domingo, 1 de julio de 2012

Brindemos por la justicia social, para que se acaben las desigualdades

Interferències clausura la 9ª Muestra de Cine de Lavapiés con un canto a la conciencia ciudadana

Cartel de la película Interferències
Cartel de la película Interferències
La 9ª Muestra de Cine de Lavapiés volvió a trasladarse al espacio de la Tabacalera, esta vez para cerrar la edición de este año. Se despidió compitiendo contra el fútbol de la Eurocopa, en una lucha desigual que sin embargo no hizo demasiada merma en el público. La de Lavapiés es una de las muestras de cine más comprometidas con la sociedad e integrada con la forma de ser de un barrio con conciencia. Esa es su fuerza, la de dotar de argumentos a los que defienden otra cultura alejada de los grandes medios capitalistas, con poca financiación y con muchas ideas. Es el cine que nos muestra la realidad que está al alcance de cualquier mirada, pero que siempre nos esconden las televisiones.

Se proyectó primero el cortometraje María Nazaré, de Marta Drügg; un proyecto de varios erasmus en Lisboa sobre el valor de la mirada tolerante entre personas, de liberarnos de prejuicios para valorar lo que cada uno aporta a los demás.

Interferències, de Pablo Zareceansky, nació como un encargo del Observatori del Deute en la Globalització, una entidad que realiza un ejercicio de vigilancia desde la sociedad civil y sobre los gobernantes, los poderosos y todo lo que los ciudadanos no vemos en el día a día. Su intención era la de desarrollar un proyecto de investigación sobre cómo la deuda externa funciona de mecanismo de control en la economía y las políticas sociales de los países del Sur, mostrando los resultados de la investigación a través de un trabajo audiovisual. Se pensó como un documental, pero en aquel momento aparecieron varios trabajos de ese tipo que les llevó a plantearse mostrar su idea de otra manera, haciéndolo en forma de película de ficción. Planificaron los rodajes con tiempo y la casualidad les llevó a que a comenzar el 16 de mayo de 2011. Así qué mientras rodaban empezó a pasar todo: la sociedad giraba ante la estafa que llaman crisis, salía a la calle a demandar un mundo más justo y lo que parecía imposible sucedía. Como confiesa su director, la película estaba tan conectada con lo que estaba ocurriendo alrededor del 15-M aquellos días que les cambió el final y aprovecharon la energía de la calle para hacerlo.

Que el Norte interfiere en el Sur resulta una realidad constatada. Interferències apuesta porque la sociedad civil tome conciencia de las causas de la crisis global y de las desigualdades entre los dos hemisferios. Que esa toma de conciencia sirva para realizar una reflexión sobre quién mueve los hilos, genera deudas e impone recortes. No hay que mirar muy lejos para encontrarse con un Norte consumista hasta la exageración y un Sur rico en materias primas que sufre el expolio de las mismas por parte de las empresas transnacionales que solo buscan el máximo beneficio con la mínima inversión para crecer sin límites. A esto hay que sumar el apoyo de los organismos económicos internacionales que funcionan como mecanismo de opresión a través de sus ayudas al desarrollo que sólo producen mayor endeudamiento. El resultado no puede ser otro que el empobrecimiento constante del Sur, convertido sin solución en el basurero del Norte y con sus recursos naturales diezmados. Y todo sin que beneficie lo más mínimo a sus ciudadanos.

La película se plantea a través de la ficción de cuatro personajes que quieren construir una obra de teatro que hable de todos estos temas. Son conscientes de ellos y quieren verbalizarlos para producir una toma de conciencia en la sociedad. El teatro dentro del cine al que acude Interferències sirve para explicar el proceso de construcción de un mensaje rotundo contra una situación injusta: la forma en la que elegir lo que quieren explicar y cómo desean hacer esa denuncia. No les gustaría que sus textos puedan sonar pedantes, sino que los cuatro personajes intentan que su obra sea ante todo explícita, que diga con palabras llanas, con datos, que explique sin dar vueltas, sin metáforas que diluyan el significado. Quieren acudir a la esencia de los problemas.

Rodrigo García Olza en una escena de la película Interferències
Rodrigo García Olza en una escena de la película Interferències
En ese proceso de construcción de la obra de teatro, se le muestra al espectador los fragmentos que van proponiendo y descartando, interpretándolos como si de pequeñas performances se tratase. Algunos utilizan la ironía, otros el humor e incluso la pura realidad. Esas piezas nos describen la explotación infantil utilizada para bajar los precios de producción y de qué forma la emplean las marcas que lucimos, las muertes violentas de algunos intelectuales reivindicativos, los mecanismos con los que imponen las transnacionales políticas que les favorecen y sus consecuencias e incluso esa mentalidad occidental tan extendida que calma su conciencia diciendo que yo hago lo bastante por solucionar un problema general si me decido a ayudar a un único individuo. En realidad no se trata de sentirse culpable y apesadumbrado, eso no sirve si no tomamos el camino correcto para ejercer cada uno su responsabilidad.

Profundo y directo es el mensaje que nos dice que las democracias son en realidad el disfraz de una dictadura económica que hay tras ellas. Ese es el problema al que hay que enfrentarse. Este sistema capitalista puede ser legal, pero no es legítimo porque produce una división entre ricos y pobres, y además instaura la violencia contra el pobre como método con el que el rico perpetúa esa diferencia. Los motores del capitalismo son las empresas transnacionales que ya acumulan más fuerza que los propios estados. Así que ya sabemos qué intereses son los que representan verdaderamente nuestros políticos. Estas empresas promueven la corrupción, pues se benefician de ella, y convierten el trabajo en una forma de exclavitud y sumisión del pueblo.

El propio grupo de teatro presenta un espíritu muy 15-M. Los personajes discuten en grupo, elaboran propuesta, llegan a consensos y finalmente construyen su discurso entre todos, sin exclusiones ni quejas por lo fatigoso del camino. Ante el agotamiento de las palabras y tener que explicar lo ya explicado, la alternativa que toman los protagonistas con su obra de teatro es terminar representando el 15-M y la respuesta que dicho movimiento da a los problemas que les preocupan, formando parte de algo vivo y lleno de esperanza. Cierran así el ciclo: la palabra llama a la conciencia y ésta a la acción. Es hora de pedir que se redefina el modelo financiero desde un punto de vista local y no globalizado, y hacerlo con herramientas que ante todo sean justas. Es necesario que el pueblo recupere el poder, que se relance el papel de lo público y su interés se ponga por encima de cualquier otro que sea privado. Lo primero es cubrir las necesidades básicas de todos, acabar con las desigualdades, la injusticia y la pobreza. Es vital devolver la soberanía a sus legítimos dueños y arrebatársela a las élites financieras para rescatar el gobierno desde el pueblo y para el pueblo. El 15-M trabaja por una sociedad libre, construida con el esfuerzo colectivo de los individuos informados y activos. Lo hace transformándolo todo desde el dialogo, con asambleas y, poco a poco, con pequeños cambios. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros.

Me parece muy interesante la propuesta, esta forma traviesa de realizar un documental para informar y sin que lo parezca, desde una falsa ficción. Sin embargo me deja un regusto raro, esa pregunta que se me queda siempre flotando en la cabeza cuando acudo a un acto del 15-M y al salir me martillea diciéndome «muy bien, estupendo, pero ¿y ahora qué?, ¿cuál es el siguiente paso?». No me parece que baste con quedarse satisfecho tras escuchar un discurso, ni con encontrar a otros que piensan que urge cambiar esta sociedad. No es suficiente con dejar lanzado el mensaje y confiar en que llegue a difundirse sin saber muy bien como ocurrirá. Es como diseminar esporas sobre el viento y esperar a que se reproduzcan. Lo malo es que no sabemos si lo van a hacer, y en caso de que así sea desconocemos cuándo, dónde y de qué forma lo harán. No sé si el ser humano y la naturaleza pueden esperar tanto.

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