sábado, 26 de febrero de 2011

La fina ironía de Krahe sobre los escenarios

Un concierto de canciones que fueron escritas como precisas radiografías


Jueves 24 de febrero de 2011. Sala Galileo Galilei. Madrid


Una instantánea de archivo de Javier Krahe en uno de sus conciertos
Una instantánea de archivo de Javier Krahe en uno de sus conciertos
Reconozco que cuando comencé a escribir esta reseña del concierto de Javier Krahe se me hizo un nudo de respeto en el estómago. Admiro su coherencia, su honestidad y su forma de pasar por la vida, discreta pero decisiva. Me divierto escuchando sus letras. Me rindo a la ironía de cada una de sus sátiras. Pero lo que más me gusta es esa capacidad que tiene para radiografiar al ser humano en sus canciones. Nos cuenta cosas que nunca nos han pasado como si nos hubieran ocurrido a todos. A veces me sonrojo, porque desde su ingenuidad y sus imágenes llama a las cosas por su nombre.

Sale al escenario del Galileo con una camisa blanca y en vaqueros. Su figura se distingue tan delgada como afilada. Huesudo, algo desgarbado, de gesto inquieto espera que sus músicos vayan tomando posiciones a su lado. En poco más de un mes, el maestro estará cumpliendo los 67, esa nueva edad de jubiliación por la que nuestro gobierno tanto se interesa. A Krahe, como a todos, los años le afectan en lo físico. Nunca fue un hombre de fuerza, más bien ha venido haciendo gala de debilidad. Su estampa se va haciendo más frágil según envejece, acrecienta un sentimiento entrañable de protección. Algo que rompe con sus letras de picardía, osadas, llenas de metáforas floridas, de ingenio y naturalidad.

Se arranca con Paréntesis, ironía pura sobre las musas y los procesos de creación de un autor. Suenan tantos aplausos como carcajadas. Le bastaron unos leves segundos para conseguir la complicidad del público, un vínculo que no dejará caer, pues en cada concierto se repite la misma ceremonia de confraternización. Otro vínculo especial es el que ha establecido con su banda. Andreas Prittwitz (toda una sección de vientos: clarinete, saxo, flauta...), Javier López De Guereña (guitarra) y Fernando Anguita (contrabajo) se comportan como si fuesen su prolongación. Entre todos bromean y participan en la fiesta en que se convierte el concierto. Se conocen de tiempo y si no estuvieran se les extrañaría.

Portada del disco Toser y cantar que presenta en el concierto
Portada del disco Toser y cantar que Javier Krahe presenta en el concierto
Con El Dos de mayo pidió un poco de aire dentro de una pareja, un espacio de rebeldía simbólica que necesita toda relación y de rendición sin condiciones, más bien por necesidades. Vienen temas alternados como a él le gusta decir; Las musarañas, Piero della Francesca, Vals del perdón y Como Ulises, que hacen un recorrido mixto entre canciones protesta y amor imaginado, unas veces correspondido y otras no. Son viajes espirituales y personales, enzarzados con la propia carne y la existencia.

No es la suya ya aquella aguerrida voz de La Mandrágora, se ha templado. Krahe no fuerza. Canta ¡Ay democracia! porque ésta se va alejando de la ciudadanía. La llama al orden con nostalgia por esa ausencia un tanto a lo Neruda. Vemos en su ojos la inquietud de Krahe por el entorno que nos rodea y el desconocido lugar al que nos conduce. No sé, pero no preveo un destino satisfactorio para el ser humano en su conjunto si éste no toma las riendas. Soy tan escéptico como sus canciones.

Se lanza con la contagiosa salsa Diente de ajo, pues su repertorio tiene de todo. Canta En la costa Suiza y después viene Eros y civilización. Hay un descanso, tal vez sea para fumar en la calle, ahora que ya no hay humos en los garitos o para quedarse charlando con otra copa, feliz y divertido. Al encenderse las luces se percibe el buen humor del público contagiado desde el escenario, el ambiente de celebración, la reunión entre amigos que se espera con deseo. Recuerdo entonces ese documental con el que, a modo de road movie, Ana Murugarren y Joaquín Trincado van contándonos de Krahe y de sus canciones, mientras le siguen y charlan con él. Se llama Esta no es la vida privada de Javier Krahe y es un retrato excepcional de una persona imprescindible.

Carcajadas despierta Vecindario y su furor uterino. Y sigue alternando: Conócete a ti mismo, Tal como eres, Abajo el alzheimer, La cientouna, Salomé, La osa mayor y la divertida e inconformista La yeti (1ª parte) que nos lleva camino del alpinismo ahora que ya todo nos da lo mismo.

Se muestra parco en los bises. Solo hace ¿Dónde se habrá metido esa mujer? y Alta velocidad, que es tan corta que apenas si a uno le da tiempo a empezar a escucharla cuando ya siente que se acaba. Hora y media sobre el escenario, tiempo que Krahe se lo ha pasado hablando de lo pequeño, desnudando una humanidad encantadora.

Aunque es tarde y mañana habrá que madrugar, uno sale exultante del concierto, con ganas de comerse el mundo. De vuelta a casa me quedó pensando que en su anterior disco, Querencias y extravíos, se hizo apodar el vago burlón. Le gusta esa imagen de artista vividor y perezoso, pero, aunque sus canciones resulten tan espontáneas, son la conclusión de un largo y esforzado proceso de trabajo, donde la rima y la métrica juegan un papel tan importante como la ironía. Añádase luego a la mezcla un poco de excentricidad, situaciones un tanto hilarantes y un cierto y castizo surrealismo y la receta del maestro estará lista para tomarse. Cuidado, se sube a la cabeza.

A modo de pequeño anecdotario: El disco Joaquín Sabina y Viceversa en Directo se grabó en el teatro Salamanca de Madrid los días 14 y 15 de febrero de 1986. A Sabina le acompañaban Luis Eduardo Aute, Javier Gurruchaga y Javier Krahe. En el disco, Krahe cantaba la canción Cuervo ingenuo, canción política en la que criticaba los primeros años de gobierno de Felipe Gonzalez. Ese concierto se retransmitía en directo por TVE y al llegar a Cuervo ingenuo las cámaras dejaron de grabar. Esta censura supuso un freno en la carrera de Krahe: se acabaron las contrataciones por parte de los ayuntamientos y ya no pudo grabar la canción en disco propio hasta dos años después, cuando regrabó sus canciones con su primera discográfica independiente.

viernes, 18 de febrero de 2011

Albert Pla es diferente

Albert Pla, un trovador a la vieja usanza que vive en nuestros tiempos, ha creado un espectáculo genial


Jueves 17 de febrero de 2011. Teatro de Madrid. Madrid


Portada de La diferencia, el último disco de Albert Pla
Portada de La diferencia, el último disco de Albert Pla
Es mi primer concierto de Albert Pla y vengo preparado para todo. No soy un gran seguidor suyo, pero mis amigos me han contado que un espectáculo de Pla es algo especial, diferente. Me han dejado claro que no puedo esperar un recital al uso, porque lo tiñe todo con su personalidad. Así ocurre desde el primer minuto. Aparece de entre el público y guitarra en mano se sube a un escenario donde hay unos pocos elementos y en el que nadie le espera. Viste una especie de hábito descolorido, como un camisón por encima de las rodillas, algo raído, no sé si por el tiempo o el mal uso. Las piernas las cubre con unos calcetines, mitad rojos y mitad azules que pueden recordar al Barça. Los pies por unos zapatones de cuero planos.

Un golpecito por aquí, algo de ilusionismo con las luces y el humo, y él solo empieza con su voz aniñada a contar sus cuentos. El primero que nos narró fue El sereno, una historia, o un poema, de barrio con personajes a lo Pedro Navaja. A la voz la acompañó con unos pocos desgarros de guitarra. Es un tema que aún no ha editado en ninguno de sus discos, un regalo para sus conciertos. Roto el hielo, toca el turno de El corazón. Luego viene Añoro. Al terminar se le une el guitarrista gitano y flamenco Diego Cortés que le acompañará el resto del concierto. Juntos hacen La diferencia, tema que da título al álbum que presenta y a esta gira. La verdad es que voz, guitarra eléctrica, guitarra española y la chapa sobre la que golpea Cortés con el pie para acompañar suman a la perfección.

Albert Pla hace gala de una fina ironía. Interpreta Soy rebelde, su versión del clásico de Manuel Alejandro que cantara Jeanette allá por los principios de los años setenta. Mientras uno le escucha, no hay resquicios por los que se vaya el pensamiento, se presta atención a cada palabra que dice, a los matices subterráneos de cada una de sus canciones. Es como si un trovador nos estuviera trayendo relatos de lejanas tierras, historias que no vemos aunque las tenemos a unos metros de nosotros cada día.

Albert Pla en una foto de archivo
Albert Pla en una foto de archivo durante uno de los conciertos de esta gira
No se olvida de llevar a escena canciones comprometidas como Carta al rey Melchor, un diálogo con su majestad sobre lo injustas que son las desigualdades por motivos de sangre, Veintegenarios (Insolación), una crítica a una juventud apática que no se implica y pasa de todo lo que no sea tomar el sol, y La colilla. Para cantar esta última fuma por primera vez y un reconocible olor sube por la platea. No lo hace por vicio, ni por necesidad, es una propia exigencia del guión, se siente obligado a ambientar y explicar cómo se podrían quemar todos los Estados Unidos de América. Para eso recurre al humo y a una colilla, lo que sin duda hace mucho más fácil al espectador entender la intensidad del tema, meterse de lleno en la historia e ir recorriendo los escenarios de una venganza convertida en incendio.

Generoso le deja un rato el escenario a Cortés que se desvive para hacer un largo solo de guitarra, taconeo y golpes sobre la caja de su guitarra. De todo aquello que produzca un sonido que pueda ser convertido en música. A veces le miro y me asombro, porque con sus dos manos y su guitarra parece que están tocando varias personas a la vez.

Sin duda Albert Pla es un artista, de sensibilidad a flor de piel y con una mirada distinta. Imprevisible. Capaz de pasar de la calma y el gesto más sosegado a una vehemencia contenida. Pla camina de un lado para otro sin perder una sonrisa inocente, sin dejar de pasárselo bien. Juega con inventos como cuando se hace la oscuridad para interpretar Ciego. Con las luces apagadas se baja del escenario y enciende tres bombillas que lleva sujetas en la cabeza con antenas, se pasea entre el público, cercano como para ser tocado. Su cara muestra la concentración del momento, su luz va iluminando pequeñas partes de la platea, descubriéndonos los unos a los otros.

Deja un espacio para sus historias más conocidas, Joaquín el necio y Enterrador de cementerios, que nos cuentan vidas difíciles de comprender, de inadaptados en esta sociedad, de envidiosos y de prejuicios. Canciones que hablan de quien está siempre al borde de un precipicio. Pero también toca otros temas más nuevos o menos conocidos como Buscando, Soñando y Lola la loca

En los bises se arranca con Los ojos una canción un tanto surrealista, pero que en directo resulta especial. Luego la emblemática El lado más bestia de la vida. Tras ella vuelve a fumar para despedirse, y comienza una canción pregrabada que le sirve para irse, tomando el mismo camino que le trajo: por el medio de un público agradecido que en pie le saluda.

A modo de pequeño anecdotario: Canciones de Albert Pla han formado parte de varias bandas sonoras de nuestro cine, incluso Almodóvar en Carne trémula incluyó Sufre como yo. Su paso por el cine no es anecdótico ni se limita a lo musical, ha actuado como intérprete en Airbag de Juanma Bajo Ulloa, A los que aman de Isabel Coixet y Honor de caballería de Albert Serra. También ha participado en el teatro con la obra de Helmut Krausser titulada Caracuero y en la que compartía escenario con la inolvidable presentadora de Plastic Marisol Galdón. La obra estaba inspirada en un hecho real y narraba la tragedia de Werner Bloy, un hombre al que la policía mató a tiros en 1987 por error.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El cine latinoamericano en el que se fijan nuestros académicos

Un repaso a las películas que este año han sido candidatas al Goya a la mejor película latinoamericana

Reseñas: El hombre de al lado - El infierno - Contracorriente - La vida de los peces


Jueves 10 de febrero de 2011. Casa América. Madrid


Empezando por la izquierda: Santiago Cabrera, Matías Bize, Tatiana Astengo, Javier Tolentino, Luis Estrada y Gastón Duprat
Candidatos al Goya como mejor película latinoamericana reunidos en Casa América. De izquierda a derecha podemos ver a Santiago Cabrera, Matías Bize, Tatiana Astengo, Javier Tolentino, Luis Estrada y Gastón Duprat
Casa América reunió en la sala Borges a los candidatos al premio Goya a la mejor película latinoamericana. Se trató de un charla amena dirigida por el crítico y periodista Javier Tolentino y que contó con la participación de la actriz peruana Tatiana Astengo, el director chileno Matías Bize, el actor chileno nacido en Venezuela Santiago Cabrera, el director argentino Gastón Duprat y el director mexicano Luis Estrada. Tolentino, director del programa de Radio3 El séptimo vicio, comenzó la charla con cierta provocación al señalar que aquí sentados frente al público se encontraba lo mejor del cine español de este año. Supo llevar las conversaciones, ser incisivo y hasta preguntar a Enrique Bocanegra, que se encontraba entre el público, sobre su opinión de lo que aportan los Goyas al cine. Con timidez, Bocanegra respondió que sirven para «conectar al público con las películas».

El director Gastón Duprat, codirector de la película argentina El hombre de al lado, definió su película explicando que las medianeras son fronteras y que a través de ellas han expresado en la película el miedo a lo distinto que sufre nuestra sociedad. La nominación al Goya ha tenido repercusión en toda la prensa argentina. Su director se mostró contento y halagado por ello. Confía también en que la nominación le sirva a la película como una lupa que pueda darle una nueva dimensión a la película. Como director le gustan las películas con dudas porque el cine se va construyendo mientras se hace, e incluso se llega al final sin haberlas despejado del todo. Así que no suele haber certezas, ni un control absoluto del lenguaje. El hombre de al lado llega después de haber sido la ganadora en los premios de la academia de su país.

Por su parte Luis Estrada, director de la película mexicana El infierno, contó que su película es una sátira muy ácida sobre un momento político, histórico y social de México. Le ha servido para radiografiar a un país en crisis, que vive situaciones que se vuelven endémicas. Con la sátira se ha permitido retratar y criticar el poder político de su país. Completando la definición, Estrada añade que es un largometraje muy ambicioso que ha tocado muchos símbolos de los que no se escapan los últimos cuatro presidentes a los que señala como causantes de la zozobra actual. En México ha habido intentos para que El infierno no llegara a estrenarse, pues la imagen del país, muy deteriorada en la película, no es la que se desea enseñar. Hasta el gobierno dijo que ésta no era la película que les podía representar. De México nos dio un dato más: en los últimos cuatro años han tenido más muertes violentas que las ocurridas en Afganistán con su guerra. Estrada señaló que ningún premio hace mejor o peor a una película. Cada vez la vida de las películas es más larga. Los directores hacen cine para que la gente lo vea, así que en ese sentido, la que se lleve el Goya tendrá más oportunidad de que la vea más público.

Contracorriente, la película peruana, es la única de las cuatro que ha logrado estrenarse comercialmente en España. Su actriz principal, Tatiana Astengo, se mostró muy contenta por ello. Señaló que se trata de una historia de amor, de personas, de sentimientos, de mantenerse fiel a uno mismo, de coraje y de valentía. La actriz confía en que esta nominación permita que Contracorriente pueda llegar a otros países latinoamericanos. Astengo lleva viviendo seis años en nuestro país y ve que aquí hay un cierto interés por el cine latinoamericano, pero que aún llegan muy pocas películas de allá. Apunta que quizá falte curiosidad por ese tipo de cine. Añadió que a su país llega poco cine español, las cuatro o cinco más taquilleras y que han triunfado en los Goya.

Matías Bize, director de la película chilena La vida de los peces, comentó que nota que ha tenido un crecimiento a lo largo de su trayectoria y también que las películas que ha rodado mantienen una línea, gracias a la anterior ha podido llevar a cabo la siguiente. La vida de los peces es una historia sobre un reencuentro de una pareja, pero también de un personaje que vuelve a su país después de diez años. En este sentido, su actor protagonista, Santiago Cabrera, explicó que se ha identificado con ese sentimiento de regreso ya que vive fuera de Chile desde hace tiempo. Cabrera señaló que el hecho de estar nominados ya supone un gran reconocimiento pues están representando a un país. Bize bromeó con que no quiere hacerse ilusiones, la última vez que se las hizo fue en el mundial de Sudáfrica. Hablando de cine, comentó que su país vive un buen momento, con muchas escuelas y universidades. Últimamente muchos directores jóvenes, más atrevidos y lanzados, están saliendo como él a festivales, lo que ha hecho que el cine chileno resulte más visible. Cabrera añadió que sin duda ahora hay más ganas y también que el trabajo genera más trabajo.




Para acompañar la reseña de esta charla y que ésta resulte más completa e informativa, me he permitido añadir a continuación mis propias opiniones sobre las cuatro películas.

Cartel de la película El hombre de al lado
Cartel de la película El hombre de al lado
El hombre de al lado es una película inquietante. Leonardo es el arquetipo del triunfo, un diseñador que vive en una casa construida por Le Corbusier. Al barrio llega Víctor quien decide abrir una ventana en la medianera que da a la casa de Leonardo. Víctor quiere atrapar un rayito de sol, pues si no toda la reforma emprendida en su casa se queda en nada, en pura oscuridad. Esa ventana es la manzana de la discordia, el momento exacto en que los dos vecinos son conscientes del que vive al lado. En Leonardo surge el miedo al otro, a lo diferente, a lo que no se conoce. Piensa que tiene algo que perder frente a su vecino, siente que la ventana les roba la intimidad familiar y comienza a imaginar en Víctor todas las características de una persona a la que odiar. Leonardo va construyendo con su miedo al otro. Lo hace de espaldas a una realidad que no le interesa conocer, con meras suposiciones. Este rechazo a los demás hace que a veces nos perdamos lo mejor de la vida y que quien menos sospechamos sean quienes más nos puedan ayudar.

De lo mejor de El hombre de al lado es la manera en la que se vencen las situaciones más incómodas a través de un humor que funciona como válvula de escape. Se trata de una película cuya mayor fuerza reside en los personajes y sus interpretaciones, hecha de pequeños gestos y de muchas enigmas, de grandes suposiciones que llenan los huecos y de una realidad que nada tiene que ver con las sospechas.

Sin duda una película recomendable. Arranca despacio pero cuando despega engancha, porque es capaz de crear expectativas y también de cumplirlas.

Cartel de la película El infierno
Cartel de la película El infierno
El infierno es un cuento, una ficción sólida, con un sabor agridulce, donde los principios y la honestidad se diluyen a golpe de fajo de billetes. Estrada satiriza sobre la situación mexicana ahondando en el origen de los problemas y avisando que no solo no se van a agotar, sino que lo más probable es que se multipliquen. La película tiene un gran peso de crítica hacia el tipo de política y el poder que han ejercido los últimos presidentes del país. Habla de narcotráfico, de pasividad policial y corrupción jerarquizada desde las más altas esferas, y lo hace con una sonrisa en la boca aunque se masque siempre la tragedia. Medrar personalmente en este sistema es fácil, el dinero corre con rapidez, así que entrar al servicio de un narco supone subir un escalón social, ser alguien a imitar. Acomodarse a esta vida es sencillo pues trae consigo un éxito efímero que permite con toda facilidad tomar los placeres de la vida al vuelo. El problema es que se muere muy joven, normalmente de un disparo, aunque a veces puedan existir peores métodos según se va profesionalizando el sector. Al menos te queda la esperanza de que te hagan un corrido contando tus hazañas.

¿Hacia dónde camina México?, ¿cuál es el futuro del pueblo? son las preguntas que se hace su director. No debe ser fácil responder; por un lado el sistema se engrasa a sí mismo, produce suficiente riqueza en muchos bolsillos como para prescindir de esos ingresos. Por otro, la venganza se va convirtiendo en una espiral invencible de la que no se escapa.

Para un espectador que desconozca la idiosincrasia de los mexicanos El infierno también resulta una película interesante, porque, aunque se la despoje de ese peso político, siempre se puede ver como una simple película de gánsters a la mexicana.

Me parece una gran película, muy digna. Podría haberse llevado el Goya con todo merecimiento, aunque si algo tiene en contra es lo largo de su duración: ronda las dos horas y media.

Cartel
Cartel de la película Contracorriente
A Contracorriente le precedía un cierto éxito en festivales, como ocurrió en Sundance donde triunfó. Algo que sin duda la convertía en gran favorita para esta carrera por el Goya. Sin duda es una película interesante que abunda en lo sobrenatural para describir a las personas por dentro, tal y como son. Anclado su argumento en un pueblo pequeño, lleno de costumbres, entre gentes maliciosas más dadas al chisme que a la tolerancia, donde llevan viviendo mucho tiempo con unos principios inquebrantables sobre lo que está bien y está mal. Juega con acierto a enfrentar el hacer con el parecer. Es una película valiente en un lugar donde no se puede serlo, donde el aire tan denso asfixia. Contracorriente aborda con coraje la temática homosexual.

Encaja perfectamente en los patrones del cine latinoamericano que suele moverse por nuestro país. De ritmo lento, muy luminosa, artística, con los detalles estéticos cuidados al máximo y metafórica en casi todos los sentidos, tiene la capacidad de desnudar al ser humano (física y mentalmente) para pasar de lo local a lo universal. No solemos darnos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos y es en ese punto de no retorno cuando realmente valoramos lo que queremos y nos arrepentimos de lo que hacemos.

Es una película de actores y personajes y ellos la sustentan con éxito. Por ponerle un pero diría que peca en demasía de contemplativa, vemos demasiadas veces correr el viento llevándose la arena de la playa.

Cartel de la película La vida de los peces
UCartel de la película La vida de los peces
La vida de los peces se llevó el Goya. No comparto la opinión de los académicos porque me parece la más floja de las cuatro. No termino de entender el interés de las películas de Bize, llenas de historias individuales y cotidianas, que no caminan hacia ningún sitio más allá de una reflexión personal de lo que fue frente al anhelo que nos deja lo que pudo haber sido. Un arranque brillante de veinticinco minutos prometedores que luego decaen, pues aunque las nuevas conversaciones nos van dibujando otros detalles del protagonista, estos apenas aportan. Es tiempo de tejer un enigma, pero la película se recrea en el proceso y no vuelve a levantar hasta el final. Lástima que en medio se ha quedado el espectador cansado de silencios, de largos paseos por una casa, de una música que explota para comerse la acción, de contemplar un gran acuario, de un personaje que quiere irse pero que siempre se va quedando.

Los personajes confrontan el pasado con el presente, se encuentran ahogados en sus sentimientos. Para el protagonista, que hace años se fue a vivir a Alemania, se produce un reencuentro con su pasado y con el país que dejó. Se enfrenta a dos sensaciones que le agotan, dos huidas que han construido un presente que le aleja de poder retomar un pasado idílico. Para ella, la mujer que dejó entonces, las cosas están más claras; hace tiempo que hizo examen de conciencia, que tomó las riendas de su vida y apostó por luchar por sí misma y no quedarse esperando. Le quedan dudas. En esas dudas y en las de él, vive la película.

La vida de los peces se hace larga por lo cotidiana y lo contemplativa, porque no pasa nada, porque solo se desenvuelve en un plano psicológico, porque no hay más acción que las palabras dichas, porque al final le ganan de goleada las ambigüedades a las certezas.

jueves, 10 de febrero de 2011

La esperada vuelta a los escenarios de Luz

El público madrileño arropó con cariño y fervor a Luz


Viernes 4 de febrero de 2011. Madrid Arena. Madrid


Un instante del concierto
Un instante del concierto
No es fácil llenar el Madrid Arena, un frío pabellón de deportes con capacidad para 10.000 personas, según cifras de los organizadores. Luz lo hizo en su regreso a los escenarios en la capital del reino. Se trataba de un concierto benéfico en el Día Mundial contra el Cáncer, una enfermedad que la artista ha conocido en primera persona.

Sin duda su voz es una de las principales del panorama musical de nuestro país, así que verla de nuevo sobre un escenario es toda una fiesta a celebrar. A las diez en punto las luces se apagaron, aparecieron los músicos. Después entró Luz, recibida entre aplausos y con el público puesto en pie. Lucía un vestido negro cuya falda terminaba por encima de las rodillas y un cinturón con una media luna plateada por hebilla. Se presentó con un pelo corto saliendo con la misma fuerza que la artista atesora en cada uno de sus poros.

Empezó desgranando los primeros boleros de su nuevo disco, La pasión. Interpretó temas como Con mil desengaños, Mar y cielo, Historia de un amor, Alma mía y Nieblas. Sin duda este disco, el duodécimo de su carrera, había sido muy esperado por su público. Baste saber que nada más salir, el 29 de septiembre de 2010, fue número uno de ventas en iTunes. El disco recoge una docena de boleros de siempre, que, en su mayoría, fueron compuestos en los años 50.

Cartel del concierto benéfico de Luz en el Madrid Arena
Cartel del concierto benéfico de Luz en el Madrid Arena
Tras este preámbulo, le llegó el turno a sus temas de siempre. Entre mis recuerdos levantó de nuevo al público y No me importa nada terminó con una fuerte ovación que cerró la primera parte del concierto.

Tocaba adentrarse en los temas más rockeros. Peter Oteo dejó el pesado contrabajo para pasarse a un bajo convencional. Juan Cerro y Jorge Ojea cambiaron las guitarras acústicas por eléctricas y tuvieron sus mejores solos. Josué Santos dejó de lado el piano por los teclados. Y Luz se cambió de ropa para la ocasión: pantalones de cuero negro y una bonita blusa de seda de un tono entre oro, verde y marrón. Así vestida se plantó ante el público, alzando el micrófono y su sujeción con una mano levantada hasta arriba. Regresó con fuerza y coraje para cantar A cada paso, Dame un beso y Plantado en mi cabeza. Con Rufino, un tema de su lejano tercer álbum, recordó un pasado más divertido e intrascendental, los tiempos de una juventud desde la que Luz comenzaba a asentar su carrera musical. Su primer disco salió a la venta en el año 1982 con un listón muy alto y desde entonces no ha hecho otra cosa que crecer en calidad y sentimiento.

Sin duda, donde Luz se deja el alma es en sus temas de siempre. Su voz vibrante, cálida y acogedora se desgarra con ellos para lograr trasmitir los leves temblores de una vida llena de lucha. Pocas artistas conectan con el público tan directamente y comparten con mayor desnudez sus sentimientos. Un nuevo día brillará se convirtió en la canción más coreada del concierto, pidió al público que la acompañara con el estribillo y se vivió el momento mágico del concierto, ese en el que con magia se funden los espectadores y la artista.

No faltó Piensa en mí, uno de sus himnos. Especial también resultó la interpretación que hizo de la canción de Violeta Parra Gracias a la vida que Luz convirtió en una declaración de intenciones, en un motivo de esperanza, porque es en los momentos más difíciles cuando lo más pequeño, lo cotidiano, cobra la mayor importancia.

En el último bis regresó a los boleros de su último disco. Fue el momento de Sombras y No, no y no. Aprovechó estas piezas para presentar a los trece músicos que la acompañaron en el escenario. Un grupo numeroso, ya que además de los músicos citados anteriormente cuenta con el percusionista Pedro Rodríguez, la batería de Tino di Geraldo, una sección de vientos liderada por el trompetista Manuel Machado y al que acompañan el trombón de varas Joulien Ferrer y el saxo Martín García y otra de cuerda con los violinistas Eunice Santos y Ernesto Galván, la viloa Belén Villanueva y el chelo Sebastián Lorca.

La artista eligió Te dejé marchar para cerrar y despedirse de su público. Con la gira apenas empezada aún le falta algún concierto más para asentar su mejor voz, esa que resulta siempre excepcional y que en pocas tardes volveremos a disfrutar en su plenitud, pues no habrá nunca obstáculo suficiente para impedir que Luz vuelva a brillar con esplendor. Así terminó un concierto lleno de entrega.

A modo de pequeña ilusión: Entre el público había muchas caras conocidas. Se podía ver a los Príncipes de Asturias que acapararon miradas y flashes. Mi corazón republicano imaginó entonces unas frases como éstas desde el escenario: «Me han dicho en el camerino que entre el público están los Príncipes de Asturias, quería aprovechar el momento para saludarles y también para decirles que, desde mi postura republicana y con todo el respeto, confió que con el acuerdo la ciudadanía de este país logremos que nunca reinen. Pues toda monarquía resulta un obstáculo para el principio de justicia e igualdad entre los seres humanos». Lástima que éstas palabras sólo hayan sonado en mi imaginación.

miércoles, 9 de febrero de 2011

B-52, el ser humano jugando a destruir

El perro flaco teatro presenta una obra de Santiago Alba Rica considerada una travesura militar en dos actos


Domingo 23 de enero de 2011. Teatro Jovellanos. Gijón


Cartel de la obra B-52
Cartel de la obra B-52
El argumento de B-52 es sencillo: Caty cumple 32 años, así que se reúne con sus amigos para celebrarlo. Como forma de diversión deciden jugar a su juego preferido: B-52, que consiste en convertirse en la tripulación de un bombardero que despega de Florida para dejar caer sus bombas sobre un objetivo en Iraq y regresar de nuevo a casa. Juegan a realizar el trayecto y en él van mostrando que tipo de personas son. Lo malo de los juegos es que a menudo se toman tan en serio que parece que los jugadores estuvieran viviendo la propia realidad. Al teatro también le pasa algo similar: uno va pensando en ver una obra que cumpla con los convencionalismos asumidos de una representación simbólica y termina viendo como es la propia realidad sin sus andamiajes.

La escenografía del montaje es sencilla y a la vez eficaz. Parte de un escenario casi desnudo sobre el que se ha colocado un andamio, algunas sillas y montones de vasos de plástico usados en los laterales. Parece todo un desangelado espacio de nave industrial sombría. Al espectador no le resulta difícil colocarse sobre él y quedarse ensimismado recordándose a sí mismo en una tarde anodina de espera. Nada hace pensar en un principio hacia dónde derivará la historia, pues el lugar no nos previene de nada. Los personajes se presentan, cuentan una biografía corta de méritos y virtudes, de rasgos que los diferencian. Todos son ciudadanos estadounidenses que viven entre los márgenes de la cotidianidad más absoluta, convencidos de estar en el mejor país del mundo. No dudan de sus dirigentes ni de aquello que les dicen. Creen en la guerra preventiva, en castigar a los malos para que el orden mundial no cambie. Es cierto que la vida les podría tratar mejor, que tienen anhelos y sueños que saben que no se van a cumplir, que están llenos de carencias imposibles de arreglar, de conformismo, pero, a su manera son felices. Tampoco al espectador le va a resultar un esfuerzo identificarse con ellos.

Todos forman parte de esa sociedad modelo. Una sociedad que viaja en ese trayecto mortal como si no fuera con ella, a quien nada le importa lo que transporta el avión en su panza ni las desgracias que ocasionará en un rato. Una sociedad que se escuda vilmente diciendo que al igual que los otros tripulantes que van en el bombardero ellos se limitan a cumplir las órdenes recibidas. Ninguno de quienes forman esa sociedad modelo se compromete. Cada uno de ellos aleja la guerra como algo que ocurre lejos y no se implica, porque en el fondo todos somos buenos y estas son decisiones que toman los malos políticos a quienes hemos confiado nuestro gobierno. Una verdad ésta que se va mostrando entre diálogos domésticos, cotidianos, que se establecen entre personas convencionales.

Una escena de B-52
Una escena de B-52
El vuelo refleja el mismo camino que emprende cada mañana Occidente, un camino que exige el sometimiento de los pueblos más débiles y la destrucción de los que se enfrentan. Esa es la realidad, la punzada que nos clava la obra cuando más entretenidos estamos. Y es entonces cuando sabemos que no hacer nada tiene consecuencias drásticas que podremos contar con los números que representan los cadáveres que esas bombas matan, porque la verdadera consecuencia de permanecer callados es la muerte y la destrucción. Nunca resulta posible pasear por la vida sin mancharse los zapatos. No hay guerras limpias, todas producen daños y siegan vidas, todas nos traen imágenes que nos obligan a apartar la mirada porque nos producen asco. Y sin embargo callamos.

El espectador se enfrenta a un texto denso, sin grietas, que no le va a dar un respiro, que no trivializa y que va a traer el dramatismo más atroz a través de unas imágenes que hacen real lo que parecía un juego. Un texto cargado de integridad moral. El belicismo de las potencias del imperio no ha retrocedido un ápice en todo el siglo pasado, las guerras no se han detenido porque los intereses de las potencias dominantes siguen siendo los mismos.

Pero el texto no es cruel, sino que recurre a la mejor comedia para su digestión. Ofrece también inteligentes válvulas de escape como son los divertidos números musicales con canciones satíricas que resultan sorprendentes y que dan una medida excelente del trabajo de los actores.

Cuenta su autor, Santiago Alba Rico, que él se considera un «agitador político», así que su tarea al escribir este texto es la de remover las conciencias. De esta obra lo que le importa es observar «los efectos directos, inmediatos, sobre un público que pueda incubar luego en casa lo que ha visto. Que los espectadores pasen un buen rato en el teatro y luego uno malo en casa, pensando».

Es el de David Acera y su compañía un teatro militante que se ocupa y preocupa de la realidad. Un teatro capaz de atacar para enfrentarse a los valores burgueses sobre los que nuestras sociedades occidentales se acomodan y conforman. Arremete con fuerza usando la cabeza, moviéndonos a una reflexión crítica que nos haga sentirnos personas comprometidas con el futuro que queremos: el mejor de todos. En ese futuro soñado no puede haber lugar para las guerras ni la destrucción de ningún ser humano.

Por eso el tandem autor-compañía funciona a la perfección. B-52 está hecho sobre un buen texto, con buenas interpretaciones y logra producir un cosquilleo inquietante que no se va con facilidad.

A modo de pequeño anecdotario: Santiago Alba Rico escribe para la Compañía El perro flaco teatro su primer texto teatral: B-52. Este pensador, ensayista, filósofo y escritor tiene ya una larga trayectoria que comenzó con los guiones para la Bola de Cristal y los Electroduendes.

Santiago tenía previsto acudir a la representación del pasado 23 de enero en el Teatro Jovellanos, pero reside de forma habitual en Túnez y los problemas existentes en aquel país le impidieron estar presente.

martes, 8 de febrero de 2011

La vida sublime, cine diferente

Daniel V. Villamediana realiza una película valiente de un misterio familiar

Cartel de la película La vida sublime
Cartel de la película La vida sublime
Hay muchas películas dentro de La vida sublime y a cada cual más sorprendente. Si le preguntan al actor Álvaro Arroba dirá que parte de una idea conceptual y hablará del guion escrito por Víctor Erice para rodar la segunda parte de El Sur. Aquel fue un proyecto que no se pudo llevar a cabo y por tanto el anhelo del Sur, llegar a él, se quedó como una ausencia.

Si escuchamos a su director Daniel V. Villamediana nos hablará de un proceso de creación que parte del vacío que supone un misterio familiar. El abuelo, siendo joven, parte un día hacia Cádiz, ciudad en la que vivirá unos cuantos meses. A su vuelta a casa, calla y no cuenta nada; lo que acrecienta el enigma. El nieto y protagonista, muchos años después y con su abuelo ya desaparecido, hace de aquel silencio la posibilidad de emprender un viaje vital por los mismos derroteros, reescribiendo y rellenando a su gusto los huecos. Es una película que se mueve entre fronteras que se diluyen: norte-sur, presente-pasado y realidad-imaginación. Frente a la tozuda verdad que se desconoce se impone la inventiva del protagonista que moldeará a su gusto toda la historia.

Me gusta su arranque explicando que no hay raíces, ni orígenes, ni pasado, ni presente. Después me surge la primera duda; a la charla le sigue un largo plano en el que no pasa nada y que nos presenta los enormes campos de trigo de la meseta castellana. El lugar desde el que protagonista inicia su viaje tan interior como físico con el propósito de buscar una pasión. Lo hace bajo la inspiración de Erice, de ese guión escrito y no filmado, tratando de recrear la memoria de su abuelo. Aquí surge el primer giro de la película, el nieto y protagonista, se inventa una vida sublime, llena de épica y proezas. La cuenta a todo aquel con el que se cruza, magnificando los pequeños detalles que conoce. Así va pasando la vida, de conversación en conversación, haciendo cosas que dice que su abuelo hizo y que van resultando cada vez más absurdas. Poco a poco la película va perdiendo su sustancia para quedarse en lo anecdótico. El camino se ha exagerando hacia el puro disparate, con la excusa de que «el peligro es la clave de la vida sublime». Y así va llegando a un precipicio desde el que no le queda más remedio que saltar.

En el viaje se produce una honda transformación de su protagonista. Parte desde la seriedad de un carácter rudo del castellano y se va ablandando hacia lo desmedido y cordial del andaluz. Y el cambio tiene su encanto, ese desdibujar para encontrar puntos de unión más que fronteras se agradece. Lo mismo que el homenaje que realiza a una generación perdida durante el franquismo. Aquella que quedó silenciada, la que se busca, la que se mitifica por la losa de silencio que se le impuso, la que se sabe más interesante que este anodino presente cargado de conformismos. Es sin duda La vida sublime una película de paralelismos tanto como de rellanar los huecos que a todos nos quedan pendientes para terminar de construir nuestra historia colectiva.

En lo técnico, siento que abusa del plano fijo con un encuadre estático y dentro del que se mueven los actores. Tal vez lo haga para que las cosas pasen ante la cámara sin que ésta las altere. Se trata de seguir una corriente que parece que triunfa a costa de dejar a un lado la parte subjetiva del director con los movimientos de la cámara, perdiendo ese enfoque mágico de un pequeño detalle que nos pueda mostrar la solución al acertijo de la película.

La vida sublime destaca en lo interpretativo. Victor J. Vázquez realiza un excelente trabajo que sostiene con arrogancia torera la historia. Le acompañan en sus diálogos diferentes presencias que van dando el tono y generando las dudas que a la postre afianzan al protagonista aún más en sus determinaciones.

Me gusta la valentía, y en esta película hay mucha, pues es un cine diferente, que se permite mantener una discusión política e inteligente entre anarquismo y comunismo durante varios minutos. La vida sublime es osada en la forma de contar, en la pasión por narrar una historia y en el uso de la palabra directa y el gesto. En todo eso resulta sorprendente.

A modo de pequeño anecdotario: La primera película de Daniel V. Villamediana fue El brau blau, en el 2008 y que pasó por varios festivales internacionales: Locarno, Viena, Estoril y San Sebastián.

Con su segundo largometraje, La vida sublime, Villamediana ha repetido el periplo casi al completo: le faltó San Sebastián pero a cambio pasó por Gijón.

lunes, 7 de febrero de 2011

Blog, hormonas desbocadas

Elena Trapé firma una película sobre los conflictos de la adolescencia con un lenguaje actual y en el mismo entorno tecnológico en el que los jóvenes se desenvuelven

Cartel de la película Blog
Cartel de la película Blog
Blog cuenta la historia de un grupo de adolescentes que aburridas deciden emprender determinadas acciones para dar un giro radical a sus vidas. Estas chicas tienen 15 y 16 años, pertenecen a una clase social media-alta, se han educado en un buen colegio, hacen deporte y muestran la sensibilidad que se va despertando a esas edades. Son inteligentes y por tanto tienen consciencia de todas las ventajas que la vida les ha ido dando.

Pero les falta algo, un lazo de amistad irrompible que dure para siempre. Dos de ellas urden un plan secreto que forme ese vínculo y lo desarrollan con el deseo de compartir la necesidad de vivir en todo momento emociones fuertes que las diferencien del resto de los adolescentes. Esa es su meta final porque ya no quieren ser iguales, sino que buscan distinguirse. Algo muy difícil cuando se comparte modas, preocupaciones, programas de televisión, juegos, estudios…

Poco a poco van incorporando al resto de las chicas de su clase al complot planteando el mismo objetivo común. Todas aceptan, todas necesitan la misma complicidad, forjar una identidad propia pero con la seguridad de pertenecer a un grupo donde encauzar sus afectos.

Una escena de la película Blog
Una escena de la película Blog
No se puede decir que elijan llevar a cabo una chiquillada, pero el presente de esas edades nubla cualquier pensamiento con proyección de futuro, no hay responsabilidades que vengan tras los actos, incapaces de entender el proceso causa efecto. La película cuenta toda esa trama en la que van hilvanando su decisión y afianzando el sentimiento de pertenencia a un grupo, de compartir situaciones, pensamientos y pesadillas. En realidad todo empieza porque este grupo de adolescentes lucha contra el aburrimiento. Reinventarse y no detenerse se convierte en algo tan importante como respirar. El tedio se combate con facilidad si se comparte con las amigas, si se comienza una comunicación a través de la cual conllevar sus problemas y crear un pequeño círculo a través de los vínculos que van estableciendo.

De gran fuerza son los diferentes monólogos ante la cámara que van desgranando las principales chicas de la historia. Nos hablan directamente de lo que les preocupa, elaborando un discurso comprensible y coherente. Hablan de modas, de chicos, de dietas… de todo lo que es importante a esa edad, y así, con inocencia, nos muestran sus miedos a la vez que dibujan sus deseos. Sin duda, estas piezas, resultan lo más interesante de la cinta, pues con una pocas frases han descrito a la perfección a las chicas. A la vez permite al espectador adentrarse en la intimidad de sus pensamientos.

Los planos de Blog y su parte técnica tanto en fotografía como en montaje resultan refrescantes, pues sin duda es un trabajo diferente, que quiere llevar a la pantalla otro tipo de lenguaje similar al que nos aportan las nuevas tecnologías. Hay partes rodadas con webcams, asistimos a las conversaciones transcritas de un chat…

La película agrupa forma y fondo y de esta forma sirve para desentrañar cómo tejen los adolescentes sus redes sociales en estos nuevos tiempos de móviles, ordenadores, consolas, Internet y demás herramientas tecnológicas que han aparcado definitivamente las formas tradicionales. Su día a día se registra con nuevos parámetros donde lo eterno resulta tan efímero como la duración de una conversación a través de un chat. Grabar es sencillo, difundir también.

Sin duda el público objetivo de Blog son los adolescentes, que se van a sentir identificados con esta explosión hormonal. Si su directora Elena Trapé buscaba otro tipo de espectadores la película se queda corta, pues lo único que añade desde un prisma más adulto es una mirada dulce para recordar una edad, unos sueños guardados en un frasco, una época diferente pero igual, pues lo que hay debajo, los sentimientos básicos intrincados en un adolescente no dejan de ser los mismos. Simplemente ahora se transmiten de otra forma.

El espectador se siente un mirón que está accediendo a la intimidad de un grupo de adolescentes. No es una intimidad robada, es más bien algo parecido a lo que ocurre en Internet, donde cada uno se olvida de separar lo íntimo y muestra lo más personal sin pensarlo. Son tiempos en que las etiquetas entre público y privado se han ido desvaneciendo hasta resultar imposible dibujar un límite entre lo uno y lo otro. Ahí queda todo para quien le pueda interesar, pues cada detalle de nuestras vidas se va registrando con un absurdo sueño de inmortalidad.

A modo de pequeño anecdotario: Escándalo Films es una productora surgida en el entorno de la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) con la que tiene firmado un convenio de colaboración para buscar y promover los nuevos talentos de la cinematografía catalana. A modo de catapulta han creado el proyecto Ópera prima que busca posicionar en el sector audiovisual español a los mejores autores y técnicos surgidos en la ESCAC.

Eligen un proyecto de película y forman un equipo de trabajo en el que todos son graduados de la ESCAC para llevarla a cabo. La primera película de este programa fue Lo mejor de mí, de Roser Aguilar. Le siguió Tres dies amb la familia, de Mar Coll. Ahora le toca el turno a Blog, de Elena Trapé, quien ha compaginado la dirección de esta película con sus labores docentes en la ESCAC y con la realización publicitaria en la productora Tesauro.

domingo, 6 de febrero de 2011

Primos, o como las mayores tragedias se pueden contar en tono de comedia

Daniel Sánchez Arévalo debuta en la comedia con gran acierto y sin perder su gran capacidad crítica

Cartel de la película Primos
Cartel de la película Primos
No todo en la vida es dejarse llevar por las situaciones que llegan, pasar de puntillas comos si nada de lo que ocurre alrededor nos importara, y hacer las cosas porque simplemente "toca". Daniel Sánchez Arévalo con Primos nos propone involucrarnos para vivir de verdad, para que encontremos nuestro sitio. Y lo hace con una sonrisa tan contagiosa como vitalista, porque vivir es avanzar.

Como guionista, Daniel Sánchez Arévalo, me parece un arquitecto que construye sus películas sobre una estructura fuerte, con pilares robustos sobre los que va colocando los adornos que moldea con inteligencia. Para crear ese armazón, en Primos, juega con la geometría de los triángulos. Tres son los primos que se convierten a su vez en vértices de otros tres triángulos que nos permitirá ver desenvolverse a cada uno de los primos en unos planos diferentes. Y así de figura en figura, con cierta mala leche y con muy buen elenco se va despachando una comedia divertida y original.

La risa la producen las situaciones y las respuestas que los personajes dan a ellas, los tics que todos tenemos y en los que abundamos sin querer, en un empecinado intento de repetir los éxitos que tuvimos como si todo se hubiera detenido en aquel pequeño momento. El ridículo es un sentido más, que tendremos más o menos desarrollado, y al que los protagonistas podrían vencer de dos formas: huyendo lo más lejos posible como parece dictar la más sesuda razón o dejándose atrapar en él, porque al final, después de cada ridículo siempre queda una anécdota con una bonita sonrisa, el marchamo de haber sido humanos por un ratito.

Quim Gutiérrez y Raúl Arévalo en una escena de la película Primos
Quim Gutiérrez y Raúl Arévalo en una escena de la película Primos
Los primos son el ejemplo de las buenas intenciones. Se cuidan entre sí. Cada uno de ellos ha forjado una personalidad en que los lazos familiares le ha ido situando en el rol que desempeña dentro del grupo de tres. En esta relación, la del triángulo base, no vemos el interior de los personajes, nos quedamos en la capa exterior de algunos de sus comportamientos con los que se expresan en el momento que están juntos. Momentos que suponen un empuje vital que los unos se dan a los otros para exprimir la vida; con excesos si es necesario para que no decaiga el ánimo. Pero cuando la fiesta se acaba quedan los restos y vemos los síntomas de sus carencias no resueltas. Los tres están necesitados de algo que no saben nombrar, buscando un sentido a una vida que les desconcierta, pues seguir los modelos establecidos por los que se han ido moviendo, esas convenciones con fecha fija que heredamos como costumbres sociales, no han sido ninguna solución. La vida no se puede mecanizar.

Regresan al lugar de su adolescencia en un intento de recuperar lo que les falta, recordando que allí se quedó anclado el último instante en el que fueron felices. Y tropiezan, los demás han evolucionado, no se han quedado esperando el regreso de los veraneantes con el tiempo detenido. Conseguir ser felices se convierte en un trabajo propio, donde los demás pueden ayudarnos, pero de nada servirá si cada uno de ellos no se resuelve a sí mismo primero.

Para conocer el interior de cada uno de ellos, la película se introduce en los otros triángulos en los que están inmersos cada uno de los protagonistas por separado. Diego (Quim Gutiérrez) es vértice del triángulo amoroso clásico, en el que debe decantarse por uno de sus dos amores, el primero (Inma Cuesta) o el último que parece haberse roto (Nuria Gago). ¿Cómo saber diferencia el amor de los impulsos pasionales? Tal vez sólo hace falta tiempo, pues para que los sentimientos afloren y se puedan disfrutar no basta la inercia. El dejarse llevar practicado hasta el momento, el esconder la cabeza bajo la arena esperando que al levantarla todo se haya resuelto por sí solo, son soluciones parciales, pequeños parches. La falta de decisión significa también una pérdida del derecho a disfrutar plenamente de lo elegido.

El triángulo de Julián (Raúl Arévalo) es de principios vitales. En la vida ordinaria se ha definido claramente el triunfo profesional como garante de la felicidad. Julián lo ha conseguido, es el mejor de todos... Pero luego, al llegar a casa, está solo y angustiado. Es su apariencia de buen humor una fachada con la que enmascarar una felicidad no disfrutada. Decir que nada importa, su mentira. Al ver la relación problemática de un padre (Antonio de la Torre) y su hija (Clara Lago) se da cuenta de que necesita intervenir, ayudar y esa proceso de socorrer a otros, de hacer que comiencen un camino de entendimiento, da sentido a su vida, pues recompone aquella estampa de adolescencia que se ha guardado en el corazón como perfecta.

El tercero de los primos, Miguel (Adrián Lastra), vive un mundo burbuja de hipocondriaco, agobiado por sus enfermedades. Sin embargo esa cerrazón hacia el hecho de vivir se quiebra al tropezar con un niño (Marcos Ruiz) que va camino de convertirse en él. Juntos superarán sus ansiedades, ver la exageración de otro nos hace ver la nuestra propia. Entonces Miguel entenderá que toda la fe ciega que había depositado en Toña (Alicia Rubio) como única solución, no era otra cosa que una patología más.

En resumen, Primos es una comedia divertida y bien construida que no se conforma en quedarse en una capa hueca de superficialidad.

A modo de pequeño anecdotario: Daniel Sánchez Arévalo es un joven director ya consagrado por sus dos anteriores películas Azuloscurocasinegro y Gordos y un prometedor guionista, tanto de series de televisión como de largometrajes. Polifacético como pocos, también es el autor del libreto del musical 40, el musical.