viernes, 27 de enero de 2012

Elling, bendita locura

Andrés Lima dirige a Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez en una obra sorprendente, fresca y muy divertida


Miércoles 25 de enero de 2012. Teatro Galileo. Madrid

Cartel de la obra de teatro Elling
Cartel de la obra de teatro Elling
El público aplaude con fuerza al terminar la obra. Se escuchan bravos. Poco a poco todo el mundo se va poniendo en pie y los aplausos suben en intensidad hasta convertirse en un clamor de agradecimiento al trabajo de los artistas que han llevado al escenario Elling. Hacía mucho tiempo que no veía aplaudir con tantas ganas en un teatro.

¿Por qué ha ocurrido? Muy sencillo de explicar, se ha juntado un texto maravilloso y dos actores geniales en estado de gracia. Pero seguro que hay más trucos por detrás, como la sólida dirección de Andrés Lima, la compenetración y complicidad del equipo, una cercanía con el público absoluta donde actores y espectadores llegan incluso a tocarse y una sensación placentera de diversión que se contagia como la propia risa. Y debajo de esa fina capa de humor y de locura, a poco que se rasque, se ve una historia que nos lleva a la esencia de las personas, a una búsqueda de nuestra felicidad en concordancia con la de los demás.

En la habitación de una institución para discapacitados mentales, dos hombres duermen. Elling (Carmelo Gómez) está pasando allí su primera noche. Kjell Bjarne (Javier Gutiérrez) lleva dos años. Elling habla con un tartamudeo breve producido por su timidez y que deja entrever la existencia de un mundo interior muy rico. Cuando lo hace Kjell Bjarne escuchamos un lenguaje tosco, seco, que choca frontalmente con la mirada ensoñadora que tiene cuando escucha a Elling contarle historias que asegura que ha vivido en primera persona. Elling siempre va en pijama, como mucho le añade a su particular uniforme una trenca, una bufanda y una mochila, no siempre por ese orden. A Kjell Bjarne no le gusta llevar pantalones. Elling construye la vida con sus palabras. Kjell Bjarne es un bruto, un orangután quizá. Ninguno de ellos tiene un diagnóstico claro, ni su enfermedad va más allá de algunas anomalías en su comportamiento que no encajan en los estándares. Dos personajes raros, alejados de la sociedad «normal». Un buen día, el gobierno de su país decide sacarles del centro y otorgarles un apartamento y una pensión, con una condición: si no se comportan con normalidad volverán al sanatorio. De pronto pasan a vivir solos, con la única tutela de un asistente social, Frank Asli (Chema Adeva), quien habrá de visitarles con frecuencia para comprobar su adaptación. Y el mundo se les viene encima.

Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez en una escena de la obra Elling
Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez en una escena de la obra Elling
Elling y Kjell Bjarne se sienten desprotegidos. Para salir de casa e ir a la compra deben hacer un esfuerzo titánico. Lo mismo para contestar al teléfono, comer manitas de cerdo en el restaurante de la esquina o para hacer nuevas amistades. La vida social les asusta. Lo único que va consiguiendo que avancen en esta selva que son las ciudades es esa amistad insoslayable que han ido forjando día a día desde que se conocieron, la confianza que se ha asentado entre ellos sin egoísmos y el ir cuidándose mutuamente, dándose lo que va necesitando el otro. De esa amistad sin condiciones establecidas surge la posibilidad de vivir una vida por sí mismos, una vida diferente si se quiere, con sus peculiaridades, que a fin de cuentas es la suya propia y que tampoco se separa tanto de la que tienen los demás. Se necesitan, se comprenden y se apoyan. La suya es una amistad perfecta. A Kjell Bjarne no le importa saber que las historias que le cuenta Elling son inventadas para la ocasión. A Elling no le molesta que Kjell Bjarne se comporte como un orangután, incluso le gusta y le aprecia porque es su amigo.

En Elling, como comedia que es, las risas son importantes, pero el texto va más allá de ellas. La historia nos hablan de dos personajes con ganas de vivir. Están cargados de miedo. Lo que hay más allá de la puerta de su casa, lo desconocido, les aterra. Y sin embargo, su espíritu de superación gana siempre. Elling y Kjell Bjarne son personas peculiares, un tanto ingenuas, que pecan de infantiles, pero a pesar de todo esto se convierten en un ejemplo cada vez que hablan porque contagian humanidad con sus pensamientos.

Otro de los aciertos de esta propuesta es el propio espacio escénico en arena, que es así como se llama cuando el público se sitúa a los cuatro lados del escenario. Esa decisión suele ser una apuesta complicada, pues los actores deben aparecer entre el público y estar siempre ante sus ojos, sin poder perderse nunca de vista. El resultado que la obra consigue con esto es el de lograr una mayor intromisión sobre la intimidad de los personajes, mirarlos más de cerca, algo que el director busca a propósito para tejer complicidades.

A Carmelo Gómez y a Javier Gutiérrez se les ve disfrutar con la obra. Lo cierto es que ambos bordan sus personajes y consiguen los matices tan necesarios para establecer una tremenda empatía hacia ellos por parte de la mayoría del público. Sus interpretaciones emocionan y hacen de Elling y de Kjell Bjarne dos seres de carne y hueso entrañables, afectivos y conmovedores. Ambos actores están muy bien acompañados por Rebeca Montero y Chema Adeva que completan el reparto interpretando al resto de personajes de la función.

Además de ellos, a un lado del escenario, asiste al piano Mikhail Studyenov. Con música de Schumman, de la esposa de éste, la que fuera niña prodigio Clara Wieck, y del amigo de ambos Johannes Brahms, va creando el ambiente sonoro que la obra precisa. Pero además, aprovechando eso que llaman metateatro, a ratos se comporta como un quinto actor que da pies y participa en la trama.

Son dos horas de entretenimiento que se pasan volando. No es extraño cuando se está ante un buen montaje, un excelente texto, unas maravillosas interpretaciones…

A modo de pequeño anecdotario: Ingvar Even Ambjørnsen-Haefs es uno de los grandes autores de la literatura noruega contemporánea. Su libros son de los más leídos y premiados de aquel país. Entre sus obras más importantes destaca la tetralogía de Elling que escribió entre los años 1993 y 1999. La tercera novela de esta serie fue Hermanos de sangre. De ese libro surgió una primera versión teatral realizada por el dramaturgo noruego Axel Hellstenius y aprovechada por el director, noruego también, Peter Naess para su largometraje Elling, que sería nominado a los Oscar como mejor película extranjera de 2001. En 2003, la directora noruega Eva Isaksen rodó La madre de Elling basada en la segunda de las novelas (La danza del pájaro). Finalmente en 2005, y de nuevo con la dirección de Petter Naess, se llevó al cine la cuarta de las novelas Me encanta mañana.

En Inglaterra, Simon Bent, adaptó también la tercera novela para una nueva pieza teatral que en 2007 se estrenó en el Bush Theatre.

A España, Elling llegó como novela, en 2008, de la mano de la Editorial El Andén y con traducción de Cristina Gómez Baggethun. Llevó por título Elling pero sólo recogía la tercera de las novelas.

En 2009, David Serrano es quien tiene la iniciativa de adaptarla al teatro español. Usando como referencia ambas versiones teatrales (Hellstenius y Bent) y la película de 2001 de Naess, Serrano escribe su libreto, del que, apoyado por la producción de Coté Soler y la dirección de Andrés Lima, surge esta obra. El pistoletazo de salida a este montaje se da en el verano de 2011 con una serie de talleres dirigidos por Andrés Lima en el Centro de Día de la Latina de la Comunidad de Madrid. En dichos talleres participaron actores, director, personas con algún tipo de trastorno mental, psicólogos…

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