miércoles, 14 de marzo de 2012

Marta Sanz: «Salgamos a la calle, aunque en el telediario nos cuenten que hace muchísimo frío»

Marta Sanz escritora comprometida


Marta Sanz
Marta Sanz
Marta Sanz madrileña, del 67, doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, es una escritora con ocho novelas a sus espaldas y que ha recibido importantes premios, como el Ojo Crítico de Narrativa (2001) o el Premio Vargas Llosa de relatos (2007). Además fue finalista del Nadal (2006) y semifinalista del Herralde (2009).

Javi Álvarez: Se presentan dos novelas suyas, la reedición de El frío y Un buen detective no se casa jamás. Género negro y novela de desamor. Durante estos años, se ha mostrado como una escritora versátil que se mueve entre estilos diferentes, ¿qué le aporta cada uno de los géneros?

Marta Sanz: Yo creo que cada historia tiene su camino y su propio lenguaje, de modo que eso que llamas «versatilidad» tiene que ver con el oficio de escribir que, para mí, consiste en dar con la retórica propia de cada relato. Cuando un autor se asocia unívocamente a un estilo tal vez ese autor siempre anda contando lo mismo y tal vez eso que cuenta es su propio estilo, es decir, su vanidad de autor con un estilo reconocible, su marca literaria. Yo nunca he escrito novela de género desde un punto de vista ortodoxo: he procurado fracturar los límites de los géneros, lo previsible y lo cómodo de los géneros, para contar historias y ofrecer puntos de vista que no se corresponden con la ideología dominante y que a veces molestan.

JA: Para escribir El frío tomó la decisión de utilizar dos narradores que se van alternando en cada capítulo, la mujer que habla en primera persona y un narrador en tercera persona. ¿Qué le llevó a usar esas dos voces?, ¿tiene algo que ver con la diferencia entre hombres y mujeres para mostrar sus sentimientos?

MS: Bueno, tu pregunta aporta una interpretación plausible del texto que, sin embargo, yo no me había planteado al escribir El frío. No había asociado, a priori, la voz de bolero a la mujer despechada por el hecho de ser mujer ni la voz aséptica y exterior al hombre que abandona y hace daño. Creo que eso es un estereotipo que deberíamos cuestionar. Las voces de esta novela son el resultado de pensar la pasión amorosa y la expresión literaria como enfermedades que se mueven entre los polos opuestos de la contención enfermiza y de la explosión neurótica. Formas de expresarse, que son formas de sentir y de construir el mundo. Formas asumidas después de siglos de historia cultural que, lejos de salvarnos o de curarnos, meten aún más el dedo en la llaga de la alienación y del dolor, de un sufrimiento que no sirve para aprender absolutamente nada.

JA: El frío fue su primera novela, ¿la rabia que produce el desamor y este tipo de novelas con poca acción y que cuidan el lenguaje, siguen estando de moda?

MS: Yo no sé si han estado de moda alguna vez. Lo que sí puedo decirte es que ahora se lleva el lenguaje anoréxico –que, pese a que pueda parecer lo contrario, es una exageración estilística- y las ficciones llenas de acción en las que han pasado setecientas cosas en quince minutos. Lo económico y lo trepidante forman parte del signo de los tiempos y de la idea de la cultura como espectáculo. Y al hacer este análisis no quiero decir que a mí me indigne toda la cultura de espectáculo ni mucho menos. Pero a veces echo de menos la posibilidad de un espacio para la lentitud.

JA: De la primera edición de El frío han pasado 17 años, ¿en qué ha cambiado Marta Sanz como escritora?

MS: He intentado aprender con cada libro que escribía. He descubierto que no soy una persona impaciente y sí bastante perseverante. He empezado a admirar mucho a algunos compañeros de oficio. Me he hecho consciente de que el mundo en general y el mundo literario en particular afectan a la escritura, que no es un espacio de pureza, sino un lugar permeable donde se filtran los miedos, la autocensura, la falta de respeto por un lector al que a menudo se trata como cliente. Y creo que esa toma de conciencia es fundamental para asumir el riesgo que significa ponerse a escribir.

JA: Un buen detective no se casa jamás es una nueva aventura del detective Arturo Zarco. Viendo las estanterías de las librerías, parece que el género negro está de moda, ¿a qué cree que se debe?

MS: Algunas novelas negras actuales me parecen magníficas; sin embargo, yo creo que el éxito del negro actual se debe a esa pereza que nos induce a leer géneros familiares, previsibles, para poder re-conocerlos y sentirnos gratificados en nuestro reconocimiento. También responde a la necesidad de lavarnos la conciencia con ciertas formas de cultura supuestamente comprometida. Es como quien va al cine a ver películas de corte social o político que, por lo general, suelen ser bastante ñoñas: los espectadores salimos de la sala sintiéndonos mejores personas al reconocernos dentro de un grupo sensible a la injusticia y que se ha conmovido mucho durante los ciento veinte minutos de proyección. Este tipo de consumo cultural alivia las conciencias en lugar de soliviantarlas. En cuanto a Un buen detective no se casa jamás es una novela sin más adjetivos. Una novela que utiliza elementos del género negro y de los cuentos de hadas y del realismo decimonónico y de las películas de Hitchcock y de Chabrol para contar una historia sobre el amor como ausencia, y como lucha de poder y relación amo/esclavo: en el contexto actual de la crisis, creo que en Un buen detective no se casa jamás se habla de la necesidad que existe a veces de escupir en la sopa y de morder la mano que te da comer. No vamos todos en el mismo barco. Los chivos expiatorios son siempre los mismos. Esta novela propone además dos acepciones nuevas de crimen: como impasibilidad y como exceso de pulcritud. Todo sucede siempre en la habitación de al lado, nunca queremos sentirnos protagonistas de lo épico, a menudo miramos para otra parte y tenemos miedo a ensuciarnos las manos. Todo eso es bastante criminal.

Portada del libro El frío, de Marta Sanz
Portada del libro El frío, de Marta Sanz
JA: La novela negra, en cierto modo, se ha convertido en la novela social de nuestro tiempo, la que denuncia lo que huele mal en nuestro mundo real y que los informativos se olvidan de contar. ¿Debe tener la literatura de hoy un valor social?

MS: La novela negra era la novela social de los años veinte, treinta, cuarenta... Era la novela que denunciaba el asesinato legal de Sacco y Vanzetti, los desastres de la guerra, y la miseria íntima y pública, económica y moral de una realidad azotada por las sucesivas crisis del capitalismo. El paradigma de ese tipo de novela negra es Cosecha roja de Dashiell Hammett. Autores como Hammett fueron personas comprometidas con su tiempo y con su trabajo que indagaron en nuevas formas de escribir para retratar un mundo en estado de descomposición. Hammett tuvo muy en cuenta corrientes literarias anteriores como el realismo y el naturalismo, pero fundó un nuevo imaginario literario que respondía a una realidad distinta y a una manera diferente de posicionarse para contar esa realidad. A unos ojos que estaban más fatigados tal vez por el peso de la experiencia histórica. Ahora deberíamos buscar nuevas formas de escribir literatura política. Y para escribir literatura política –lo he dicho muchas veces- hay que hablar del precio de las cosas, pero también cuestionar esos géneros literarios que tratan a los lectores como a tontos. Todo eso pasa por no dejarse arrinconar en el carrilillo de una literatura rutinizada, confortable y previsible. Por pedirnos más como escritores y como lectores. Por dejar de considerar la cultura como mero adorno. Por no dejarse llevar por las frases hechas con que nos cuentan el mundo y el deber ser de la propia literatura.

JA: Es una escritora premiada, ¿para qué sirve un premio literario?

MS: Para llegar a lectores a los que, de no ser por un premio, no habrías llegado en ningún caso. Como estímulo puntual y, a veces, no siempre, como fuente de ingresos. Después tienes que olvidarte del premio lo antes posible, recuperar tus inseguridades, tus certidumbres y tus incertidumbres, y seguir trabajando.

JA: Como escritora, ¿qué le preocupa del mundo editorial?

MS: Que las editoriales apuesten por un único libro al año: por el libro que saben que van a vender. Que los criterios de comercialidad se hayan impuesto al riesgo literario incluso en ciertas editoriales independientes. Y me preocupa mucho que las editoriales puedan dejar de existir porque el concepto de edición se deslegitime. Creo que el conocimiento, la reflexión, las lecturas acumuladas y asimiladas deben ser un criterio de legitimación por encima del trending topic, lo cuantitativo o la pasta sin más. Las figuras del editor y del crítico en el campo cultural me parecen imprescindibles para filtrar y reducir los niveles de demagogia del mercado y la fantasía de una libertad supuesta y a menudo imaginaria de la que ingenuamente creemos disfrutar olvidando nuestras propias cotas de alienación: una alienación inevitable en el sistema en el que vivimos.

JA: ¿Quién manda en el mundo de los libros, los escritores, los editores o los lectores?

MS: Dentro de nada, las grandes operadoras telefónicas. Sobre todo.

JA: Dicen que las nuevas tecnologías y lo digital van a revolucionar el concepto del libro, ¿es así?

MS: Sinceramente, no lo sé. Yo solo tengo la sensación de que estamos radicalizando el concepto de fetiche: el libro convencional puede pasar a convertirse en un fetiche exclusivamente destinado a los bibliófilos, mientras que el libro digital se transforma en un soporte cada día más sofisticado y/o perfecto por el que la gente hará colas como las hacen cuando aparece un nuevo y magnífico teléfono móvil. Un soporte que habrá que renovar cada equis años, creando una nueva necesidad de consumo, porque el libro es un electrodoméstico sometido a las inexorables leyes de la obsolescencia. Tengo la impresión de que el interés se vuelca hacia el lado de los continentes y el desprecio de los contenidos. Tal vez habría que reflexionar en torno a esta tendencia: nuestro gusto enfermizo por el gadget y la pijada. A mí lo que más me gusta son las ediciones de bolsillo.

Portada del libro Un buen detective no se casa jamás, de Marta Sanz
Portada del libro de Marta Sanz Un buen detective no se casa jamás
JA: Sus libros tienen ideología, ¿se siente sola en ese camino?

MS: Todos los libros son la encarnación de una ideología, de una manera de mirar y de estar en el mundo. Todos. Los libros de los escritores socialdemócratas y los de los escritores liberales y los de los escritores libertarios. Incluso los libros de los escritores apolíticos tienen ideología. Así que no me siento sola en absoluto. Lo que sucede es que a veces uno no se siente bien acompañado y resulta agotador tener que justificarse: porque solo se pide justificación sobre la ideología en la literatura a los escritores marxistas. Debe de ser que creemos que todo lo demás no es «ideológico», que todo lo demás es «lo normal».

JA: ¿Existen los obreros de la literatura?

MS: Lo que ya no existen son los sacerdotes del templo de la literatura. Pero existen montones de escritores que no creen en las musas ni se sienten tocados por el dedo de Dios; que sienten su oficio como un trabajo; que saben que carecen de reconocimiento social; que se comen sus libros con patatas o que cobran por su trabajo muchísimo menos de quinientos euros al mes. Escritores que viven de la docencia, la puericultura o la hostelería, pero que nunca podrían vivir de sus esfuerzos creativos. Esos escritores somos el noventa por ciento de los escritores en este país. Parece que está muy feo que los escritores se contaminen hablando de dinero porque la literatura es sagrada y existe Vargas Llosa. Pero ni la literatura es sagrada ni todos los escritores viajan en jet privado. Escribir no es un privilegio ni un don divino: es un acto de conciencia y voluntad. Tenemos derecho a dignificar nuestro oficio y a recordar que nos rasgamos las vestiduras cuando nos enteramos de que Celaya murió casi en la miseria.

JA: Como ciudadana me imagino que esta crisis le estará afectando, ¿y como escritora?

MS: La cultura es siempre el eslabón más débil de la cadena en los momentos de crisis. El primer lugar por el que se empieza a recortar porque se parte del concepto perverso de que la cultura es ornamental y accesoria. Si unes esta consideración a la respuesta anterior, podrás hacerte una idea aproximada de la situación.

JA: En la última campaña electoral para las elecciones generales, mostró su apoyo a la candidatura de IU, ¿me explica por qué?

MS: Porque estoy de acuerdo con sus propuestas económicas, fiscales y sociales. Porque el imperio de los mercados ha sustituido el valor de la auténtica democracia y eso es algo que se lleva denunciando desde IU hace mucho tiempo. También le confieso que, si hubiera leído solo la parte del programa que corresponde a cultura, nunca hubiera votado a IU: es un programa que no ha tenido en cuenta a la gente de la cultura, por ejemplo a esos editores independientes que están dinamizando la literatura de este país –Capitán Swing, Nórdica, Periférica, Gallo Negro…- Es un programa que fomenta la falsa oposición entre autores e internautas, obvia la crítica a las compañías de telefonía y a los dueños de las redes –porque las redes tienen dueños, aunque parezcan invisibles- y, en definitiva, si se me permite el chiste, parece un folleto de Apple.

JA: ¿Qué nos espera durante estos cuatro años con el gobierno del PP?

MS: Paro, precariedad, mendicidad, angustia, miedo, enfermedades físicas y mentales, infelicidades a distintos niveles, competitividad mal sana, publicidad engañosa, complicidad en guerras criminales, privatización de lo público, merma de la calidad de enseñanza y de los servicios sanitarios, hipocresía, beatería, confesionalidad, mala literatura y mala televisión, dobles morales y algo estremecedor, una justicia sometida a los índices de audiencia: es alucinante la propuesta de Gallardón de revisar la cadena perpetua según el «impacto social». A partir de ahora, las sentencias van a pasar por las manos de Ana Rosa Quintana. En fin, vamos a padecer las consecuencias lógicas del neoliberalismo. No será una experiencia nueva. Solo espero que partidos políticos, sindicatos y ciudadanía estemos a la altura de las circunstancias. Y reaccionemos en cada uno de los frentes. Y salgamos a la calle, aunque en el telediario nos cuenten que hace muchísimo frío.

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