lunes, 12 de julio de 2010

¿Cuál es la mejor proporción entre lenguaje, ideas y acción?

La tertulia de hoy sirve para hablar de la literatura como arma, ¿pero con qué balas las cargamos?


Lunes 12 de julio de 2010. Semana Negra. Playa del Arbeyal. La Calzada. Gijón


Una instantánea de la tertulia
Una instantánea de la tertulia
La tertulia de escritores de hoy en la Semana Negra de Gijón reunió a Paco Ignacio Taibo II, Mario Mendoza, Ricardo Menéndez Salmón, Benito Taibo, Hotel Postmoderno (Carolina Otero, Alberto Torres y Maxi Villarroya), Rodolfo Pérez Valero, Alfonso Mateo Sagasta, Francisco José Jurado, Gabriela Cabezón, Juan Miguel Aguilera y Rogelio Guedea para hablar sobre ¿Novelas de palabras, de ideas, de acción?. En general hay bastante consenso hoy, pues el oficio mezcla las tres partes, escribe con palabras para expresar la ideas y se dota de una trama o acción que nos lleva de un punto a otro.

Surgen los defensores del lenguaje que señalan que todo en una novela es palabra, pues con ella se cuentan las ideas y se desenvuelve la acción, además una cosa no tiene porque romper la otra, pueden coexistir. La trama no deja de ser una convención burguesa y cuando la palabra deja de interesar al lector el libro empieza a no ser importante, a abandonarse.

Los que prefieren el predominio de las ideas argumentan que sin ellas no hay novela, por muy bien escrita que esté o por mucha acción que presente. El lenguaje está al servicio de las ideas para transmitir, es la herramienta que sirve para construir las imágenes del lector.

¿Y la acción? Pues resulta que una buena novela de acción tendrá dentro muchas tésis, pensamientos e ideas y, además, bien expresadas. Son escritores de género, así que la acción es sin duda muy importante para sus novelas. Pero hay quien matiza recordando a Montalbán decir que los géneros deben usarse para llevarse hasta el límite del propio género. Cuenta entonces Rodolfo Pérez Valero como en Cuba hubo una época en que ser escritor de novela policíaca era considerado como ser un tanto payaso. Las novelas se compraban para que las leyeran los niños, pero no se consideraban algo serio. Pero llegó la Semana Negra y con ella los viajes, algo que en Cuba era muy valorado, así que todos los escritores «serios» se pusieron a escribir género; todos decían que en su novela había un muerto.

Otra instantánea de la tertulia
Otra instantánea de la tertulia
Surgen las preguntas para averiguar de qué se debe llenar una novela y qué es necesario sacar fuera de ella. Se habla de que las voces, los personajes por extensión, no tienen vida propia, que si quitásemos las acotaciones de los diálogos que nos van señalando quien habla en el 99% de los casos no distinguiríamos a un personaje de otro. El funcionalismo anecdótico -en lo contado y en los personajes- resulta cada vez más habitual. Ha surgido en muchos escritores la necesidad de hacer la novela fácil que se le pide desde la industria del libro. De esta forma se va simplificando su lenguaje y el oficio se empobrece. Esta maligna influencia de buscar la anécdota como sustitutivo de la historia cobra peso en nuestra literatura. Además se ve cierta tendencia a los lugares comunes, tal vez influencia del cine que mata con la expresividad de una imagen el lento trabajo de un escritor. El cine construye estereotipos y los amplifica. Estos tiempos y estos asuntos debilitan el oficio y sin embargo, ésta es una época excepcional para contar historias.

Es cierto que hay un mundo audiovisual que ha cambiado la novela, que se ha convertido en una competencia frente a la escritura y una lucha perdida porque resulta más sencillo ver una película en la que la imágenes te dan hecho una gran parte del trabajo de la imaginación. En ese cine el espectador busca esos lugares porque encontrarlos le tranquiliza, le dice que todo sigue bajo control, que los códigos que conoce permanecen.

La creación exige un oficio solitario, pero la literatura es algo más, un fenómeno social que se produce cuando el libro cobra vida en el lector. Leer es vivir. Pero hay quien separa esos dos momentos para elegir el del creador que trabaja con una ley de arrastre que es la obsesión, esas voces que machacan desde dentro, que están en el subconsciente y ante eso no hay presiones que sirvan. Y es que el escritor de nuestros tiempos está presionado por la industria del libro que fuerza los plazos, se mete en el estilo, en la trama... Lo que luego le afecte tiene más que ver con él mismo y con sus lectores. Ahora se quiere que el lector participe, la literatura va más allá de un mero signo escrito para convertiste en un arma. Se expresa una necesidad de encontrar al nuevo lector y para eso es preciso experimentar y arriesgar porque el progreso se empieza siempre por un camino en pruebas. Pero hay quien matiza categóricamente que «todo lo que nace siendo vanguardia termina siendo tradicción».

De toda lo escuchado se me graba esta vez a Benito Taibo reflexionando: «Un lector es un cómplice que te puede apuñalar por la espalda. Los buscas para que te quieran. Debemos usar la lógica del lector, así que hay que escribir la novela que a ti te gustaría leer».

Esta es la Semana Negra de Gijón y sigue.

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