miércoles, 12 de junio de 2013

Pensando sobre el mal

El Festival de cine alemán en Madrid estrena la nueva película de Margarethe von Trotta Hannah Arendt


Miércoles 12 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid

Cartel de la película Hannah Arendt
Cartel de la película Hannah Arendt
El 15 Festival de cine alemán de Madrid le dedica una retrospectiva a la directora Margarethe von Trotta, convirtiéndola así en la principal protagonista de esta edición. La verdad es que se lo merece. Von Trotta es una mujer de carácter, directa en su forma de hablar y que no se deja amedrentar. Su presencia impone y lo hace desde una marcada distancia. Su última película, Hannah Arendt, tiene mucho de ella en ese sentido. Es una película difícil, con aristas, de las que obliga al espectador a trabajar, a que en su cabeza fluyan ideas constantemente. Y todo eso sin apenas ofrecer respiros en cerca de dos horas.

Arendt fue una filósofa alemana de origen judío, exiliada e ingresada en un campo de internamiento francés durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la película se centra en los primeros años de la década de los sesenta, el periodo en el que escribió para de New Yorker una serie de artículos sobre el juicio a Adolf Eichmann, oficial de las SS al que el servicio de inteligencia israelí secuestró en Buenos Aires para llevarlo a Jerusalén y juzgarlo. Esa experiencia, la de ver a un hombre mediocre que se defendía de sus cargos hablando de la burocracia y de que su honor estaba simplemente en cumplir con su obligación, la marcó.

No es fácil entender el mal extremo, pensamos que toda maldad debe provenir de un cierto nivel de egoísmo. La barbarie del Holocausto la cometieron personas humanas que decidieron anularse en su propia humanidad, que optaron por no pensar, por cumplir órdenes de una manera administrativa, desentiéndose de las muertes que eran el resultado de ese cumplimiento de la obediencia debida. Es lo que la filósofa designó como «la banalidad del mal», un estigma que se aupa sobre los seres humanos que dejan de pensar y al hacerlo se deshumanizan, perdiendo por tanto la única condición que les hace humanos. Vivimos en sociedades que fomentan un ocio de ese tipo; para descargarnos de los problemas diarios nos invitan a dejar de pensar, a abandonarnos y que sean otros los que hagan el esfuerzo y tomen las decisiones por nosotros. Siempre hay una responsabilidad personal frente a responsabilidad colectiva, no tomarla nos conduce al desastre. Hoy también. Quizá ese sea el mayor de nuestros males, el que nos deja levantar cabeza y seguir sometidos al dictado de los que mandan en este sistema capitalista tan injusto.

Para eso, para agitarnos, debemos defender la necesidad de un pensamiento independiente, que no se deba a intereses, ni a ninguna patria; que sea objetivo y que rompa con todos aquellos cimientos mal construidos. Al cine se puede ir a dos cosas, a dejar de pensar o a pensar. Hannah Arendt no es cine de esparcimiento.

La directora Margarethe von Trotta presentando su película Hannah Arendt
La directora Margarethe von Trotta presentando su película Hannah Arendt
Las escaleras y la premura de seguir al fotógrafo oficial del Festival han conseguido que Margarethe von Trotta llegue a la sala donde la espera la prensa con la respiración entrecortada. Pide un minuto a los periodistas y accede a que el fotógrafo le haga alguna indicación para tomar nuevas imágenes. La veo refunfuñar con él, quizá cansada ya de tanto «ponte así» o «levanta el brazo un poco más». Hay posturas por las que no pasa, solo cede lo que considera justo. No admite la dictadura del fotógrafo como lo llama ella. Tampoco le gustan las medias tintas, ni decir sí cuando quiere decir no. Así que no se anda con rodeos, elige siempre ser clara. Escucha atenta lo que le dicen y aunque a su lado tiene a la traductora no la necesita para entender lo que le preguntan. Sabe ganarse el respeto, tanto con su cine como con su persona. Es una mujer llena de ideas, con experiencia y con mucho mundo a sus espaldas como para perder el tiempo.

Un amigo le pidió que hiciera una película sobre la filósofa Hannah Arendt. Le interesó primero como pensadora y después como persona. En especial por la forma en la que defendió sus ideas en el libro de Eichmann en Jerusalén y como fue capaz de mantenerlas con firmeza, a pesar de las críticas de amigos y enemigos. Dice que primero le dio vueltas a hacer una película sobre toda su vida, pero se dio cuenta que de esa forma no podría entrar en profundidad en ninguna de sus ideas, así que eligió cuatro años, los del libro sobre Eichmann para mostrar su lucha y como va tomando forma en ella la idea de la banalidad del mal tras solo ver en Eichmann a una persona mediocre.

Arendt fue una mujer que pensó por si misma y que supuso la reivindicación de todas esas personas que sienten la necesidad de volver a pensar por sí mismas, recuperar su pensamiento, «pensar sin nada a lo que agarrarse». La directora define Hannah Arendt como el duelo entre la persona pensante (Arendt) y la que no piensa (Eichmann). No hay ningún pensamiento que se sostenga sin una persona detrás. Lo que busca, y lo que le gustaría, es que el espectador esté pensando con la película y que incluso llegue a coincidir con los mismo pensamientos que la protagonista. No es fácil hacer una película sobre una filósofa. Confiesa que su intención en el largometraje ha sido el de tratar de vincular la figura de Arendt con la persona que fue Hannah. Pensar nos puede ayudar a evitar ciertas catástrofes, pero no nos garantiza que no caigamos en las trampas. Heidegger, el maestro de Arendt, cayó en las que les propuso el movimiento del nacional socialismo de Hitler.

Sobre la parte técnica comenta que prefirió utilizar imágenes de archivo en lugar de recrear con un actor el juicio a Eichmann porque quería que el público viera al auténtico y fijar así su mediocridad.

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