lunes, 2 de abril de 2012

Almanya: bienvenido a Alemania; pedimos trabajadores, vinieron personas

La directora alemana de origen turco, Yasemin Samdereli, nos cuenta desde el presente una historia de la inmigración que reconstruyó Alemania

Cartel de la película Almanya: bienvenido a Alemania
Cartel de la película Almanya: bienvenido a Alemania
Cuando seleccionaba las fotos para acompañar esta crítica de Almanya: bienvenido a Alemania me di cuenta de que una gran mayoría de ellas mostraban a gente feliz, con una amplia sonrisa en la boca. Las dos que se utilizan en el cartel son un claro ejemplo: familias reunidas y alegres. Observé que incluso en las más serias, aún podía encontrar la mueca de alguna sonrisa en alguien que posa risueño para ese instante. El tiempo acaba siendo un tamiz que da tonos sepias a los recuerdos, endulzándolos y borrando de la foto aquello que nos dolió pero que hoy pensamos que no fue para tanto porque no llegó a matarnos. Lo dulce sobrevive, lo amargo se termina endulcorando sin querer para que les sepa mejor a las personas que queremos. Así son las historias que la película cuenta, a través de un hilo por el que seguir el rastro de una familia turca que emigró a Alemania y de las dos siguiente generaciones cuyos lazos con Turquía van desapareciendo fagocitados por su vida cotidiana y occidental.

La directora alemana de origen turco, Yasemin Samdereli, nos habla desde el presente de una historia sobre los hombres y mujeres que acudieron en los sesenta a la llamada del gobierno alemán, necesitado de una mano de obra barata inmigrante para potenciar el auge industrial de los años de su milagro económico. Nos lo cuenta como nieta de aquellos que llegaron desde Turquía. No fueron los primeros, tras la Segunda Guerra Mundial, varias empresas alemanas empezaron a solicitar al gobierno que permitiera la llegada de trabajadores extranjeros, ya que con su población no cubría todos los puestos necesarios. El gobierno comienza una política de Gastarbeiter (trabajadores huéspedes o invitados) que a mediados de los cincuenta trajo obreros italianos a las fábricas alemanas a través de acuerdos entre los dos países. A éstos les siguieron españoles y griegos. En 1961, Alemania y Turquía firman un tratado para permitir la llegada de mano de obra procedente de Turquía. La mayoría de estos inmigrantes llegaron a Alemania Federal en trenes especiales que cruzaban Grecia y que suponían un largo viaje de 50 horas. En una docena de años, más de dos millones seiscientos mil turcos solicitaron un trabajo en Alemania y se sometieron a los exámenes de aptitud profesional, salud, forma física, lectura y escritura que les permitieron incorporarse al mercado laboral alemán; la mayoría se asentó en el valle del Ruhr. Después llegó el reagrupamiento familiar, la bodas y las nuevas generaciones que fueron naciendo. Ya van por la cuarta. Pero no es de esto, de lo político, de lo que habla Almanya: bienvenido a Alemania, sino de una familia concreta, una que se parece a cualquier otra que partió de aquello para crear una nueva identidad lejos de su país, una decisión propia tomada por una pareja pero que también afectaba a sus descendientes.

La historia se puede explicar con la frase de Max Frisch: «pedimos trabajadores, vinieron personas». Desde ahí, desde un punto de vista humano que potencia lo personal y muestra lo positivo de la experiencia, aborda la historia Yasemin Samdereli. Luego se apoya en sus anécdotas cercanas y familiares que le sirven para narrar la aventura de una forma amable. El guion lo escribe a medias con su hermana Nesrin Samdereli y las dos comentan que hace tiempo que descubrieron que sus amigos se divertían mucho cuando ellas contaban su infancia. El humor se asienta en la visión diferente marcada por la distancia que imponen un cultura distinta y unas costumbres alejadas que chocan con las conocidas y que hacen poner etiquetas de raro a lo que se terminará asumiendo como habitual. Lo humorístico también surge de las escenas retrospectivas del pasado al reinterpretarse impregnadas por el presente.

Una escena de la película Almanya: bienvenido a Alemania
Una escena de la película Almanya: bienvenido a Alemania
Esa forma de contar, un poco exagerada y llena de humor, es una de las mayores virtudes de la película. Su estilo lleva al espectador con delicadeza, para, con pequeñas pinceladas, hacer que se enfrente a lo dramático que se muestra al fondo, aquello sobre lo que podíamos pensar que se ha pasado de puntillas, pero que impregna toda la película. Esas sombras nos hablan de una extraña sensación de no ser de ningún sitio que se van formando los emigrantes y sobre todo sus siguientes generaciones. Hacerse alemanes, que al menos lo diga un papel, en el fondo va mermando una tradición originaria de la que la distancia y el tiempo hacen que se vaya desvinculando de la vida familiar, que, por otro lado, va adquiriendo las costumbres del país anfitrión como propias. Esa construcción de una identidad que recoja las raíces familiares, pero también las de la cultura en la que se recibe la educación, es la línea sobre la que se va desplazando Almanya: bienvenido a Alemania. Toda integración supone un cierto desarraigo, una renuncia, una pérdida de identidad y una distancia difícil de salvar entre lo propio y lo adquirido. La inmersión lingüística, que bien podría interpretarse como el fin de los problemas de comunicación, también juega a la contra a la hora de mantener la costumbres del país de origen.

La película ataca ese signo de nuestros tiempos, de sociedades multiculturales que se van uniformando, haciendo que esa variedad desaparezca o se transforme en monotonía porque a muchos les da miedo lo diferente. Aplaude la mezcla, el intercambio y la tolerancia. Es el respeto el valor que potencia para que el trato sea de igual a igual entre todos, sin diferencias, pues aquellos emigrantes vinieron a ganarse la vida honradamente y prosperar a la vez que los locales, con un esfuerzo realizado por todos: alemanes, italianos, españoles, griegos, turcos…

Hacia la mitad del largometraje, se empieza a escuchar una queja: el hecho de que las instituciones no hayan agradecido el trabajo que aquellos emigrantes realizaron para el enriquecimiento de Alemania y que no les hayan dedicado ni siquiera unas pocas palabras que muestren un cierto grado de agradecimiento. Olvidarse de esa falta de reconocimiento hiere los sentimientos de los nietos y bisnietos que reclaman ahora esa memoria y esas felicitaciones postergadas que les corresponden a una generación silenciosa y trabajadora sobre la que ya pesan los años.

La historia del pasado en la película no la cuenta el abuelo, sino la nieta, a la que otro miembro de la familia se la narró antes, igual que hará el niño que ahora la escucha con la siguiente generación. Es una forma de aprender la tradición y de mantenerla para los que vengan después, pero también de incorporar una visión nueva sobre unas palabras que la arena del tiempo va convirtiendo en planas. Contada así tal vez pierda los sentimientos originales porque se van actualizando desde una nueva perspectiva, pero no hay que despreciar la ayuda a la unión familiar que supone seguir relatando aquellas historias, a que cada uno se pueda sentir parte de un todo más amplio, de unas raíces que describen la forma de ser. El concepto de familia es muy importante en la cultura oriental, sirve de apoyo ante cualquier dificultad, de comprensión y de la ayuda más efectiva. Es por tanto un pilar fundamental que marca las señas de identidad y que mantiene el arraigo, que va dejando regresar a los fantasmas de los ancestros para intervenir como pegamento y recuerdo.

Se hace imposible no comparar Almanya: bienvenido a Alemania con la película española de Carlos Iglesias Un franco, 14 pesetas, donde también se cuenta la historia de gentes que tuvieron que emigrar a otros países para ganarse el pan. La emigración económica, el trasfondo político y el desarraigo están tratados con mayor profundidad en la película española, que tampoco descuida el sentido del humor y las anécdotas que surgen de la diferencia cultural. Mientras que Almanya: bienvenido a Alemania, utiliza un tono más benévolo, de una nostalgia más dulce, y aparenta ser más liviana.

Almanya: bienvenido a Alemania es una película coral, con interpretaciones muy naturales, que aprovecha la potencia de las anécdotas y en la que abundan los elementos de comedia. El largometraje ha sido rodado y montado con amabilidad hacia el espectador para que éste pueda viajar con facilidad al pasado y al presente de dos países, uno poderoso y el otro hambriento, señalados como dos polos que aún siguen manteniendo las mismas distancias. Es el espectador el que deberá sacar sus propias conclusiones.

A modo de pequeño anecdotario: Las hermanas Samdereli, Yasemin y Nesrin, han escrito a medias el guion de Almanya: bienvenido a Alemania. Dicen que llegaron a realizar cincuenta versiones antes de darlo por concluido. Cuando cuentan su forma de trabajo explican que era bastante autónoma. Primero se reunían para hablar de las secuencias dentro de las escenas, y luego cada una escribía la escena que le tocaba. Se volvían a juntar luego y trabajaban juntas sobre lo escrito.

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