viernes, 14 de junio de 2013

La comedia mecánica

El Festival de cine alemán en Madrid deja un espacio para la comedia con Rupturas por encargo


Viernes 14 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Rupturas por encargo
Cartel de la película Rupturas por encargo
Ayer, durante el pase de Nuevos Horizontes, escuché a una señora diciendo que a los alemanes no les salía eso de las comedias, que con ese carácter tan seco y profesional les resultaba imposible tomarse algo a broma. Hoy, el propio Festival de cine alemán de Madrid le lleva la contraría con la película Rupturas por encargo, una comedia de «libro». La dirige Matthias Schweighöfer, un joven actor de éxito que se está convirtiendo en un director taquillero, no en vano esta película ha sido la tercera más vista este año en Alemania. Aquí hace pareja interpretativa con Milan Peschel, jugando así al contraste entre el apuesto, triunfador y moderno frente el hombre clásico, feo y neurótico. Gran parte de las situaciones más cómicas vienen de esa diferencia entre los dos protagonistas que se sitúan en las antípodas morales el uno del otro. El punto más fuerte de la película está en saber establecer un lugar de encuentro entre ambos personajes y crear esa pequeña sinergia que les permite que, trabajando juntos, logren formar una especie de todo contradictorio pero que avanza. En ese sentido, el contrapunto de los dos actores engrasa la historia para que ésta pueda transmitir.

Me gustó la elección de los temas musicales de rock electrónico comercial, creo que saben darle fuerza a la película. También me reí, y mucho en algunos momentos, pero no hay que engañarse, Rupturas por encargo no va más allá de una comedia romántica. De eso me doy cuenta cuando la película hace crack y se convierte en la moralina habitual del género. No podía ser de otra forma triunfa el amor, la amistad y los principios establecidos, esos que nuestros políticos de derecha llaman «hacer lo correcto». De pronto toda la sucesión de tópicos se hace patente. Si alguna fresca novedad tuvo en su arranque, se ha perdido y su pequeña magia se ha roto.

La película tiene también algo de road-movie, un elemento que sirve para acercar a ese lugar de encuentro a los dos protagonistas sin escapatorias. Pero hay una intención secundaria que se hace evidente, la de promocionar una Alemania de bellos paisajes, perfectos para un turista tranquilo y amante de la naturaleza y también para un viajero inquieto al que le gusta deambular por las ciudades en busca de las joyas arquitectónicas. Esa captura de estampas embellece la fotografía pero reblandece la historia convirtiéndola en muchas ocasiones en un simple álbum de fotos hermosas. Conseguir dinero para financiar una película no es fácil, sobre todo cuando esta es cara. Ese dinero que llega de la empresa privada exige sus contraprestaciones. Quizá la promoción turística no me molesta demasiado, incluso me hace sentir a gusto con lo que veo; pero sí me estorba esa necesidad de pararse a beber un Red Bull por que sí, o que la cámara se detenga innecesariamente en un primer plano del teléfono para que veamos que las llamadas las hace con Vodafone, o escuchar al jefe diciendo que los Mercedes son unos coches estupendos que marcan la diferencia. Cuando los «anuncios» se hacen tan visibles en una película es porque se trata de una publicidad burda, que estropea la toma y que falta al respeto al espectador. Así terminas viendo la película solo como una gran valla donde las empresas han ido colocando su publicidad. Y lo demás no importa.

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