jueves, 3 de junio de 2010

The good heart, el corazón dentro del microcosmos de un bar masculino

El director islandés Dagur Kári nos trae una película llena de buenos sentimientos


Cartel de la película The good heart
Cartel de la película The good heart
The good heart (Un buen corazón) es una buena película, de esas que te hace un poquito mejor cuando terminas de verla, de las que enseñan que este mundo de narrar historias sobre la pantalla es mágico, capaz de transformar cada uno de sus fotogramas en sentimientos. Las soberbias interpretaciones de sus dos protagonistas se bastan para sustentar la historia, pero no es lo único excelente, también está sostenida por un estupendo guión que es capaz tanto de apoyarse en las casualidades que funcionan de detonantes, como de adentrarse en los mundos secretos de sus personajes sin desvelarlos del todo ni transformarlos con el paso de la cámara.

Jacques (Brian Cox) es dueño de un bar donde no entran ni nuevos clientes, ni mujeres, y si algún descuidado o descuidada lo intentan se irán airados por el trato recibido. El bar de Jacques es un lugar donde las cosas son así desde siempre. Pero él ha sufrido ya cinco infartos. Mientras se recupera del último comparte habitación con Lucas (Paul Dano), un joven de buen corazón que vive en una caja de cartón debajo del puente de Brooklyn y que acaba de intentar suicidarse. Jacques ve en Lucas la posibilidad de que el bar siga abierto cuando se haya muerto, así que se empeña en enseñarle su forma de vida, con sus mismas reglas y su malhumor. Lecciones de vida dadas por un profesor iconoclasta a un alumno perdido, con un libro que sólo conoce la vertiente masculina de un sobrio y lúgubre bar. Es aquí, en esas clases impartidas, donde la bondad contagiosa de Lucas elimina todo lo agrio, dulcificando lo que sabe mal por puro instinto.

Dagur Kári construye su película sobre una idea que ha percibido cada vez que ha visto o leído testimonios de personas que han recibido un trasplante y que van teniendo cambios de comportamiento. El guión se desarrolla en el presente, no hay flashbacks, ni revelaciones y sí una intención sutil de despertar la curiosidad del público sobre el pasado de sus dos protagonistas que se mantiene entrevelado. El papel del cascarrabias Jacques lo iba a interpretar Tom Waits, pero al final surgieron problemas y Brian Cox fue la solución. El veterano Cox comparte el protagonismo en The good heart con el joven Paul Dano que se hizo conocido en nuestro país por su papel en Pequeña Miss Sunshine. Dano se preparó a Lucas como si fuera un animal, adoptando sus posturas y comportamientos. Cierra el círculo Isild Le Besco que interpreta a April, la mujer aparecida por casualidad y que se convierte en un obstáculo a los planes que Jacques venía estableciendo como proyecto sobre Lucas. Es la luz femenina que alumbra el mundo masculino que representa el bar, y también un factor sorpresa que aporta interés al espectador, ya que marca el principal cambio de ritmo.

Paul Dano y Brian Cox en una escena la película The good heart
Paul Dano y Brian Cox en una escena la película The good heart
Sin duda es la soledad como elección equivocada de vida el tema que subyace en toda la película. Jacques es un desagradable cascarrabias, tanto que nadie se le acerca y al que lo intenta lo asusta para que se vaya. No le gustan los cambios, todo está bien como está. Lucas no arma nunca revuelo, es pasivo, mira y no se sabe muy bien si ha entendido lo que se le ha dicho. Su decisión de aislamiento es su necesidad de vivir como un animal. Su mirada es lenta. No tiene doble fondo y responde siempre dando lo que le piden. April es alocada, insensata, llena de una vida que les falta a los otros dos. Son las mujeres las que forman el revuelo y en el fondo, el espectador se pregunta por el pasado de los hombres, por cómo ellas les trataron, algo que subyace en The good heart.

Sin duda muy interesante el enfoque del director mostrando unos hombres que se construyen una coraza que les haga parecer lo que no sienten y como el uno al otro, por el propio roce diario, va introduciendo cambios en los sentimientos para mostrar tenuemente lo que quieren. Es una ternura que nace de lo más profundo del desencanto.

Pienso en el pato enjaulado que aparece en varias escenas como símbolo de los comportamientos de cada cual. Jacques y Lucas viven encerrados dentro del bar y cada cual mira al animal con una intención diferente que le describe individualmente mostrándonos su conformismo. Mirar a un pato para contarnos a nosotros mismos.

El manejo del tiempo, de lo que quiere mostrar y cuándo, es otra de las mayores habilidades de la película que se convierte en un maravilloso fluir y confluir. Y la bondad, que está en pantalla todo el tiempo como ejemplo, que se va impregnando, que cala, que se siente, que se comparte. A veces construir un mundo y lo que de verdad importa puede resultar sencillo, aunque no parezca real. El director señala que a la hora de hacer cine no está interesado en el realismo y tampoco en la fantasía. Lo que desea es crear un universo entre esos dos márgenes de realismo y fantasía que solo pertenezca a la película. Lo hace durante todo el metraje sin caer en sentimentalismos innecesarios.

Respecto a la banda sonora está realizada íntegramente por Dagur Kári y un colega con el que tiene una banda. Reconoce que preparar la música es con lo que más disfruta a la hora de realizar un largo.

A modo de pequeño anecdotario: Aunque The good heart está rodada en Nueva York, apenas si muestra de ella un sucio callejón; Dagur Kári borra todo cliché de la Gran Manzana para centrarse en la historia. A pesar de rodarse en Nueva York y de que el elenco es de allí, la película es islandesa y no hay ninguna participación económica estadounidense en ella.

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