viernes, 23 de septiembre de 2011

El cine de una Europa decadente

Un panorama desolador es lo que nos pintan muchas de las películas del Festival de San Sebastián de este año


Jueves 22 y viernes 23 de septiembre de 2011. San Sebastián


Cartel del 59 Festival de Cine de San Sebastián
Cartel del 59 Festival de Cine de San Sebastián
Europa y su sociedad están en claro declive. Han iniciado una cuesta abajo de la que difícilmente podrá recuperarse. Es algo que se ve en su cine y que el 59 Festival de San Sebastián ha evidenciado.

La película belga L’Envahisseur / The Invader / El invasor, de Nicolas Provost, es un claro ejemplo de una sociedad que se estructura a dos velocidades, marcando la diferencia entre los de allí y los que llegan de fuera. No es una gran película, sobre todo por el ritmo demasiado lento, un tanto denso, y por la evolución más bien esperpéntica de su protagonista. A una costa llega una patera, es una playa nudista que a los ojos del africano se convierte en un paraíso lleno de mujeres blancas y rubias desnudas, cargado de lo diferente. Ha emigrado dejando atrás su historia para convertirse en un europeo de primera. Sabe que tiene que trabajar duro, que deberá olvidar sus raíces. En las primeras escenas uno pude dejarse llevar y pensar que está viendo una película que nos quiere contar de dónde ha salido la prosperidad de occidente y nos va a hacer pensar si no habrá sido acaso por el trabajo y la explotación de gentes venidas de otros lugares para ocupar los empleos que nosotros despreciábamos. Ellos han construido nuestros edificios y nos han permitido mantener un nivel de vida burgués. El protagonista, de color negro intenso como el carbón, ya está en el mundo de blancos que codicia. Piensa que ya tiene trabajo, que un día llegarán sus papeles y que a partir de aquí, por el hecho de estar en esta tierra prometida, será uno más y que podrá empezar a exigir. Le engañan y quiere que quienes lo hacen paguen por ello. Tampoco se comporta de una forma demasiado racional, y parece tener problemas mentales de percepción. Esa es la trampa en la que se cae como espectador, pensar que, por su estado, las pretensiones del africano son desmedidas, y que por tanto no tiene derecho a ellas, creer que son solo pura locura. Es el momento crucial, cuando se entiende el mensaje oculto, al comprender que esos mismos derechos suponen una inquietud para la clase dominante. Se puede abusar de los que llegan, explotarlos, esclavizarlos, usarlos, pero se debe mirar con cien ojos, pues nada sabemos de ellos ni de si se van a portar «como personas civilizadas que asuman un papel de segunda». Deben saber que no tendrán los mismos derechos, que por su color no serán europeos de primera. Esa es la espina que nos clava Provost después de habernos tenido dando muchas vueltas. La película se cierra con un sueño, el del protagonista sustituyendo el status del otro. Compite en la sección Zabaltegi-Perlas y algo que nos da una magnitud de la película es que en la votaciones del público a la mejor película quedó la penúltima.

Por su parte, el griego Filippos Tsitos, llega con Adikos kosmos / Unfair World / Mundo injusto, una película sencilla que nos quiere hablar de si en esta Europa corrupta, los individuos pueden aún comportase con justicia ya que la sociedad ha dejado de hacerlo. Una metáfora de los restos que deja el capitalismo voraz que se ha impuesto en nuestros países, que nos ha traído la ruina económica y moral, una Europa llena de mentiras, en las que aún quedan algunas buenas personas incapaces de ver maldad en el resto. En ella un policía decide que quiere ser un hombre justo, que mirando a los ojos va a ver la verdad, entender las causas y permitir a los desgraciados que no carguen con más problemas a su espalda. Las cosas no le salen bien, demostrar la inocencia de los que no tienen dinero es mucho más difícil que lavar la culpabilidad de quien lo amasa. La vida del justo es una vida solitaria que se precipita a la autodestrucción. ¿Qué es lo importante, los motivos, la verdad o vivir entre los demás compartiendo con ellos el peso de esta injusticia, haciéndonos compañía los unos a los otros? En el fondo buscamos el poder apoyar la cabeza en el otro para descansar un instante. Conocer un poco al otro para encontrar esos puntos de cercanía que nos hagan ver el subconjunto en común que nos libere de nuestra pesada soledad, que nos lleve de un paisaje imaginado a otro real y compartido. La película compite en la Sección Oficial y ha sido una de las grandes triunfadoras de esta edición, pues se ha alzado con dos de los premios más codiciado, Filippos Tsitos se ha llevado la Concha de Plata al mejor director y Antonis Kafetzopoulos la Concha de Plata al mejor actor. Sin embargo no es para tanto, aunque tenga un buen punto de partido y un mensaje que darnos.

Cartel de la película Sangue do meu sangue / Sangre de mi sangre
Cartel de la película Sangue do meu sangue / Sangre de mi sangre
Sangue do meu sangue / Sangre de mi sangre llega de Portugal para mostrar que allí tampoco se viven buenos tiempos. La película de João Canijo resulta dura e impactante. Nos habla de una familia, en un barrio periférico, de las pocas oportunidades, de una casa pequeña para cuatro personas, donde la intimidad queda fuera de sus paredes. No hay fuerzas para salvar a sus dos hijos a la vez, el primero cayó por el camino de la droga, eligió ser un pequeño traficante que sobrevive con sus chanchullos, pero que se enreda sin remedio. Un joven perdido para su madre desde que ingresó en el correccional. Sin embargo sí que ha puesto sus esperanzas en su otra hija, estudia, trabaja, pero se enamora de quien no debe, de quien pertenece a otra clase, de esos que tienen cocinera con cofia, de los que no comen sopa a diario. No hay salidas, solo deudas que pagar, deudas que uno nunca sabe cuando las contrajo, si las heredó por el simple hecho de nacer en una familia marginal. Da lo mismo la inteligencia, da lo mismo el esfuerzo, da lo mismo tener sueños, da lo mismo la educación. La diferencia existe de partida y el salto no hace más que partirnos la crisma. La película está bien construida, con una estructura sólida, con diálogos bien trazados y giros que mantienen en vilo al espectador. A pesar de la crudeza de la realidad que muestra, Sangue do meu sangue / Sangre de mi sangre se deja ver muy bien. Compite en la Sección oficial y ha conseguido quedarse en el palmarés de esta edición, pues la prensa internacional la ha votado como mejor película.

En el Reino Unido no están mucho mejor. El actor Paddy Considine nos trae su primera película como director: Tyrannosaur / Tiranosaurio. Es una historia rotunda, de alcoholismo, malos tratos y un pasado que muerde la conciencia hasta que sangra. De rabia contenida y de dolor. De explotar y encontrarse con que no hay lugar para uno, levantarse sin esperanzas para vivir otra vez un largo día o volver a casa para recibir otra paliza. De no saber medirnos, de tenernos miedo, de actuar con desmesura o de no hacerlo. De pensar que sabemos lo que va a ocurrir, pero que nos vence la apatía. Convivimos con la violencia, al protagonista le domina y no sabe explicar su mecanismo, si le sirve para algo aunque sólo sea un simple desahogo o le traza un camino sin vuelta atrás, sin razón, que le conduzca a la autodestrucción. Lo que sí sabe es que las personas no cambiamos, no habrá días plácidos para nadie. Un guion excelente muy bien llevado por dos interpretaciones sobresalientes, la de Peter Mullan de nuevo en la piel de un hombre atormentado sin esperanza y la de Olivia Colman, un contrapeso excelente que construye un personaje difícil de mucha profundidad. Sin duda es una gran película que triunfó en el pasado Sundance y que aquí participa en Zabaltegi-Perlas. Despertó el merecido aplauso del público.

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