jueves, 26 de enero de 2012

Arrugas, una lección de dignidad en la vejez

Ignacio Ferreras adapta al cine de animación el magistral cómic de Paco Roca

Cartel de la película Arrugas
Cartel de la película Arrugas
Presiento que la película Arrugas no será un éxito comercial y que su recorrido por las salas de cine no será largo. A pesar de su calidad, de ser una película excepcional, de su enorme humanidad, tiene «un gran problema»: nos enseña aquello a lo que, como sociedad, no queremos mirar. Nos enfrenta con los miedos y las soledades que sobrevienen al final de la vida, cuando ya se es demasiado mayor para poder cuidarse uno a sí mismo. Cuando le preguntaban a Paco Roca, autor del cómic del mismo título en el que se basa la película, por qué le dio por hacer una historia sobre la vejez, él dijo: «Imagino que porque hay pocas». Parece que la vejez es una etapa que no queremos ver.

Arrugas nos acerca a una realidad temible, la de las residencias de ancianos como lugar de aparcamiento. Lo hace con un realismo pasmoso que nos siembra el corazón de tristeza. Produce angustia, pues nos coloca ante un espejo y nos hace mirar hacia dentro. Vemos que los últimos años de una vida, los de la vejez, son años donde las personas cargan con tres cosas, sus recuerdos, la soledad y las enfermedades que les debilitan. Es una película intensa, cargada de emociones, que nos sube y baja en una montaña rusa. Nos prepara para nuestro propio futuro mientras, a la vez, nos pide que seamos un poquito más cariñosos mientras aún podamos, apelando a nuestra olvidada humanidad.

Emilio es antiguo empleado de banco. Ahora comienza a mostrar un principio de Alzheimer. Vive con la familia de su hijo, al que cada día le resulta más difícil la situación. El hijo de Emilio, agotado, decide internar a su padre en una residencia. Allí el tiempo es infinito, da para darle vueltas a lo esencial y a lo más superfluo también. En esas horas, en esas grandes salas de espera, en esos cuartos de la tele hechos para dormitar, va asumiendo que estar allí es lo mejor para no interferir en la vida de los hijos, que debe tratar de no ser una carga y que está haciendo lo correcto. Emilio es un hombre formal, que no necesita grandes sobresaltos, y sin embargo, toda su vida ha tenido un gallito indomable en el pelo, un pequeño impulso soberano de rebeldía.

Su compañero de habitación es Miguel, un gallego que emigró a Argentina con un año y que volvió hace algún tiempo, ya de mayor. Nunca ha querido compromisos, los ha rehuido siempre. Se siente fuerte. Miguel es un superviviente, con retranca e ironía, un pícaro que parece que se aprovecha de todos. Emilio y Miguel parten de puntos de vista diferentes y les atormenta un planteamiento sobre si ver la realidad cruda o mejor engañarse y camuflarla con pequeños gestos que hagan más llevaderos los días que les quedan.

Una escena de la película Arrugas
Una escena de la película Arrugas
La llegada de Emilio y la amistad que entablan, obliga a Miguel a tener que enfrentarse a sus propios miedos y a esas decisiones del pasado que habían marcado su vida hasta ahora. La amistad cambia a las personas, les da nuevos puntos de vista y las nuevas relaciones establecen nuevas prioridades. De pronto se está dispuesto a hacer cosas por los demás que no entraban dentro de los cálculos. Se hacen simplemente para que el día pueda ser un poco mejor para el amigo. Deciden que es el momento de vivir la aventura que les toca, con firmeza, negándose a estar muertos en vida. Van consiguiendo que los sueños no se queden en ideas y se vuelvan hechos. Van olvidándose de la desolación de los largos pasillos, del miedo a esa soledad personal, del abandono por parte de los familiares. Lo que toca es luchar por seguir activos como personas y mantener su dignidad. No todo es amargura, esa necesidad de seguir sintiéndose vivos les lleva a tener todavía sus buenos momentos.

En la residencia hay una planta superior, la de los asistidos, a la que van a parar todos aquello que ya han sido dados por desahuciados. Aplicar el ingenio y buscar tretas que les libren de ese piso de arriba se convierte en el objetivo diario que les mantiene en la esfera de los que aún son personas. De sus posiciones y de esas pequeñas trampas surge un humor que suaviza. No es un humor que esconda el drama, más bien lo matiza mostrando que también existe toda una gama de colores en la vejez.

Hay una escena maravillosa, de esas que convierten las utopías en realidad, es un recuerdo de infancia, cuando dos de los jubilados que forman parte de la residencia comenzaron su historia de amor. Es una muestra de ternura inmensa, de no darse por vencido ni siquiera ante los imposibles y el contrapunto que explica la humanidad que les queda a estos viejecitos. Basta un recuerdo para que se les dibuje una sonrisa verdadera de felicidad.

Ignacio Ferreras se ha encargado de dirigir la película. Con su trabajo, lleno de entrega y afecto, ha sacado toda la emoción que la historia encierra. Ferreras ha cuidando cada detalle para que la película llegara lo más adentro posible, buscando los lazos afectivos que nos unan con ella.

Arrugas es una hermosa película de animación, hecha con mucha sencillez y que transmite un cariño especial. Nos habla de la soledad de las personas y nos enseña la humanidad que estamos perdiendo, pero también nos deja atisbar alguna esperanza. Me gustó especialmente porque me obligó a reflexionar, le devolvió una voz sonora a mi conciencia y tal vez me hizo ser un poquito mejor.

Por cierto, hay que quedarse hasta el final, pues cuando los títulos de crédito van avanzados y mucha parte del público ya habrá abandonado la sala, la banda sonora cambia y una anciana, Rosa Lerma, con su voz entre temblorosa y desgarrada nos canta feliz Adiós que me voy. Sin duda un homenaje y una sorpresa que sabe cerrar la película.

A modo de pequeño anecdotario: Dice Paco Roca, que cualquier obra nace de la necesidad de comprender, así que antes de ponerse a dibujar el cómic Arrugas se paso medio año visitando diferentes residencias de personas mayores donde habló con médicos, enfermeros, ancianos y familiares. Recopiló anécdotas que luego usó y le sirvió para comprender mucho mejor estos lugares. Mientras se documentaba, al padre de uno de sus mejores amigos le diagnosticaron Alzheimer. Vio entonces el terrible progreso de la enfermedad y también lo doloroso que resulta convivir con una persona que lo padece.

El proceso de creación del cómic le llevó cerca de año y medio. Confiesa su autor que a veces le resultó una experiencia dura, pero que jamás pensó que una vez publicado pudiera darle tantas satisfacciones. Cuenta que la más surrealista le llevó a cortar una cinta inaugural en un pueblo italiano, junto al alcalde y al obispo.

A raíz de ganar el Premio Nacional de Cómic de 2008, Manuel Cristobal se interesa por la historia y propone a Ignacio Ferreras para dirigir la película. Fueron tres años de intenso trabajo, en el que también participó Paco Roca desempeñando su trabajo como co-guionista y director artístico.

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