domingo, 30 de junio de 2013

La fiesta del barrio que participa del cine

La Muestra de Cine de Lavapiés se despide en el Solar con las risas de El Mundo es Nuestro


Domingo 30 de junio de 2013. El Solar de Lavapiés. Madrid

En el Mercado de San Fernando: Alberto López, er Culebra, con parte del equipo que organiza la Muestra. Foto: Juli Martínez
En el Mercado de San Fernando: Alberto López, er Culebra, con parte del equipo que organiza la Muestra. Foto: Juli Martínez
En la Muestra de Cine de Lavapiés toca despedida y cierre. Se hace en el Solar de Lavapiés y a lo grande, quemando todas las energías que quedan en su clausura. Es el día de la película del Cabeza y el Culebra: El Mundo es Nuestro. Hasta Lavapiés se ha venido Alberto López, el Culebra, para presentar la película y vivirla otra vez con público nuevo. En el Mercado de San Fernando se junta con un buen grupo de los organizadores para una comida popular. Con unas cuantas sillas traídas del Solar cuando más calienta el sol, dos tablones y cuatro borriquetas se prepara la mesa sobre la que ir colocando pan gallego, buenos quesos, un arroz escabechado, cuscús con carrilleras, una fideuá y algo de bebida para que no se seque el gaznate. Casi nada, pero al final todo va cayendo. La conversación fluye, a Alberto se le ve cómodo. Va desgranando las anécdotas del rodaje y otras mil historias que nunca le faltan. Sabe contarlas, recreándose en ellas pero manteniendo siempre el interés. No defrauda porque es un tipo que lleva bregando toda la vida en escenarios, platós, la calle… o dónde tenga que ser, y eso se le nota. Le preocupa el camino que lleva la cultura, las distribuidoras y las salas copadas por el cine yanqui, que es el que saca todo el dinero que el cine da y que es mucho. Le gusta el modelo francés y piensa que el nuestro debería seguir el mismo camino.

Pero le preocupa más aún la sociedad y no perder su conexión con ella. Dice que no hay que irse fuera para trabajar porque es más lo que se pierde que lo que se gana. Reclama que los barrios sigan siendo alegres, siempre lo han sido y se han mantenido como ese pequeño reducto de la felicidad que nos da ánimos a todos. Hablamos de política y no rehuye el tema, su película está llena de ella, la de la gente de abajo que está cansada de que la mangoneen. Preguntamos por Andalucía y nos cuenta sus impresiones sin medias tintas: lo que está mal y también las pequeñas cosas que se empiezan a hacer y que podrían funcionar, aunque no lanza las campanas al vuelo, habrá que darle tiempo para ver si de verdad cambian algo.

Ya en el Solar lo mira todo como un niño, saca fotos, twittea y charla con cada persona que se le acerca a saludarle. Cuando se quita las gafas de sol, las coloca al revés sobre el cuello y allí las deja. Confiesa que la película la ha visto muchas veces, pero que ya han pasado unos tres meses desde la última vez. Con Alfonso Sánchez se ha recorrido toda Andalucía y parte de España en una furgoneta para ir promocionando su película y para tener un contacto directo con el público. Ahora anda en eso de levantar dinero para la siguiente película, se titulará El Mundo es Suyo, y no, no se trata de la continuación sino de otra película diferente para hablar de los que mandan de verdad en nuestro país: banqueros, políticos, terratenientes y grandes empresarios. Eso del crowdfunding se magnificó, en realidad dice que no pagó la película, recaudaron solo unos miles de euros con la campaña Apadrina a un Tieso, aunque les sirvió sobre todo para acercarles a personas a las que no conocían pero que estaban interesadas en la película. Ahora no deben nada, han pagado los sueldos de todo el mundo que para eso trabajaron. Sin embarto sienten que no han tenido apoyo en el sector. Se refiere a lo difícil que ha sido distribuir El Mundo es Nuestro, pero mantiene aún ese empeño porque quiere que la gente la vea, honestamente cree que la película es buena y al público le va a gustar. No se equivoca.

Actuación de Las Rubias durante la clausura de la 10ª Muestra de Cine de Lavapiés. Foto: Toni Gutiérrez
Actuación de Las Rubias durante la clausura de la 10ª Muestra de Cine de Lavapiés. Foto: Toni Gutiérrez

La clausura empieza en el Solar con Yaguete Filete (Yago García) y su espectáculo Humor a la cara orientado tanto al público infantil como al adulto. Un espectáculo que mezcla circo con interpretación y que se desarrolla frenético por la verborrea de Yaguete, un payaso tierno e intrépido. Se podría decir que es un personaje esquelético, que en cierta forma recuerda al Quijote, empeñado en mezclar risas con malabares, sacar equilibrio del desequilibrado y entretener con su espectáculo. Pero es más, si sigues su mirada hacia dentro verás que él solo se divierte si hace disfrutar a quien está enfrente. Actuar nunca deja de ser un reto que hay que ganar cada día.

Las rubias son morenas, tanto como irreconocibles, pues llegan maquilladas como esqueletos; se han quedado solo en huesos que han perdido la carne, en pura esencia. Con dos guitarras españolas, el trío toca y canta un repertorio personal que recupera la música libertaria del pueblo. Rojo, negro y blanco son los colores que utilizan, su seña de identidad. En su espectáculo no hay frase sin intención. Cierran con Tequilera, quizá su tema estrella, y se van con un público que quiere que sigan. Lo hacen bien y eso se nota.

Ahora que ha oscurecido y para seguir el camino reivindicativo, la Asamblea Popular de Lavapiés lee un comunicado para explicar qué es el Solar, reivindicar la soberanía popular sobre los espacios del barrio y pedir la participación ciudadana desde las plazas. Llega la última proyección de la cortinilla de la Muestra. Después es el turno del abrazo cordial al festival hermano Carabanleft mostrando dos cortometrajes desarrollados durante su última edición: Corto express y Maneraz de vivir.

Javi Araguz, autor de Lois, tengo algo que decirte, desvela por fin a Lois el gran misterio que une a Clark con Supermán. No sé si ella tendrá capacidad para entender algo que el resto de la humanidad ya habíamos descubierto, pues unas simples gafas no pueden hacernos tan ciegos. Es un corto irónico, sencillo y efectivo.

Cartel de la película El mundo es Nuestro
Cartel de la película El mundo es Nuestro
Pero la estrella de la noche es El mundo es Nuestro, una película que va sobre la redistribución de la riqueza mediante lo que se viene llamando el atraco a un banco. Está contada con mucha gracia, pero sin dejar títere con cabeza, señalando con el dedo a quien tiene la culpa de todas nuestras desgracias. Es la cruda realidad tamizada por un humor gamberro y una crítica feroz a nuestra situación de crisis económica. Pocos han sido tan directos. El «Culebra» y el «Cabesa» son dos rateros de extrarradio con pocas luces para eso del delinquir pero que saben mucho de la realidad de la calle y de las injusticias. Idolatran al «Dioni» y su sueño es poder empezar una nueva vida, a ser posible en Brasil y con un buen botín en los bolsillos. Pero pocas veces les salen bien a los pobres los asuntos de dinero. Hay dos formas de robar, y en eso la película es muy clara, la de quienes la crisis ha dejado «pelaos» y que como salida tiran por donde sea y la de aquellos que nos roban a todos. Esa otra delincuencia de traje caro y de maletín, xenófoba y de derechas, manipuladora y traicionera, también sale retratada en la película. Son poderosos, despiadados y controlan desde sus empresas y organizaciones al poder financiero y político. No tienen la torpeza de esos jóvenes de barrio que empiezan a delinquir como medio de subsistencia. En medio, un pueblo desinformado que tiene que elegir. Afuera, la policía que no pinta mucho pero que va cumpliendo su papel como puede o más bien como le mandan.

Y con todos esos elementos, Alfonso Sánchez y su equipo, montan una buena película llena de sentido del humor, que se cachondea de casi todo sin dejar de pintar la realidad, algo distorsionada, eso sí, pero sin perder la esencia de lo que es. Las carcajadas del público no paran durante toda el metraje. Esa ternura y ese reírse hasta de su propia idiosincrasia son el mayor acierto y la forma de esconder un mensaje afilado y revolucionario, lanzado como sin querer. El mundo es nuestro es una película rebelde, diferente, surrealista en cierta medida, delirante y sobre todo cargada de una dulce ingenuidad que nos salva de la desesperación, ahora que todo está tan mal. Nos habla de nuestros tiempos, del desempleo, de la precariedad laboral, de las hipotecas, de la pareja, de los empresarios chanchulleros y de los que no pueden pagar a sus empleados, de los maletines, de la corrupción financiera y política, de los desheredados al margen del sistema, de los medios de comunicación y su deriva, de las redes sociales, de las procesiones y hasta del movimiento de los indignados. Toda nuestra sociedad sale retratada en esta caricatura y nosotros somos de los que siempre perdemos.

Pero sí, es cierto, «El mundo será nuestro» si un día decidimos salir todos juntos a por él, porque el poder del pueblo hay que ejercerlo. Dejémonos de historias y hagamos de una vez la revolución para que todo cambie, para que se acabe tanta injusticia. El «Cabeza» y el «Culebra» ya han empezado por su cuenta, con un cine que trae un nuevo mensaje y que se convertirá en paradigma de una nueva corriente de cine sarcástico y crítico con la crisis. La calle toma el cine y no se va a callar. Viene gritando a pedir justicia.

El mundo es nuestro es un peliculón, cargado de dignidad y que nos obliga a pensar.

sábado, 29 de junio de 2013

La ironía truculenta de Urte berri on, amona!

La Muestra de Lavapiés con el cine de nuestras nacionalidades


Sábado 29 de junio de 2013. Plaza Xosé Tarrío. Madrid

Cartel del cortometraje Lo último que hago para el Notodo
Cartel del cortometraje Lo último que hago para el Notodo
Las noches en la Muestra de Cine de Lavapiés significan cine al aire libre. Hoy se desplaza a la esquina de la calles Calvario y Ministriles, donde se encuentra la plaza de Xosé Tarrío. No hay una placa que así lo indique, pues esa denominación no forma parte del callejero oficial. Pero el pueblo es terco y persiste porque sabe que una cosa es la que figura y otra la que es. Se empeña, dándole su nombre a esta pequeña plaza del barrio de Lavapiés, en recordar que Xosé Tarrío González fue un activista político y el autor del libro Huye, hombre, huye. Diario de un preso FIES. Este libertario se pasó 17 años en la cárcel y de ellos 12 en régimen de aislamiento. Su libro denuncia los abusos cometidos hacia los presos más desfoverecidos por los funcionarios de prisiones, abusos cimentados por las propias instituciones carcelarias y consentidos por la sociedad. Ese nombre en la plaza es una forma de mitigar la injusticia.

Tras la cortinilla se proyecta el corto de Estíbaliz Burgaleta titulado Lo último que hago para el Notodo, una pieza irónica sobre el hecho de ser actor de cortos. Nos pregunta si es el ego el motor de acción de quien se dedica a la intérpretación. Nos habla de esa línea que separa lo amateur de lo profesional. La fama puede ser un objetivo, pero en realidad, para llegar a ella, siempre se necesitará de trabajo por debajo, de elecciones contradictorias y de cierto toque que unas veces se incline hacia lo transcendental y otras lleve a lo más banal. El ego, mientras se trabaja, lo único que hace es diluirse. Lo último que hago para el Notodo es un cortometraje divertido, sobre todo por la interpretación de Daniel Pérez Prada y ese tono autobiográfico que sabe darle.

No todo lo que se hace dentro del Estado español habla castellano. Existen muchas otras nacionalidades con su lengua propia y que la utilizan con naturalidad. El cine es una muestra más de ese proceso de normalización de la sociedad con respecto a sus idiomas; algo que no debería ofender a nadie, pero que a nuestra derecha parece escandalizar siempre. Del País Vasco llega Urte berri on, amona!, una comedia muy negra de Telmo Esnal. Quizá no sea una película reivindicativa en este aspecto, pero sí un ejemplo de como la lengua nos refleja, pues se trata de un tema de identidad, de formar parte de algo, de señalar lo que es habitual como tal.

Cartel de la película Urte berri on, amona!
Cartel de la película Urte berri on, amona!
Urte berri on, amona! arranca ironizando sobre el trabajo y desgaste que produce cuidar de nuestros mayores. Se ríe de manías, avanza entre tópicos y encuentra su propio camino: lo más negro. Después, poco más es lo que queda. No sé si pretende ser la justificación de un acto, un aviso de a dónde llevan las decisiones mal resueltas o simplemente las ganas de jugar revolviendo un género. Lo cierto es que hay un momento en que se pierde el criterio y se traspasa la frontera de lo verosímil para hacer otra cosa. Lo único que se consigue es echar por tierra el trabajo realizado con las escenas anteriores, llevando la película hacia en una deriva donde incluso alguno de los personajes gira de una forma imposible e injustificada. La película abandona lo simbólico, es decir lo mejor que tenía, para potenciar lo absurdo. Salta a otro nivel que deja un cierto sabor a engaño, a inutilidad del tiempo empleado en verla. Lástima, pues tiene buenas interpretaciones, como las de Josean Bengoetxea y Nagore Aranburu, que merecían llevar la película un poco más lejos, pero el territorio al que les lleva el guion no da más de sí y termina jugando contra la propia película.

Es cierto que Urte berri on, amona! tiene algún momento gracioso, pero no justifica su metraje. En mi opinión no pasa de ser un corto muy largo.

jueves, 27 de junio de 2013

La Muestra explora el camino del Open Cine

Un cine hecho con herramientas libres y de fuentes abiertas


Jueves 27 de junio de 2013. Librería Traficantes de Sueños y El Solar de Lavapiés. Madrid

Diego Pardilla presenta la cámara de hardware libre ELPHEL
Diego Pardilla presenta la cámara de hardware libre ELPHEL
La Muestra de Cine de Lavapiés visita el local de Traficantes de Sueños. Se trata de una librería asociativa especializada en el ensayo crítico que apoya la cultura libre. En realidad su intención va más allá del concepto de librería y se ha convertido en un espacio polivalente por el que se va presentando mucha de la contracultura y el activismo político de la capital. Su intención es aportar ideas y debates que sean el germen de la acción colectiva y transformadora de la sociedad. Su proyecto de producción y comunicación política se ha integrado en el barrio a la perfección. También ha cuajado su propuesta de mercado social a través de la que intentar desarrollar otra economía diferente. En ese espacio, la Muestra presenta una actividad a la que ha dado el nombre de Hardware libre para un cine libre. El Open Cine es una corriente que propone una producción audiovisual hecha con herramientas libres, que no tienen patentes por tanto, y con fuentes abiertas y disponibles bajo licencias libres (opensource). La charla tiene tres patas.

La primera de esa patas tiene que ver con el proyecto Apertus y con la cámara libre ELPHEL. Se proyecta primero el corto del brasileño Flavio Soares titulado Floresta Vermelha, primera película narrativa rodada con los estándares de cine digital, realizada con una cámara open hardware y editada con herramientas libres de vídeo y audio. El corto es un trabajo extraño, conceptual en muchos sentidos y escondido tras un cierto velo que no llega a descorrerse y que hace que su significado resulte totalmente interpretativo. Algo ha pasado en un lugar que huele a muerte. En lo técnico no hay diferencia de resultados con otras películas rodadas con productos privados.

Después Diego Pardilla, informático de una cooperativa tecnológica de Rivas, presenta el movimiento Apertus y la cámara con la que se ha rodado el corto. Explica que con la fotografía digital se ha perdido lo de trabajar en un cuarto oscuro. Es cierto que ahora las cámaras han aumentado la calidad, pero no podemos tocarlas por dentro. La conclusión de Diego es que hemos perdido. Apertus ha agrupado a una comunidad heterogénea que quiere recuperar las mismas sensaciones del cuarto oscuro pero con las nuevas tecnologías. Son una especie de artesanos de la fotografía. Para esa recuperación han desarrollado estándares y la cámara libre ELPHEL. Es semiprofesional, pero permite entrar en ella y manipularla. Después de desgranar los secretos técnicos de la cámara, Diego va mostrando en directo su funcionamiento.

Fotograma de la pieza Clase Magistral que forma parte de los Cuadernos de Audiovisual del proyecto GuardarcomoFilms
Fotograma de la pieza Clase Magistral que forma parte de los Cuadernos de Audiovisual del proyecto Guardar como Films
La segunda de las patas la foman Eva y Fernando de Guardar como Films. Hablan del movimiento de Open Cine cuyos orígenes describen cercanos a las performance y el vídeo arte. En Guardar como Films graban con cámaras libres, utilizan fuentes abiertas y trabajan el material con software libre en GNU Linux que incluye Blender, Cinelerra. Ardour, ffmpeg y Gimp. De sus talleres han salido los Cuadernos de Audiovisual, una serie de clips editados, remezclados, compilados y postproducidos con los que expresan sus inquietudes y preguntas a la hora de abordar la creación audiovisual, cultural y tecnológica. Tres son los ejemplos que traen para mostar: Notas a "Centers", Clase magistral: 10 reglas para principiantes de Víctor Kossakovsky y The perfect ten. Cada uno tiene un estilo diferente, pero su conjunto muestra el mismo lenguaje.

La última de las patas de esta sesión es Carabanleft. Cuentan que en Carabanchel tuvieron un festival de cine español que se mantuvo vivo proyectando películas durante 35 años. Lo habían creado los vecinos y vecinas del barrio. Pero un día se dejó de hacer, quizá porque en las últimas tres ediciones se había institucionalizado y la participación ciudadana había desaparecido. Carabanleft surge de ese vacío y como una forma de reacción. Lo han construido con la participación de cinco espacios del barrio, todos ellos autogestionados, y proyectando siempre trabajos con licencias creative commons de forma gratuita. El Festival es totalmente autogestionado, sin subvenciones ni participación privada. Se celebra a finales de febrero durante diez días y éste año ha sido su segunda edición. Cuentan con una muestra de cine, talleres y un certamen de cortos realizados durante la misma semana.

En la sesión de noche, en el Solar de Lavapiés, se pudo ver Los encargados de los artistas Jorge Galindo y Santiago Sierra. El cortometraje forma parte de una exposición que también incluye siete obras pictóricas, diez fotografías y este corto. Su autores, grafiteros de los 80 que firmaban como Comando Madrid, siguen empeñados en hacernos mirar la verdad de las cosas. En blanco y negro y a ritmo del himno soviético de la Varsoviana desfilan por la Gran Vía madrileña un cortejo fúnebre. Los coches no cargan féretros, sino los retratos invertidos de los responsables políticos de esta crisis. No son otros que los «encargados», los que nos han gobernado tras la dictadura y que en palabras de Sierra no han hecho otra cosa que «representar los intereses de la banca, del Pentágono, de Roma, de los terratenientes, del ejército…». Esas caras visibles del régimen neoliberal que manda en España nos soliviantan. El corto actúa como un puñetazo en la retina del espectador. Ese señalamiento tan directo, tan franco y tan claro remueve la conciencia y no nos permite seguir callados ni un día más.

Cartel del mediometraje Historias como cuerpos, cristales como cielos
Cartel del mediometraje Historias como cuerpos, cristales como cielos
Después es el turno del mediometraje Historias como cuerpos, cristales como cielos, de Ana Useros. La autora se plantea una reflexión personal sobre la identidad y lo hace apoyándose en fragmentos cinematográficos y con una voz que nos va guiando por un camino de incertidumbres, de esencias que de alguna forma nos puedan definir como seres humanos. La falsificación, el disfraz, la educación, lo primario forman parte de ese viaje que cada cual emprende para encontrar lo que le hace diferente e igual al resto.

El título de la película se corresponde con un verso del poema Adolescente fui en días idénticos a nubes, de Luis Cernuda, y publicado en 1932 dentro de su poemario Donde habite el olvido. Si Cernuda nos hablaba del contraste que existe entre la adolescencia y la madurez, Useros utiliza ese momento de construcción interior que se experimenta en el cambio de etapa como un proceso más profundo y lo alarga al resto de la vida. En el fondo tiene que ver con el concepto de experiencia: con la mirada desde la asunción, el conocimiento y el entendimiento del camino seguido. Es cierto que hay una mirada íntima, pero de sus reflexiones va surgiendo despacio un hilo del que tirar. Sus pensamientos quedan perfectamente anudados y se desvanece la confusión inicial que acarrea todo uso de una poética, de una fragmentación, de una búsqueda. Vemos que las piezas van encajando y dan rotundidad a un mensaje que nunca estuvo perdido y que siempre caminó hacia un objetivo, pero lo hizo con el mismo paso de quien está mirándose desde dentro. Y lo curioso es que el espectador se deja llevar, deteniéndose en las coincidencias y las diferencias, juntando y separando, para construir ese «todo» del que estamos hechas las personas, esa conclusión de que construyendo el edificio de lo colectivo crecemos.

Historias como cuerpos, cristales como cielos es un interrogante, pero también un bálsamo lleno de dulzura que se agradece.

miércoles, 26 de junio de 2013

Luchar es inventar

La Muestra de Lavapiés con el cine comprometido y desde un espacio liberado


Miércoles 26 de junio de 2013. El Solar de Lavapiés. Madrid

Cartel del cortometraje Algún Lugar
Cartel del cortometraje Algún lugar
El lugar que más proyecciones acoge este año en la Muestra de Cine de Lavapiés es el Solar de Lavapiés, un espacio liberado por la ciudadanía, cercano a la plaza y frente al lateral del Teatro Valle-Inclán de la calle Valencia. Contra la especulación, que solo ha visto dinero y no a las personas que habitan los barrios del centro, solo queda recuperar espacios para darles un uso público que se desarrolle por la propia iniciativa vecinal. Un barrio se construye desde la participación, haciendo tejido que entrelace a las personas que viven unas al lado de otras. En el barrio, a este activismo de liberación de los espacios públicos ayudan colectivos como Basurama y Esta es una plaza. Lavapiés necesita zonas verdes, lúdicas, culturales y comunes que sean soluciones definitivas y alternativa a lo privado. Pero mientras la Administración le da vueltas al asunto sin llegar a conclusiones, es necesario identificar los solares vacíos y autoconstruirlos con enfoques colaborativos para el uso y disfrute de vecinos y vecinas. El Solar sirve, entre otras muchas actividades, para tener plantado un huerto comunitario, montar exposiciones que nos conciencien, desarrollar grupos de trabajo, presentar libros e impartir talleres diversos, como el de mobiliario urbano.

Es cerca de las diez y media, con la luz del sol ya desaparecida y con otro lleno absoluto, cuando se abre la noche en el Solar. Se proyecta el cortometraje Algún lugar, de David Vallina. Arranca con una imagen estática, una conocida fotografía de Javier Bauluz en la que una pareja toma el sol en una playa española, mientras al fondo se puede ver el cuerpo sin vida de un inmigrante muerto al que la marea había arrastrado hasta la misma playa. Esa fotografía ilustra la indiferencia que Occidente siente ante la inmigración. Vallina gira la historia y al darle esa vuelta encierra toda su crítica para golpear al espectador con fuerza. En cierta manera nos obliga a ser empáticos con nosotros mismos como primer paso. Algún lugar es un corto impactante, de resultado efectivo y muy bien desarrollado que cumple esos objetivos de solidaridad.

Cuando se acaba llega el momento de la película documental Tous au Larzac, del francés Christian Rouaud. Se trata de una hermosa historia de lucha que cuenta como unos campesinos se atrevieron a defender sus tierras enfrentándose a los intereses del Estado Francés que con ellas quería extender los límites de uno de sus acuartelamientos militares. El origen de la historia son unas declaraciones en octubre de 1971 del ministro de defensa francés, Michel Debré, anunciando la ampliación del campo militar de Larzac desde las 3.000 hasta las 14.000 hectáreas. Sus palabras «escogimos el Larzac, es un país desheredado» resultaron tan ofensivas que se convirtieron en el detonante que cambió para siempre la actitud pacífica y desentendida de los habitantes de la comarca.

Cartel de la película Tous au Larzac
Cartel de la película Tous au Larzac
Tous au Larzac cuenta una experiencia motivadora, la que vivieron 103 campesinos que pasaron de ser carcas católicos a convertirse en activistas políticos concienciados en cambiar su mundo por uno más justo y más social. Se unieron en una defensa común y esto les llevó a un camino militante que les cambió radicalmente. Aprendieron política, se conocieron, establecieron lazos irrompibles, compartieron, pelearon juntos y no se rindieron. Tenían ovejas y tractores, esas fueron sus primeras armas. La solidaridad de los demás y su propia terquedad se convirtió en el oxígeno que les sirvió para no dejarse derrotar. Ver todo eso hace de este documental una pieza cautivadora que traspasa la pantalla. Esa necesidad de compartir con el público un aprendizaje personal y colectivo se contagia. A eso hay que sumarle la ternura y el triunfo de una causa justa, sobre todo ahora que perdemos casi todas las batallas emprendidas, con esa sensación de que enfrentarse al poder ya es una tarea inútil. Quizá no tenemos la constancia, o no estamos seguros de haber elegido el buen camino o simplemente nos gana la presión de quienes nos avasallan. Tous au Larzac nos da moral para resistir.

Reconozco que me descolocó al principio, sabía que se trataba de un documental, pero el tono divertido e incluso algo guasón de alguno de las personas que hablaban ante la cámara me hizo pensar por unos minutos que se trataba de una broma. La historia de unos maoístas agresivos y unos santurrones de la no-violencia, así lo hacía pensar. Lo mismo cuando describían los comités de apoyo que se iban formando por toda Francia, o las ocupaciones de hippies, objetores y pioneros que se fueron uniendo a la causa. Pinceladas entre la irrealidad y lo absurdo, pero que sin embargo resultan ser pura verdad. Los protagonistas de aquella revuelta eran, y siguen siendo así. Una de esas personas que nos cuenta su experiencia en aquellar revueltas es José Bové, quien tras negarse a realizar el servicio militar se desplazó a Larzac para unirse al movimiento antimilitarista y, desde el sindicalismo agrario, inició una carrera que le llevó a presentarse a las elecciones presidenciales de 2007, agrupando en una candidatura común a la «izquierda de la izquierda».

La película no trata de proponer una fórmula, en Lazarc encontraron la suya, y solo funcionó por eso. No sirvieron otros modelos. Valió agruparse desde lo que les unía y no dejar que lo que les diferenciaba enturbiase el objetivo compartido.Tous au Larzac nos muestra la capacidad de encontrar las armas propias ante cada enfrentamiento, porque luchar es inventar.

No es extraño que la película gustase y se llevara la mayor ovación del público hasta el momento.

martes, 25 de junio de 2013

El cosmonauta, paradigma de cine hecho con licencias libres

La Muestra de Cine de Lavapiés confirma su apuesta por un nuevo modelo de hacer cine


Martes 25 de junio de 2013. C.S.A. La Tabacalera de Lavapiés. Madrid

Cartel del largometraje El cosmonauta
Cartel del largometraje El cosmonauta
Uno de los espacios habituales en la Muestra de Cine de Lavapiés es el Centro Social Autogestionado de La Tabacalera. Esta vez no ha sido el patio al aire libre el lugar elegido, sino su sala de proyecciones. Cada rincón es diferente, tiene el espíritu de quienes lo habitan y eso se nota. Con sus aciertos, y también con sus errores, La Tabacalera no deja nunca de ser un lugar en permanente situación de cambio, como si fuera un ser vivo en constante evolución. Entre los pasillos del microcosmos que es Tabacalera resulta fácil perderse, o sentir que se ha viajado a otro territorio, a una forma colectiva de entender lo social que está empezando a reflejarse también en la calle. Hay tiempo y espacio para el ocio, para el encuentro y, con sus múltiples talleres, también para encontrar un sitio donde formarse y aprender. ¡Quién sabe si con estas ideas de Wert no terminará convirtiéndose en la universidad gratuita a la que acudan todos aquellos que pierdan sus becas! La Tabacalera, desde su creación, ha sido un lugar que se anticipa, un espacio de convivencia desde el que despegan muchos de los múltiples movimientos sociales que marcarán nuestro futuro próximo. Los colectivos se alojan en La Tabacalera con plena libertad para desarrollar sus actividades, pero también cumpliendo unas estrictas normas de convivencia que todos han aceptado para compartir un espacio construido a través de la participación de sus gentes. No se puede formar parte sin asumir responsabilidades, es su ley de vida. Para tomar las decisiones se usa un modelo asambleario.

La película que se proyecta es El cosmonauta, de Nicolas Alcalá, un largometraje sustentado en un modelo nuevo que muchos apoyamos de una forma militante. Se ha financiado a través de un crowdfunding que ha involucrado a más de 4.500 personas, se ha licenciado de forma libre mediante creative commons, se ha creado una amplia comunidad digital de apoyo y, finalmente, se ha distribuido gratuitamente a través de internet. Cada uno de estos detalles se encuentra explicado en su web la experiencia del cosmonauta. El hecho de aportar al mundo del cine todos estos nuevos conceptos, ha convertido a la película en un paradigma que ha creado muchas expectativas. Nadie duda de su riqueza en ese sentido. La propuesta, convertida en realidad después de tres años de trabajo, parte con esa ventaja que nace de la curiosidad y que a priori la hace tan atractiva. La sala se llena por eso, y es necesario buscar más sillas para que nadie se quedase sin verla.

El cosmonauta es pionera y un icono de un modelo cinematográfico que se está fraguando. Pero hay que hablar de los resultados. En lo fílmico, destaca una fotografía que retrata inmensos y desoladores espacios y con la que se construye todo el ambiente de la película. Hay una intención conseguida de crear un universo cinematográfico que transciende en la película y que la dota de un estilo propio. Se puede destacar su ambición, calidad y el trabajo estupendo en ese sentido de buscar hacer un cine «grande». Sin embargo, más allá de esos parámetros con los que se suele medir el cine de autor, algo que persigue El cosmonauta con claridad, no hay nada más que una nostalgia que lo tiñe todo y hace languidecer la película hasta morir. La verdad es que no funciona porque se queda en un conjunto de retazos que construyen un largometraje demasiado inconexo y con una complejidad innecesaria que no da facilidades al espectador que se quiere meter dentro. Es como si solo nos permitieran contemplar desde fuera su poesía, como si solo quisieran que miráramos el cuadro. Pero el modelo con el que está hecho (crowdfunding, licencias libres, comunidad digital y distribución en internet) no tiene ninguna culpa de ésto.

Cartel del cortometraje Vacui Spacii
Cartel del cortometraje Vacui Spacii
Cuando busco adjetivos con los que calificar el film mi vocabulario solo encuentra frío y distante. Me cuesta hasta explicar de qué va la película, cuál es el armazón que le da sentido y lo sostiene. Puedo decir que trata de la carrera espacial que enfrentó a Rusia y EE.UU. desde el lado soviético y cuando éstos ya la habían perdido, pero mentiría, ese contexto no es más que una disculpa para desarrollar un triángulo amoroso lleno de celos, de secretos y de decisiones egoístas. Me gusta el fetichismo con el que se recrea lo que ocurre en el centro Zvezdny Gorodok (la Ciudad de las Estrellas), un lugar secreto de las Fuerzas Aéreas Soviéticas donde se realizaba la investigación espacial y la preparación de sus cosmonautas. Me interesa el humo alrededor de las discusiones científicas, las palabras no dichas, las frases a medias, lo insinuado, lo presentido… todos esos elementos con los que se crea ese ambiente tenso que da la importancia de un momento histórico y que la película sabe reflejar. Pero me aburre el sentimentalismo de la historia de amor a tres bandas que nada tiene de novedosa y me sonroja que se apodere del espacio central para ocuparlo por completo y sin miramientos.

Hay también varias decisiones que no logro entender y que sin querer me sacan de la película. La primera de ellas es por qué los rusos hablan en inglés, más aún cuando el italiano que arranca la película si lo hace en su idioma. Veo una intención de llegar a un público internacional y compruebo que ésto se prioriza sobre otros aspectos. También me desconcierta el hecho de señalar algunos instantes temporales para ubicar al espectador, como por ejemplo indicar que la siguiente escena ocurre tres días después, algo imposible de colocar en una línea del tiempo rota, pues toda la película es un ir y venir por distintos momentos del pasado que abarcan unos siete años y que se mezclan sin seguir un orden temporal, sino al buen tuntún de la memoria.

El El cosmonauta es más que una película; sus autores han utilizado el concepto de Transmedia para crear otras piezas que expanden el universo de la película y se relacionan con ella. Una de estas pequeñas piezas es The Ritual, de Nicolas Alcalá y Bruno Teixidor, que se proyectó previamente a la película y que quiere narrarnos las supersticiones que todo cosmonauta en su sano juicio debe realizar antes de emprender una misión espacial.

De Argentina llegaba el corto Vacui Spacii, de Martín Eschoyez, que abrió esta sesión. Se trata de un trabajo experimental que juega con colores y sonidos y que se encuentra más próximo al ámbito de la vídeo-creación.

lunes, 24 de junio de 2013

La hora de la animación en la Muestra de Cine de Lavapiés

Cine de verano, al aire libre y en el patio de un colegio público


Lunes 24 de junio de 2013. C.P. Emilia Pardo Bazán. Madrid

Carteles de los cortometrajes Cúmulo & Nimbo y El Viaje de Rama
Carteles de los cortometrajes Cúmulo & Nimbo y El Viaje de Rama
La Muestra de Cine de Lavapiés quiere estar cerca de las personas que viven el barrio. Para ello utiliza los mismos espacios que dan servicio a la vecindad. Por eso, uno de los lugares más queridos en los que se proyecta cine al aire libre es el patio del colegio público Emilia Pardo Bazán. El cine forma parte de nuestra educación y la educación, del cine. El patio se llena para ver tres piezas de animación. Cuando la noche llega con su agradable frescor, entre chucherías que sirven de cena improvisada e informal, sentados con colegas en las sillas desplegadas por todo el patio y bajo un cielo despejado en el que incluso se distinguen unas pocas estrellas, la pantalla de cine cobra vida para desvelarnos sus historias cargadas de magia y reflexiones, de sueños de otros hechos para compartirse.

Tras la cortinilla de la Muestra viene Cúmulo & Nimbo, del argentino Ariel Martínez Herrera. Es la historia de dos pequeñas marionetas que se pasan el día tiradas en su pequeño parque, un decorado. Su vida es mirar un cielo de cartulina azul para ver pasar por él nubes de algodón. Una de esas nubes podría ser un perro y además se repite, como si no hubiera infinitas nubes en el cielo para que tuvieran que estar circulando siempre las mismas. Esa reflexión lleva a las dos marionetas hacia otra que va plasmando sus inquietudes vitales, sus pensamientos existenciales, el mensaje que quizá esconde un sueño. El corto hace honor a ese tópico que enlaza de una manera indisociable a los argentinos con el psicoanálisis. Cúmulo & Nimbo mezcla animación con personajes de carne y hueso que comparten escenarios y planos. El corto es un buen trabajo que además divierte.

El Viaje de Rama, de Luis Madrid Zambrano, es un cortometraje de animación más clásico que el anterior, tanto en técnica como en guion. Cuenta una historia de princesas y enamorados capaces de superar cualquier prueba para que triunfe ese amor sobre cualquier otra cosa del universo. Explicar la realidad tal como es suele convertirse en un tema aburrido que no despierta la imaginación, sobre esa realidad se superpone una leyenda épica que atrapa el interés de quien la escucha. Esa es la intención del El Viaje de Rama, la de contarnos una ancestral leyenda cargada de mitología que podría explicar como el estrecho de Palk, que se encuentra entre el estado de Tamil Nadu de la India y Sri Lanka, pudo haber sido construido por el hombre. Así se vislumbra en una fotos tomadas por la NASA en 2003 que pergeñan los restos del puente. El progreso viene de la lucha, de enfrentarse para defender los sueños: «creer en un sueño, es el primer paso para conseguirlo». Lo otro es conservadurismo.

Cartel de la película Le Tableau
Cartel de la película Le Tableau
Quizá Le Tableau, de Jean-François Laguionie, sea un buen ejemplo de esa animación cuyo público más fiel haya pasado de lejos le etapa de la infancia. No sé si hay una edad a partir de la cual se considera enfermizo seguir viendo dibujos animados. No sé tampoco si hay un momento en el que se deja atrás obligatoriamente el mundo imaginativo para convertirse en un rutinario ser gobernado exclusivamente por la realidad. La animación puede llegar a tocar un corazón expresando ideas y conceptos como lo hacen las películas con personajes de carne y hueso. Sin embargo, la sensibilidad de un modelo y otro son diferentes. La animación entronca más con lo básico, con un mundo dividido entre lo bueno y lo malo y sin tantas tonalidades de gris. La animación se construye con mensajes sencillos y códigos universales que valen para todos.

Le Tableau es una película muy artística, con un gusto plástico exquisito, pero que tiene unas partes mejores que otras. A mí me gusta especialmente el arranque donde se nos va describiendo una sociedad clasista, llena de desigualdades, con privilegios y sin asumir sus ciudadanos la propia identidad sino es por reflejo de los iguales. A cada una de las clases se les reserva su espacio: el palacio, los jardines con flores de los alrededores y el bosque hostil y tenebroso. La verdad es que estamos dentro de un cuadro inacabado, y el grado de finalización de cada cual es lo que marca la diferencia que separa las clases y marca su estatus. El palacio es para todas aquellas figuras acabadas, los alrededores para quienes aún les falta unas pinceladas y los bocetos van desterrados al bosque. Esa es la sociedad inalterable que seguiría así eternamente si nadie se atreviese a cuestionarla, a hacerse las preguntas correctas, a interesarse por si el mundo en el que nos movemos y al que pertenecemos se acaba en los márgenes del cuadro o hay otra vida fuera de él. No conformarse se convierte en el agente de transformación que puede conducirnos a otro futuro, tal vez algo más justo.

Por contra, no me gusta ese concepto juvenil que defiende la película de que el amor es el único motor que nos hace lanzarnos a cambiar el mundo. La rebeldía vista como fruto exclusivo de un enamoramiento nos da una visión sesgada de una arma potente, la limita y la condiciona. Pero la rebeldía va mucho más allá que sentirse obnubilado por un sentimiento afectivo hacia otra persona que nos hace ser mejores, es un principio inamovible de justicia social válido por sí mismo y en cualquier momento. Me sobra también alguno de los viajes plásticos con los que se representan otros mundos porque no les encuentro otro sentido que el gusto por la propia estética. Tampoco me convence la búsqueda espiritual de los personajes para encontrar al autor que de sentido a la existencia del cuadro. Pero sí me quedo con el empuje de unos pocos personajes que se atreven a gobernar la obra inacabada y llevarla por ellos mismos al camino que decidan entre unos y otras en una especie de república libertaria.

domingo, 23 de junio de 2013

El camino hacia la democracia chilena visto con los ojos de los chilenos

La Muestra de Cine de Lavapiés triunfa con No


Domingo 23 de junio de 2013. La Bagatela. Madrid


Cortinilla de la 10ª Muestra de Cine de Lavapiés
La Muestra de Cine de Lavapiés visita un año más La Bagatela para proyectar la película No de Pablo Larraín. La acogida ha sido estupenda, mayor de la esperada, lo que obliga a que se tengan que hacer dos pases para que no se quede nadie sin verla. Las dos sesiones están completas, no hay un hueco y más de uno se ha tenido que quedar en las escaleras para seguir la película. Tampoco es mal sitio y seguramente sea el más fresco de todos. La Bagatela, el espacio de una asociación cultural que promueve las artes escénicas, visuales y el pensamiento contemporáneo dentro del barrio de Lavapiés, es un lugar amable. Su local, de paredes blancas, tiene dos plantas. La que te encuentras nada más llegar, la superior, es un espacio de tertulia, para charlar cómodamente, leer, o simplemente para toma una cerveza, infusión o refresco. Tras una mesa de grandes cajones, se encuentra alguno de los socios que atiende a los que van llegando. Las actividades suelen realizarse en el sótano, bajando por la escalera. Allí se proyecta No.

Contar la película en unas líneas es un trabajo difícil, pues el film esconde muchos niveles desde los que aborda la realidad. Nos sitúa con rapidez dentro de una agencia de publicidad y en el contexto social del Chile de 1988, cuando se convoca el plebiscito que el régimen de Pinochet se vio obligado a realizar por la presión de la comunidad internacional que se lo impuso como condición para legitimar su régimen desde el exterior. Allí hay dos publicistas, el jefe que participará en la campaña del «SÍ», la que defendía la continuidad de Pinochet, y el empleado que será el encargado de diseñar la del «NO», la que pedía unas elecciones libres para decidir el futuro del país. De la misma forma que el marketing y la publicidad, Larraín también juega con nuestros sentidos, con nuestros recuerdos, con nuestros sueños, y lo hace recuperando las texturas del cine y la televisión de aquel tiempo, rodando con cámaras de vídeo analógicas. Integrando así las imágenes de archivo sin que ese trabajo se note y que no tengamos la sensación de estar yendo y viniendo. Así que su apuesta porque todo sea 1988 y lo estemos viviendo en directo, funciona al hacerse imposible una separación entre el rodaje nuevo de las imágenes recuperadas de entonces, creando una mezcla perfecta entre documental y construcción, algo que se impregna como cierto porque nos muestra una realidad auténtica. Y sin embargo, a pesar de ese viaje hacia el pasado con sus mismas herramientas, No se aleja de ser un rancio documental.

El combate se estableció con armas desiguales entre un lado y el otro. La campaña del «SÍ» es la campaña de los dueños de las empresas. La del «NO», la de los empleados. El «SÍ» está al servicio del poder y maneja todas las estructuras del sistema, vigila a sus oponentes, les amedrenta si es necesario y se comporta de forma despótica porque siente que tiene la victoria en su mano. Pero ese plebiscito y los 15 minutos diarios en la televisión para cada una de las dos opciones, son un espacio por el que se cuela la esperanza. Defender la opción del «NO» permitió el derecho a una información libre durante ese cuarto de hora diario que duraba su franja. Ese derecho fue el primer paso, el que sirvió para que muchos dieran la cara y otros decidieran no rendirse. Ese «NO» rotundo a Pinochet tuvo que diseñarse como una campaña creativa más, que pudiese llegar a todos los ciudadanos y romper las barreras represivas que el régimen había colocado durante todos aquellos años. Sin resentimiento y sin complejos, frente a la dictadura se ofreció el mensaje de que «la alegría estaba en marcha» un eslogan que sirvió para aunar bajo la misma bandera a disidentes, temerosos e indecisos a través de unos sentimientos que resultaron imparables. Una emoción que la película sabe contagiar y convertir en euforia.

Cartel de la película No
Cartel de la película No
Quizá de lo más controvertido es la forma descarnada en la que se nos muestra el uso de técnicas publicitarias y de marketing para la defensa de una idea política, algo que genera controversia. Dice Pablo Larraín que en su opinión «la campaña del "NO" es el primer nivel de consolidación del capitalismo como único sistema posible en Chile. No se trata de una metáfora, es exactamente eso: publicidad pura y dura llevada a la política». Larraín quiere sembrar dudas, que haya una revisión crítica de aquella etapa que fue la transición chilena de la dictadura a la democracia, porque en el fondo, igual que aquí, el resultado del proceso no modificó lo sustancial del sistema instaurado por Pinochet y mantuvo detrás del poder a las mismas familias. Así lo refleja tras la victoria la mirada de su protagonista que ha vivido un despertar político pero que siente que sin embargo las cosas no han cambiado demasiado, que faltó algo más allá de la publicidad.

Hay demasiadas referencias de nuestra propia sociedad española con las que vincular la película como para que ésta pueda pasar inadvertida. Forma y emociona a la vez y uno se va de la sala agradecido porque haya cineastas capaces de contarnos las grandes historias que nos interesan.

Al finalizar la proyección comienza un coloquio en el intervienen tres mujeres chilenas: la poeta Violeta Medina y las periodistas Marcela Cárdenas y Carolina Espinoza, esta última co-autora del documental La alegría de los otros que nos ofrece una visión de aquel plebiscito desde la mirada de los chilenos que lo vivieron desde el exilio. Ahora aquello le resulta extraño porque para realizar su documental recurrieron a la autogestión y la presencia de No les hace verlo convertido, en cierta manera, en una superproducción que ha transformado el mismo trabajo que realizaron las tres directoras en una ficción. Explica que a ellas les interesaba el tema de las transiciones, esos discursos fascinantes que no están en los medios. Les interesaban los mensajes que han quedado marginados con el paso del tiempo. Señala como curiosidad del Chile actual que todos los medios de información que defendieron la campaña del «NO» y lucharon contra la dictadura han desaparecido. Añade Violeta Medina que en realidad todos los medios que hay ahora allí son de derechas, salvo El Siglo que es del Partido Comunista y Pluma y Pincel.

Una escena de la película No
Una escena de la película No
Hablando de la película, Espinoza destaca en ella la capacidad para mostrar el Chile invisible que no salía en los noticiarios del país. Cuando consiguen voz con la franja de quince minutos diarios de la campaña del «NO», surge otro problema, son 17 partidos políticos distintos los que integran la campaña y ésta debe contentar a todos con sus diferentes gustos y sensibilidades. Hay trabas, pactos, pero siguen adelante. Se trataba de vender «la Coca-Cola» y convencer a los que no se atrevían a votar y a quienes no creían en el plebiscito. Los jóvenes que regresaban en aquella época a Chile, como el personaje protagonista que lleva la campaña del «NO», volvían con ideas maravillosas a un país que se había ennegrecido, con ese contraste juega la película. La campaña empezó a ganar con el Arco Iris, y con las personas y organizaciones que van saliendo, con alegría. Por contra, el «SÍ» hizo una campaña muy mala.

Medina nos recuerda que había muchas personas de abajo que pensaban que todo estaba bien, y que se conformaban porque sus hijos tenían trabajo. Había muchas personas en Chile que querían a Pinochet, no debemos olvidar que consiguió el 43% de votos libres en aquella campaña. Eso era lo que animaba a su círculo a realizar el plebiscito, pensando que podían ganar sin trampas y hacerlo por una gran diferencia de votos, algo que legitimaría el régimen dictatorial en el exterior. No debemos olvidar, por esos mismos resultados, que no estaban muy desencaminados. Violeta Medina habla de cómo la película refleja un caso único, el de un dictador que convoca unas elecciones, las pierde y se va. Pero el cambio no fue total, el régimen de Pinochet dejó como herencia la misma mentalidad en los chilenos: todo es mercado, incluso aquella democracia. En ese sentido la película se muestra descarnada. La campaña fue puro marketing, vendieron «la Coca-Cola» y «la Coca-Cola» es lo que quedó. La parte pública en el país está hecha un desastre, las universidades, incluso las del estado, son caras y hacen que los alumnos, para estudiar, precisen de créditos. Al terminarlos salen con deudas que les lastran.

Marcela Cárdenas está segura que esta campaña terminará estudiándose en alguna escuela de publicidad como paradigma. Reconoce que en aquellos tiempos había que hacerlo todo de una forma muy sutil, entrando de a poco.

En opinión de Carolina Espinoza, el último minuto de la película es de una obscenidad absoluta. No es el protagonista el que celebra el triunfo, sino que son los demás los que festejan. Añade que es algo muy chileno eso de subirse al carro después. Respecto al mensaje final de la película es muy claro, tras una dictadura que torturó hasta el último día y con una televisión que ponía telenovelas como anestesia frente a esta realidad, con el plebiscito Chile ya estaba preparada para el Mercado.

viernes, 21 de junio de 2013

Por una información libre, veraz y plural

El conflicto de los trabajadores de Telemadrid inaugura la Muestra de Cine de Lavapiés con la proyección de tres documentales realizados por el equipo de Telemadrid en el Exilio


Viernes 21 de junio de 2013. Cine Doré - Filmoteca Nacional. Madrid

Cartel de la 10 Muestra de Cine de Lavapiés
Cartel de la 10 Muestra de Cine de Lavapiés
La Muestra de Cine de Lavapiés cumple diez años. Toda una década peleando porque la cultura salga a la calle, a tomar sus espacios de encuentro naturales y porque lo haga de una forma accesible para quienes quieran participar. Es una Muestra que se hace con la ilusión militante de acercar el cine para, a través de él, hacer barrio. Un festival hecho desde el entendimiento de una cultura horizontal que apuesta por un compromiso social participativo y equilibrado y con el deseo de construir sociedades que tengan conciencia. La Muestra es un canal de difusión y distribución para ese cine autoproducido y bajo licencias libres, unas películas que, a pesar de su calidad, tienen difícil encontrar una pantalla donde ser proyectadas. Pero no es un festival ecléctico sino que está abierto a todos los públicos y por eso programa también películas que han pasado por los circuitos comerciales donde han obtenido un cierto reconocimiento. Unas y otras conviven porque un barrio son muchos mundos y un mundo muchos barrios.

Con estas ideas no es extraño que la inauguración sea en el Cine Doré, nuestra Filmoteca Nacional, el más público de nuestros cines, el que nos pertenece a toda la ciudadanía. Esta es la única proyección en el Festival que no es gratuita, aunque no resulta difícil hacerse con una invitación. Con un mínimo retraso sobre la hora programada, una voz nos da la bienvenida a la 10 Muestra de Cine de Lavapiés. Después se apagan las luces y se proyectan las 8 cortinillas de las Muestras anteriores. Son una mirada nostálgica, de memoria, a un barrio que apenas ha cambiado en esta década. Sigue estando lleno de color, contagiado de multiculturalidad, repleto de pensamientos diversos que a menudo confluyen y manteniendo el mismo descuido institucional por parte del Ayuntamiento de Madrid que parece como si hace años que quisiera mantenerlo en el olvido.

Tras el repaso, los organizadores, formando una fila ante el escenario, presentan la Muestra de este año. Es un discurso breve, en defensa de la cultura y la participación, del barrio que queremos los que allí vivimos. También hay tiempo de presentar la cortinilla de esta décima edición, un año más realizada por el colectivo audiovisual Calipso Films, y dar paso a Luis Azanza, Alberto Alcalá y Gustavo Vallecas, del equipo de Telemadrid en el Exilio, la televisión creada por extrabajadores de Telemadrid. Ellos son los autores de los tres documentales que se van a proyectar. Antes de verlos, nos hablan sobre del conflicto laboral que vivieron en Telemadrid y de ese ERE que afectó a cerca de 900 trabajadores de la plantilla. Siempre fueron conscientes de que los despidos no respondían a causas económicas, sino a una posición ideológica con intención de terminar con el empleo público y el trabajo digno, pues se ha echado a la calle a quienes aprobaron su oposición y se ha dejado dentro a quienes fueron elegidos a dedo desde el gobierno de la Comunidad de Madrid.

Una escena del documental Telemadrid: del ERE al despido improcedente
Una escena del documental Telemadrid: del ERE al despido improcedente
Cuentan los antiguos empleados de Telemadrid que la información no se contrasta, solo se da paso a aquella que sirve a las intenciones políticas de quienes gobiernan y si es preciso se manipula para que convenga a esos intereses. Este descenso de calidad en la información no ha sido algo casual, sino que ha sido el resultado de un concienzudo proceso de degradación que se había fijado como objetivo el desmantelamiento de la televisión pública madrileña. Viene de lejos esa transformación de Telemadrid en una televisión sectaria y al gusto del PP. Pero muchos de sus trabajadores pelearon porque no fuera así y se estableció un pulso. Como estorbaban a esos intereses había que despedirlos. Así se ha ido robando a los madrileños el derecho a ser informados de verdad y cuando te tocan una televisión que apesta lo que dice la gente es que la apaguen. Por eso su lucha ha sido muy difícil. Los medios no les han escuchado, ni cuentan lo que han salido a reivindicar, así que agradecen esta oportunidad de mostrar su trabajo y visibilizar su problema ante el público. Gustavo Vallecas explica que lo que está en juego es el derecho a una información pública y que ésta tiene que ser libre, veraz y plural. Vivimos en la desmemoria porque al poder le interesa que así sea. Les molesta que grabemos todo lo que no quieren que se vea y tratan de borrarlo y hacerlo desparecer cuando aún así se hace.

Los tres documentales que forman esta sesión son de este tipo, de los que guardan para la memoria todas esas imágenes que quienes mandan no quieren que veamos. Ninguno de ellos va firmado más que por la cortinilla de Telemadrid en el Exilio al final, porque ellos son un colectivo y su trabajo responde al esfuerzo de todas las personas que lo forman, sin distinciones de ningún tipo.

El primero de los documentales se titula Sube la marea y nos muestra los preparativos para la gran Marea Ciudadana del 23-F. Allí confluyó la protesta de una ciudadanía afectada por los recortes que han venido impulsados como medidas necesarias detrás de la estafa de la crisis. El documental es un retrato de las actividades de preparación de aquella manifestación y de las ideas de algunos de los cientos de grupos que forman parte de cada una de las Mareas. Organizaciones y asambleas que están vertebrado redes y tendido puentes ciudadanos para construir una democracia más participativa, pero que también han salido a la calle para pedir cuentas a los que nos gobiernan en un grito tan mudo como pacífico. Es nuestro derecho legítimo. Es hora de ejercerlo con contundencia.

El milagro de Borromeo surgió de una iniciativa por la que cada trabajador de Telemadrid amenazado por un ERE aportó un kilo de comida para donar a quienes lo necesitaran. Así reunieron 925 kilos que decidieron entregar a la parroquia de San Carlos Borromeo. La parroquia lo empleó en el Gallinero, un poblado marginal en Entrevías que acoge a una población procedente de Rumanía. De aquella experiencia, de la que fueron testigos en Telemadrid en el Exiliio, desarrollaron este pequeño documental. Su objetivo es tratar de explicar, desde lo emotivo, la problemática del Gallinero y la actividad que la parroquia sigue llevando a cabo hoy en día con los marginados, los desfavorecidos y los presos. Los curas obreros de los 50 y los 60 que se movilizaron para ayudar en los guetos de pobreza que se formaban en los poblados de chabolas, que en los 70 trabajaron con el resto de organizaciones para traer la democracia a este país, y en los 80 sirvieron de apoyo a los drogodependientes, siguen teniendo su espacio en esta sociedad del siglo XXI.


Documental Telemadrid: del ERE al despido improcedente
Entre los dos anteriores se proyectó Telemadrid: del ERE al despido improcedente un documental que quiero destacar. En él Gustavo Vallecas realiza un trabajo desde la distancia de un periodista empotrado para cubrir el asunto. Es un documental crudo, en el que abundan los datos y la información contrastada para contarnos como vivieron los trabajadores de Telemadrid esos 137 días que han estado saliendo a la calle para denunciar el ERE. Nos habla de los directivos y de los acólitos de la redacción paralela que juntos emprendieron el camino que ha ido destrozando la credibilidad de los informativos de la cadena. En una década han cambiado información por partidismo y manipulación. En la película, al gobierno de la Comunidad de Madrid se le ve el plumero, su modelo de privatización y desinformación exige una bajada de audiencia previa para que la gente deje de preocuparse y hasta sienta un cierto alivio cuando lo privaticen, que suspire por el peso que le han quitado de encima. Pero no han sido sus trabajadores quienes han hundido Telemadrid, lo han hehco Esperanza Aguirre e Ignacio González.

Muchos de los días que se retratan son tristes, de agonía, y sin embargo se observa que el ánimo fluye porque cada una de las personas que trabajaban en Telemadrid se han unido para forma un único colectivo impulsado por la ilusión de salvar una televisión pública, de volver a informar como se debe. Es sin duda un reportaje imprescindible que retrata hechos, se hace preguntas y nos muestra la realidad tal como ha sido. Tras el juicio que declaró improcedentes los despidos del ERE, resulta vergonzoso escuchar a Ignacio Gonzáles en los informativos de Telemadrid diciendo que el juez ha dicho que los despidos han sido correctos. Es la manipulación torticera de quien siente que está por encima del bien y del mal, de quien no tiene remordimientos por mentir con descaro a la ciudadanía.

Tras las proyecciones se abre un turno de palabra donde van hablando cada uno de los representantes presentes. El cura de la parroquia de San Carlos Borromeo, Javier Baeza, dice que ante esta crisis dolorosa, que no debemos aguar, nada podemos esperar del poder (político, económico y eclesiástico). Lo que se ha conseguido es que las luchas se socialicen. En ese sentido, la solidaridad mueve montañas y permite que se esté buscando la justicia social. Debemos creer el uno en el otro, tener fe en lo humano. Yolanda, representante de las Mareas Ciudadanas, nos cuenta que las Mareas incluyen muchas luchas, porque hay recortes en todo, también en nuestra democracia. Ante eso hay que resistir y seguir uniéndonos ante la adversidad. Es la ciudadanía la que debe tomar la palabra y la calle. Mae Lozano, experiodista de Telemadrid y miembro de la Plataforma Salvemos Telemadrid, nos recuerda que solo hay un camino, seguir adelante. La lucha en defensa de la Sanidad pública en Madrid ha conseguido que Güemes y Lamela hayan sido imputados por el desmantelamiento de la Sanidad madrileña en su proceso de privatización. Cuando surgió el ERE de Telemadrid, la mayoría de los madrileños estaban a favor de su hundimiento, pues era una televisión sin la menor capacidad de servicio público. La lucha de los trabajadores ha servido para cambiar la imagen y darle la vuelta a esa tendencia.

Al final el público abandonó la sala con esperanza y gritando con fuerza «sí se puede».

sábado, 15 de junio de 2013

De la teoría a la práctica

Culpables son los otros representa el cine social en el Festival de cine alemán de Madrid


Sábado 15 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Culpables son los otros
Cartel de la película Culpables son los otros
De todo lo que he visto este año en el 15 Festival de cine alemán de Madrid me quedo con Culpables son los otros, del director Lars-Gunnar Lotz. No parece un director novato, ni que esta película sea su trabajo fin de carrera, pero es así. Antes de lanzarse con este largo realizó dos cortometrajes y un mediometraje (Für Miriam) que ha recibido varios premios internacionales y que le mostraban como la promesa en alza del cine austro-alemán en que se ha convertido.

Culpables son los otros es cine social con un mensaje claro, señalarnos que es difícil mantener la teoría en la vida real. No resulta fácil porque la realidad levanta astillas y éstas se nos pinchan en los dedos. Y entonces las emociones nos llevan por otros caminos. La culpa y el perdón son los temas que aborda, y para ello nos presenta a un joven delincuente, lleno de odio y violencia: carne de presidio. Al protagonista se le abre otra vía, un centro de reinserción para adolescentes problemáticos y dirigido por asistentes sociales. Que siempre la culpa de lo que pasa, de nuestros peores comportamientos, está en los otros es un axioma en el que no entra la película. No le importa de dónde viene el protagonista, ni que su infancia haya sido dura, o incluso cruel, ni que el sistema le negara todas las oportunidades y la sociedad le cerrara las puertas. No hay una búsqueda del menor eximente que justifique todo lo que vino después. Es solo un mecanismo psicológico que evita ver en el espejo el reflejo de un monstruo. Pero para reinsertarse, para dejar de ser un agresor, hay que empezar sintiendo la propia culpabilidad.

Lars-Gunnar Lotz nos dice que aunque en todo tratamiento hay una implicación emocional entre paciente y terapeuta, lo cierto es que los métodos funcionan por su mecánica, la que establece unas normas y marca una cierta distancia. La teoría, cuando es ecuánime, resulta fácil de aplicar. Pero, ¿qué ocurre cuando esa separación se rompe por una vinculación personal? Se puede ser agresor, víctima o terapeuta, pero si alguien ocupa dos de estos roles a la vez, las fronteras de los principios tiemblan. La teoría que se sabía que funcionaba aceptablemente ahora tiene un sabor diferente, un amargor inconfundible porque al aplicarla produce un dolor insoportable. No podemos dejar nuestra emociones a un lado. En ese mundo pantanoso se sumerge con acierto Culpables son los otros.

La película llega, impacta, y te atrapa. Parte de la solidez se la dan las brillantes interpretaciones de sus protagonistas y secundarios. Son ellos los que transmiten a la perfección cada una de las situaciones, por complejas que éstas sean, y la técnica se encarga de acentuarlas. Sus silencios, sus desenfoques, van haciendo que el espectador sienta que está cerca de los pensamientos de los personajes, que los puede escuchar sin que abran la boca, que pueda ponerse en el lugar de cada cual y sacar conclusiones. Culpables son los otros te sitúa en ese punto y luego se va, sin darte respuestas, para que cada cual ponga las suyas. La verdad es que no se puede salir tan tranquilo después de ver la película, porque algo se ha revuelto por dentro. Ese es el mordisco que solo dan las buenas películas.

viernes, 14 de junio de 2013

La comedia mecánica

El Festival de cine alemán en Madrid deja un espacio para la comedia con Rupturas por encargo


Viernes 14 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Rupturas por encargo
Cartel de la película Rupturas por encargo
Ayer, durante el pase de Nuevos Horizontes, escuché a una señora diciendo que a los alemanes no les salía eso de las comedias, que con ese carácter tan seco y profesional les resultaba imposible tomarse algo a broma. Hoy, el propio Festival de cine alemán de Madrid le lleva la contraría con la película Rupturas por encargo, una comedia de «libro». La dirige Matthias Schweighöfer, un joven actor de éxito que se está convirtiendo en un director taquillero, no en vano esta película ha sido la tercera más vista este año en Alemania. Aquí hace pareja interpretativa con Milan Peschel, jugando así al contraste entre el apuesto, triunfador y moderno frente el hombre clásico, feo y neurótico. Gran parte de las situaciones más cómicas vienen de esa diferencia entre los dos protagonistas que se sitúan en las antípodas morales el uno del otro. El punto más fuerte de la película está en saber establecer un lugar de encuentro entre ambos personajes y crear esa pequeña sinergia que les permite que, trabajando juntos, logren formar una especie de todo contradictorio pero que avanza. En ese sentido, el contrapunto de los dos actores engrasa la historia para que ésta pueda transmitir.

Me gustó la elección de los temas musicales de rock electrónico comercial, creo que saben darle fuerza a la película. También me reí, y mucho en algunos momentos, pero no hay que engañarse, Rupturas por encargo no va más allá de una comedia romántica. De eso me doy cuenta cuando la película hace crack y se convierte en la moralina habitual del género. No podía ser de otra forma triunfa el amor, la amistad y los principios establecidos, esos que nuestros políticos de derecha llaman «hacer lo correcto». De pronto toda la sucesión de tópicos se hace patente. Si alguna fresca novedad tuvo en su arranque, se ha perdido y su pequeña magia se ha roto.

La película tiene también algo de road-movie, un elemento que sirve para acercar a ese lugar de encuentro a los dos protagonistas sin escapatorias. Pero hay una intención secundaria que se hace evidente, la de promocionar una Alemania de bellos paisajes, perfectos para un turista tranquilo y amante de la naturaleza y también para un viajero inquieto al que le gusta deambular por las ciudades en busca de las joyas arquitectónicas. Esa captura de estampas embellece la fotografía pero reblandece la historia convirtiéndola en muchas ocasiones en un simple álbum de fotos hermosas. Conseguir dinero para financiar una película no es fácil, sobre todo cuando esta es cara. Ese dinero que llega de la empresa privada exige sus contraprestaciones. Quizá la promoción turística no me molesta demasiado, incluso me hace sentir a gusto con lo que veo; pero sí me estorba esa necesidad de pararse a beber un Red Bull por que sí, o que la cámara se detenga innecesariamente en un primer plano del teléfono para que veamos que las llamadas las hace con Vodafone, o escuchar al jefe diciendo que los Mercedes son unos coches estupendos que marcan la diferencia. Cuando los «anuncios» se hacen tan visibles en una película es porque se trata de una publicidad burda, que estropea la toma y que falta al respeto al espectador. Así terminas viendo la película solo como una gran valla donde las empresas han ido colocando su publicidad. Y lo demás no importa.

jueves, 13 de junio de 2013

La responsabilidad con 25 años

Pola Beck trae su ópera prima Nuevos Horizontes al Festival de cine alemán de Madrid


Jueves 13 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Nuevos Horizontes
Cartel de la película Nuevos Horizontes
El 15 Festival de cine alemán de Madrid llega a su ecuador; la mitad de sus títulos han desfilado ya por la pantalla de los Cines Palafox. Son títulos que reflejan un cine alemán alejado de la crisis que vivimos aquí, con grandes producciones y despliegue técnico. No escatiman medios para un cine sobrio, sin resquicios, que escarba en el interior de las personas y que olvida lo colectivo porque abandonó ese camino como si su construcción fuera imposible. Nos habla de dudas morales del individuo y las sociedades se convierten en simples decorados. Por ellas deambula una clase media que tiene resueltas las necesidades elementales y que no mira hacia los demás más allá de su círculo personal porque no lo siente como un deber.

Uno de los estrenos programados en esta edición es la ópera prima de Pola Beck, Nuevos Horizontes. Podría haber sido un drama juvenil y llorón para emitir a media tarde, de esos que llamamos Estrenos TV, y sin embargo su directora transforma la historia en otro cosa: una mirada introspectiva. Y lo hace mientras va jugando a dos ritmos, el acelerado de la juventud y el pausado del mundo de los mayores. La historia se centra sobre ese punto en el que se pasa de un lado de la frontera al otro, en el que la responsabilidad comienza a presentarse y los actos empiezan a tener consecuencias. Podría ser un buen momento, en el que se van eligiendo elementos de un lado y del otro según convenga, donde aún se puede ver con idealismo lo que dejará de tenerlo en breve, pero no lo es porque la realidad se empeña en mostrarse con tozudez, en arrebatarnos una inocencia inservible.

Entre un mundo y otro queda un espacio por habitar, un lugar con claves nuevas que precisan ser descifradas y donde se van perdiendo las posturas frívolas. Transitar por ese lugar obliga a que se construyan obsesiones que no consiguen traspasar el papel, incapaces de convertirse en realidades, porque es imposible sostenerse agarrado a ellas. Se descubre también la ausencia y se hace con dolor, a través de la falta de apoyo y ayuda de los más próximos, unos debido a que aún no están listos para esa nueva etapa y otros porque ya la han dejado atrás o incluso olvidado. De pronto se imponen las soledades, las incomprensiones, la realidad que pesa y asfixia, como si a nadie le hubiera ocurrido antes. Es el tiempo donde el egoísmo no triunfa porque se empieza a ser consciente que para ser feliz se necesita algo más que un mismo individuo. Ese virar desde el mundo adolescente de la irresponsabilidad y lo frenético hacia una asunción de un mundo más tranquilo y responsable, ese hacerse mayor, está perfectamente descrito en Nuevos Horizontes donde su protagonista, con 25 años y una circunstancia que se le presenta, va cambiando sus prioridades. Ahora los temas de los que habla son otros y eso también la distancia descolocándola.

La película marca perfectamente los dos planos de lo que se va a quedar atrás y al que se llega, separando ambos explícitamente. Sin embargo peca al querer acentuar el tránsito del uno hacia el otro con demasiadas imágenes simbólicas, como de hojas cayendo o de vías de trenes que se separan. Resultan contemplativas, como caprichos de una poética que se niega a dejar de ser joven.

miércoles, 12 de junio de 2013

Pensando sobre el mal

El Festival de cine alemán en Madrid estrena la nueva película de Margarethe von Trotta Hannah Arendt


Miércoles 12 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Hannah Arendt
Cartel de la película Hannah Arendt
El 15 Festival de cine alemán de Madrid le dedica una retrospectiva a la directora Margarethe von Trotta, convirtiéndola así en la principal protagonista de esta edición. La verdad es que se lo merece. Von Trotta es una mujer de carácter, directa en su forma de hablar y que no se deja amedrentar. Su presencia impone y lo hace desde una marcada distancia. Su última película, Hannah Arendt, tiene mucho de ella en ese sentido. Es una película difícil, con aristas, de las que obliga al espectador a trabajar, a que en su cabeza fluyan ideas constantemente. Y todo eso sin apenas ofrecer respiros en cerca de dos horas.

Arendt fue una filósofa alemana de origen judío, exiliada e ingresada en un campo de internamiento francés durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la película se centra en los primeros años de la década de los sesenta, el periodo en el que escribió para de New Yorker una serie de artículos sobre el juicio a Adolf Eichmann, oficial de las SS al que el servicio de inteligencia israelí secuestró en Buenos Aires para llevarlo a Jerusalén y juzgarlo. Esa experiencia, la de ver a un hombre mediocre que se defendía de sus cargos hablando de la burocracia y de que su honor estaba simplemente en cumplir con su obligación, la marcó.

No es fácil entender el mal extremo, pensamos que toda maldad debe provenir de un cierto nivel de egoísmo. La barbarie del Holocausto la cometieron personas humanas que decidieron anularse en su propia humanidad, que optaron por no pensar, por cumplir órdenes de una manera administrativa, desentiéndose de las muertes que eran el resultado de ese cumplimiento de la obediencia debida. Es lo que la filósofa designó como «la banalidad del mal», un estigma que se aupa sobre los seres humanos que dejan de pensar y al hacerlo se deshumanizan, perdiendo por tanto la única condición que les hace humanos. Vivimos en sociedades que fomentan un ocio de ese tipo; para descargarnos de los problemas diarios nos invitan a dejar de pensar, a abandonarnos y que sean otros los que hagan el esfuerzo y tomen las decisiones por nosotros. Siempre hay una responsabilidad personal frente a responsabilidad colectiva, no tomarla nos conduce al desastre. Hoy también. Quizá ese sea el mayor de nuestros males, el que nos deja levantar cabeza y seguir sometidos al dictado de los que mandan en este sistema capitalista tan injusto.

Para eso, para agitarnos, debemos defender la necesidad de un pensamiento independiente, que no se deba a intereses, ni a ninguna patria; que sea objetivo y que rompa con todos aquellos cimientos mal construidos. Al cine se puede ir a dos cosas, a dejar de pensar o a pensar. Hannah Arendt no es cine de esparcimiento.

La directora Margarethe von Trotta presentando su película Hannah Arendt
La directora Margarethe von Trotta presentando su película Hannah Arendt
Las escaleras y la premura de seguir al fotógrafo oficial del Festival han conseguido que Margarethe von Trotta llegue a la sala donde la espera la prensa con la respiración entrecortada. Pide un minuto a los periodistas y accede a que el fotógrafo le haga alguna indicación para tomar nuevas imágenes. La veo refunfuñar con él, quizá cansada ya de tanto «ponte así» o «levanta el brazo un poco más». Hay posturas por las que no pasa, solo cede lo que considera justo. No admite la dictadura del fotógrafo como lo llama ella. Tampoco le gustan las medias tintas, ni decir sí cuando quiere decir no. Así que no se anda con rodeos, elige siempre ser clara. Escucha atenta lo que le dicen y aunque a su lado tiene a la traductora no la necesita para entender lo que le preguntan. Sabe ganarse el respeto, tanto con su cine como con su persona. Es una mujer llena de ideas, con experiencia y con mucho mundo a sus espaldas como para perder el tiempo.

Un amigo le pidió que hiciera una película sobre la filósofa Hannah Arendt. Le interesó primero como pensadora y después como persona. En especial por la forma en la que defendió sus ideas en el libro de Eichmann en Jerusalén y como fue capaz de mantenerlas con firmeza, a pesar de las críticas de amigos y enemigos. Dice que primero le dio vueltas a hacer una película sobre toda su vida, pero se dio cuenta que de esa forma no podría entrar en profundidad en ninguna de sus ideas, así que eligió cuatro años, los del libro sobre Eichmann para mostrar su lucha y como va tomando forma en ella la idea de la banalidad del mal tras solo ver en Eichmann a una persona mediocre.

Arendt fue una mujer que pensó por si misma y que supuso la reivindicación de todas esas personas que sienten la necesidad de volver a pensar por sí mismas, recuperar su pensamiento, «pensar sin nada a lo que agarrarse». La directora define Hannah Arendt como el duelo entre la persona pensante (Arendt) y la que no piensa (Eichmann). No hay ningún pensamiento que se sostenga sin una persona detrás. Lo que busca, y lo que le gustaría, es que el espectador esté pensando con la película y que incluso llegue a coincidir con los mismo pensamientos que la protagonista. No es fácil hacer una película sobre una filósofa. Confiesa que su intención en el largometraje ha sido el de tratar de vincular la figura de Arendt con la persona que fue Hannah. Pensar nos puede ayudar a evitar ciertas catástrofes, pero no nos garantiza que no caigamos en las trampas. Heidegger, el maestro de Arendt, cayó en las que les propuso el movimiento del nacional socialismo de Hitler.

Sobre la parte técnica comenta que prefirió utilizar imágenes de archivo en lugar de recrear con un actor el juicio a Eichmann porque quería que el público viera al auténtico y fijar así su mediocridad.

martes, 11 de junio de 2013

El Festival de cine alemán elige la traición para inaugurar su 15 edición

Costa Esperanza de Toke Constantin Hebbeln abre el festival


Martes 11 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel del Festival de cine alemán en Madrid
Cartel del Festival de cine alemán en Madrid
Ya van quince años de 15 Festival de cine alemán en Madrid. Este año, el festival anuncia una retrospectiva de la directora Margarethe von Trotta. Su última película Hannah Arendt será uno de los numerosos estrenos de películas alemanas en España que tendremos durante estos días. A la retrospectiva y a los estrenos se suman una película juvenil, un documental y varios cortometrajes que pretenden dar una muestra fiel del cine que se está haciendo ahora mismo en Alemania.

Cuenta el director Toke Constantin que alguien de la profesión le contó una historia que había pasado en su familia, en la República Democrática de Alemania (RDA) antes de la reunificación. El tema le interesó y trató de hacer un documental. Confiesa que él es alemán occidental, así que no sabía demasiado de la historia reciente de la RDA. En el proceso de investigación realizó entrevistas y una visita guiada a la cárcel de la Stasi en Berlín que ahora enseñan antiguos reclusos. Según escarbaba prefirió llevar todo este material hacia una ficción basada en aquella historia. Así surge Costa Esperanza, la película que inaugura este Festival.

Se trata de una película inquietante en lo íntimo, de dudas, conflictos y posicionamientos. Hay quien busca enmendar sus errores y quién incapaz de escapar del enredo se va deslizando hacia abajo sin remedio dentro de esa espiral. Costa Esperanza es una película donde los engaños y los principios más bondadosos se colocan a una mismo nivel. Es a la vez una historia de amor, de amistad y de poder, el que en cualquier tiempo han tenido los espías más abyectos. Frente a ese poder de la manipulación, del control de la información, de la mentira como medio con el que sostener lo que ya no se aguanta, queda la mirada limpia de quien se ha arrepentido de su caída, de quien se ha levantado y quiere no volver a caer. La traición es a la vez fuente de poder y desgracias en la película. No se sabe muy bien como se llega a ella, si por caer en el egoísmo o por naturaleza. Lo que descubren es que la traición tiene dos niveles, el que empieza con la la primera mentira a los demás de la que se obtiene beneficio, y el que se da cuando uno comienza a mentirse a sí mismo para sostenerla. De uno de estos niveles no se vuelve jamás.

El remordimiento, esa necesidad de querer hacer lo correcto, es el gran tema de la película, pues no hay traición cinematográfica sin personajes atormentados y culpables. Solo siendo inhumano se podría vivir sin remordimiento, y ninguno de los dos protagonistas lo es. Cada uno a su manera debe enfrentarse a la caída moral en la que ha entrado, usando el freno o el acelerador, encontrado el mecanismo justificador o intentando redimirse.

El director Toke Constantin Hebbeln y el actor Alexander Fehling presentando la película Costa Esperanza
El director Toke Constantin Hebbeln y el actor Alexander Fehling presentando la película Costa Esperanza
Costa Esperanza es una película impecable en su fotografía que ha cuidado cada toma. La luz que elige en cada momento nos coloca como espectadores en el lugar exacto en el que están ocurriendo los hechos. La música acompaña a la perfección la historia. Los diálogos son intensos y la interpretación da el tono justo. Pero aún así algo flaquea en el proceso de construcción de la película, en mi opinión es un cierto desentendimiento hacia la realidad, considerarla una obviedad. Es algo parecido a lo que le ocurre a Rajoy que da por hecho que todos leímos de pequeños el mismo libro que nos hace pensar a todos por igual para saber siempre de qué lado está lo correcto. Toke Constantin nos pone dentro de un mundo del que todos quieren escapar, pero no profundiza en el motivo que tienen para intentar cruzar la frontera, lo asume como un axioma, dividiendo el mundo en malos y buenos. Y ese pecado debilita la película. La libertad para nada no es más que una estupidez.

En la rueda prensa, el director insiste en que no pretende ofrecer una tesis, ni tiene una intención moral. Reconoce que él se ha posicionado, pero lo que ha buscado es plantearse preguntas y darle al espectador imágenes para que éste llegue a su propia conclusión subjetiva. Le interesa explorar esa frontera entre lo político y lo privado, saber dónde queda lo político dentro de lo privado y viceversa. En ese sentido situar la película en el contexto de la RDA permite que ese conflicto sea patente por sí mismo.

A su actor protagonista, Alexander Fehling, le interesó la historia por dos motivos principales. El primero por el conflicto interno del personaje que intenta compensar el desequilibrio que produjo al cruzar una cierta frontera moral y, segundo, por abordar el tema de la traición. Fehling se involucró en el proyecto hace tres años, así que ha tenido la oportunidad de colaborar en construir su propio personaje.