domingo, 5 de febrero de 2012

La selección de cortos de la Academia, ejemplo de variedad

El barco pirata, El premio, Matar a un niño y Meine Liebe son los cuatro cortometrajes de ficción que ha elegido la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España para competir por el Goya

Cartel del cortometraje El barco pirata
Cartel del cortometraje El barco pirata
El barco pirata, de Fernando Trullols, es un corto simpático que explota tópicos como la noche de Reyes, la crisis, la vuelta al hogar materno tras el divorcio, los caprichos de los niños, lo mal que está todo... Juega con lo imprevisto y con intentar no romper la magia que los niños ponen en los Reyes Magos, para al final descubrir lo importante, que el motor de las relaciones filopaternas no está en lo material.

Bueno, quizá haya exagerado un poco y no sea más que un guion desarrollado sobre una idea ingeniosa, al que unos grandes actores le dan bastante soporte. Empecemos, los personajes de Alberto San Juan y Antonio de la Torre trabajan de guardias de seguridad en un centro comercial que no parece tener demasiado futuro. Matan el tiempo como pueden, grabando vídeos y charlando. La vida está muy mal con tanta crisis, pero el sueño de un niño, su regalo de navidades, es intocable, aunque cueste un ojo de la cara. No se sabe en realidad si son los deseos de un niño, que pueden cambiar con el viento, o los de un padre separado al que, después de volver vencido e inútil al duro hogar de su madre viuda, no le quedan más ilusiones que las que cree que pueda tener su hijo. La abuela, Petra Martínez, es una mujer de carácter y una embaucadora que trata de dar al nieto lo que siempre negó a su hijo. Viven en el extrarradio, con modestia. Y algo pasa, en lo que interviene Raúl Arévalo y otros dos señores, que altera la noche mientras se duerme esperando por los regalos. La vida está muy difícil, hay que echar mano de lo que se puede, pero la inocencia del niño es algo sagrado. O no, tal vez sea el momento de descubrir que se ha hecho mayor y los cuentos, cuentos son.

Lo dicho: humor, un enredo y muy buenas interpretaciones que le han valido a El barco pirata la nominación como mejor corto en los Goya. En contra, que no pasa de ser una anécdota construida sobre arquetipos.

Cartel del cortometraje El premio
Cartel del cortometraje El premio
La primera vez que vi El premio, de León Siminiani, me supo a poco, me quedé apenas en que contaba con dos excelentes actores, Pilar Castro y Luis Zahera. Reconocí que su director no había desaprovechado la oportunidad para hacer un corto con cierto empaque sustentándose en la interpretaciones de los protagonistas y en la producción de Koldo Zuazua y Daniel Sánchez Arévalo. Sí que le encontré un deseo de hablar de las relaciones, contando que era un cortometraje que va y viene para dar la vuelta completa y explicar lo que cada uno quiere, o busca, en su pareja. Señalé su vocación de jugar a la verdad para acentuarlo, tanto en que los personajes utilizan sus propios nombres, como en que se usaban para ello imágenes reales de la gala de los Goya de 2010. Y terminé quejándome de que no le vendría mal un poco más de dinamismo para hacerlo brillar.

La segunda vez, le encontré más detalles, por ejemplo entendí el uso del tiempo y las esperas como sinónimo de lo cotidiano, de lo gastado de la relación. Descubrí que los diálogos ahondan en lo mismo, que estaban para hablar de vacíos entre los personajes o ser reproches mutuos que se lanzan entre ellos, no para buscar soluciones. Echar en cara la ausencia del otro, el egoísmo de cada uno, es el elemento motor de El premio. Aprendí que subirse a un taxi en compañía no significa más que compartir un viaje, pero que uno se puede bajar sin el otro antes de llegar al destino. El premio habla del dolor que las cosas más inocentes producen en nuestra parejas porque no le damos la misma importancia.

Tiene mensaje, e intenciones. Las interpretaciones son estupendas y ayudan mucho a sostener la historia sin caer en lo excesivamente melodramático. Atesora grandes virtudes, pero, en mi opinión, el cortometraje es demasiado concentrado, da poco y exige mucho del espectador.

Cartel del cortometraje Matar a un niño
Cartel del cortometraje Matar a un niño
Matar a un niño comparte con El barco pirata el asunto principal: la inocencia de la infancia y que siempre hay un momento en el que se pierde del todo. Es la única coincidencia.

Lo que más me gusta de Matar a un niño es lo innovador en sus formas, su aire diferente y esa postura nueva ante el concepto de cine. Los hermanos Esteban Alenda, César y José, firman un cortometraje en blanco y negro que, en su mayoría, es una sucesión de fotografías estáticas. Es la suya una propuesta muy interesante, de tiempo visual detenido me atrevería a decir, jugando en todo momento con una imagen que se para y un sonido que sigue, como eligiendo cada fotograma que debe guardar el espectador en su memoria. Una historia de inocencia narrada con una voz en off potente, marcada por sonidos cotidianos que nos resultan familiares y que rellenan los pequeños huecos entre las imágenes. No tiene prisa, nos deja tiempo para pensar, para anticiparnos, para que podamos sentir y asimilar lo que creemos que va a ocurrir. No por detener el movimiento se pierde la tensión dramática, incluso en algunos puntos se acentúa más.

No creo que desprecie la continuidad que el cine supone, sino que ese marcar imágenes y detenerlas resulta una apuesta por el modelo de recuerdo tal y como como la propia memoria lo haría, que funciona más como una cámara de fotos que como una de vídeo. Cuando miramos hacia tras, cada uno de nuestros recuerdos se asimila con su imagen detenida en un instante. El blanco y negro y las caras de los actores son suficientemente expresivos para suplir el movimiento. Estupendo trabajo del elenco: Roger Princep, Cristina Marcos y Róger Álvarez. Maravillosa la imagen del reloj que intenta pasar al siguiente segundo sin poder hacerlo.

Es un trabajo que deja muy buen sabor de boca. La propuesta arriesgada, la estética, la imagen y la novedad de Matar a un niño me encantan. Si tuviera que ponerle un pero, éste sería el giro final del guion que supone, más que una sorpresa, un cambio de decisión, una ruptura demasiado fuerte que se separa por sí sola del resto del cortometraje.

Cartel del cortometraje Meine Liebe
Cartel del cortometraje Meine Liebe
Meine Liebe, de Ricardo Steinberg y Laura Pousa, también nos habla de las relaciones de pareja, sobre todo cuando hay una gran diferencia de edad. El personaje de Ginés García Millán ve en su relación el peso de la opinión de los demás, cada momento en que están juntos, fuera de las cuatro paredes de la casa, le resulta imposible. Se siente juzgado y condenado porque su hija es mayor que su amante, así que prefiere el secreto. El personaje de Teresa Hurtado de Ory le quiere, pero le pide que, como pareja, se implique un poquito, que reconozca la relación, que viva el presente y que permita una mínima planificación de un futuro. Asfixiado por las normas de la sociedad, porque su mundo gira, y asustado por perder la comodidad con la que ha ajustado su vida se debate sobre dejar en segundo plano lo que desea antes que hacerlo público. Y sin embargo sus miedos están dentro, cuando su amigo le descubre, lo que siente es envidia, pero él no quiere hablar, no hay nada que contar.

Proyectan juntos un viaje de fin de semana a Berlín, un lugar donde pasear juntos, de la mano, una oportunidad para compartir, de conocerse. Llega ese momento de tomar decisiones, de dar ese paso. Él se siente aterrado. Ella feliz con lo que va a ocurrir.

Meine Liebe sabe combinar sensualidad, incertidumbres y pesares. Mezcla imágenes de vídeo que dan un toque más íntimo. Tiene una buena banda sonora y sólidas interpretaciones de los dos protagonistas y también de los secundarios Manolo Solo y Eva Rufo. En su contra juega que es una historia demasiado simple y un tanto vieja.

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