro Guerra le lanzó con dulzura un beso que ella recibió entre las bambalinas desde donde se esconde. Sonó también Cuando Pedro llegó, tema compuesto al nacer su hijo.

Su música tiene orígenes y él, orgulloso, los muestra, dando una nueva vida a estas canciones universales.

A modo de pequeño anecdotario: Pedro Guerra contó muchas anécdotas durante el concierto, una a destacar es la primera vez que vio a Mercedes Sosa. Se trató de un concierto de media hora en su pueblo, cuando su padre era el alcalde. Tras el concierto le regalaron la cassette que lo recogía y muchas veces lo escuchó después. Dice que Mercedes Sosa ha aportado muchas canciones a la banda sonora de la propia vida del cantautor canario, que ella ha sido una intérprete que le ha hecho conocer y fijar la mirada en muchos y grandes autores latinoamericanos.

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