lunes, 24 de mayo de 2010

¿Y si dios fuera mujer?: canciones, poesía y humor

La obra de Marina Skell continúa en cartel en la sala Plotpoint desde que se estrenara en el año 2003


Viernes 21 de mayo de 2010. ArtEspacio Plotpoint. Madrid


Cartel de la obra ¿Y si dios fuera mujer?
Cartel de la obra ¿Y si dios fuera mujer?
A veces, para levantar una comedia musical no hace falta grandes inversiones, la imaginación suple con frecuencia casi cualquier necesidad. Aunque en escena son solamente dos mujeres y el atrezzo se quede en un banco, una caja de maquillaje, dos boas de plumas, un contenedor, una sartén y poco más, ¿Y si dios fuera mujer? es un musical porque se canta en directo varios números y es una comedia porque a través del humor nos hace reflexionar sobre la vida.

Sus protagonistas son mujeres sencillas, cotidianas, que cargan a sus espaldas pesos similares al resto de la especie humana. La directora Marina Skell ha jugado con ellas como si de abrir la caja de Pandora se tratase, para que salgan y exploren cada uno de los personajes que Maida Larraín y Azucena Ribas van poniendo en escena. No hay heroínas, sino puro esfuerzo de supervivencia, de adaptación en una sociedad poco femenina pero intentando no perder sus rasgos de género. Una investigadora que se hace preguntas, una buscona que sabe de vidas solitarias y de parejas típicas, dos mujeres diferentes que esperan a su marido encerrado en prisión, dos barrenderas sacadas de una novela de Elvira Lindo, Eva en el paraíso... Y muchas voces más que tal vez van enseñando puntos en común y distancias insalvables más que entre sexos entre personas, porque la obra, en realidad, no es un alegato feminista. Refleja a la mujer, cierto, nos habla de sus cuitas, pensamientos, sentimientos y respuestas.

Azucena Ribas y Maida Larraín, las actrices de ¿Y si dios fuera mujer?
Azucena Ribas y Maida Larraín, las actrices de ¿Y si dios fuera mujer?
¿Y el hombre?, ¿dónde queda? La verdad es que no es importante para el texto. Tal vez un poco más en las partes interactivas de la obra, cuando las actrices se acercan al hombre de hoy en día, sentado frente a ellas viendo la actuación, para convertirlo durante un instante en comparsa. No llega la sangre al río, pues no tratan de atacar, más bien de compartir, de que todos riamos juntos aunque sea de algún tópico. No tenemos los del sexo masculino mucha oportunidad para salirnos de un guión bien dirigido por las actrices a través de preguntas concretas. Asentimos, decimos sí, hacemos un gesto con la cabeza para negar, abrimos los ojos, nos encojemos de hombros y respondemos con nuestro nombre. Somos pasivos frente a la actividad que ellas muestran.

Además de las escenas y la intercomunicación por la vía directa con el público, el texto incluye una parte lírica en la que se mezcla la poesía con la narración de vivencias y experiencias de mujeres en varias épocas históricas. Es una parte más profunda que compensa la comedia y que dramatiza posturas ejemplares, como es el caso de la bailarina Isadora Duncan. Son momentos que empujan a la emoción y a la comparación, con una única voz que rompe el silencio.

Entre medias de unas cosas y otras que van surgiendo repentinamente para apagarse y dar paso a la siguiente escena, destacan las canciones como una de las partes fuertes de la función. Larraín se lleva la mejor parte interpretando con suma dulzura Alfonsina y el mar, mientras que Ribas se luce especialmente con Ojos verdes. Los temas cantados en directo son de lo más variado: Lía, Maquíllate, Summer time, Esos locos bajitos, No me importa nada y Color esperanza.

Me queda un poso que es un «pero» que le pongo a la función y es que no tiene una continuidad mínima, que va saltando de un punto a otro de una forma inquieta, como dibujando un collage para ver de lejos. Resulta frío el paso de una escena a otra, tal vez necesitaría un hilo conductor o una estrategia que permitiera darle un sentido de unidad, que acompañara y que hiciera perder al espectador el concepto de estar viendo historias en forma de amalgama.

Las actrices están bien, además logran con solvencia el objetivo marcado que no es más, ni menos tampoco, que el divertimento del público. Tienen recursos en escena que a mí me llevan a pensar en que practican un estilo próximo al cabaret. Sigo viendo los grandes ojos magnéticos de Maida que van cambiando con cada interpretación, la pícara sonrisa de Azucena, el contraste de ambas, sus acentos que van y vienen por toda la geografía...

A modo de pequeño anecdotario: La actriz Maida Larraín continúa representando esta obra de Marina Skell desde la primera representación en la sala ArtEstpacio Plotpoint. Ahora comparte escenario con Azucena Ribas que ha sustituido a Edith Sierra en la obra. Las tres juntas forman parte de la compañía Plotpoint con otras tres funciones en cartel en las que coincide que ellas actúan en pareja: Larraín y Skell representan juntas Mi madre, Serrat y yo; Larraín y Ribas lo hacen en ¿Y si dios fuera mujer? y ¡¡Diosas divinas y peligrosas!!.

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