lunes, 28 de mayo de 2012

Profesor Lazhar, hablemos de educación, exilio y duelo

Philippe Falardeau logra una excelente película apoyada en la fabulosa interpretación de Mohamed Fellag

Cartel de la película Profesor Lazhar
Cartel de la película Profesor Lazhar
Es una lástima que, semana tras semana, nuestra cartelera venga siendo copada por el cine de entretenimiento que hace la industria estadounidense. Es una lástima que en la información cinematográfica de los grandes medios prime la publicidad hacia ese tipo de producciones en lugar de la debida información, que las televisiones, en lugar de hablarnos de cultura, les dediquen espacio en sus informativos anunciando a bombo y platillo las producciones, casi siempre vacías, de los seis estudios de cine norteamericanos que dominan la industria cinematográfica global. Es una lástima la cantidad de cinematografías de otros países que no llegan o se quedan en pequeños estrenos con un número muy reducido de salas. Canadá es uno de esos lugares de los que apenas aterriza alguna película en nuestra cartelera. Profesor Lazhar viene de aquel país y ha cruzado hasta nuestras salas porque su nominación a los Óscars ha facilitado su promoción aquí y porque esto ha hecho crecer una cierta curiosidad. Las buenas películas deberían viajar directamente por sus propios méritos. Hablar de temas como la educación, el exilio y el duelo, nos interesa, son temas arraigados en nosotros mismos y sobre los que tenemos opinión. No nos resultan lejanos, aunque se cuenten en otro idioma, con el acento dulce que tiene el francés, con la mirada triste del inmigrante, con el dolor de quien ha perdido a quien quiere.

A mí Profesor Lazhar, la película de Philippe Falardeau, me ha gustado mucho, especialmente por la forma de ir construyéndose a través de sus personajes, dejándoles hablar y escuchándoles. Tiene una extraña magia, la de abrir una ventana que permite colarse directamente en unas aulas por las que cada uno de los espectadores siente que ha pasado o por la que quiere ver la educación de sus hijos. Tal vez no sean iguales, estén llenas de diferencias, pero en el fondo nos traen recuerdos y olores de nuestra infancia, de lo que una vez nos pasó en ellas y de los primeros sueños que fuimos levantando. Pero no, Profesor Lazhar no es una película nostálgica. Es un historia de presente, de identidad y de deseos de hacer las cosas lo mejor posible: de enseñar para ayudar a construir personas.

Es la educación, el compromiso social que conlleva, el motor de la película. Una educación que tiene cuatro patas, como cualquier pupitre: profesores, alumnos, dirección del centro y padres. Cada pata se muestra en Profesor Lazhar, tanto en lo independiente como en las relaciones con el resto de partes. Y esa visión completa nos permite el mejor análisis. Nos muestra un mundo en el que hay profesores cansados, que piensan que lo que hacen es inútil, frente a otros que son pura ilusión, de los que saben enseñar y de los que están aprendiendo a hacerlo, de los métodos modernos y de los que recurren a su pasado para encontrar en la forma que ellos aprendieron la posibilidad de seguir enseñando. Instruir es una pasión que se afronta con muchas ganas y que de vez en cuando ofrece gratificaciones que cubren todos los malos momentos.

Sophie Nélisse y Mohamed Fellag en una escena de la película Profesor Lazhar
Sophie Nélisse y Mohamed Fellag en una escena de la película Profesor Lazhar
Profesor Lazhar nos da una buena visión de para qué sirven los profesores, cuál es su trabajo en el aula con los niños y de qué forman se establecen los vínculos. Pero también nos cuenta el camino de la experiencia, la forma de obtener del interior personal la fuerza para transmitir el conocimiento, así como para ayudar a explotar la creatividad y la inteligencia de los que se están formando. Potenciar a los que son brillantes y a la vez atender al resto para despertar la curiosidad que pueda hacer que sientan que ellos también pueden aportar dentro del aula. Bachir Lazhar (Mohamed Fellag) se ve atrapado en el interior de un sistema completamente tramado y que le resulta ajeno, por lo que tiene que buscar dentro de sí mismo para extraer recursos a partir de lo que a él se le enseñó cuando era niño, valores que hoy están desfasados en nuestra aséptica sociedad. Los métodos han cambiado y sin embargo hay algo profundo que sigue siendo igual: la magia de enseñar. Hoy se levantan barreras al contacto y todo se mira desde una óptica defensiva. La educación está en cierto retroceso y los colegios se van convirtiendo en lugares donde llevar a los niños y niñas mientras sus progenitores trabajan. Un almacén con ciertas obligaciones pedagógicas. Incluso hay padres que no quieren que el colegio sirva para educar a sus hijos, que de eso ya se encargan ellos.

El segundo de los temas tiene que ver con el exilio. Bachir Lazhar llega un tanto acobardado, pero con su dignidad intacta, sin contar su pasado y queriendo salir de él, de un dolor profundo del que no quiere hablar. Se comporta como una persona discreta, de emociones contenidas e interiorizadas. Es un hombre lleno de cualidades, como la mayoría de los inmigrantes que cruzan fronteras y se juegan la vida para poder tener un futuro.

Bachir llega a Montreal huyendo de Argelia porque no tiene otra elección, ya no puede vivir allí. Deja atrás una tragedia que bien podría haber sido el centro de la película, y sin embargo se convierte en un elemento más con el que se construye su identidad, el que le hace diferente. Bachir se convierte en ese extranjero de las películas del oeste que va a poder mirar sin prejuicios la sociedad a la que llega para encontrar el camino justo, el que los propios ciudadanos, después de tantos años, no ven por su visión conformista de lo que les rodea. Su mirada perturba lo establecido y nos llena de interrogantes, pues saca a la luz los problemas que nadie quiere enfrentar, los que están soterrados pero que palpitan.

Lazhar enfoca hacia un asunto que el resto de profesores y la dirección del centro no quieren confrontar. Esperan que se solucione con el tiempo y por sí solo, siguiendo las pautas del procedimiento administrativo correspondiente. Ese problema es la necesidad del duelo tras una tragedia ocurrida en el colegio. Con humildad, Bachir, afronta sus propias pérdidas para superarlas y poder acompañar a sus alumnos para que expresen con palabras los sentimientos que se les han quedado dentro. Con su profesor establecen un camino para sacar del silencio el tabú de la muerte y entender el proceso del duelo.

El final me resulta un tanto abrupto porque llega de golpe, sin preparación, y me deja con una historia a medias, como la vida misma, donde las cosas ocurren sin que las hayamos previsto del todo. Y sin embargo, cuando le doy una vuelta, veo que la película acabó en el momento justo, cuando ya me había contado y explicado todo lo que debía. Lo demás me queda como espectador para que yo pueda añadir al metraje lo que quiera, los rumbos que tome en mi cabeza. Lazhar no comenzó el curso y tampoco lo va a terminar, pero dejó memoria.

Lo cierto es que Philippe Falardeau construye una sensacional historia que se convierte en una película grande por la presencia de Mohamed Fellag, un artista y excelente actor que sostiene Profesor Lazhar desde su primera mirada, pues interioriza de tal forma su personaje que lo que trasciende es un hombre lleno de humanidad, alguien que nos va seduciendo con su dignidad, su coherencia, su entrega y sus sólidos principios. En él encontramos un carisma impensable, una imagen que reconocemos como ejemplo a seguir.

A modo de pequeño anecdotario: Profesor Lazhar es una adaptación de la pieza teatral de Evelyne de la Chenelière titulada Bashir Lazhar. La curiosidad de esta obra es que está interpretada exclusivamente por un personaje: el profesor que se dirige a la clase. Philippe Falardeau ha explorado en el mundo de la obra y ha ido construyendo con rotundidad el resto de personajes para la película, aunque siempre lo ha hecho con el acompañamiento y la aceptación de la autora de la pieza, que además interpreta en la película a la madre de Alice.

En mayo de 2008, el director visitó Argel para ver el lugar de donde Bachir procedía. Quería comprender los motivos por los que se había ido de su país y quería asimilar cómo era la vida de un empleado público allá; saber de lo cotidiano, de esos detalles que forjan a un personaje. Así logró entenderle.

viernes, 25 de mayo de 2012

Las nieves del Kilimanjaro, la dignidad de no traicionarse

Robert Guédiguian pone patas arriba nuestra conciencia con su cine coherente de principios sólidos

Cartel de la película Las nieves del Kilimanjaro
Cartel de la película Las nieves del Kilimanjaro
Han pasado casi cuatro semanas desde que vi Las nieves del Kilimanjaro. Me impresionó, pues es de esas películas que te dejan sin palabras y lleno de imágenes sencillas que evocan los sentimientos que están más al fondo, los que pocas veces se verbalizan. Opté por darme tiempo antes de escribir esta reseña, más que nada para ver de qué forma maduraba con el paso de los días. La sensación hoy es la misma que tuve hace veinticinco días, la que deja una película imprescindible y que además está construida con dignidad sobre principios básicos de fraternidad, esos mismos que tratan de desterrar los dirigentes de nuestras modernas sociedades y el propio concepto burgués de clase media en la que todos creemos estar encuadrados.

Cuando arranca, la primera impresión que se tiene es la estar ante una película social que va a poner el dedo en un gran conflicto colectivo. En el puerto de Marsella también hay crisis, así que la empresa ha pactado con los sindicatos un número de despidos para poder continuar funcionando. Michel (Jean-Pierre Darroussin) es un líder sindical al que en el sorteo le toca ser uno de los despedidos. Recoge sus cosas y se va al paro. Tiene una edad en la que sabe que difícilmente va a poder encontrar otro trabajo. Lo asume y aprovecha su tiempo para hacer todo aquello que se le había quedado pendiente y también para ser el abuelo, el padre y el marido perfecto. Se lo toma bien, pues en el fondo es feliz viviendo, después de 30 años, con el mismo amor por su mujer Marie-Claire (Ariane Ascaride). Michel no tiene problema en pasar a un segundo plano, en que sea el sueldo que gana su esposa cuidando ancianos el único que entre en casa. Son una pareja perfecta que ya tiene su vida hecha. Así que la segunda impresión que le asalta al espectador es la de que Robert Guédiguian nos va a suavizar la historia con un poco de dulzura y cariño, para que aprendamos de la tragedia. Pero lo que hace el director es ponerlo todo patas arriba: enfrentarnos a un drama personal en el que podemos elegir el camino fácil -el que cumple el expediente, el que la sociedad considera normal- o el de la coherencia más allá de los límites -el que no traiciona nuestras ideas con los hechos aunque nos llamen tontos-. No es una decisión fácil, lo habitual es dejarse caer por la pendiente en lugar de gastar fuerzas escalando.

Michel podría haber usado sus influencias sindicales para que su nombre no hubiera estado en la urna del sorteo con el que arranca la película. Pero es un hombre honrado que no quiere privilegios, que asume las decisiones políticas que toma, que cree en la justicia y en la clase obrera, que nunca haría mal a un semejante, sino que le ayudaría en lo que pudiera. Su mujer es igual. Un suceso violento es la mejor forma de que ambos puedan pasar la prueba del algodón.

Jean-Pierre Darroussin y Ariane Ascaride en una escena de la película Las nieves del Kilimanjaro
Jean-Pierre Darroussin y Ariane Ascaride en una escena de la película Las nieves del Kilimanjaro
Las nieves del Kilimanjaro nos habla del sentimiento de clase, hoy tan denostado, y nos explica de qué forma nos construye como personas. En los mejores momentos y en los peores. Pero también nos avisa de lo fácil que resulta desviarse y lo difícil de mantener nuestros principios de solidaridad, que el bien común, a menudo, tira por la borda cuando lo particularizamos para uno mismo. En esos casos entran en juego demasiadas cosas, nuestro propio egoísmo, el beneficio, la costumbre, el entorno, una relajación y una nueva interpretación sobre los principios. Nos acogemos a eso de que «la teoría es muy bonita, pero en la práctica eso no se puede hacer así» y de esa forma caemos en la trampa. A veces es tan retorcido que pensamos que estamos haciendo lo correcto.

¿Es pecado acomodarse y buscar una vida más fácil? La ley es más generosa que nuestra propia ética, y los mecanismos que utiliza para defender a los ciudadanos terminan convirtiéndose en medidas con las que aprisionar a otros por nuestra «seguridad». Son los hechos los que mandan ante las causas, así se despoja a la historia de su esencia y se queda sin atenuantes. Nuestra sociedad ha perdido su sensibilidad hacia las circunstancias y se ha olvidado de los pocos caminos que les quedan a los desfavorecidos del sistema. ¿De quién es la culpa?, ¿a quién le corresponde la solución? A veces deberíamos preguntarnos a nosotros mismos, escuchar nuestra voz y ver qué pudimos haber hecho para que la cosa fuera diferente. No estamos libres de culpa, no estamos exentos de participar en la solución. Levantar la voz y no haberse dejado someter, vivir con dignidad, anteponer la fraternidad, son cosas que pudimos hacer por nosotros mismos, sin los demás, siendo ejemplo. Es nuestra obligación enfrentarnos a nuestras contradicciones y los dilemas morales, pensar y escuchar las respuestas que van saliendo de dentro porque serán las más justas. La honestidad es no traicionarse nunca a sí mismo y juzgar a los demás como queremos que lo hagan con nosotros.

¿Cuándo nos convertimos en burgueses? Como a los protagonistas, a mí también me sobrecoge esa interrogación. Yo también me pregunto qué piensan los demás cuando me ven viviendo una vida acomodada, qué etiqueta me pondrán, cómo sabrán del yo que no se ve en un simple cruce de miradas cuando no hay un discurso a través del que mostrar un compromiso ideológico… Si me echan un vistazo general entonces tal vez se vayan pensado que soy un burgués más, clase media. La edad tampoco justifica el dejar de luchar.

La película también habla de un miedo que crece en nuestras sociedades, donde la posesión de bienes se ha convertido en el derecho fundamental y la obligación primera de todo Estado no es otra que la defensa de la propiedad privada. Ese miedo es el de que te arrebaten lo que consideras tuyo, esa sensación en Las nieves del Kilimanjaro se plasma con las miradas, los silencios, las frases hechas y en un retraimiento que es un paso atrás. La cabeza se embota, hace lo que parece lógico sin detenerse a pensar. Sin embargo, ni Michel, ni Marie-Claire están conformes, su defensa tiene víctimas de las que lo más natural resulta desentenderse. Pero ninguno de ellos puede evitar ayudar. Su humanidad, su compromiso con el otro gana siempre. El camino difícil es el bueno, aunque se sacrifiquen tomándolo.

Para los protagonistas, el Kilimanjaro es una utopía que han construido, un lugar de paz donde acudir en la vejez y la forma de plasmar los sueños que tuvieron cuando empezaban como pareja, cuando bailaban el tema de Pascal Danel con ese título y tenían todo un futuro de esperanza por delante. A veces la realidad nos hace aplazar las utopías, dejarlas donde estaban, en esa placidez inmaterial de los sueños, un alimento espiritual que no siempre tiene porque cumplirse. La realidad nos llama a remangarnos para que las cosas cambien. Nuestro utopía no se altera, allí queda como meta y anhelo, pero la conciencia de clase nos exige que sigamos construyendo el mundo que queremos y que lo hagamos para que los demás también tengan cabida, sin miramientos. Si alcanzamos nuestra propia utopía, tampoco tenemos permiso para detenernos, debemos trabajar para ayudar a construir la de todos. Sin excusas, sin desfallecer.

Y así, a través de las ideas, de un guion sólido y de excelentes intepretaciones, Robert Guédiguian nos vuelve a proponer un cine diferente, sin trampas, de verdad, del que se queda para siempre contigo.

A modo de pequeño anecdotario: La película está inspirada libremente en el poema de Víctor Hugo La gente pobre. Dice Robert Guédiguian que «En 2005, mientras redactaba un texto donde pedía el voto contra la Constitución Europea, para designar de forma algo general “las nuevas formas de la clase obrera”, me había referido a la gente pobre del poema de Victor Hugo. Entonces volví a leerlo. El final del poema, cuando el pobre pescador, al quedarse con los hijos de la vecina fallecida, dice: “Teníamos cinco hijos, ahora serán siete”, antes de descubrir que su mujer se le había adelantado trayéndoles a casa, es conmovedor. Semejante bondad es ejemplar. Además, está la concordancia, el gesto de amor de ambos personajes, el hombre y la mujer, iguales en su generosidad. Pensé que sería un magnífico final para una película. Solo quedaba encontrar una ruta contemporánea que llevara a ese punto».

lunes, 14 de mayo de 2012

Palmarés y clausura del V Certamen de Cortometrajes Express

Merecido triunfo de Rufo Pajares con su cortometraje Hace 60 año

Logotipo de la X Muestra de Cine y Trabajo y el V Certamen de Cortometrajes Express que organizan la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO.
Logotipo de la X Muestra de Cine y Trabajo y el V Certamen de Cortometrajes Express que organizan la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO.
La Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. entregó en la gala de clausura los premios del V Certamen de Cortometrajes Express. Ofició de maestra de ceremonias la actriz Violeta Pérez que utilizó citas de maestros de la talla de David Mamet y Peter Brook para presentar cada una de las categorías.

La gala estuvo amenizada por dos cortes musicales. El primero de ellos a cargo de Leonard Riedel (alterego del cantautor Paco Bello) y Albert Angüela quien tocaba un curioso bajo eléctrico. Interpretaron varios temas musicales, todos ellos cantados en inglés. Abrieron con Lejos de los políticos, después versionaron el poema de Raymond Carver Lluvia, siguieron con Escondite y finalizaron con Agita ese sentimiento. Paco Bello no ha perdido su poesía, ni el tono dulce y melodioso de la voz que sabe acompañar con su guitarra.

La segunda de las colaboraciones musicales estuvo a cargo del cantautor José María Alfaya. Fue la suya, sin duda, la parte más golfa de la gala. Alfaya cantó sin dejar de lado su faceta de opinador, con ironía y con la excelente voz a la que nos tiene acostumbrados. Primero interpretó una versión propia de un rap de Pablo Motos, una versión llevada más hacia el pasodoble y que bien podría titularse A ti estudiar no te hace falta. Es un tema en el que se nos explica todo el trasfondo de la política educativa de Esperanza Aguirre. El segundo de los temas se lo quiso dedicar a la generación del 68, «la que mayor provecho ha sacado en lo privado de las grandes expectativas colectivas». Se trató de la Canción para animar al Habitante de las Grandes Superficies. Después aconsejó que los que quedaban recogieran los premios con rapidez para salir lo antes posible a la calle a protestar.

En esta edición, el Certámen ha tenido un amplio jurado formado por Tommy Llorens, Ana Summers, Alfonso Roldán, Gustavo Palacios, Elisa Puerta y Manuela Temporelli. El palmarés de esta edición ha quedado de la siguiente forma:

     Primer Premio: Hace 60 años de Rufo Pajares

     Segundo Premio: La caja de Carlos Calatayud y Pablo Díaz

     Tercer Premio: Hefesto de Javier Thomas Arroyo

     Premio al Mejor Guión: Rufo Pajares por Hace 60 años

     Premio a la Mejor Interpretación: Félix López por Hace 60 años

     Premio del Público: Hefesto de Javier Thomas Arroyo

Hace 60 años es un justo vencedor, un buen cortometraje que aúna ideología y cine. Nos habla de hace sesenta años y también del presente. A veces, escuchamos a nuestros abuelos contar sus historias como si ahora todo fuera diferente. Y la verdad es que muchas cosas no han cambiado, solo hace falta detenerse un instante a observar. Entonces la clase dominante ejercía su fuerza de una manera. Ha pasado el tiempo y curiosamente apenas ha variado esa forma de demostrar su poder, de someter al trabajador. Hace 60 años me gusta especialmente porque pone la esperanza en los más jóvenes, niños todavía, y en su mirada capaz de descubrir la realidad que muchos han dejado de ver con los años.

La caja nos cuenta lo difícil que es para un joven encontrar un trabajo, de la competición y de las absurdas pruebas de selección que tienen que pasar para ello. Es una anécdota, una gracia si se quiere, contada en cuatro minutos que sobre todo juega con mantener el secreto de qué es lo que hay en el interior de una pequeña caja roja. Hefesto, rodada en su mayoría en blanco y negro y con voz en off, intenta ponerse dentro de la cabeza grandilocuente de una persona que toma decisiones que afectan a las vidas de otras personas.

domingo, 13 de mayo de 2012

La película Amador cierra la X Muestra de Cine y Trabajo

La jornada se completó con la sesión de los cortometrajes a competición

Se acabó la parte cinematográfica de la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. Amador, la película de Fernando León de Aranoa, cierra la programación de largometrajes. La de cortos concluyó también en la sesión de la noche, con la proyección de los finalistas en el V Certamen de Cortometrajes Express. A la muestra ya solo le quedan unas pocas horas, las que transcurran en su gala de clausura.

Amador, ¿tomamos decisiones guiados por la conciencia o por la necesidad?

Cartel del largometraje Amador
Cartel del largometraje Amador
Marcela (Magaly Solier) vende flores. Amador hace puzzles postrado en la cama. Ella está en la flor de la vida. Él, cargado de achaques. Dos personas que no tendrían por qué encontrarse. Pero Marcela pasa apuros económicos, el poco dinero que ganan ella y su marido apenas les alcanza y siempre pueden llegar los imprevistos. La familia de Amador quiere aprovechar el verano para irse de vacaciones, así que buscan a quien pueda cuidarle por un poco de dinero mientras ellos estén fuera. De la necesidad de ambos surge el encuentro. La relación no empieza bien, Amador presume de poder valerse por sí mismo, de no necesitar a nadie, de tener su vida. Se muestra arisco con Marcela, una chica callada. Los dos parecen personas que esconden en su interior demasiadas cosas. Las largas horas que pasan juntos va limando las distancias, acercándoles para dar con el punto de equilibrio. A partir de ahí, arranca de verdad la película, la que nos habla de las decisiones a tomar y de los muchos factores que intervienen en ellas.

No siempre hacer lo correcto es posible. Lo deseable puede pasar a un segundo plano por cuestiones de necesidad y entonces los principios se flexibilizan. ¿Y la conciencia? Las personas buenas, las honradas, siempre pierden esa batalla. Cuando adoptan una decisión que no les gusta, que no les parece la más ética, duermen mal, llenas de remordimientos por muchas justificaciones que encuentren para apoyar lo elegido, como acosados por sus decisiones. En ese punto está lo mejor de la película.

El director no entra a juzgar las decisiones. Su mano nos lleva por lo humano, el proceso aplicado a la hora de decidir. Nos explica que la práctica es más compleja que la teoría, pues siempre hay un contexto que va pesando a la hora de elegir, que no somos totalmente libres en esta sociedad. Y no lo somos, entre otras cosas, porque en nuestras calles sigue habiendo gente que no puede cubrir sus necesidades básicas. No habla de abundancia, sino de lo básico.

Quizá Amador no sea el mejor trabajo de Fernando León de Aranoa, pero como en todos, es un viaje al interior de las personas, de sus decisiones casi siempre condicionadas con las que traslada al espectador una crítica directa de nuestra sociedad, una especie de conciencia que no nos deja dormir. Son películas que continúan al salir de la sala, pues siempre piden una reflexión en quien las ve. Son el hilo desde el que enhebrar una conversación con los demás.

V Certamen de Cortometrajes Express

Programación de los finalistas en el V Certamen de Cortometrajes Express
Programación de los finalistas en el V Certamen de Cortometrajes Express
La sesión de las nueve, presentada por la actriz Violeta Pérez, era la de los ocho cortometrajes finalistas en el V Certamen de Cortometrajes Express. Competían 14 28 35 54 77 de Fran Chamorro, Despidiendo que es gerundio de Vier Castellanos, Hefesto de Javier Thomas Arroyo, Hace 60 años de Rufo Pajares, La caja de Carlos Calatayud y Pablo Díaz, Ministerio de asuntos chungos de La Cofradía a tope de power, Nuevo talante de Pepo Martín y Todo está en su sitio de Picaraza. Ocho visiones diferentes y muy variadas del mundo del trabajo y sus conflictos. Unas vistas desde el humor, otras desde el corazón y muchas desde la ironía. Los recortes, la dificultad de encontrar un trabajo o de mantenerlo, el sentido de clase obrera y el adormecimiento de la sociedad desde el poder han sido los temas que podrían resumir los trabajos de este Certamen.

Las proyecciones fueron bien recibidas por un público numeroso, que se lo pasó bien y lo demostró con sus risas y aplausos. Al finalizar, los asistentes tuvieron la oportunidad de votar por aquel de todos los cortos que más les había gustado, una novedad introducida este año y que formó una larga y ordenada cola a la salida.

Para el domingo queda la gala de clausura, con la entrega de premios del V Certamen de Cortometrajes Express que conducirá la actriz Violeta Pérez y que contará con la intromisión de Teatro del Páramo, así como la colaboración musical de José María Alfaya y sus animales de compañía, Leonardo Riedel y Albert Angüela. Durante la gala se proyectarán los cortometrajes ganadores.

sábado, 12 de mayo de 2012

La Muestra de Cine y Trabajo de CC.OO. y el servicio

La Muestra nos acerca el cine que se hace en otros continentes con la película chilena La nana de Sebastián Silva y la iraní Nader y Simin, una separación de Asghar Farhadi

La X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. llega a su ecuador ofreciéndonos dos visiones de cines lejanos con filmografías que empiezan a despuntar. Curiosamente las dos películas elegidas tienen un punto en común: el servicio.

La nana, buscando su sitio dentro de la familia a la que sirve

Cartel de la película La nana
Cartel del largometraje La nana
La nana es una película con mucha acidez. Es, quizá, la perspectiva nublada de Raquel (Catalina Saavedra), la nana, hacia la familia el centro de la película. No podrá ser nunca un miembro más, pues, a pesar de recibir un trato familiar cargado de buenas intenciones, tener cierta cercanía con los niños que la consideran una segunda madre y recibir regalos el día de su cumpleaños, existe una distancia infranqueable, marcada porque ella cobra un salario y por tanto su labor en la casa es la de una empleada. Aquí se pierden todos los lazos humanos, el cariño deja de valer cuando se intenta asumir una posición que no corresponde. Sin duda hay un entramado social que la película denuncia, pero que el director niega reiteradamente en las entrevistas. Sebastián Silva sostiene que la película es un reflejo que muestra costumbres que él vivió de niño en su casa y que no va más allá, no tiene un objetivo político. Su familia tenía criada, algo habitual allí donde hay más de 500.000 nanas.

Hay mucho de psicológico en la película, y una parte importante es lo que va pasando por la cabeza de su protagonista, la nana, que sufre a una lucha interior. Silva juega con ello, por un lado como centro de la película y como otro como principio de un camino. Cuando Raquel descubre que esa barrera de roles entre patrones y empleados no podrá romperse, se produce la búsqueda de alternativas. Comprará en las mismas tiendas que la señora la misma ropa, pero esto sólo le produce insatisfacción, pues es consciente de que no tendrá oportunidad de lucir las prendas: su vida es igual que la de un presidiario, encarcelada entre las paredes de la casa, atareada con la rutina diaria de su trabajo. Este descubrimiento hace que Raquel se desgaste emocionalmente y comience un camino psicológico hacia los bordes de la depresión. Son unos minutos, pues el director, inteligente comienza un nuevo juego con el que romper la tendencia y atrapar de nuevo al espectador desde otra óptica. Aparecerán diferentes mujeres que van a competir con ella por el puesto. Comienza una lucha por parte de Raquel enfrentándose a ellas. Se sabe unida a la familia por un trabajo que le pertenece y que no va a dejar que se lo arrebaten. Frente a estas mujeres va viendo que el poder que ejerce se le puede escapar. No encuentra soluciones para ella que no es capaz de adaptarse, así que pelea con desproporción y gana, aunque tras la batalla sigue sin poder mitigar su propio conflicto emocional. Es la llegada de Luci (Mariana Loyola) la que lo cambia todo. Ella es diferente, no se deja vencer y le ofrece una comprensión que Raquel necesitaba. Se cuela la alegría en la película que lentamente se va contagiando y trasladándose a todas las imágenes.

La película se sostiene interpretativamente en el gran papel que realiza la actriz Catalina Saavedra, que transmite generosamente el mundo interior de su personaje con gran eficacia y con cierta parquedad en sus gestos. Son sus ojos, tal vez, los que llenan la pantalla para inquietar. Su excelente guion, con una buena estructura narrativa, consigue crear una película estupenda que engancha y entretiene. Con algún altibajo, claro, pero ingeniosa y que sabe introducir con acierto el sentido del humor, incluso en las situaciones más desesperadas. Ver a otros aprendiendo a vivir, a romper su cascarón, resulta siempre interesante. A pesar de que la historia puede resultar a priori algo lenta o introvertida, La nana se podría describir contrariamente como una película ágil. Tal vez sea la magia de una música festiva y alegre la que produce esa sensación y la que nos permite ir escapando de los agobios interiores de su protagonista, tal vez el sentido del humor, tal vez que siempre llegan las sonrisas y domina el optimismo.

Nader y Simin, una separación, ponerse en el lugar de quien juzga

Cartel del cortometraje Nader y Simin, una separación
Cartel del largometraje Nader y Simin, una separación
Tal vez Nader y Simin, una separación, del iraní Asghar Farhadi, haya sido la película del año pasado a nivel mundial; quizá solo The artist le haya podido hacer algo de sombra, aunque no en su profundidad. La vida es compleja, está llena de decisiones, de prejuicios, de poner condiciones y de juzgar su nivel de incumplimiento. Nader y Simin, una separación nos habla de tejer la verdad para sostenerla con esos parches y mantenerla sobre ese tinglado con el que la defenderemos con cabezonería.

Simin (Lila Hatami) pide la separación a Nader (Peyman Moaadi), porque quiere irse del país para que su hija pueda tener un futuro diferente y con más oportunidades, más occidental si se quiere decir así y con mayor grado de libertad, lejos de esta sociedad iraní que cada día se va volviendo más intolerante. Aunque ella se ha acostumbrado a esta vida, no quiere ese mundo para su hija. Nader no se lo plantea, su única opción es quedarse y se apoya para ello en la enfermedad de su padre. Su obligación como hijo es cuidarle, siente que no puede dejarle. En realidad es una excusa, quiere seguir con su misma vida sin cambios, sin problemas de los que toda su vida ha huido. Pero las novedades se producen aún en contra de su voluntad, cuando Simin se va de casa todo se le hace diferente. Su hija está más taciturna y a él, con su trabajo, no le queda tiempo para ocuparse de todo. Es así como contrata a una persona que se encargue de los cuidados del padre y la casa, que sustituya en cierta manera el trabajo que venía haciendo Simin en el hogar. Y surgen los problemas que vienen dados por lo que no se cuenta y por las situaciones personales. Razieh (Sareh Bayat), la mujer contratada, tiene una vida difícil, con pocos recursos económicos y mucha escasez. Razieh está llena de secretos, de cosas que se calla para evitar los obstáculos, en el fondo usa las mismas estrategias que Nader. Razieh no le ha dicho nada a su marido de este trabajo, así que lo emprende sin su consentimiento.

Y surge el accidente, la catástrofe, donde cada cual juega sus cartas, escondiendo parte de la mano. Y vienen después los nervios. Es el juez quien debe determinar los hechos. Ese resulta el punto importante, donde el espectador va descubriendo que todos mienten, que cada uno ha construido su red de mentiras con las que defender y sostener su «realidad». Y lo hacen amparándose en que moralmente son inocentes y es el de enfrente quien tiene toda la culpa. Para ello tapan las pequeñas manchas que podrían enturbiar la sensatez de quien debe juzgar. Hacen como que son pequeños detalles sin importante que no varían lo sustancial. En el fondo señalan que los medios, la utilización de sus diminutas mentiras, están siendo justificados por el fin perseguido. Son inocentes con borrones, así que es mejor no mostrarlos no vaya a ser que alguien se despiste y tuerza por el camino erróneo. Ese juego con la mentira, esa maraña que se va tejiendo, crece. Surgen los enfrentamientos, la violencia y las manipulaciones psicológicas. Y la justicia que es ciega tiene que abrirse camino, descubrir la verdad tirando de los hilos y la experiencia. En realidad no hay nada nuevo, ante el juez se sientan a diario personas con las mismas intenciones.

Nader y Simin, una separación es una gran película, con un guion redondo, lleno de giros y bien tramado, que nos desnuda para ponernos al borde de un barranco obligándonos a colocarnos en la piel del juez, a querer descubrir lo que hay al fondo, lo que se calla y se tergiversa a propósito. Nos hace ser minuciosos y sobre todo responsables con la verdad, la única manera de ser justos.

viernes, 11 de mayo de 2012

La X Muestra de Cine y Trabajo hecha la vista hacia otras culturas

En la segunda jornada se proyectan los cortometrajes de David Muñoz Tres tristes tigres y La broma infinita, el documental Mercado de Futuros de Mercedes Álvarez y la película del japonés Yojiro Takita Despedidas

Fotograma del cortometraje Tres tristes tigres
Fotograma del cortometraje Tres tristes tigres
Este año, la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. ha querido potenciar los trabajos de varios cortometrajistas, así que las dos sesiones del día han estado precedidas por un corto de David Muñoz. En la de las siete de la tarde se proyectó Tres tristes tigres, un trabajo que su director confesó que había surgido por casualidad, mientras grababa otro corto en Bangladesh. Se cruzaba todo el tiempo con tres hombres que iban de un lado para otro. Le contaron su historia y decidió grabarles narrándola. Como quedaba poca luz solo pudo tomarles tres minutos a cada uno.

Suficiente para entender el drama humano que les acosa, pues su desgracia les ha hecho ser muy sintéticos. Tres tristes tigres es la historia de tres jóvenes que para salir de su miseria decidieron ir a ganarse la vida a Dubai, de cómo las promesas que les hicieron los contratistas locales no se cumplieron cuando llegaron allí y lo que les quedó es un deuda imposible de pagar. La mirada de los tres hombres desde la pantalla nos escuece por su verdad; sus palabras bastan para contar una historia que se repite con frecuencia. En Bangladesh, seis millones de personas son seducidas para ganar dinero en otros países, pero van sin contrato alguno porque su gobierno no se encarga de canalizar esta riada de gente. Es la tragedia del engaño, las promesas de una vida mejor y la realidad que va dejando seres rotos a su paso. Un trabajo cinematográfico impresionante que conmueve.

En la segunda sesión, la de las nueve de noche, se proyectó el corto documental La broma infinita, un recorrido por el mundo -el desarrollado y el subdesarrollado- para intentar entender de qué depende la economía y esta crisis. Distintos hombres nos cuentan su situación tras la crisis: sus deudas que les agobian, el medir cada una de las compras que realizan, el hacer más horas y la dificultad de poder seguir ahorrando. Todos son trabajadores en un mundo desigual, todos escucharon alguna vez el cuento de poder convertirse en ricos, oyeron hablar del estilo de vida y de que el dinero es lo que más importa. Entre esas voces, guía al espectador la de un narrador que va haciéndose preguntas, ahondando en las contradiciones que escucha, los puntos débiles de esas reflexiones, y cuestionándoselo todo. ¿De quién es la culpa?, ¿somo víctimas o culpables?

La broma infinita nos dice duras verdades que no nos gustará nada oír. Nos pone frente a la realidad, nos obliga a mirarla sin levantar la vista. y nos descubre que el pensamiento único hace tiempo que nos durmió la conciencia. No nos deja ser condescendientes.

Mercado de Futuros, solo mirar el mundo a nuestro alrededor

Cartel del largometraje Mercado de Futuros
Cartel del largometraje Mercado de Futuros
Dice Manuela Temporelli, directora de la Muestra, que Mercado de Futuros es un viaje seco, gris y humano, como nuestra propia realidad. No sé equivoca. La realidad es que Mercedes Álvarez, su directora, nos propone un documental difícil, contemplativo en exceso y sin apenas apoyos para el espectador. Mirar el mundo tal vez sea así. Luego viene lo de sacar conclusiones, algo tan personal que parece como que la directora no haya querido entrometerse. Hay un presente y un pasado, y cada uno de ellos tiene su ritmo. El presente está hecho de futuro, el pasado de memoria, de recuerdos que parecen que ya no valen nada, que se quedan perdidos sobre una manta en el puesto de un chamarilero cualquiera.

Lo moderno nos ha robado el tiempo y el lenguaje. A cambio se ha inventado ferias internacionales, una serie de términos vagos que apenas significan nada y la vida exprés reglada por la velocidad y el poco tiempo para uno mismo. En Mercado de Futuros vemos a vendedores inmobiliarios torpes, que apenas dominan el lenguaje pero que saben como hacer crecer tu dinero, a gurús del management que hacen que todo suene a secta cuando explican de qué forma un directivo debe tomar las mejores decisiones -las que más le llenan el bolsillo-, a brokers acelerados que se enfadan cuando no sale adelante una operación por la indecisión del comprador. Lo moderno es oferta, sueño, quimera. En contraposición asistimos al trabajo de antes, al que se hace con las manos y sobre objetos reales -nada de números, posibilidades, inversiones…-. Vemos desmontar todos los enseres de una casa, los recuerdos de una vida que se van embalando para introducirse en un único camión en el caben todos ellos. Observamos con detalle un puesto en un rastro. Miramos cultivar una huerta, con sus descansos a la sombra, mientras pasan los trenes.

Quizá lo más interesante sea la contradicción entre una sociedad mercantilizada que comercia con todo y un hombre mayor, cargado de pereza, que ya no quiere vender nada en su puesto del rastro, porque, dice, si vendes algo deja de ser tuyo, y porque además sólo le preocupa lo que será de él cuando se muera.

Despedidas, creer en nuestro trabajo y hacerlo bien

Cartel del largometraje Despedidas
Cartel del largometraje Despedidas
Despedidas, del director japonés Yojiro Takita, es una de las películas más interesantes del cine que nos llega de aquel país. Con un tono amable y con ciertas pinceladas de humor, nos va describiendo el cambio laboral que debe afrontar su protagonista. La orquesta en la que toca el violonchelo Daigo Kobayashi se disuelve por falta de dinero y debe emprender otro camino, buscar otra profesión. La encuentra, y en cierta manera la esconde, pues no se trata de un trabajo del que la gente quiera oír hablar: despedir a los seres queridos que se van antes que nosotros. No es un trabajo agradable desenvolverse entre cadáveres y quizá no sea fácil entender a quienes lo desempeñan.

Despedidas nos muestra al maestro que enseña al discípulo para que éste llegue a estar preparado. Lo hace con pocas palabras, con confianza y dejándole su espacio y su tiempo. Vemos el camino de aprendizaje que emprende el protagonista y cómo va asumiendo su carga con la experiencia. Ese proceso es el mismo que enseña a querer una profesión que no se ha elegido por vocación pero para la que quizá estábamos predestinados. La película busca transmitir el entendimiento de la dignidad que todo trabajo encierra y sobre todo a interiorizar la necesidad de llevarlo a cabo. Ese cambio de enfoque nos descubrirá la profesionalidad, es decir, el gusto por hacer bien el trabajo, que nos lleva a las pequeñas satisfacciones personales y a que un día nos sintamos orgullosos con lo que hacemos. De esta forma, Despedidas nos conduce de la casualidad al cumplimiento de un destino, aceptándolo con toda la dignidad que se merece. Aparecen en la película profesiones que no se valoran, pero que son un invisible sostén de la comunidad. Es cierto que habla de los lazos que unen la vida con la muerte, de sus ritos, pero más aún de los vínculos que unen a las personas, de lo que encontramos en cada una, de lo que dejamos en ellas, de quienes nos ayudan y nos hacen la vida un poco más sencilla en los peores momentos.

El sentido de la familia, la propia y la laboral, está presente en todo momento, incluso cuando falta. Es una película costumbrista, que cuida los detalles de la cotidianidad en zonas rurales del Japón. Nos cuenta la vida que ocurre en ellas, a su ritmo, con la distancia que marca el protocolo, sus comidas, las estufas que utilizan, las nevadas… Y de esa aparente frialdad, Yojiro Takita va realizando una película llena de fuertes emociones. Lo hace a pinceladas, con tiempo, recurriendo a una fotografía hermosísima y asentándose en la construcción psicológica de una sociedad con valores ancestrales. El resultado es una película maravillosa.

jueves, 10 de mayo de 2012

Se inaugura la muestra de cine más comprometida con la clase obrera

El cortometraje Pecera de Carlos Bouvier y el largo 5 metros cuadrados de Max Lemcke inauguran la X Muestra de Cine y Trabajo para contarnos lo fácil que es quedarse sin trabajo y sin casa

Cartel de la X Muestra de Cine y Trabajo de la Fundación Ateneo 1º de Mayo de CC.OO.
Díptico de la X Muestra de Cine y Trabajo y el V Certamen de Cortometrajes Express que organizan la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO.
Manuela Temporelli fue la encargada de romper el hielo en la inauguración de la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. Tomó la palabra para presentar la Muestra y la selección de este año. Recordó que el cine es una lente que nos acerca a la realidad, en este caso nos aproxima el mundo laboral. Nos avisó que entre las películas de la selección veríamos el dolor, la discriminación y muchos más adjetivos que les ocurren a diario a los trabajadores; pero también que encontraríamos historias de crecimiento personal. El cine nos sirve para tomar conciencia de la situación en la que vivimos. Señaló que este año se han producido varios cambios. El primero ha consistido en separar la Muestra de Cine y Trabajo del Certamen de Cortometrajes Express. También se han incorporado cortometrajes fuera de competición en todas las sesiones, buscando ser así una red de visionado de este tipo de trabajos. Después agradeció a Alberto Leal y Miguel Ángel Escudero la selección y obtención de las películas para su proyección en la Muestra. No quiso despedirse sin hablar de la actividad de la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo y su recorrido para ir llevando la cultura a los ciudadanos.

Por su parte, Francisco Naranjo, secretario de Comunicación de CCOO de Madrid y miembro de su Comisión Ejecutiva, enumeró algunos números de la Muestra, como sus 120 películas estrenadas a lo largo de estos diez años. Informó que al V Certamen de Cortometrajes Express se habían presentado 21 participantes. Señaló que ambas iniciativas son una apuesta del sindicato por la cultura y que sirven para ofrecer una mayor conocimiento de la crisis y de los problemas que acucian a los trabajadores. Destacó que todas ellas son películas comprometidas con la clase obrera. Quiso hablar de las movilizaciones contra los recortes en las que CC.OO. está profundamente implicado, organizando y participando activamente en ellas porque es necesaria para la clase obrera el que dichos recortes y medidas sean revertidos. Recordó la próxima jornada de huelga en la enseñanza del próximo 22 de mayo. También indicó que desde Comisiones Obreras se anima y apoya las marchas del 12-M. Habló de la actualidad, como el vergonzoso asunto del juez Carlos Dívar o la casualidad de que la cantidad de dinero público necesario para salvar a Bankia coincida con la de los recortes a la Sanidad y la Educación.

Pecera, el corto más reivindicativo del año

Cartel del cortometraje Pecera
Cartel del cortometraje Pecera
Manuela Temporelli presentó a Carlos Bouvier, el director de Pecera, señalando que el cortometraje esta «dedicado a todos los trabajadores que se dedican a robar a otros trabajadores». Bouvier explicó que el corto parte de una experiencia laboral real que vivió en sus propias carnes. El único objetivo de quienes le despedían era que firmase un despido claramente improcedente. No lo hizo y gracias a eso el corto está financiado con el dinero de aquel finiquito, convirtiendo así una situación injusta en cine. En realidad, explica, el corto es una venganza y una victoria personal.

Ambientado en una empresa de trabajo temporal, Pecera es un corto impactante, que capta al espectador con fuerza y que le va llevando de un punto a otro para hacerle ver la realidad de una motivación empresarial que deshumaniza a las personas. Somos números que representan ganancias o pérdidas, un mero balance contable para quien toma las decisiones que nos atañen, las que nos pueden dejar un día en la calle y sin trabajo. Los mandos intermedios han dejado a un lado los sentimientos para simplemente aplicar sus cálculos orientados a minimizar el coste, manejando personas como si fueran fichas. Se extrema la formación para despedir en los departamentos de Recursos Humanos. Se engaña por norma, sin remordimientos, ocultando al trabajador sus derechos y hablando de que las cosas son así, que no hay otra opción. Así son los nuevos parámetros empresariales, donde el trabajador es siempre prescindible y resulta fácil encontrarle un recambio.

Para quienes no pudieron asistir a la proyección siempre les quedará la oportunidad de ver Pecera en internet, donde el propio director ha colgado el vídeo.

5 metros cuadrados, la vida soñada que explota como una burbuja

Cartel del largometraje 5 metros cuadrados
Cartel del largometraje 5 metros cuadrados
5 metros cuadrados, del director Max Lemcke, es el largometraje elegido para abrir la X Muestra de Cine y Trabajo. No es una película intrascendente, todo lo contrario, nos narra un camino de caída en picado para el que no hay remedio posible. Hundidos por la fatalidad y la incapacidad de levantarse ante la injusticia.

Una pareja joven comienza a hacer sus planes de boda. Llevan mucho tiempo de novios, así que deciden comprar un piso sobre plano y a las afueras de una gran ciudad. Con todos sus ahorros, a los que se han sumado los de sus suegros, logran pagar la entrada y meterse en una hipoteca a cuarenta años. Cuando tan sólo faltan unos meses para la entrega de los pisos, se paran las obras y se precinta la zona. Así arranca 5 metros cuadrados, una película que nos muestra la angustiosa búsqueda de una solución para conseguir tener su casa y la vida que siempre habían soñado en ella.

A su manera, la película nos habla de la imposibilidad del amor, o la fraternidad, en los tiempos de la especulación, de como nos consumen los nervios cuando somos víctimas, de la impotencia absoluta por resolver una situación tan perdida de antemano como injusta. Los problemas son personales, nunca hay un gobierno ni un estado que se preocupe de proteger al desvalido frente a la avaricia del poderoso, ese que con su dinero ha comprado voluntades y que después se lo niega a quien se lo debe. Al ciudadano medio, cuando le engañan, le toca comerse su rabia y buscar pequeñas tretas para llamar la atención y recuperar una pequeña parte de lo comprado y nunca disfrutado. 5 metros cuadrados nos habla de las luchas en pequeños grupos que no van a ningún lado, de los que se rinden, de los que se conforman, de los que se caen agotados porque no pueden más y de los que siguen peleando individualmente dentro de una espiral que se les ha descontralado, resquebrajados por dentro y con la vida ya perdida. Es la historia de una tragedia cotidiana, que florece a diario a nuestro alrededor, de una pesadilla demoledora que traza una infranqueable línea entre los poderosos y los demás.

La película de Lemcke también nos habla de ese sueño de la normalidad, de decirse a uno mismo propietario cuando se compra un inmueble y de regodearse del dulce sonido que esa palabra produce en los propios oídos, como si se hubiera alcanzado un nuevo estatús. Es la realidad del querer llegar y no poder la que, sin prisas, nos espera al otro lado. Un duro aviso de que nos podemos quedar sin nada porque los sueños son frágiles y se rompen a diario. No nos engañemos, la mala suerte se ceba siempre con los mismos y la crisis la terminan pagando los más débiles, los desprotegidos.

Excelente el reparto donde brillan sus dos protagonistas, Fernando Tejero y Malena Alterio, perfectos paradigmas de la clase trabajadora. La cara de la especulación y el poder local aliado la ponen con crudeza Emilio Gutiérrez Caba, Manuel Morón y Secun de la Rosa, un acelerado ejecutivo muy alejado de los papeles a los que nos tiene acostumbrados. También sobresale Jorge Bosch, en el papel del inconformista en este mundo que le ha tocado vivir.

martes, 8 de mayo de 2012

Estreno de Despidiendo que es gerundio

Parte y Amalgama produce su segundo largometraje

Despidiendo que es gerundio (Cartel: Toni Gutiérrez, Fotos: Coque Couto)
Despidiendo que es gerundio (Cartel: Toni Gutiérrez, Fotos: Coque Couto)

Este sábado 12 de mayo, a los 21:00 horas, en el Auditorio Marcelino Camacho de CC.OO., se proyectará Despidiendo que es gerundio, mi segundo cortometraje. Será dentro de la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo en el pase de los ocho cortometrajes finalistas del V Certamen de Cortometrajes Express. Tras el pase, los asistentes votarán para elegir el Premio del Público.

Despidiendo que es gerundio es una pequeña caricatura de nuestros días, donde, tras la reforma laboral, despedir a un trabajador se ha vuelto muy sencillo. Pero siempre hay casos más complicados.

     Título: Despidiendo que es gerundio
     Director: Vier Castellanos
     Año y país de producción: 2012, España
     Producción: Parte y Amalgama
     Duración: 4'

     Equipo artístico:
          Emilio Linder
          Rocío Mostaza
          Jesús Monroy

     Equipo técnico:
          Vier Castellanos (Guion y Dirección)
          Álvaro Gómez (Montaje y Ayudante de Dirección)
          Mariano Izquierdo (Dirección de Fotografía)
          Agustín de la Fuente (Sonido)
          Juande García Aroca (Script y Ayudante de Producción)
          Coque Couto (Foto Fija)
          Toni Gutiérrez (Diseño Cartel)

     Agradecimientos: Felipe García, Manuela Fernández, Knowdle y Matadero Madrid

Os espero a todos.

lunes, 7 de mayo de 2012

Arranca la X Muestra de Cine y Trabajo

La muestra se desarrollará durante los días 9, 10, 11, 12 y 13 de mayo de 2012

Cartel de la X Muestra de Cine y Trabajo de la Fundación Ateneo 1º de Mayo de CC.OO.
Cartel de la X Muestra de Cine y Trabajo de la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO.
El próximo miércoles 9 de mayo comienza la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. Su intención es la de proyectar una selección de trabajos cinematográficos recientes que abordan la temática laboral y el mundo del trabajo desde distintas perspectivas y con cierta profundidad. Las proyecciones tendrán lugar en el Auditorio Marcelino Camacho de CC.OO. que se encuentra en el número 40 de la madrileña calle Lope de Vega. El precio por sesión será de 3 euros salvo la inauguración y el V Certamen de Cortometrajes Express, jornadas ambas de entrada libre hasta completar el aforo.

Durante la muestra se proyectarán las películas 5 metros cuadrados (Max Lemcke, España, miércoles 9 de mayo a las 19h., inauguración), Mercado de futuros (Mercedes Álvarez, España, jueves 10 a las 19h.), Despedidas (Yojiro Takita, Japón, jueves 10 a las 21h.), La nana (Sebastián Silva, Chile, viernes 11 a las 19h.), Nader y Simin, una separación (Asghar Farhadi, Irán, viernes 11 a las 21h.) y Amador (Fernando León de Aranoa, España, sábado 12 a las 19h.).

Durante la muestra y antes de cada pase de la película, se proyectará un cortometraje de producción española. La programación incluye los siguiente cortos: Pecera (Carlos Bouvier, miércoles 9 de mayo a las 19h., inauguración), Tres tristes tigres (David Muñoz, jueves 10 a las 19h.), La broma infinita (David Muñoz, jueves 10 a las 21h.), Noches largas (Manuel Martín Parra, viernes 11 a las 19h.), E.R.E. (Javier Marco, viernes 11 a las 19h.), Je Déteste (Juan Manuel Aragón, viernes 11 a las 21h.) y Teniendo en cuenta (Paco Salvatierra, sábado 12 a las 19h.).

En el marco de la Muestra de Cine y Trabajo se proyectarán los finalistas del V Certamen de Cortometrajes Express, un concurso único de cortometrajes, donde se debe rodar y editar un corto de cuatro minutos sobre temática laboral en 48 horas. Para garantizar que todos los participantes lo hacen en el fin de semana que indican las bases el viernes se entrega a los participantes un objeto que deben incluir en el corto y que ellos desconocen a priori. Este año, el objeto ha sido un sobre. El jurado valorará los ocho finalistas para otorgar un Primer Premio dotado con 1.000 euros, un Segundo Premio con 700 euros y un Tercer Premio con 500 euros, así como dos menciones especiales, sin dotación económica, al mejor guion y a la mejor interpretación. Finalmente los espectadores elegirán mediante votación el Premio del Público. Los ocho finalistas seleccionados este año son los cortometrajes Hace 60 años, 14 28 35 54 77, Todo está en su sitio, La caja, Ministerio de asuntos chungos, Despidiendo que es gerundio, Nuevo talante y Hefesto, trabajos todos que se proyectarán el sábado 12 a las 21 horas.

La muestra se cerrará el domingo 13 con la gala de entrega de premios del V Certamen de Cortometrajes Express que comenzará a las 19 horas.

viernes, 4 de mayo de 2012

El chico de la última fila, los oscuros caminos del aprendizaje

Un texto inquietante de Juan Mayorga que nos refleja como sociedad contemplativa y saciada que somos


Viernes 4 de mayo de 2012. Sala Cuarta Pared. Madrid

Cartel de la obra de teatro El chico de la última fila
Cartel de la obra de teatro El chico de la última fila
En septiembre de 2010, el actor Miguel Lago Casal se lanza a la producción teatral y funda la compañía La Fila de al Lado, que quiere buscar una individualidad teatral dentro de la creación independiente. En cierta manera, la aparición del Centro Social Autogestionado La Tabacalera de Lavapiés produce el impulso que ha propiciado esta aventura. Escogen para iniciar la andadura el texto de Juan Mayorga El chico de la última fila, una obra que subraya el nombre de la compañía y que en su opinión aúna riesgo, contemporaneidad y sueño, máximas que comparten en La Fila de al Lado. Con la complicidad entre compañía y autor surge la maravillosa puesta en escena de la obra que aún se puede disfrutar en la Cuarta Pared.

¿De qué habla El chico de la última fila? De muchas cosas, o de pocas, según se mire, pues en el fondo todo está en la mirada de quien observa. Cualquier historia cambia dependiendo del punto de vista que adopta quien se encarga de contarla, así Moby-Dick sería una novela diferente si su narrador hubiese sido el capitán Ahab. De la misma forma, el espectador, en toda función, aplica su experiencia, su conocimiento y la forma de mirar el mundo que tiene para transformar lo que recibe y asimilarlo según sus propios parámetros. Un punto de partida como éste suena arriesgado y complejo, nada más alejado de la realidad. El chico de la última fila engancha desde el principio, con humor y retranca, para ir pasando de ese estado a la fascinación por una historia seductora y por lo que va quedando en sus bordes, lo que nos toca a cada uno. El chico de la última fila convierte primero al espectador en un mirón y luego le hace sentir consciente de esa circunstancia.

Quizá su tema principal sea el de los vínculos forjados en la etapa de enseñanza, entre un alumno y su profesor. En lo estudios oficiales el tedio se va asociando a las clases, convirtiéndose en una especie de polvo que las va haciendo caducas e inútiles. Aparece la desmotivación en el docente cuando se instala en su cabeza la idea de que ya no va a encontrar pupilos con interés en aprender y empieza a sentir la repetición del mismo curso un año tras otro de su vida. A Germán (Miguel Lago Casal), el profesor de literatura, le ocurre eso, hasta que mirando un trabajo de redacción de sus alumnos descubre a Claudio (Samuel Viyuela), el chico callado que se sienta en la última fila, quien de pronto se ha mostrado como una persona imaginativa e interesante. La perspectiva del maestro cambia, contagiado comienza a verse reflejado en el alumno, a establecer una hoja de ruta, la misma que, sin embargo, a él le condujo al fracaso cuando intentó el mismo camino. Con esos intereses comunes y desde la añoranza de uno y la rebeldía del otro, de quien experimenta, se van afianzando en Germán las ganas de orientar, de volver a ejercer otra vez como guía, de enseñar para que Claudio pueda ir más allá, a dónde él no supo llegar. Y en ese camino se encuentra seducido, en el sentido intelectual, por las historias, que de forma dosificada, le va contando el alumno. Es el duelo entre quien ya ha visto demasiado frente a quien está aprendiendo a mirar. Y extrañamente, de pronto, los dos están llenos de curiosidad.

Miguel Lago Casal y Samuel Viyuela en una escena de la obra El chico de la última fila
Miguel Lago Casal y Samuel Viyuela en una escena de la obra El chico de la última fila
Germán juega a impartir teoría y Claudio a responder con la práctica para demostrar los múltiples ángulos de cualquier pequeño detalle, los que se escapan siempre a la teoría prefijada. En ese proceso, esa supremacía en la relación alumno-maestro va cambiando de lado, pues a veces la realidad lleva a un punto en que los maestros ya no tienen nada que enseñar a los discípulos y se deja de saber quien manipula realmente a quien. También aplica, por extensión, a la relación entre padres e hijos, otro tema que se refleja en la obra donde vemos perfiles de padres-amigos o simplemente ausentes. ¿De qué ética van a hablar a sus hijos cuando los mayores se hacen conscientes del mundo que van a dejar en herencia?, ¿qué valores puede enseñar una sociedad donde el triunfo es siempre a costa del sacrificio de los otros? Es el desencanto que produce la burguesía, lo que Claudio describe como el olor de la clase media, un perfume rancio y sin profundidad. Claudio lo mira con distancia y sin embargo está en esa edad en la que sus decisiones le permitirán escapar o caer de lleno en una vida similar a las que ve.

La ficción se va colando en la historia de Claudio, un conjunto de redacciones que cada día se van haciendo más ambiciosas, que se van enfocando como una gran novela. Una ficción tan presente como la propia realidad que se pretende con la transcripción de los diálogos que van tomando protagonismo para dejar a un cierto lado las opiniones del muchacho-autor. Todos los personajes van cobrando vida, tomando sentido y construyendo sus propios conflictos que dan coherencia al conjunto del texto. La mirada desde la última fila, aquella desde la que se ve al resto de la clase sin que ellos te vean, se hace más profunda a medida que va hurgando en las heridas que va viendo.

El chico de la última fila es también una clase magistral de cómo construir la literatura -o la dramaturgia si queremos extrapolar, pues en realidad sirve para contar cualquier historia-, algo que se nos va dando en pequeñas lecciones: el abuso de la caricatura no se puede utilizar sin ton ni son, hay que ser original, resultar veraz, realista incluso, reflejar seres humanos que resulten verdaderos, se dibujará el conflicto de cada uno de los personajes y se ahondará en su propia esencia, se evitará la manipulación sentimental del lector y se confiará en él dejándole un espacio para que pueda completar los huecos que quien escribe va dejando, se huirá de lo vacuo, se buscará siempre lo universal, el arte deberá tener un fin que irá más allá de la mera estética… Una clase aplicada, pues cada uno de esos conceptos está presente en la construcción de la obra, del primero al último.

También la filosofía y las matemáticas encuentran su espacio. La primera para hacernos preguntas, reflexionar sobre ellas, sobre nosotros y cambiar el punto de vista; para preguntarnos por lo que es moral. Las matemáticas, sobre todo, sirven para encontrar las soluciones.

Sorprende la puesta en escena, un escenario sencillo formado por pupitres que delimitan un espacio que se convierte en muchos otros, sobre ellos y a los lados. Esta propuesta espacial y que los actores pasean sobre este escenario en todo momento, independientemente de si participan en la escena o son simples fantasmas en su devenir cotidiano, obliga al espectador a llevar su vista de un lado a otro, descansando sobre aquel personaje que más le inquieta en cada momento. Para enfocar su atención surgen ocho lamparillas (2 de pie , 1 de mesita y 5 flexos) que iluminan una parte y dejan en sombras el resto, captan la atención y sirven de telón que separa las escenas o la acción dentro de ellas. Es una luz que más bien insinúa, que no pretende ser absoluta.

Pero si texto y escenografía son impresionantes, más brillantes aún resultan los actores. Samuel Viyuela encuentra el tono perfecto de su personaje, lo lleva con la voz, con una economía de gestos y con un cierto aire retraído que de pronto, cuando lo necesita, avanza veinte pasos. Juega a esconder su realidad, esa inteligencia que le permite mostrarnos pequeños rasgos de jovencito un tanto retorcido. Miguel Lago Casal borda su papel de profesor que lo sabe todo pero que no ha llegado a ningún sitio. Es enérgico y a la vez se tambalea ante las opiniones de su mujer, sin perder un ápice de la fuerza de su personaje. Olaia Pazos interpreta a Juana, la mujer de Germán, y su papel nos asienta en lo sustancial de la realidad y nos guía con sus consejos que parecen ser los únicos que tienen sentido, aunque no sepa aplicárselos a sí misma.

Hay algo de Las mil y una noches en la obra, pero también una historia sobre el placer que se experimenta al asomarse sobre las vidas de los demás, a violar una intimidad para encontrar un secreto más oscuro que nos explica a cada uno. Abre así un juego narrativo que siempre se va resbalando con lentitud por el filo de lo inmoral, emprendiendo una senda que va haciendo cambiar al espectador, que sin darse cuenta, de pronto se ha visto inmerso en un realidad obsesiva de carácter enfermizo, como si todo se le hubiera escapado de las manos. Son los riesgos de andar confundiendo la vida con la literatura. El de Mayorga es siempre un teatro que mancha, que obliga a tomar decisiones, a pensar y a encontrar en uno mismo los huecos y las inconsistencias. Nadie sale tan inocente como entra, pues ha asistido a un proceso de desmenuzamiento de cada uno de los personajes: lo humano, lo grandioso y lo mezquino ha estado expuesto sobre una mesa para nuestra contemplación.

A modo de pequeño anecdotario: Juan Mayorga fue profesor de secundaria, como lo es Germán, ese hombre al que vemos al principio de la función corrigiendo las redacciones escritas por sus alumnos. En su caso impartía Matemáticas. No es la única coincidencia personal del autor con la obra, Mayorga es licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía, dos asignaturas que también aparecen en el texto de la obra, pues son las clases en las que los dos alumnos, Claudio y Rafa, intercambian su ayuda para poder estudiarlas juntos.

Hay sin embargo otra parte de la formación de Mayorga que no se vislumbra en la El chico de la última fila, su formación como músico que le ha llevado a componer once sinfonías.