miércoles, 26 de junio de 2013

Luchar es inventar

La Muestra de Lavapiés con el cine comprometido y desde un espacio liberado


Miércoles 26 de junio de 2013. El Solar de Lavapiés. Madrid

Cartel del cortometraje Algún Lugar
Cartel del cortometraje Algún lugar
El lugar que más proyecciones acoge este año en la Muestra de Cine de Lavapiés es el Solar de Lavapiés, un espacio liberado por la ciudadanía, cercano a la plaza y frente al lateral del Teatro Valle-Inclán de la calle Valencia. Contra la especulación, que solo ha visto dinero y no a las personas que habitan los barrios del centro, solo queda recuperar espacios para darles un uso público que se desarrolle por la propia iniciativa vecinal. Un barrio se construye desde la participación, haciendo tejido que entrelace a las personas que viven unas al lado de otras. En el barrio, a este activismo de liberación de los espacios públicos ayudan colectivos como Basurama y Esta es una plaza. Lavapiés necesita zonas verdes, lúdicas, culturales y comunes que sean soluciones definitivas y alternativa a lo privado. Pero mientras la Administración le da vueltas al asunto sin llegar a conclusiones, es necesario identificar los solares vacíos y autoconstruirlos con enfoques colaborativos para el uso y disfrute de vecinos y vecinas. El Solar sirve, entre otras muchas actividades, para tener plantado un huerto comunitario, montar exposiciones que nos conciencien, desarrollar grupos de trabajo, presentar libros e impartir talleres diversos, como el de mobiliario urbano.

Es cerca de las diez y media, con la luz del sol ya desaparecida y con otro lleno absoluto, cuando se abre la noche en el Solar. Se proyecta el cortometraje Algún lugar, de David Vallina. Arranca con una imagen estática, una conocida fotografía de Javier Bauluz en la que una pareja toma el sol en una playa española, mientras al fondo se puede ver el cuerpo sin vida de un inmigrante muerto al que la marea había arrastrado hasta la misma playa. Esa fotografía ilustra la indiferencia que Occidente siente ante la inmigración. Vallina gira la historia y al darle esa vuelta encierra toda su crítica para golpear al espectador con fuerza. En cierta manera nos obliga a ser empáticos con nosotros mismos como primer paso. Algún lugar es un corto impactante, de resultado efectivo y muy bien desarrollado que cumple esos objetivos de solidaridad.

Cuando se acaba llega el momento de la película documental Tous au Larzac, del francés Christian Rouaud. Se trata de una hermosa historia de lucha que cuenta como unos campesinos se atrevieron a defender sus tierras enfrentándose a los intereses del Estado Francés que con ellas quería extender los límites de uno de sus acuartelamientos militares. El origen de la historia son unas declaraciones en octubre de 1971 del ministro de defensa francés, Michel Debré, anunciando la ampliación del campo militar de Larzac desde las 3.000 hasta las 14.000 hectáreas. Sus palabras «escogimos el Larzac, es un país desheredado» resultaron tan ofensivas que se convirtieron en el detonante que cambió para siempre la actitud pacífica y desentendida de los habitantes de la comarca.

Cartel de la película Tous au Larzac
Cartel de la película Tous au Larzac
Tous au Larzac cuenta una experiencia motivadora, la que vivieron 103 campesinos que pasaron de ser carcas católicos a convertirse en activistas políticos concienciados en cambiar su mundo por uno más justo y más social. Se unieron en una defensa común y esto les llevó a un camino militante que les cambió radicalmente. Aprendieron política, se conocieron, establecieron lazos irrompibles, compartieron, pelearon juntos y no se rindieron. Tenían ovejas y tractores, esas fueron sus primeras armas. La solidaridad de los demás y su propia terquedad se convirtió en el oxígeno que les sirvió para no dejarse derrotar. Ver todo eso hace de este documental una pieza cautivadora que traspasa la pantalla. Esa necesidad de compartir con el público un aprendizaje personal y colectivo se contagia. A eso hay que sumarle la ternura y el triunfo de una causa justa, sobre todo ahora que perdemos casi todas las batallas emprendidas, con esa sensación de que enfrentarse al poder ya es una tarea inútil. Quizá no tenemos la constancia, o no estamos seguros de haber elegido el buen camino o simplemente nos gana la presión de quienes nos avasallan. Tous au Larzac nos da moral para resistir.

Reconozco que me descolocó al principio, sabía que se trataba de un documental, pero el tono divertido e incluso algo guasón de alguno de las personas que hablaban ante la cámara me hizo pensar por unos minutos que se trataba de una broma. La historia de unos maoístas agresivos y unos santurrones de la no-violencia, así lo hacía pensar. Lo mismo cuando describían los comités de apoyo que se iban formando por toda Francia, o las ocupaciones de hippies, objetores y pioneros que se fueron uniendo a la causa. Pinceladas entre la irrealidad y lo absurdo, pero que sin embargo resultan ser pura verdad. Los protagonistas de aquella revuelta eran, y siguen siendo así. Una de esas personas que nos cuenta su experiencia en aquellar revueltas es José Bové, quien tras negarse a realizar el servicio militar se desplazó a Larzac para unirse al movimiento antimilitarista y, desde el sindicalismo agrario, inició una carrera que le llevó a presentarse a las elecciones presidenciales de 2007, agrupando en una candidatura común a la «izquierda de la izquierda».

La película no trata de proponer una fórmula, en Lazarc encontraron la suya, y solo funcionó por eso. No sirvieron otros modelos. Valió agruparse desde lo que les unía y no dejar que lo que les diferenciaba enturbiase el objetivo compartido.Tous au Larzac nos muestra la capacidad de encontrar las armas propias ante cada enfrentamiento, porque luchar es inventar.

No es extraño que la película gustase y se llevara la mayor ovación del público hasta el momento.

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