sábado, 15 de junio de 2013

De la teoría a la práctica

Culpables son los otros representa el cine social en el Festival de cine alemán de Madrid


Sábado 15 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Culpables son los otros
Cartel de la película Culpables son los otros
De todo lo que he visto este año en el 15 Festival de cine alemán de Madrid me quedo con Culpables son los otros, del director Lars-Gunnar Lotz. No parece un director novato, ni que esta película sea su trabajo fin de carrera, pero es así. Antes de lanzarse con este largo realizó dos cortometrajes y un mediometraje (Für Miriam) que ha recibido varios premios internacionales y que le mostraban como la promesa en alza del cine austro-alemán en que se ha convertido.

Culpables son los otros es cine social con un mensaje claro, señalarnos que es difícil mantener la teoría en la vida real. No resulta fácil porque la realidad levanta astillas y éstas se nos pinchan en los dedos. Y entonces las emociones nos llevan por otros caminos. La culpa y el perdón son los temas que aborda, y para ello nos presenta a un joven delincuente, lleno de odio y violencia: carne de presidio. Al protagonista se le abre otra vía, un centro de reinserción para adolescentes problemáticos y dirigido por asistentes sociales. Que siempre la culpa de lo que pasa, de nuestros peores comportamientos, está en los otros es un axioma en el que no entra la película. No le importa de dónde viene el protagonista, ni que su infancia haya sido dura, o incluso cruel, ni que el sistema le negara todas las oportunidades y la sociedad le cerrara las puertas. No hay una búsqueda del menor eximente que justifique todo lo que vino después. Es solo un mecanismo psicológico que evita ver en el espejo el reflejo de un monstruo. Pero para reinsertarse, para dejar de ser un agresor, hay que empezar sintiendo la propia culpabilidad.

Lars-Gunnar Lotz nos dice que aunque en todo tratamiento hay una implicación emocional entre paciente y terapeuta, lo cierto es que los métodos funcionan por su mecánica, la que establece unas normas y marca una cierta distancia. La teoría, cuando es ecuánime, resulta fácil de aplicar. Pero, ¿qué ocurre cuando esa separación se rompe por una vinculación personal? Se puede ser agresor, víctima o terapeuta, pero si alguien ocupa dos de estos roles a la vez, las fronteras de los principios tiemblan. La teoría que se sabía que funcionaba aceptablemente ahora tiene un sabor diferente, un amargor inconfundible porque al aplicarla produce un dolor insoportable. No podemos dejar nuestra emociones a un lado. En ese mundo pantanoso se sumerge con acierto Culpables son los otros.

La película llega, impacta, y te atrapa. Parte de la solidez se la dan las brillantes interpretaciones de sus protagonistas y secundarios. Son ellos los que transmiten a la perfección cada una de las situaciones, por complejas que éstas sean, y la técnica se encarga de acentuarlas. Sus silencios, sus desenfoques, van haciendo que el espectador sienta que está cerca de los pensamientos de los personajes, que los puede escuchar sin que abran la boca, que pueda ponerse en el lugar de cada cual y sacar conclusiones. Culpables son los otros te sitúa en ese punto y luego se va, sin darte respuestas, para que cada cual ponga las suyas. La verdad es que no se puede salir tan tranquilo después de ver la película, porque algo se ha revuelto por dentro. Ese es el mordisco que solo dan las buenas películas.

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