miércoles, 8 de mayo de 2013

Somos esclavos del Capital

Costa Gavras y Almudena Carracedo en la tercera jornada de la XI Muestra de Cine y Trabajo que organiza el Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO.


Lunes 6 de mayo de 2013. Auditorio Marcelino Camacho. Madrid

Cartel de la película Made in L.A.
Cartel de la película Made in L.A.
Dice Manuela Manuela Temporelli, organizadora de la XI Muestra de Cine y Trabajo que si algo caracteriza a las proyecciones seleccionadas este año es su emotividad. Son historias que sobrepasan el hecho puntual que nos están contando para tocarnos más adentro. Temporelli avisa que este tipo de cine terminará calando en el espectador y por eso desde el Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. van a seguir insistiendo por ese camino, con el trabajo diario para que cada vez haya más espectadores que disfruten películas como éstas.

En Bangladesh, el pasado 24 de abril se derrumbó un edificio de nueve plantas de talleres de explotación textil. El número de fallecidos sobrepasa las 1.000 personas. La tragedia ha servido para que veamos las condiciones de trabajo de quienes hacen las prendas que nosotros compramos y vestimos. Para que la ropa sea barata, hay toda una cadena de explotación. Las tiendas y las marcas no fabrican directamente la ropa, sino que existe toda una pirámide de subcontratación que va degradando los salarios y el trabajo, llevándolo a condiciones cercanas al esclavismo. La ropa se fabrica en los talleres de explotación y el trabajo se saca adelante en condiciones infrahumanas. Ese mismo tema lo aborda Made in L.A., un documental crudo, descriptivo y de planos cercanos, para contarnos la lucha de un grupo de trabajadoras y trabajadores del sector textil en EE.UU. A ese sector, a las fábricas de California, llegan los más desprotegidos, inmigrantes sin papeles que no hablan inglés y que disponen de muy pocos recursos. Ese mal trabajo es su medio de subsistencia, así que aceptan las condiciones.

Las protagonistas del documental son tres mujeres inmigrantes latinoamericanas, que con otras trabajadoras se han juntado en el Centro de Trabajadores de Costura en Los Ángeles para exigir la protección básica de sus derechos laborales: salarios justos, jornadas razonables, no más explotación… El primer paso es responsabilizar a las marcas para que no se desentiendan de las condiciones laborales de quienes fabrican sus prendas. Ese proceso es largo, cansado, lleno de desgastes, de combate, de desaliento y de paciencia. Made in L.A. nos cuenta tres años de esa lucha y nos hace conscientes de que no hay soluciones inmediatas para los trabajadores, que la pelea por los derechos se alarga en el tiempo y que solo se vence con organización y constancia. Pero nos abre los ojos al mostrarnos el poder del trabajador organizado y señalarnos que con la unión se consiguen los objetivos. El poder puede ser doble si juntamos a la vez los dos roles: obreros-consumidores.

Pero sin duda el documental es mucho más que esa lucha, pues tiene un plano humano con mayor peso en su esquema. Me refiero al camino de evolución de las tres costureras durante esos años y, en cierta manera, debido a su decisión de luchar por lo que es justo. Las tres mujeres arrancan en Made in L.A. exclusivamente bajo su condición de víctimas y durante el tiempo que van empleando para exigir sus derechos el espectador observa como van sabiendo encontrar el valor que necesitan para vivir su propia vida y llegar hasta la completa afirmación de su dignidad personal. El impacto que en ellas tiene la lucha que están viviendo día a día se transforma en una experiencia enriquecedora que les permite llegar a encontrar su propia voz, su lugar. El trabajo dignifica, pero pelear por un trabajo digno, justo y con derechos nos hace mejores personas.

Cartel de la película Le capital
Cartel de la película El capital
Costa Gavras nos trae en El capital su visión sobre la culpa de esta crisis en Europa. Él mismo explicó su motivación a la hora de hacer este film: «Somos esclavos del Capital. Nos tambaleamos cuando se tambalea. Nos regocijamos cuando crece y triunfa. ¿Quién nos liberará? ¿Deberíamos liberarnos nosotros? Deberíamos conocer al menos a los que lo sirven y cómo lo hacen». Así que para ello nos contó la historia del imparable ascenso de Marc Tourneuil, un sicario del Capital que quiere ser respetado y reconocido por todos como amo y señor. No sabemos si tiene principios o si estos cambian con cada billete que recibe. Desconocemos si tiene la mínima conciencia, si todo lo justifica por sobrevivir en la cúspide del éxito o si simplemente se comporta como si todo fuera un juego al que enfrentarse con su inteligencia. Incluso podemos preguntarnos si no será un infiltrado que quiere destruir el sistema porque ese es el lugar en el que se quiere colocar el espectador. Pero hacerlo nos llevará a una cierta decepción.

Contar el Capitalismo en cine siempre termina resultando aburridísimo, pues esas grandes ideas que todo director que se acerca a la economía tiene son papel mojado, conocimientos que ya hemos experimentado en nuestras propias carnes. Ya no son oscuros secretos. Tratar de ser didáctico para contarnos que el lema de los capitalistas es seguir robando a los pobres para que los ricos puedan acumular más no garantiza que el público se interese por la película. Explicar el mecanismo cortoplacista del accionista que busca su beneficio lo más rápido posible, que empuja incluso contra la empresa en la que invierte para comprar más barato el número de acciones suficientes que le permitirá hacerse con todo el poder, no es suficiente para mantener la atención de casi nadie. Enseñar cómo quedarse con el dinero del otro para recomprar con ese mismo dinero lo que éste vende, tampoco. Poner un mínimo de conciencia para que podamos vernos a la inmensa mayoría como víctimas del Capitalismo ya no sirve. Hace falta más imaginación porque de sobra conocemos que el modelo capitalista es salvaje y el sector financiero todavía más por su carácter exageradamente especulativo. El neoliberalismo ha hecho que el valor esté en el propio dinero y no en la mano de obra que produce, ni siquiera en lo que se produce. Los derechos laborales que consiguieron con esfuerzo las generaciones anteriores los estamos perdiendo. Así que hasta que no tengamos una organización fuerte del conjunto de los trabajadores, esto no se va a cambiar, y el cine debe servir para despertarnos.

Lo que retrata El capital son seres egoístas, desdibujados, que visten bien, que se acuestan con putas caras, que tiran millones por un capricho y que viajan constantemente de un lado para otro sin detenerse más que a mirar un segundo lo que hay debajo de sus pies, lo que divisan desde la cima de un mundo que, la verdad, no tiene el menor sentido. La pena es que personas como esas sigan siendo modelo de vida en nuestra sociedad. Tal vez por ahí deberíamos empezar a cambiar el sistema, por valorar a otro tipo de personas más dignas, por ejemplo, las tres protagonistas de Made in L.A.

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