domingo, 22 de abril de 2012

Miel de naranjas, la postguerra desde una oficina de justicia militar

Festival de Málaga Cine Español. Sección Oficial.

Cartel de la película Miel de naranjas
Cartel de la película Miel de naranjas
Miel de naranjas era una de las películas de la Sección Oficial que más expectación previa había levantado en el Festival de Málaga Cine Español. La dirige Imanol Uribe y cuenta en el reparto con actores de la talla de Eduard Fernández, Ángela Molina y Karra Elejalde. No son los protagonistas, pero ellos se encargan de construir, junto con Carlos Santos, José Manuel Poga, Bárbara Lennie y Nora Navas, el ambiente de la película y suyos son los mejores momentos del film.

Uribe quería hacer una película sobre la lucha antifranquista, clandestina y urbana de los años cincuenta en España, intentar entrar en la mente de un muchacho que va descubriendo los horrores cotidianos que la represión franquista va dejando a su alrededor, asistir a ese momento en que algo se le debe remover en el estómago como toma de conciencia y ver su respuesta decidida dando el paso al frente. Para ello se ha ayudado del excelente guion de Remedios Crespo con el que la autora ganó en 2009 el Premio Julio Alejandro por unanimidad. En aquel concurso, Imanol Uribe era uno de los jurados. Allí se quedó la historia, hasta que Enrique González Macho le llamó para ofrecerle la dirección de la película. Miel de naranjas nos habla del poder arbitrario de quien pone la patria y sus ideas fascistas por encima de todo, tan arriba que legitima cualquier atrocidad y que además las convierte en cotidianas. La vida vale poco si uno es rojo, todo se justifica para ir contra él, contra su vida, contra sus posesiones. Así era la justicia de Franco y sus militares. No les temblaba la mano a la hora de acusar de delitos falsos y condenar sin pruebas a personas durante las farsas judiciales de aquella época, donde solo buscaba exterminar a quienes cometieron el pecado de pensar de una forma diferente a la de ellos.

Sobre el guion, cuenta Remedios Crespo que su semilla fue un relato de su padre, de ocho páginas, con el que se encontró un día revisando papeles viejos. Su padre, trabajador en la Administración de Justicia desde 1942, contaba en aquellas páginas su historia en el penoso destino que tuvo como mecanógrafo del Juzgado Militar Especial de Sevilla en 1951. A partir de ahí, Remedios Crespo, comenzó un trabajo de detective para bucear en sus orígenes. Aunque el resultado final no es un hecho biográfico, si que lo ha escrito con la mayor verdad emocional para retratar un instante de nuestra historia y traer a la memoria algunas de las injusticias cometidas en la postguerra desde los poderes políticos y con total impunidad. Cumple bien su objetivo de enseñarnos aquella realidad para que tomemos conciencia de la misma. Crespo nos descubre sus intenciones con la película al decir: «si no sabemos de dónde venimos, probablemente nunca sepamos quiénes somos».

El equipo de la película Miel de naranjas posa en el Photocall
Parte del equipo de la película Miel de naranjas durante la Rueda de Prensa (Foto: Toni Gutiérrez)
El guion es de gran riqueza y aporta un conjunto de metáforas que la cámara convierte en potentes imágenes poéticas. Así ocurre, por ejemplo, con el significado de las naranjas que cuida en su cesta el personaje que interpreta Ángela Molina y cuyos primeros planos llevan al espectador hacia el pasado. También resulta muy positivo el posicionamiento de la película que no elude un compromiso con las ideas antifranquistas y que va separando dos Españas, la de los buenos y la de los malos. Sin embargo, su tratamiento termina pareciendo un tanto frío, como alejado por la distancia de los años, como mirar una fotografía a la que ya no le queda nada de alma.

Miel de naranjas es una película con un gran reparto y con unas excelentes interpretaciones, sobre todo en el lado militar, especialmente las de Eduard Fernández, Karra Elejalde y Carlos Santos que consiguen construir personajes rotundos y consistentes y que a la vez nos muestran los mecanismos del régimen. A los jóvenes Blanca Suárez e Iban Garate aún les falta para poder encarar con brillantez un protagonista de la profundidad que esta historia merecía. Como curiosidad del reparto añadir que el productor de la película y director de la Academia, Enrique González Macho, tiene un pequeño papelito en ella.

Uribe ha querido distanciarse de otras películas que tienen de fondo la Guerra Civil y la postguerra con un tratamiento diferente. Si por lo habitual el cine nos muestra aquella época con un fotografía oscura, el director ha recurrido a todo lo contrario, la enorme luminosidad jerezana. La luz se cuela a raudales y nos permite enfocar con precisión para que no se quede oculta ninguna acción, ningún pensamiento, para que veamos el sudor pegajoso de los malos y los miedos del pueblo. Confiesa su director que contó con todos los medios que necesitaba y la verdad es que con ellos le ha salido una película impecable en lo técnico, estupendamente realizada, pero con algunos flecos que terminan pesando sobre ella.

Por ejemplo, ese afán por «purificar» el habla y sus acentos pensando que así resultará más entendible a nivel nacional, resta credibilidad a una historia que debe luchar por ella en cada fotograma. No se puede explicar de ningún modo que sus protagonistas no tengan acento, sino que hablen un castellano académico de «Valladolid» en mitad de Andalucía, diciendo que son de allí de toda la vida y que en sus pueblos han vivido siempre. El habla está ligada a la tierra y a los sentimientos, si amputamos sus rasgos sacrificamos veracidad y ponemos una distancia innecesaria con los personajes convertidos en actores que interpretan. A Miel de naranjas le ha quedado un sabor antiguo, un tanto rancio, sin apenas vida. Toda la magia de un trabajo bien hecho se pierde porque no logra contagiarse desde la pantalla al espectador. El resultado final es el de una película que va perdiendo fuelle por sus pequeños agujeros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vi la película y creo que este artículo la está sobrevalorando mucho. El tema y la atmósfera son muy interesantes así como el guión tiene momentos costumbristas de gran descripción. Por otro lado la técnica cinematográfica es muy pobre, la fotografía aún mas (sorprende la primera secuencia en el bar de oficiales donde el efecto "máquina de humo" ensucia todo el cuadro sin ningún sentido). La dirección de actores es floja por decir lo menos y la edición deja muchas secuencias sin ningún interés dramático o que muevan la historia hacia adelante. Del lado del espectador se agradece mucho un relato histórico que toque este tema con tanta eficacia, pero extraña la pobre técnica cinematográfica de los realizadores.

Javi Álvarez dijo...

Coincidimos en que no es una gran película, que pasa con más pena que gloria.