jueves, 4 de octubre de 2012

Cine en tiempos difíciles

El Festival de Cine de Madrid - Plataforma de Nuevos Realizadores cambia de sede para esta edición

Martes 2 y miércoles 3 de octubre de 2012. Sala Berlanga. Madrid

Cartel de 21 edición del Festival de Cine de Madrid - Plataforma de Nuevos Realizadores
Cartel de 21 edición del Festival de Cine de Madrid - Plataforma de Nuevos Realizadores
Comenzó un año más el Festival de Cine de Madrid - Plataforma de Nuevos Realizadores y ya van veintiuno. Éste es un año con muchos cambios: la sede principal pasa del Cinestudio del Bellas Artes a la Sala Berlanga, la clausura será en unos grandes cines -los Callao-, el café Galdós deja de ser el bar oficial que acogía las tertulias… Incluso el diseño del cartel nos habla de otro lenguaje, un tanto más alegre y festivo. Es lo que tienen las cosas que están vivas, que cambian, evolucionan y se transforman. Esa es la única manera de mejorar, asumir nuevas decisiones, aunque unas veces vengan obligadas por los tiempos que nos tocan y otras por una necesidad de progresar experimentando. Lo cierto es que todo el mundo comenta lo que ha ganado en calidad la proyección en la pantalla de la nueva sede.

La noche del martes se presentó a competición en la Sección Oficial de Largometrajes Enxaneta, de Alfonso Amador. Una historia contada con muy pocos elementos, como si para hacer cine bastara con una chica, una playa y un chico con el que enfrentarla. Sin duda supone una apuesta estética arriesgada que se sustenta en la lentitud, la contemplación, los silencios y el ir y venir de dos personajes que deambulan intentando resolver un problema de pareja. El ser humano es pura contradicción y las relaciones un asunto complejo donde la menor tontería puede terminar convirtiéndose en un arma arrojadiza que provoca una pelea que desde fuera parecerá desproporcionada. ¿Quién no ha tenido una discusión con su pareja en la que ambos terminan más derrotados que antes de empezar? La sensación que hay tras esa pregunta y la inquietud insoportable que se nos queda son los elementos que cuentan esta película.

Me gusta el lento despertar de recuerdos propios que se produce por esas semejanzas entre cualquier discusión de pareja y cómo concita esa suave superposición de nuestro yo sobre las imágenes de la película que sirven de fondo. Me encanta la fotografía y el luminoso juego de colores con una mar azul verdoso impresionante y una protagonista desnuda, de una blancura cegadora, en su interior para hacer contraste. Acepto la languidez de algunas escenas. Pero colocando Enxaneta sobre una balanza he de reconocer que le encuentro demasiados problemas. No me convence ese tempo inútil en el que se recrea la película, ni sus silencios que parecen una mueca de desprecio, ni esos personajes tan fríos que se están alejando sin remedio de lo que quieren sentir, ni sus idas y venidas que no se sabe muy bien hacia donde les lleva. Es cierto que el amor es en sí una explicación para lo que hacemos, pero al cine le pido un poquito más.

Tras las proyección se abrió un coloquio. Amanda Guadamillas presentó a Alfonso Amador y le felicitó con pasión por una película que ella definió como honesta, desnuda, sencilla y brillante.

Cartel de la película Enxaneta
Cartel de la película Enxaneta
Amador reconoció que no le gustan las metáforas en el cine y con relación a la imagen de la enxaneta (el niño o la niña que culmina el castell o castillo) explico que es un recurso narrativo para expresar que el protagonista masculino idolatraba una imagen de ella, extasiándose con aquel momento en el que la niña coronaba el castell, pero que de aquello ya no queda nada en ella salvo un cierto poso de agilidad que le permite trepar por la fachada de la casa. Recuerda que les pidió a los dos intérpretes trabajar con contención, evitando ser teatrales y expresivos. Lo que buscaba era hacer una película de los huecos que quedan en la vida, pues en las bisagras es donde están las historias. Su intención ha sido la de trabajar sobre la duración y el tiempo como elemento fundamental, ver a los protagonistas haciendo cosas y contemplando lo que ellos miran.

El director explicó que cuando aprieta la miseria, la forma y el fondo se adaptan. Reconoce que prefiere tener pasta para hacer las películas, incluso por delante del mito de la libertad creativa del director. Conseguir la financiación para Enxaneta resultó difícil, se hizo entre amigos y familiares y con la capitalización del sueldo de todo el mundo que participó en ella, aún sabiendo que no sería fácil recuperarlo. Es con lo que se encontró, no es la idea que le gusta pues cree que hay que cobrar por el trabajo que se hace. Dijo que se rodó en doce días. Cuando le preguntan sobre la distribución confiesa que aún no han establecido ningún plan. De momento la presentan en algunos festivales porque piensan que les puede dar visibilidad y saben que también tendrán que explorar esa otra parte que es la red.

El miércoles comenzó la Sección Oficial de Cortometrajes, por tradición el plato fuerte del Festival. Le tocó inaugurar a David Galán Galindo con Curvas, una variante de la legendaria chica-fantasma de la curva que se aparece a los conductores. Nos cuenta con desparpajo una historia divertida y muy bien interpretada por Mariam Hernández y José Lozano. Es cierto que está basada en un tópico conocido, pero los guionistas saben jugar con la sorpresa y darle, a lo que debería ser algo terrorífico, un aire juguetón de comedia inocente. Con buenos planos salpicados por un aire tenebroso, el director consigue que el espectador se quede con un buen sabor de boca.

En Dinosaurios en 3D, de Giovanni Maccelli, no hay ni dinosaurios, ni 3D. No es que el título sea un timo, sino una metáfora de la extinción en un mundo de progreso. Las salas de cine en Madrid, y en el resto de España, están desapareciendo, convertidas en comercios o en edificios abandonados con un cierto aire fantasmagórico. Maccelli, a través de este corto documental, hace una revisión de esos cines que nos lleva a una irremediable reflexión. No es una mirada nostálgica lo que nos propone, sino una llamada a despertar la conciencia, a mirar lo que ha desaparecido para preguntarse cómo es que no hicimos caso a las señales. ¿Vamos a dejar que se extingan nuestros cines?

Cartel del cortometraje Despierta a las moscas
Cartel del cortometraje Despierta a las moscas
Nacho Ruiz Capillas es un reputado montador de cine que con Despierta a las moscas se ha pasado a la dirección. Con este corto ha realizado un excelente trabajo, una pequeña película contada en quince minutos que nos habla de un mundo desvanecido, en ruinas. En él, dos niños sobreviven escondidos. Todo es atroz y sin embargo su ingenuidad nos hace mirar la historia con otros ojos, con cierta esperanza que se imponga al dolor de una tragedia inhumana. Inventamos para soportar la realidad. Tal vez sea una metáfora de la pérdida y de su asunción desde una mitología propia que dé sentido al presente y que nos permita dejar una puerta abierta a un regreso imposible. El secreto que ha usado es sencillo: buen ritmo, un guion que mantiene el misterio sin delatarlo, una cuidada fotografía para crear la atmósfera precisa y un estupendo montaje.

Shoot for the moon, de Casandra Macías Gago, es una parodia de la filmación de Neil Armstrong pisando por primera vez la luna para contar los conflictos del director para llevarla a cabo. Un equipo manifiestamente ineficiente, la presión de la CIA, el espía soviético que se ríe de la situación y dos actores de método y con demasiado ego. El gran dilema de ese director no es el tener que rodar en un escenario la falseada realidad, sino el de encontrar la frase que conecte con el público, la que sea inolvidable y concentre en sí sola la esencia del momento. El corto de Casandra Macías es un buen ejercicio cinematográfico, pero el guion se termina escurriendo entre los dedos, quedándose en mera parodia que rehuye de adentrarse en algo más profundo.

Por su parte José Manuel Meneses Martínez, en Defeated, ha jugado mucho más con el guion provocando la reflexión del espectador. Un hombre y una mujer discuten sobre la guerra en la que se encuentran inmersos. Él es un soldado que ha venido a ese lugar a defender los principios básicos del bien. Ella una mujer de ese lugar que con el paso del tiempo lo que ve es una ocupación que no les beneficia y que tampoco ha resuelto ningún problema. El corto nos hace mirar debajo de la alfombra poniendo la vista en los intereses que esconde cualquier conflicto y también sobre ese llamado eje que separa al mundo del bien del otro, el del mal, porque va a resultar que no está tan clara esa línea divisoria como pregonan algunos. Quien nos cuenta la historia elige siempre su versión y se adjudica el bien para si mismo. En esa conversación no descubrimos de qué guerra habla el corto, sirve cualquiera en realidad, pero al final hay un guiño a la ficción que un día se hizo realidad.

Para explicar una consecuencia lo mejor es irse a sus causas. Pepe Botías se coloca en el hecho y va rebobinando en Exit hasta encontrar el origen de la situación narrada. Lo hace marcha atrás y en apenas dos minutos para sintetizar el dolor de toda explotación infantil. Completó la proyección el cortometraje Optima life, de César Espada, una mirada que recorre una casa vacía mientras se van escuchando las grabaciones del contestador automático de una actriz coreana. Algunas son puras trivialidades que constatan lo cotidiano de la vida de una estrella, otras son reproches y también inquietantes llamadas de un acosador. Son, quizá, el precio de la fama. El problema es que las llamadas no cuentan una historia, sino que dibujan un personaje frío, como la nevada que hay fuera. Es un juego sobre acortar la distancia que hay entre el éxito público y el fracaso personal. Lo cierto es que el efecto musical de escuchar hablar en coreano y ese deambular vacío por la casa con una mirada insinuante a lo que habrá tras una puerta apenas mantienen la curiosidad del espectador.

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