jueves, 2 de febrero de 2012

Maktub, casualidad imposible y moralina

El director Paco Arango describe Maktub como una película para llorar de alegría

Cartel de la película Maktub
Cartel de la película Maktub
A mí no me gusta la navidad, ni toda esa parafernalia que se monta alrededor de ella con ese juego de falsas ilusiones. Tampoco tengo creencias religiosas. Paulo Coelho como novelista me horroriza. No creo en la caridad porque es selectiva y pienso que es el Estado quien debe poner remedio a las injusticias de forma igualitaria. Soy hombre y tengo 43 años, así que algo de la crisis de los cuarenta también me ha tocado. ¿Por qué confieso todo esto? Tiempo al tiempo. Si bien la última de mis afirmaciones me pone en el punto de partida de la película, las cuatro primeras me alejan de ser el público objetivo de la misma, porque, no nos engañemos, lo que realmente quiere ser Maktub es un largometraje navideño, con su Santa Claus haciendo regalos, ángeles guiándonos, familias que discuten mucho aunque en el fondo se quieren y mucha solidaridad. Su mensaje principal es el de resaltar ese espíritu de toda festividad navideña, donde encontrarse uno mismo con su esencia y sus raíces cristianas, donde preguntarse por la vida y celebrarla, a pesar de todas las adversidades que se hayan pasado ese año. Tal vez si Maktub se hubiera limitado a ser una comedia, o un drama, o lo que quisiera ser, podría haber estado muy bien, pero su director, Paco Arango, se empeñó en atrincherarla con tanta moraleja que terminó perdiéndola como película.

Manolo (Diego Peretti), se encuentra en plena crisis de los cuarenta, asfixiado por un trabajo rutinario y por un matrimonio con Beatriz (Aitana Sánchez-Gijón) que lleva haciendo aguas mucho tiempo. En su vida, por casualidad, se cruza con Antonio (Andoni Hernández San José) un adolescente canario, con cáncer pero que tiene unas ganas de vivir tremendas y piensa hacerlo a tope el tiempo que le quede. Ese niño le enseñará al protagonista a ser feliz de nuevo, obligándole a tomar las riendas de su vida para que cambie y tenga un sentido.

Antonio es un maestro inteligente que nos da lecciones a todos, una persona que nos enfrenta a los conflictos internos para que los saquemos a la luz y les busquemos soluciones, alguien que juega en los límites y un tanto embaucador. Antonio tiene un secreto sencillo para ser feliz, le basta con conformarse por la esperanza de un dios sabio y eterno y el paraíso que le espera después.

Diego Peretti y Aitana Sánchez-Gijón en una escena de la película Maktub
Diego Peretti y Aitana Sánchez-Gijón en una escena de la película Maktub
En el fondo cada uno está aquí porque tiene una misión en aras a los demás. La bondad está ahí, la llevamos todos y está esperando a que la saquemos fuera. La casualidad imposible, la que se llama «maktub», es el motor de la película, la que nos viene a decir que todo está escrito y que no somos felices porque no queremos. Nos empeñamos en preocuparnos de lo innecesario. Nos falta el optimismo, algo que nos puede mostrar un muchacho con cáncer que pelea por seguir viviendo. En este punto, resulta irremediable compararla con Planta 4ª, de Antonio Mercero. Es cierto que en ninguna de las dos se usa la enfermedad para buscar la compasión, que ambas nos hablan mucho más de la vida que de la muerte y que no hay un tratamiento del tema del cáncer que pueda infundir al espectador falsas esperanzas. Pero en Maktub no se alcanza la emoción de Planta 4ª. En realidad, para su trama, el cáncer no es importante, se usa como un punto de vista para llamarnos a las filas de la felicidad, para que comparemos la alegría de quien sufre más y sepamos encontrar las verdaderas prioridades como personas.

El personaje de Antonio está inspirado en un chico canario que estuvo hospitalizado en el Niño Jesús de Madrid al que Paco Arango conoció ayudándole a través de la fundación Aladina con la que el director colabora. Luego, el trabajo del guion, consistió en ir uniéndole piezas, experiencias del director… Para ir ajustando la historia, lo llevó hacia la comedia y mantuvo tintes dramáticos con los que contrastar. La diversión la consigue con facilidad, el drama le cuesta más, se le va de las manos y se hace sensiblero, pues tiene tendencia a edulcorarlo o mostrarlo como simples arrebatos.

Buenas interpretaciones en clave de comedia de sus protagonistas Diego Peretti y Aitana Sánchez-Gijón que son lo mejor de la película. Brilla Goya Toledo, a quien le toca sostener sola la parte de mayor dramatismo y la más realista. Impecables las grandes damas Rosa María Sardà, Amparo Baró y Mariví Bilbao que dan lustre a la película. Divertido Enrique Villén, quien como siempre sabe explotar lo cómico manteniendo siempre el gesto serio. Por la película también pasean Fátima Baeza, Oriol Tarrasón y hasta el propio director, Paco Arango, que tiene un pequeño cameo al principio de la película, mientras se pasan los títulos de crédito. Por contra, las interpretaciones de los niños que resultan un tanto flojas.

El reparto muestra un cierto carácter internacional, pues participan el actor latino Jorge Garcia de la serie Perdidos y también Laura Esquivel, quien se hiciera famosa por la serie infantil Patito Feo. Esquivel no interviene mucho en la película, pero sí contribuye como intérprete de una canción, Nuestra playa eres tú, escrita por los dos mejores amigos de Antonio, el real, no el personaje, y que ha conseguido la nominación como mejor canción en los premios Goya de este año, uno de las tres que ha alcanzado el largometraje.

Maktub resulta una película menor, muy de televisión, rápida en ese sentido, como para consumir con unas pizzas encima de la mesa en la media tarde de un domingo con modorra y con la descendencia por compañía. De trama sencilla, pero hecha con muchas trampas, que juega al enredo y a la felicidad bobalicona. Al protagonista las cosas le van mal mientras es un descreído, le mejoran cuando empieza a plantearse algunas dudas existenciales y termina yéndole todo perfectamente cuando entiende que existe un ser superior y un lugar al que ir después de muertos.

Llegado al final me doy cuenta de que no he terminado de explicar mis cinco afirmaciones iniciales, me he quedado sin decir nada de Paulo Coelho. Es sencillo, a veces ocurre que no se nos cruza en nuestra vida alguien como Antonio, pero esos casos también tienen remedio, los libros del brasileño pueden servir de autoayuda, como bien nos indica la película en su final.

A modo de pequeño anecdotario: La familia de los Arango forjó su fortuna en México dedicándose a la industria textil. Sus orígenes son asturianos, y cuando deciden volver a España lo hacen montando una de las primeras cadena de hipermercados que aquí tuvimos y que terminarían vendiendo a Galerías Preciados. Después tuvieron un éxito desmesurado al dedicarse a la restauración rápida, ellos son los creadores de los VIP's. Han desarrollado el grupo SIGLA, que, además de los VIPs y el resto de sus segundas marcas, también gestiona en España y Francia los Starbucks. Esta familia ha querido mostrar un lado filantrópico, su fundador ha sigo presidente de la Fundación Príncipe de Asturias y posee una gran colección de más de 300 cuadros y esculturas entre las que figuran obras de Goya, Ribera, Murillo y Zurbarán.

Paco Arango inicialmente fue conocido como cantante solista asociado al sello discográfico Sony Records, compañía con la que llegó a lanzar cinco discos. Una vez que se retiró de la música, en 1999, decidió crear su propia productora de cine y televisión: Producciones Calcon. Suya es la serie ¡Ala…Dina!, en la que se encargaba de los guiones, la música y la producción ejecutiva. La otra serie que realizaron, El inquilino, no alcanzó tanto éxito.

En paralelo a toda estas labores lleva trabajando 11 años con niños que tienen cáncer, a través de la fundación Aladina, de la que es fundador. La labor de esta organización es la de tratar todos los años a más de 600 niños que padecen cáncer. Prestan su ayuda a pie de cama en distintos hospitales españoles.

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