viernes, 30 de marzo de 2012

Intocable; solo trabajo, nada de compasión

Eric Toledano y Olivier Nakache logran el perfecto equilibrio entre la risa y la emoción

Cartel de la película Intocable
Cartel de la película Intocable
Philippe (François Cluzet) es un hombre blanco y rico al que un accidente ha dejado postrado en una silla de ruedas. Driss (Omar Sy) es un hombre de color y pobre, de un barrio de viviendas públicas, que acaba de salir de la cárcel. Driss debe presentarse a las entrevistas de trabajo que le ofrezcan y si después de tres no le eligen volverá a cobrar el paro y a seguir con todo el tiempo libre del mundo sin saber cómo gastarlo. Driss es descarado, no siente ninguna compasión al ver tetrapléjico a Philippe y además carece de la mínima formación como cuidador. Pero Philippe le elige a él para el trabajo. Entender el porqué de esa decisión es sin duda el hermosos secreto que esconde Intocable, pues a primera vista parece la persona menos indicada para cuidar de nadie, sobre todo después de escuchar las humanas y divinas motivaciones del resto de candidatos que han sido descartados.

En el fondo, son dos personajes que arrastran limitaciones. Philippe carga con un handicap físico y Driss se encuentra al borde de la exclusión social. El hecho de que cada uno de ellos sepa ver, por encima de esas dificultades, a la persona real que encierra el otro funciona como el pegamento que les mantiene vivos y útiles a los dos. Son dos piezas de puzzle diferentes pero que encajan, dos personajes que funcionan como uno, donde el otro aporta lo que le falta al uno. Cuando Driss baila, lo hace por los dos, cuando bromea en el fondo está haciéndolo por los dos. Y así, con el esfuerzo de su propio trabajo, el joven marginal va encontrando su lugar, sintiéndose útil y necesario.

Intocable es una historia sobre cómo se forjan las amistades que duran para siempre, de entender que nacen a partir de pequeñas complicidades y del respeto por el otro, sin prejuicios, de confiar en el prójimo. Se trata de primero ser compañero y después de intentar que la vida del otro sea algo más fácil, algo que, a la larga, facilita la propia. Algo que siempre funciona por muy distantes que sean los mundos de los que provengan las personas. En la película se dibuja a la perfección esta separación inicial entre los dos universos de sus personajes, una distancia que se va reduciendo cuando entran en juego las emociones y los sentimientos, cuando cada uno se gana el respeto del otro. Cierto que vienen de dos estratos sociales alejados, con reglas diferentes, pero ambos se darán cuenta de se necesitan porque resultan complementarios.

Anne Le Ny, François Cluzet y Omar Sy en una escena de la película Intocable
Anne Le Ny, François Cluzet y Omar Sy en una escena de la película Intocable
Hay dos cosas que Philippe no soporta, la piedad y la compasión, y se topa con las dos a diario, cada vez que su mirada se cruza con la de otra persona. Por eso cuando se topa con Driss descubre en él a la única persona que no le trata compasivamente y sabe que además es un hombre que necesita su ayuda, por mucho que intente ocultarlo. Detrás de ese descaro, Philippe ha visto un corazón fuerte, cargado de humanidad, de emociones que tienen que explotar.

Driss y Philippe establecen una amistad un tanto demencial, que se afianza de una forma cómica, pero que termina resultando tan sólida como inesperada pudiera parecer a priori. Extrañamente es una relación singular que esas que generan energía positiva sobre todo, de la que se necesitan para poder vivir. La suya es una historia increíble que trata la superación personal con humor.

El mayor acierto de la película es todo ese buen humor con el que se envuelve la historia y la forma en la que se emplea. Se recurre a él, no como bálsamo, sino como actitud vital, lo que lo convierte en un humor contagioso, energético e indispensable, que incluso trasmite una sana envidia en quien lo ve. Los directores Eric Toledano y Olivier Nakache, con Intocable, logran el perfecto equilibrio entre la risa y la emoción, y lo establecen desde lo positivo.

Pero Intocable también sabe navegar sobre el otro lado, el del frágil punto en el que un mal paso lo desmorona todo. Consiguen crear el ambiente en el que caben las confidencias y mostrarnos que dentro de la persona que está en una silla de ruedas hay una soledad dolorosa que hace que su verdadero problema, el profundo de verdad, no sea vivir tetrapléjico sino hacerlo solo, sobre un recuerdo muerto.

La música juega un papel importante, es otro elemento diferenciador sobre el que mostrar la distancia entre los protagonistas y construir ese respeto del que hablaba. Gira de la ópera a la música bailable y discotequera de los setenta y ochenta, descubriéndonos que con ambas podemos reírnos.

Todo acompaña en Intocable, pero sin duda es la naturalidad de sus actores la virtud que más destaca en ella. Cluzet hace una interpretación contenida, privada de gestos y que se debe expresar con los ojos, con un pequeño torcimiento de la boca como mucho; que recurre siempre a decir la palabra exacta y con mucha verdad cada vez que habla. Pero es Omar Sy la gran estrella de la película, la que con su trabajo va creciendo y llenando toda la pantalla. Es el suyo un trabajo maravilloso y conmovedor, sin dejar de soltar nunca lo que se le pasa por la cabeza a su personaje, sin perder la sonrisa.

A modo de pequeño anecdotario: La historia de la película se remonta a 2003, cuando Olivier Nakache y Eric Toledano vieron el documental A la vie, a la mort que trataba sobre un muy improbable encuentro entre Philippe Pozzo di Borgo, que se había quedado tetraplégico tras un accidente practicando parapente, y Abdel, un joven procedente de las viviendas sociales contratado para cuidarle. El documental les impactó, pero no estaban entonces los dos directores lo suficientemente maduros para abordar la historia. Después de rodar Aquellos días felices con el actor Omar Sy, le propusieron ver el documental. Al mostrar Omar una reacción positiva tras verlo, decidieron seguir adelante. Para ello se pusieron en contacto con Philippe Pozzo di Borgo y le visitaron en Mogadur, Marruecos. De aquel encuentro se les quedaron grabadas dos cosas, la frase que dijo: «Si no hubiera conocido a Abdel, ya estaría muerto» y él hecho de que les pidiera que abordaran la historia con humor.

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