miércoles, 14 de septiembre de 2011

Todo va sabiendo a despedida

Se proyectan los últimos trabajos a concurso en el Festival de Cine de Madrid-PNR


Miércoles 14 de septiembre de 2011. Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes. Madrid


Cartel del cortometraje Ensayo de actores
Cartel del cortometraje Ensayo de actores
El Festival de Cine de Madrid-PNR que organiza la Plataforma de Nuevos Realizadores va llegando a la recta final. Vuelve a ser un día para mostrar los cortos de sus socios.

Ensayo de actores, de Jesús Monroy, es un cortometraje que destaca por su calidad. Ya lo hace en el arranque, con el prólogo que suponen los títulos de crédito, unos estupendos dibujos de Tina Lorenzi que sirven para teatralizar la historia sagrada. Son maravillosos y además muy bien acompañados por la alegre música de Moisés P. Sánchez. Luego viene el corto, trece personajes y un único plano secuencia tomado con una cámara que va siguiendo al personaje del director y a su ayudante a través de una coreografía de lo más natural y ágil. Es un día de ensayo, donde esa glamurosa vida de los actores, ese mágico mundo que tanto nos seduce al resto de mortales, se cae: no es más que otro día de trabajo, de echarle horas al texto y a la interpretación, de esfuerzo. Jesús Monroy no pretende desmitificar nada con este corto, ni tampoco trata de aclarar de qué forma se comporta la realidad en la profesión. Va más allá, se lo toma con humor y nos lo contagia, algo evidente cuando escuchas las risas entre el público, que entra en el juego con facilidad y lo agradece. Además, Ensayo de actores es un bonito homenaje a Manolo Summers y a los actores que trabajaban con él.

A veces ocurre que las historias no conectan con el público, muchas veces por repetidas o por soportarse sobre tópicos. Ocurre también cuando los giros de guion resultan obvios. Patrick Bencomo, en Entre fogones, prepara una buena historia y monta un corto técnicamente estupendo, pero su historia no es la primera vez que se cuenta y sin sorpresa pierde emoción.

Slides, de David Ilundain, Eugenia Poseck, Luis Arribas, Paul Severn, César Urrutia, Javier San Román, Jesús Liedo y Paco Ortega, son ocho piezas pequeñas contadas por ocho directores en ocho idiomas para presentar ocho sensaciones sobre el mundo actual. En el corto, hay de todo, la suma es más bien dispar, pues al final no hay nada que las una, ni los entremezclen y más cuando estás viéndolo en una serie con otros.

Hay cortos muy cortos que caen bien, que son un enredo suficientemente cinematográfico. Mi favorito, de Marcos Vilariño, es uno de ellos: una tragedia contada a través de una decisión, que si normalmente resulta trivial hoy nos va a parecer dramática. La sencillez llevada al extremo para contarnos que lo importante a veces parece ridículo.

También hay historias cortas que se esbozan, que pueden parecer una buena idea, pero que vistas en la pantalla se han quedado cortas, les falta muy poco, un puntito, que marque la diferencia. Marcos Chanca, nos trae Simulacro. En pareja siempre hay dos perspectivas, aunque una parezca anulada. Se termina estableciendo un lugar de consenso, un espacio de dos, y se trabaja para que nada derrumbe el concepto de pareja. También hay miedos, confesiones que pueden romper ese espacio, así que nos inventamos excusas y solo la insistencia nos hace soltar la verdad. Son nuestros miedos que no tienen por qué arraigar de la misma forma en el la otra persona.

Cartel del cortometraje Olvido
Cartel del cortometraje Olvido
Olvido, de Cristina Rosselló Florit, nos cuenta una historia trabajada, con un personaje viviendo dos historias que tienen puntos de confluencia. La existencia en paralelo de esos dos hilos le ayudará a entender la irrealidad de lo que siente, encontrar el ancla que necesita. Se ha enamorado de una chica a la que ni siquiera ha visto, y esa sensación marca su vida. Es su abuela, incapaz de reconocerle, que vive en el pasado, en el amor que sintió, quien le hará recapacitar. El guion da tiempo y espacio a la historia, que vamos viendo construirse en los silencios, en los monólogos, en los diálogos cargados de preguntas y en los gestos pequeños que terminan pareciéndonos que requieren un esfuerzo titánico.

Nada es como siempre, de Francisco Hervada Martín, nos narra con voz en off las dudas de un hombre al que una llamada telefónica le saca de su cotidianeidad. Le piden que espere a que le pasen con otra persona, sin dar explicaciones. Una interrupción que queremos que acabe cuanto antes, pero que sin embargo no nos deja hacer otra cosa.

Los huevos de Fany, de Daniel Ramírez, parodia Funny Games con mucha gracia y acierto. Cuando nos esperamos el mayor horror que presentimos surge el humor, la anécdota que da sentido a la historia. Y de pronto esa originalidad nos gana.

Sergio Muñoz y Almudena Gómez, con Go, nos muestran un cine delicado, hecho de detalles, de gestos y miradas, para hacer tangible una historia presagiada. Las cosas son como son y no es posible subvertir el mundo en el que vivimos, parece querer decirnos. Era así en Japón hacia el 1900 y lo sigue siendo. Antes se compraban esposas, ahora las empresas alquilan esclavos por un salario. Y no hay héroes que rompan esa cadena. Cine hecho con exquisitez.

Marquinhos, de Violeta Barca-Fontana, es un corto documental para llegar al corazón. Nos muestra a Marquinhos en primer plano hablándonos de su vida cotidiana y de sus sueños. Marquinhos es un niño de nueve años que vive en Brasil. Su vida debe resultarnos muy dura.

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