martes, 30 de julio de 2013

Chus Pedro, la rememoranza de una identidad asturiana

Chus Pedro ofrece en el Jardín Botánico de Gijón un nuevo concierto de su gira ¿Cómo era aquello que decía…?


Martes 30 de julio de 2013. Jardín Botánico Atlántico. Gijón

Chus Pedro durante el concierto en el Jardín Botánico. Foto Toni Gutiérrez
Chus Pedro durante el concierto en el Jardín Botánico. Foto Toni Gutiérrez
Nadie puede considerarse asturiano del todo hasta que comprende el peso de esta tierra como un sentimiento y esa fuerza con la que se arranca el carbón a golpes como una forma de ser que muestra la lucha diaria por subsistir sin rendirse contra lo más adverso. Cada día se empieza de nuevo en una pelea que no tiene fin, eso es lo que dicta la vida para quien vive honestamente de su trabajo. De la misma forma, nadie puede sentirse asturiano sin emocionarse escuchando cantar a Chus Pedro. Sus raíces son ese peso de la tierra, las de una cuenca minera dinamitera y cada día más dinamitada. La naturaleza conforma el carácter de las personas que habitan un lugar, de la misma forma que las horas de lluvia dan color al paisaje asturiano. Sin ese agua que aquí a menudo cae hasta el agotamiento no habría verde tan abrupto, tan desbordado, con el que se convive. La orografía construye a su vez la resistencia de sus gentes y las condiciones de trabajo les dotan de una rebeldía que no se doblega. Así se tejen las sociedades, con individuos que sienten lo propio por debajo de lo colectivo. Ese engranaje perfecto entre naturaleza y sociedad se da en la canción popular, en ese decir indirecto las verdades vividas.

Algo de mágico tiene este concierto de Chus Pedro al celebrarse dentro del Jardín Botánico de Gijón, entre un llagar, un hórreo, una casona y una arboleda y con el cielo como cúpula. No es un concierto cualquiera, es un repaso por la banda sonora de su vida. Chus Pedro va contando con palabras las anécdotas, sus historias. Enlazando confesiones y cantos va construyendo su monólogo, recuperando y recordando la esencia de una generación combativa. Explica cómo fue su primer «contrato profesional», esa primera vez que le pagaron por cantar. Después, con ocho años, participó en un festival con Cuando la aurora una canción popular que le enseño su hermana. Con once, en otro festival, cantó su primera canción protesta: Si yo tuviera una escoba. De su infancia se acuerda de varias canciones que triunfaban en aquella época y las va interpretando: Angelitos negros, El tamborilero o La vida sigue igual. Respira un instante y se ríe pensando en alto que hubo un tiempo en el que le gustaban los cantantes de derechas. Con cariño le «echa la culpa» a su hermana, porque era ella quien traía y ponía esos discos en su casa.

Pero la realidad, todo lo que vino después cuando la vida rasga el telón inocente con el que se protege la infancia del mundo, le llevó al otro lado, a que sus inquietudes políticas y sociales le definieran como el joven comunista en que se convirtió. Participó en el colectivo cultural Camaretá, conoció la poesía de Manuel Asur y con Manolo Peñayos surgió el grupo Nuberu que fue conformando la banda sonora de toda una generación, la que forjó la Transición en Asturias. Se mezcla lo político, con lo personal, con las raíces y los paisajes. Suenan La Mula torda, Delina, La carbonera, La Canción de los Valles, Dame Tira, Nenita, So vaqueiro, El chamiceru… y todas ellas obligan a quien las escucha a emprender un camino de sentimientos, de rememoranza y de identidad difícil de explicar.

Chus Pedro después de Nuberu. ¿Cómo era aquello que decía…?
Chus Pedro después de Nuberu. ¿Cómo era aquello que decía…?
Cuando canta El chalaneru todo el público le acompaña. Tal vez, esa canción representa su unidad con la tradición y el sentimiento de un lugar y unos valores que cuentan cómo fuimos. Las figuras de su hermana Florentina Suárez, Nenita, y del poeta Manolo Asur se repiten a lo largo del concierto, al igual que la sombra de su padre que marca una especie de herencia biológica maldita. Su hermana forja en él la emotividad, la unión con la tierra y el mundo rural, mientras que Asur le ofrece una visión poética y política de compromiso y solidaridad. El concierto ofrecido es una llamada urgente a la solidaridad, a retomar con coraje los valores de una cuenca minera que se enfrenta y pelea, a que volvamos a preocuparnos los unos de los otros. Así lo dice, con cierta rabia, con un regusto amargo de nostalgia y con un cierto deje de decepción al mirar el camino que entre todos hemos tomado.

No es el único momento en que la política le viene a la boca, hay un instante para soltar el aguijón de la ironía contra el concejal de cultura del Ayuntamiento de Gijón. Se lo ha ganado a pulso con su estrechez de mente y con esas declaraciones de desprecio que últimamente ha hecho sobre la minería asturiana. A él le dedica la canción con la que cierra el concierto: En el pozo María Luisa.

domingo, 14 de julio de 2013

Se acaba una Semana Negra combativa

Ángel de la Calle y José Luis Paraja se despiden hasta la próxima edición


Domingo 14 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Skármeta leyendo el A Quemarropa en la carpa del Encuentro
Skármeta leyendo el A Quemarropa en la carpa del Encuentro
La Semana Negra de Gijón se despide un año más. En la carpa del Encuentro se van dando cita los autores, la prensa y algunos de los incondicionales. Surgen las conversaciones fluidas y ya un tanto nostálgicas pues la sensación es que ésta edición ya pasó. Se hacen balances y todo es sabor a triunfo. Se lee el último A Quemarropa con ansia, desplegando sus grandes hojas. Las gafas de sol esconden los excesos y el cansancio en algunos y a la vez protegen del extraño sol que ha estado presente cada día. No recuerdo otra Semana Negra sin un solo día de lluvia. Este año, el sábado, al final de la tarde, amagó con unas gotas, los libreros salieron corriendo con sus plásticos para proteger los libros, pero el cielo se arrepintió antes de llegar a mayores.

Ángel de la Calle, director de contenidos del festival, señala que este año la Semana Negra «ha sido final de telediarios y comienzo de informativos». Agradece el trabajo impresionante de cada uno de los equipos que han sacado adelante este Festival. Todos ellos se han visto reducidos por los recortes, algo que se ha suplido con más entusiasmo si cabe. Uno de los compañeros del equipo se ha casado durante esta semana sin decírselo a nadie. Apagó su móvil solo durante tres horas y avisando primero. Para cerrar su intervención, De la Calle declama un poema de José Agustín Goytisolo, el mismo que se puede leer en la editorial del A Quemarropa de hoy.

José Luis Paraja quiere reflexionar sobre el poema leído. Explica que refleja lo que es la Semana Negra porque habla de un nosotros que somos todos. Hay que seguir con la resistencia, somos el pueblo. Y los cambios se producen por el ímpetu de esos hombres y mujeres que caminan hacia delante. La Semana Negra no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de las personas que llenan el recinto, de quienes siguen respaldando este festival, vaya donde vaya por la geografía gijonesa. Mientras esa confianza se mantenga y la gente responda, ellos van a seguir. La literatura es la columna vertebral de la sociedad. La novela negra nos muestra una parte de la realidad que normalmente está en la penumbra, oculta. Al visibilizar esa realidad nos permite reflexionar y contribuir a que cambien las cosas. Los festivales los hacen personas que tienen caras y nombres. En este caso se trata de un equipo pequeño, a los que agradece el trabajo, cada uno de sus esfuerzos, porque un festival es lo que deje en el recuerdo. Paraja pide a Tini Areces que como socio fundador de la Semana Negra suba hasta la mesa a decir unas palabras.

Ángel de la Calle y José Luis Paraja clausuran la 26ª Semana Negra
Ángel de la Calle y José Luis Paraja clausuran la 26ª Semana Negra
Areces se considera un «semanero» más. Habla de la voluntad impresionante de quienes llevan la Semana Negra adelante, cumpliendo con todas las exigencias que la ciudad les demanda, sin incidencias y renovando el elenco. Personas que aglutinan alrededor de la novela negra toda una oferta cultural. Señala que la Semana Negras supo evolucionar y la mantuvo la gente por encima de todo. Ha sido la presencia multitudinaria, edición tras edición, la que la ha hecho sobrevivir. En 1988, el primer año que se celebró, también había una crisis muy grande. Aquella primera Semana se celebró en el Musel y empezó desde allí y con ella una lucha tenaz. No se puede vivir sin memoria, aunque hay quien quiere que olvidemos porque su interés está en destruirlo todo. En Asturias se han conquistado muchas cosas sobre ese construir colectivo con el que también se hace la Semana Negra. La cultura no es un concepto elitista para unos pocos, es una herramienta de avance y en las grandes crisis, lo que quieren acabar con todo empiezan agrediéndola. La Semana Negra es el símbolo de ello y un espacio de libertad, un festival abierto a la voz de todo el mundo, incluyendo a quien discrepa, quien quiere expresarse e incluso manifestarse.

Areces alaba al nuevo equipo; sustituir a Paco Ignacio Taibo es muy difícil, porque se trata de un gran organizador. Un año más Gijón tiene motivos para sentirse orgullosa de su Semana Negra, viva y de gran calidad. Es producto de una gran innovación en la forma de hacer cultura que ya se imita en otros muchos lugares. Areces avisa que velará por el interés general: la Semana Negra es un evento que beneficia a Gijón, Asturias y a la cultura. Es un proyecto de futuro. Si queremos podemos, siempre, por mucho que haya quien nos diga lo contrario.

Tras las palabras de Areces, José Luis Paraja da por clausurada la edición y empieza la siguiente. Confieso que siempre pensé que tras esas palabras se tomaban unos días de vacaciones y luego sí, ya tocaba regresar. Sin embargo soy consciente de que la próxima edición, la que hará el número 27, ya está en marcha. Paraja, De la Calle, Taibo y todos los demás ya están pensando en la próxima, quién quieren que venga y con quién tienen que hablar para que así sea.

No podía cerrar esta crónica sin unirme al espíritu de esta Semana Negra y citar los versos de José Agustín Goytisolo : «Amigos, ya lo veis pasan los años/ y parece que ahora/ sigan las cosas como el primer día./ Nos hemos reunido ciertas veces/ en extraños cafés/ […] hemos charlado largamente/ redactando los pasquines hasta el alba/ discutiendo el problema/ y siempre nos decimos que esto acaba/ que no puede durar/ y muchos hemos apostado cenas no sé dinero/ a que antes de fin de año algo sucede/ y siempre hemos perdido./ Y sin embargo os digo que tenemos razón/ y vale la pena continuar/ […] porque el mundo camina/ con el paso implacable de hombres como vosotros/ que creen en la vida y que por eso/ mueven el mundo sin pegar un tiro/ mientras sea posible/ o bien pegándolo».

Los participantes en la Semana Negra 2013 posan en Aller
Los participantes en la Semana Negra 2013 posan en Aller

sábado, 13 de julio de 2013

La literatura y el debate social

RDA. El país que nunca existió, el libro que regala la Semana Negra a sus visitantes


Sábado 13 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Paco Ignacio Taibo, Ángel de la Calle, Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
Paco Ignacio Taibo, Ángel de la Calle, Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
La Semana Negra de Gijón tiene costumbres. Una de ellas es la de regalar un libro a quienes se acercan a participar de este encuentro con la cultura, independientemente de que sean autores o público. No es un libro cualquiera, es uno que ellos mismos elaboran, editan y distribuyen. Ángel de la Calle lo dice de otra manera: «El libro que la Semana Negra, por su cuenta y riesgo, ha producido para regalar a los visitantes». Este año se trata de RDA. El país que nunca existió. Explica De la Calle que surge de uno de los extraños paseo «socráticos» con Taibo que le planteó que estaría muy bien que se tradujesen a los escritores del realismo socialista, pues entre tantos debía haber alguno muy bueno y nos íbamos a quedar sin saberlo. Esa es la primera parte. La segunda vez que recupero el mismo asunto tiene que ver con esos viajes en los que el gobierno de España envía a nuestros artistas para explicar que somos algo más que playas y turismo. Pasó por el Instituto Cervantes de Munich y se encontró con Ibon Zubiaur, director del mismo. Dice que fue un flechazo y se pusieron a hablar. Trataron de filosofía alemana, de literatura y terminaron hablando de la Semana Negra, lo que era y los libros que publicaban. Le habló del libro que habían hecho sobre la República Weimar y después le contó la idea de Taibo preguntándole por si había habido buenos escritores en la extinta República Democrática de Alemania (RDA) porque como estaban sin editar en castellano nos los estábamos perdiendo. Zubiaur le respondió que sí y que él los conocía a todos. De la Calle le lanzó el guante: «sería un libro ideal, si lo traduces gratis, nosotros lo publicamos. Va a ser un libro de la Semana Negra, así que va a estar muy bien hecho». Mientras realizaba la selección se editó uno de éstos autores en España. Aún viven dos de ellos, pero están ya muy mayores para haberlos podido traer. Durante este proceso se unió al proyecto Cecilia Dreymüller, una crítica dura que publica sus artículos en Babelia. Además en el libro se incluyen 15 fotomontajes de Josep Renau.

De la Calle presenta a Zubiaur hablando de su gran experiencia en el Instituto Cervantes y señalando que no se equivocó con él. No somos la marca España. Lo que queda al final en la historia es la gente que hizo algo y no los reyes. Zubiaur dimitió porque no estaba de acuerdo con la política que se estableció desde el gobierno con respecto a los institutos Cervantes.

Ibon Zubiaur explica que RDA. El país que nunca existió es una antología. Recoge los escritores más relevantes y las temáticas que trataban. En cierta forma, ha intentado ofrecer un repaso de lo que era el panorama literario de la RDA y los problemas que tenían. Algunos de los textos son ficción, otros no. En muchos de ellos hay diversión sin dejar de ser una literatura militante que nos muestra esa época que va desde el final de la guerra hasta la reunificación. Comenta que el proyecto ha sido una locura y que le ha ocupado todo este año. Añade que encarna una sintonía especial con el espíritu de la Semana Negra, así que no ha sido solo un proceso de recuperar a una serie de autores desde el olvido y presentárselos a los lectores hispanohablantes. Se trataba más bien de, a través de los textos de esos autores, entender la relación con la literatura que se estableció en la RDA. Estos autores nos enseñan una lección, la de cómo la literatura refleja e interviene en el mundo circundante. Nunca, en ningún otro país moderno, en los últimos 300 años, ha tenido la literatura una importancia tan grande para toda una sociedad. La RDA existió 40 años. En ella crecieron buenos autores, pero sobre todo se creó la atmósfera que lo permitía. No había una industria del ocio y las posibilidades de consumo eran muy reducidas. Se echaba en falta una opinión pública libre porque, aunque había medios de comunicación y foros, estaban muy controlados por el gobierno que fijaba unos límites que no se cruzaban. Existía en la sociedad una sed de debate y pronunciamiento que fue la literatura quien se encargó de colmar. La sociedad civil pedía que se hablase de los trabajos de su vida diaria y de los problemas sociales de su realidad. A ese debate social se lanzaron gustosos los escritores de la RDA.

El régimen quería que se produjera una simbiosis entre los intelectuales y el socialismo implantado y desarrollado en el país. Para ello invertían dinero, construían las mejores bibliotecas, los libros tenían precios muy reducidos, se creaban editoriales, se ofrecían becas a los autores y potenciaban actividades en las que público y escritores interactuaban. Estos foros de encuentro les llevaban por todo el país presentando sus libros en escuelas, cárceles, astilleros, geriátricos, minas, fábricas… Cualquier sitio servía. La clase trabajadora pedía cuentas al escritor, le decían que los obreros se dejaban la piel en su trabajo y les preguntaban qué aportaban ellos. Era necesario estar muy preparado para saber dar una respuesta. Los escritores de la RDA la daban. Es una época que ahora añoran, pues con la reunificación estos foros de encuentro desaparecieron.

Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
Ibon Zubiaur y Cecilia Dreymüller presentando el libro de la Semana Negra: RDA. El país que nunca existió. Foto Toni Gutiérrez
Cecilia Dreymüller explica que los escritores que volvieron de la Segunda Guerra Mundial ocuparon un lugar importante en la RDA, se encargaron de lanzar y dar continuidad a la literatura que se va a producir durante los siguientes cuarenta años. Después habla sobre los tipos de diálogo que se producen entre la literatura y la sociedad. Básicamente son dos, se puede entablar un diálogo crítico u otro que confirme la situación. El gobierno buscaba con sus iniciativas el segundo caso, que el escritor ratificase la realidad, pero el público les exigía a los autores otra cosa. En ese tira y afloja se tuvieron que mover. Sobre la antología destaca que es interesante por la propia selección en sí. En ella prevalece el discurso crítico, pero hay autores totalmente afines al régimen. Recuerda que todos los eran, que solo se marcharon tres de ellos a la Alemania Occidental. Realmente las grandes figuras de la literatura alemana se quedaron allí y eso significó que no tuvieran acceso al mercado internacional. Las editoriales de la RFA eran quienes contralaban ese mercado exterior y solo publicaban autores disidentes. Por tanto todos son autores oficiales. El gobierno intentaba imponer una disciplina entre los escritores, pero no funcionaba. Entre ellos se establecía un diálogo. Dreymüller termina señalando que la selección realizada para el libro es cronológica.

Zubiaur cuenta que en los 70 la RDA fue admitida en la ONU y reconocida oficialmente. La República Federal Alemana (RFA) se encargó de publicar autores que podían ser tachados de disidentes. Todo libro que no se autorizaba la publicación en la RDA, inmediatamente se publicaba en la RFA. Se produjo entonces una inflación que en realidad mostraba una distorsión. Completa Dreymüller que se transmitió una idea equivocada, la disidencia no significaba la exclusión en la RDA, aún se mantenía el diálogo con esos escritores que se salían del camino que oficialmente se trazaba.

En un alegato pasional, Zubiaur, pondera el hecho de que la literatura que practicaron fuese de relevancia social, por encima de las categorías políticas que se apliquen. En realidad, la dictadura de la censura permitía mayor libertad que la dictadura de los mercados. Ese es un mensaje perturbador. Por eso es necesario que estos textos estén al alcance del lector. Cambiando de discurso, señala que siempre hay una responsabilidad de las administraciones con los ciudadanos que pagan con sus impuestos las políticas culturales que se hacen. Ahora, nuestro gobierno nos está engañando. Explica que se ha tenido que ir del Instituto Cervantes por fomentar la cultura española. Quiere que los españoles le pidan cuentas a él y que también se soliciten a los cargos públicos y a nuestros escritores. Cualquier autor que publique y que tenga un apoyo social se debe a los demás. Más aún si está subvencionado con dinero público, entonces los ciudadanos tienen todo el derecho del mundo a preguntarle sobre lo que aporta al debate social. Se pregunta ¿qué está pasando con la literatura que no se siente responsable hacia sus ciudadanos? RDA. El país que nunca existió pretende suscitar preguntas como éstas y ser también una llamada de atención.

viernes, 12 de julio de 2013

Eligiendo entre una democracia expansiva o los poderes financieros

Nicolás Sartorius presenta su libro Siempre a la izquierda en la Semana Negra


Viernes 12 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Francisco Prado Alberdi, Nicolás Sartorius y Alejandro Gallo. Foto Toni Gutiérrez
Francisco Prado Alberdi, Nicolás Sartorius y Alejandro Gallo. Foto Toni Gutiérrez
La literatura negra está relacionada con la crisis y la crisis, a su vez, con la política. Quizá ese poner el acento en nuestra dolorosa realidad haya llevado a la Semana Negra de Gijón a recorrer el mismo camino asociativo y abrir aún más sus mesas de presentaciones y debates a personas significadas y significativas dentro de las luchas obreras, como es el caso de Nicolás Sartorius. Le trae la Fundación Juan Muñiz Zapico para presentar Siempre en la izquierda.

Cuenta el escritor Alejandro Gallo que son ya muchos años los que llevan asistiendo a esta Semana Negra desde la Fundación. Que llegaron con una charla sobre literatura minera, que al año siguiente regresaron para tratar el tema de la guerrilla y así durante todo este periodo en el que, de su mano, no han dejado de subir a la palestra las cuestiones sociales. Sartorious es de sobra conocido en Asturias, pero Gallo no se resiste a dar unas breves pinceladas de su biografía. Habla de los tiempos de la clandestinidad donde fue una figura indiscutible. Ahora es el vicepresidente de la Fundación Alternativas. De Francisco Prado Alberdi señala que es un sindicalista histórico y luchador, muy conocido en Gijón donde le han concedido la medalla de plata de la ciudad. Respecto al libro que hoy se presenta recoge 85 artículos de Nicolás Sartorius publicados en El País desde 1980 hasta 2013 y repartidos entre 9 bloques temáticos. Parece que el capitalismo ya no necesita a la democracia y que ha secuestrado a los ciudadanos. Siempre en la izquierda nos hace pensar en las inquietudes de nuestro tiempo y plantearnos el tipo de izquierda que necesitamos.

Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico y un gran devorador de novela negra, explica que la Fundación viene un año más a la Semana Negra como hay que venir, con un libro debajo del brazo. En las huelgas del 62, Sartorius era un joven abogado sindicalista que hizo su trabajo en la Cuenca del Nalón para que la huelga se extendiera. Acabó, como ocurría entonces, detenido. Es una figura clave del sindicalismo y muy destacada por el proceso 2001, junto con Marcelino Camacho y Juan Muñiz Zapico. De los tres, Sartorius sobresalía por la capacidad de decir lo que todos pensaban de una manera clara y sencilla, reflejando el intento de crear un sindicalismo de otro tipo. La realidad se impone. Entonces la clave era la correlación de fuerzas: las cosas se cambian alterando la correlación de fuerzas. Aunque a Alberdi no le gustan los libros que recopilan artículos, la lectura del libro de Sartorius le hace rememorar la historia reciente de este país. Dice que la ha obligado a reflexionar sobre cosas que pasaron hace muy poco y que ya habíamos olvidado.

Alberdi conoció a Sartorius en el sindicato, luego en el Partido Comunista. En toda su trayectoria hay un rasgo común y es el que da título al libro, siempre ha estado en la izquierda. A eso mismo reconoce que aspira Alberdi, a siempre estar en la izquierda, aunque la izquierda sea otra. Confiesa que cuando era joven se sentía radical, que con los años se evoluciona, pero que ahora, frente a la mala realidad que nos toca, cada día se hace más radical todavía. Señala que «la izquierda es plural o no es». Pide una izquierda sin exclusiones, que explique que somos diversos y hasta opuestos en algunas cuestiones, pero con una misma raíz. Nos toca la defensa de la democracia como principal bandera y presentar una alternativa desde la diversidad del pensamiento. Eso se hace sumando.

Nicolás Sartorius presentado su libro en la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
Nicolás Sartorius presentado su libro en la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
A Sartorius le gusta Asturias, no pierde ocasión para venir cuando le invitan. Más aún si se trata de una Fundación que lleva el nombre de Juan Muñiz Zapico, sindicalista con el que coincidió en la cárcel por el proceso 2001 y del que dice que era el mejor de todo ese grupo. Se alegra de estar en la Semana Negra, y añade que hay muchos aspectos de lo que está pasando que son muy negros. Cuando le propusieron desde la Fundación Ateneo Cultural 1º de mayo este libro, tuvo dudas porque pensaba que eran artículos que ya tuvieron su lugar. Pero no todos leen El País, mucha gente ha olvidado aquellos artículos y además ahora se han ordenado por temas yendo de los más modernos hacia los más antiguos, mostrando como la actualidad se va repitiendo en estos años, un ejemplo es la corrupción.

En el primer bloque se realiza una mirada a nuestro mundo, que está muy revuelto se mire donde se mire. Hay movimientos que revelan el malestar profundo en las sociedades de todo el planeta. No hay un reparto equitativo de la riqueza y al final pequeñas chispas terminan encendiendo grandes manifestaciones. Si queremos que las cosas cambien solo hay un método: movilizarse. Si no nos movemos no habrá transformación. Esa es la lección que ha aprendido en su vida. Debemos conocer lo que tenemos enfrente y darle la vuelta. Nuestro gran reto es ver si vamos a ser capaces de que la globalización sea controlada por la ciudadanía a través de la democracia en lugar de que sigan haciéndolo las multinacionales económicas. Ahora deciden poderes que no se corresponden con los gobiernos que hemos elegido y por tanto no son democráticos. El problema que tiene que resolver la izquierda es la lucha por una democracia expansiva, que penetre en todos los tejidos de la sociedad y que nos plantee la realidad de elegir entre democracia o poderes financieros. Sartorius ha llegado a la conclusión de que el capitalismo especulador, el que se ha impuesto, es incompatible con los sistemas democráticos. Debemos superar este capitalismo depredador con la naturaleza y las personas para recuperar nuestras democracias.

El segundo de los bloques habla de Europa, nuestro espacio natural. Sartorius no comparte la idea de irse de Europa y abandonar el euro como moneda porque piensa que fuera de la Unión Económica Europea no hay futuro. «Europa o barbarie» dice. Añade también que no le gusta nada la construcción que se está haciendo y que nos toca pelear por una Europa más democrática, social y desarrollada desde la unión política. En ese sentido pide que los sindicatos y partidos se organicen a nivel europeo para demostrar nuestras fuerzas y articular una lucha más inteligente. No se trata de que cada país vaya por su lado. El 75% de las decisiones que nos afectan se toman en Europa.

La austeridad se está imponiendo en muchos países europeos con gobiernos de derechas. Esos gobiernos intentan privatizar la sanidad y la educación amparándose en la situación insostenible. No hacen política social sino desmontar el estado del bienestar. El capitalismo siempre sale de sus crisis de la misma forma: recomponiendo su tasa de beneficios y lo hace a través de despidos y bajando salarios y pensiones. Esa es su manera de resolver la crisis, la que tenemos que combatir oponiéndonos. Pero no hay que olvidar que la crisis empezó en el sistema financiero norteamericano, paso a Europa y de la economía financiera se trasladó a la real. Si nos olvidamos del origen la culpa será nuestra, el mensaje que recibiremos será la gran mentira que estamos escuchando: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Nosotros, que sostenemos los estados, hemos dado billones de euros al sistema financiero para sacarlo a flote y ninguno para las cuestiones sociales. Esa es la realidad, todos los recursos se ha enfocado a salvar el sistema financiero. Con el dinero que llega del BCE los bancos han preferido el beneficio seguro y rápido de prestarlo a los estados. No ha llegado a los ciudadanos, ni a las pequeñas y medianas empresas. Si los bancos no cumplen su función, aquella para la que han sido creados, desde el poder político tendrán que ponerse serios y por ejemplo crear una banca pública desde la que realizar estas funciones. Fue un disparate desmantelar la banca pública.

Francisco Prado Alberdi, Nicolás Sartorius y Alejandro Gallo. Foto Toni Gutiérrez
Francisco Prado Alberdi, Nicolás Sartorius y Alejandro Gallo. Foto Toni Gutiérrez
En opinión de Sartorius el problema número uno de nuestro país es el desempleo creciente. Su origen es el fracaso de la austeridad; la deuda cada vez es mayor porque no se puede reducir si no se crece. Si deprimes los salarios, deprimes el consumo, y si además no inviertes como Estado no habrá crecimiento posible. Es una política demencial que hay que cambiar luchado contra ella.

El tercero de los bloques del libro está dedicado a la corrupción, algo que Sartorius ya denunció hace 20 años como un cáncer para la democracia y avisando que había que tener cuidado con ella. Hay que luchar contra la corrupción a sangre y fuego. Pero tiene truco, si hablas tanto tiempo de la corrupción política la gente se olvida de dónde empezó la crisis. El dinero que está en los paraísos fiscales no es en su mayoría el de los partidos y los políticos, es el de la gente rica que no paga impuestos. Hay una campaña para combatir la corrupción política, pero nos olvidamos de la que está en el sistema financiero. Esa otra gran corrupción también tenemos que denunciarla.

El cuarto bloque trata de lo que Nicolás Sartorius llama el avance de la no política, ese mensaje que dice que toda la política es una basura y que los políticos son iguales. Algunos se han corrompido y otros lo han hecho mal, cierto. Sin embargo la generalización de esa campaña antipolítica es letal y solo nos puede llevar a diferentes tipos de dictaduras modernas. Debemos reivindicar el valor de la política honesta. Vivimos un momento en el que los políticos tienen la sensación de que deben esconderse fuera de la esfera pública. Reconoce que está harto de que digan que no hay derecha e izquierda. Él defiende lo público, un sistema fiscal potente y la solidaridad internacional. Eso no lo defiende la derecha. Cada día se siente más de izquierdas debido a que se ha radicalizado la realidad.

De los sindicatos señala que no va a decir nada, pero que tienen que espabilar en dos direcciones. La primera es en ser más europeos e internacionales. Se pregunta para cuándo una huelga general europea, pues hasta que no paremos Europa la Comisión Europea no se va a sentar a negociar nada. La segunda de las direcciones que debe tomar es la de entrar en los nuevos problemas sociales.

La derecha de este país no es igual que en el resto de Europa, no puede seguir en posiciones retrógradas y debe modernizarse. Sobre la izquierda indica que debe formar una pantalla común, coordinarse para hacer avanzar a este país hacia adelante. Avisa que para colaborar hay que ceder. En Europa también hay que formar una izquierda que tenga peso en la toma de decisiones. O vamos todos juntos o lo vamos a pasar muy mal.

jueves, 11 de julio de 2013

Cuando la violencia se hace cotidiana

El fotoperiodista Edu Ponces cuenta su experiencia en Centroamérica


Jueves 11 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Edu Ponces presentando su trabajo en la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
Edu Ponces presentando su trabajo en la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
En una sinergia perfecta, las carpas de la Semana Negra de Gijón acogen el 17º Encuentro Internacional de Foto y Periodismo ‘Ciudad de Gijón’. Javier Bauluz va trayendo a su ciudad a quienes ven el periodismo desde otros parámetros, con compromiso social y desde una mirada profundamente humana. Es un periodismo de conciencia, duro, que denuncia la situación de nuestro mundo para que no podamos decir que estamos desinformados. Edu Ponces forma parte del colectivo Ruido Photo y practica el reportaje en profundidad. Lo enfoca en los Derechos Humanos. Trabaja en la región de Centroamérica y se preocupa de temas como la inmigración y la violencia. A sus espaldas tiene un excelente trabajo fotográfico con el que nos mostró el camino que siguen los inmigrantes centroamericanos que cruzan México para llegar a los EE.UU.

Ponces explica que ha venido a contarnos un cuento que habla de una parte de nuestro mundo muy desconocida: Centroamérica. Es una historia muy triste de unos países que salen poco en los informativos y que sin embargo tienen las tasas de homicidios internacionalmente más altas. Si en España se comenten un 0,8 asesinatos por cada 100.000 habitantes, en México la tasa es de 23,7. Son números pequeños si los comparamos con El Salvador (69,2) y Honduras (91,6) que doblan y triplican respectivamente a Colombia (31,4), el país que tradicionalmente es conocido como el más violento. San Pedro Sula, en Honduras, es la ciudad que las cifras señalan como el lugar donde se ejerce más violencia. Edu Ponces quiere conocer las raíces de este problema y por eso se ha embarcado en Sala Negra, un proyecto conjunto de Ruido Photo y el periódico salvadoreño Elfaro.net sobre la violencia. Ponces se pregunta por qué se mata tanto en Guatemala, Honduras y El Salvador. Lo primero que señala es que no son países de pobreza extrema, no tienen un conflicto armado activo, ni tampoco una guerrilla. Lo que se ha instaurado es una violencia rutinaria, de todos los días. Cuando el fotoperiodista intenta construir una respuesta confiesa que no es sencilla y que además incluye muchos ingredientes. Habla entonces de que son países que han pasado por guerras civiles muy crudas, estados con violaciones a los Derechos Humanos, con inmigración, cárceles saturadas, policía corrupta, una población muy armada –800.000 armas censadas en manos de civiles– y una región del mundo marcada por la impunidad –si asesinas a alguien en El Salvador tienes un 95% de posibilidades de no ir a la cárcel–. Después subraya que se tratan de tres estados muy débiles, que en primer lugar no recaudan impuestos y, en segundo, no tienen fuerza para ni para combatir la delincuencia, ni para ayudar a sus ciudadanos.

El periodismo que Ponces propone se hace muy despacio y entrando en los temas con profundidad. Para ello es necesario conocer a las víctimas y mostrar la sangre. Pero también requiere ir un poco más allá, de tal forma que nos pueda servir para entender los problemas. Las maras y las pandillas son organizaciones de jóvenes que han sistematizado la violencia. Ésta forma parte de su vida y la asumen con orgullo a través de una guerra diseñada que nunca va a acabar. Los orígenes de Barrio 18 y Salvatrucha, las dos maras más importantes, se dan en los barrios estadounidenses de Los Ángeles. Estas pandillas se nutrían de chicos centroamericanos muy jóvenes que habían llegado a EE.UU muy pequeños, cuando sus padres vinieron huyendo de la guerra en los años 80. Crearon las pandillas para defenderse y cuando la policía les detenía iba devolviéndoles a Centroamérica. Volvían a un lugar que no conocían y donde se han ido formando 50.000 pandillas. La familia es la mara, por eso sus eslóganes dicen «Por mi madre vivo y por mi barrio muero».


El Último Médico - Edu Ponces
Edu Ponces nos cuenta con imágenes como se ha normalizado la violencia en estos países, convertida en algo que ocurre cada día y que termina tocando de cerca a cualquier persona. Que de pronto alguien saque una pistola y mate a una persona se asume como algo normal. Ya no es noticia. Por eso con Sala Negra se ha acercado a las víctimas desconocidas con el propósito de ilustrar algo que le ocurre a muchos. Utiliza la crónica de Roberto Valencia, Yo violada, para ponernos frente a la verdadera magnitud de la tragedia. La violencia es normal y eso es lo importante: que se ha asumido dentro de nuestros parámetros de lo habitual, dejando ya de sorprendernos. La pelea que el fotoperiodista ha emprendido busca que lo horrible no pueda considerarse cotidiano. Así que en sus reportajes se pone la norma de buscar el momento en que los delincuentes se convirtieron en víctimas. Busca cuando esos muchachos fueron abandonados por la sociedad, cuando les arrestaron, cuando les encerraron hacinados en cárceles en las que dentro de ellas se producen desapariciones... El reportaje gráfico La noche de Mariona, de Pau Coll, recoge esas imágenes. Resultan duras para la retina.

El círculo de la violencia no va de buenos y malos, ni consiste en apresar o matar a los que delinquen porque así no terminamos. Es necesario ver por qué se produce esta violencia en ciertas sociedades. Para ello Ponces ha buscado personas que convivan con la violencia diaria, como es el caso del forense de medicina legal Eduardo Abullarade, un hombre al que avisan cuando se produce un homicidio, se acerca al lugar de los hechos, revisa las heridas, prepara el informe y levanta el cadáver. Esa es su vida. De ese seguimiento ha surgido la pieza que nos muestra: El último médico, uno de los muchos materiales que publican en Sala Negra.

Para poder trabajar con las maras han necesitado mucho tiempo. Al equipo variado que han formado les ha llevado dos años, pero ahora el trabajo está hecho porque los delincuentes confían en ellos al demostrarles que siempre les han hablando claro. Respecto a su seguridad reconoce que corren riesgos, pero han desarrollado protocolos que les permiten trabajar algo más tranquilos. Sobre todo reflexionan y solo se la juegan cuando lo tienen muy claro. La gente de allí no entiende por qué los periodistas hablan con los jóvenes de las maras. Sienten miedo de ellos porque están matando personas y consideran que son malos. Esa gente llega a insultar a los reporteros porque son tan fuertes sus ganas de venganza que les cuesta pensar en otros términos. No piensan que el problema radica en que se ha roto el tejido social y que es necesario unirse como comunidad. En las zonas donde se han instalados antiguos miembros de la guerrilla, los vecinos funcionan de forma asamblearia. En esos municipios en los que existe una estructura comunitaria fuerte no hay violencia.

Ponce quiere despedirse con un final feliz. Explica que cuando trabajas en este tipo de temas te planteas muchas veces para qué sirve lo que haces. La esperanza se pierde e incluso llegas a pensar que sería mejor que nuestra especie se extinguiera. Sala Negra ha ganado el premio internacional Revela que otorga 20.000 € para una organización que se dedique a solucionar el problema que el reportaje denuncia. Ponce se siente feliz porque al menos la Fundación CINDE tiene más dinero para desarrollar en El Salvador sus programas educativos integrales para niños y jóvenes de sectores sociales excluidos.

miércoles, 10 de julio de 2013

La Semana Negra presenta a los nuevos autores de la novela negra

Escribir es emprender búsquedas para contar historias


Miércoles 10 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

William C. Gordon durante la rueda de prensa en el Hotel Don Manuel
William C. Gordon durante la rueda de prensa en el Hotel Don Manuel
Las mañanas de la Semana Negra de Gijón se pasan en el Hotel Don Manuel, allí son las ruedas de prensa y en su terraza se forman las habituales tertulias entre escritores mientras remueven muy despacio un café cargado. Hoy las dos ruedas de prensa las presenta Taibo, dice que en calidad de director jubilado de la Semana Negra, como suplente de Ángel de la Calle. Presenta al novelista William C. Gordon, esposo de Isabel Allende. Habla spanglish como dice él, pero en realidad es un buen español, totalmente comprensible. Se crió en un barrio mexicano de Los Ángeles, allí aprendió a correr y a hablar castellano como formas de subsistencia. Viste de riguroso negro y se esconde bajo un sombrero del mismo color y de ala ancha. Sonríe. Va conversando con afabilidad. Le gusta tocar los fondos, adentrarse en los mundos más complejos, sacar a la luz. En Estados Unidos ya no está de moda la novela negra, así que ha elegido un género atípico para su país. Su detective resuelve los crímenes paso a paso, atando los pequeños detalles. Como buen conversador escucha y deja que los otros hablen, igual que él mismo.

Ejerció de militar y de abogado. Pero fue su mujer la que le empujó a escribir. De todas formas, él siempre supo que llevaba un escritor dentro. Empezó tarde, pero ya tiene cuatro novelas que ahora se publican juntas en España. Le gustan las historias de personajes. Una de ellas va sobre un enano, y confiesa Gordon que se inspiró para el personaje en su padre, fundador de la religión «El plan infinito». Muestra todo lo grotesco que había en él, su maldad, y así se ha sacado una espina que llevaba dentro. Taibo destaca de Gordon su sentido del humor, su carácter un tanto retro y que no le gusta el capitalismo avanzado en el que nos movemos.

Viene, además de a presentar sus novelas, para participar en el coloquio 40 años del golpe de Chile. ¿Dónde estabas tú?. Su relación con Chile va más allá de estar casado con Isabel Allende, Gordon fue el abogado de Ramón Huidobro Domínguez, padrastro de Isabel. Confiesa que Nixon siempre ha sido una sombra en su vida. Nacieron en el mismo pueblo y siempre lo odió. Explica que donde iba Nixon siempre terminaba cagando a alguien y en Chile estaba metido hasta las patas. Por mucho que negara públicamente no tener nada que ver, los papeles desclasificados demuestran lo contrario, su implicación absoluta. Esa desvergüenza del presidente y su falta de moral le dan rabia al autor.

Susana Hernández, Paco Ignacio Taibo y Carolina Solé durante la rueda de prensa
Susana Hernández, Paco Ignacio Taibo y Carolina Solé durante la rueda de prensa
Taibo dice que este año, sin la responsabilidad de organizar el festival ha pasado de todo, que no leyó nada y que no está al tanto de lo último que ha salido. Pero que aun así aceptó presentar a Susana Hernández y Carolina Solé porque le resultó atípico. En la novela negra en castellano no había mujeres hasta que llegaron Alicia Giménez Bartlett y más recientemente Cristina Fallarás. Las que presenta hoy son las nuevas voces femeninas, las del futuro si logran «aguantar la leña». Ninguna de las dos habla mucho, son más bien tímidas, o quizá sea que están un tanto acobardadas por el lugar en el que se encuentran. Susana Hernández explica que siempre quiso tener una serie. Su novela Curvas peligrosas es la segunda de la saga y está protagonizada por dos mujeres policías e investigadores.

Carolina Solé es debutante y nueva. Viene de una escuela de escritura porque, cuando no empiezas en esto de joven y vienes de otra profesión, tienes que pensar lo que haces antes de lanzarte, aprender las herramientas, las normas, montar una estructura y trabajar el realismo de las conversaciones. Lo que sí tenía es la pulsión para escribir de quien ha sido una buena lectora durante muchos años. Su novela, Ojos de hielo está ambientada en el Pirineo catalán y asentada sobre una parte muy visual y cinematográfica. Explica Solé que le gustan las series de televisión y que en cierto modo ha querido utilizar las mismas armas que ve en ellas y que las hacen tan adictivas. Usa capítulos cortos porque quiso escribir una novela negra que enganchase, en la que el lector, según va leyendo, quisiese saber más y dónde los personajes tuvieran vida. Les sitúa en un lugar opresivo, encerrados en un mundo rural donde se lucha por un trozo de terruño. Muestra así una realidad porque esas historias todavía ocurren hoy. Ojos de hielo nació con vocación de serie

A José Luis Correa le presenta Alejandro Gallo diciendo que es un escritor canario con sorna. Hace unos cuantos años empezó con la saga de Ricardo Blanco y ya va por su sexta entrega. El autor circunscribe a su personaje, un detective, a la isla de Gran Canaria porque la conoce y así no tiene que documentarse. También lo ha colocado en una edad madura, la misma que tiene él, por eso de no tener que ponerse a investigar como pensaría alguien de otra generación. Blanco habla más que sus interrogados para que no se sientan cohibidos. Blanco tiene problemas para aparcar. Blanco leyó a Nietzsche, peor lo interpretó como quiso. Blanco es real y humano aun siendo un personaje de papel.

José Luis Correa presentando su novela
José Luis Correa presentando su novela Blue Christmas
Correa explica sus intenciones cuando empezó con Ricardo Blanco: solo quería escribir una novela que homenajeara a las películas de cine negro con las que creció y las que le permitieron ir haciéndose mayor. En cierta manera lo que deseaba era llevarse a Philip Marlowe y Humphrey Bogart a Canarias. La primera novela estaba llena de tópicos, pero sus personajes han ido creciendo y evolucionando. Le preocupa hacer creíble sus historias, no dejarse ningún detalle, porque siente que tiene una responsabilidad con el lector. Ahora sus novelas son lectura obligatoria en los institutos canarios y eso pesa.

Habla con cariño de sus personajes. Del abuelo Colacho que representa a la generación de sus padres y abuelos donde todo lo resolvían con una frase, en una sentencia. Es el carácter socarrón canario y el contrapunto a Blanco. Pero ya estaba muy mayor y en la anterior entrega murió, algo duro que le ha producido una crisis al escritor. El inspector Álvarez surgió para justificar que un detective pudiera investigar un caso criminal, pero posiblemente en algún momento llevará un caso él solo porque ya se lo va mereciendo.

Las novelas negras están asociadas al lugar en el que transcurren. En realidad tratan de una persona que investiga algo en un sitio determinado. Por eso prefiere ubicarlas en un terreno que conoce, el mismo que pisa a diario. No tiene que imaginar, los sitios están ahí. Esta relación también la da el lenguaje. Correa reconoce que no sabe escribir de otra manera. Si las tramas las colocara en otros lugares le tocaría investigar, pero a él lo que le gusta es escribir, disfruta tanto que no quiere perder tiempo en otras cosas. Hoy en día, si un escritor quiere plantear cualquier demanda de cualquier tipo, le sale una novela negra. Tenemos a Bretón, Bárcenas, la Gurtel, la clase política, la corrupción… en las noticias, todo es negro. No puedes vivir ajeno a eso. De noche, Correa, escribe poemas románticos que cuelga en Facebook y de día mata gente en las novelas para denunciar la sociedad en la que vivimos.

Guillermo Saccomanno presentando su novela
Guillermo Saccomanno presentando su novela Cámara Gesell
Norman Fernández reconoce que se siente incapaz de calificar de alguna manera Cámara Gesell, la última novela de Guillermo Saccomanno. Dice que el autor utiliza flashes para ir narrándola y que lo hace a través de una estructura novedosa, pero afortunadamente tenemos al autor delante para que lo explique. El título tiene que ver con Gesell y su invento, el espejo ese que hay en las salas de interrogatorios y que permite observar todo lo que allí pasa desde otra habitación. Se creó para estudiar y trabajar con chicos que tenían problemas de conducta, se ha empleado también en publicidad, pero donde más hemos visto su uso ha sido en los interrogatorios policiales.

La novela está ambientada en un pueblo costero del Atlántico argentino, a 400 Km de la capital, que se ve judializado. «A pueblo chico, infierno grande», dice Saccomanno. Ocurre que Gesell es el nombre del pueblo en el que vive y eso ha dado lugar a errores. Todos se han sentido identificados, pero curiosamente los personajes inventados son por los que más han protestado los vecinos, pues cada cual decía que estaba contando su historia. Fue una especie de identifíquese usted mismo, donde unos y otros buscaban entre los personajes a sus vecinos. Es cierto que allí encontró una «fauna» muy interesante y eso es lo que el pueblo no le perdonó. Se leyó como una crónica y no era esa la intención de su autor. No hay ambición mayor para un escritor que la de crear un pueblo y todo el universo que lo sustenta. Trabajó durante siete años juntando documentación, recopilando noticias que ocurrían es su pueblo y en otros parecidos, para luego mezclarlo. Gesell es un lugar turístico con una vida frenética durante dos meses y medio y que el resto del tiempo permanece en letargo. Quien no tiene un proyecto personal no puede sobrevivir a la desocupación tan intensa que se da fuera del verano. Cuando llega esa época, se empiezan a escuchar los golpes de los martillos y parece que van a levantar la escenografía para el turismo que va a llegar. Su idea era plasmar una especie de fresco social, la lucha de clases de un pueblo pequeño y en ese infierno, a la manera de San Juan de la Cruz, emprender la búsqueda de la luz en la noche del alma. Está contado de una manera coral que va añadiendo tanto voces cultas como plebeyas para que la novela tenga una musicalidad. Señala que prefiere que su novela esté bien escuchada.

El protagonista es un periodista que viene de fuera, pero que termina no resultando ser un testigo imparcial, porque eso no existe. Acaba en la misma mierda que los demás. El pueblo tiene un grado de promiscuidad muy fuerte. No hay redención. Saccomanno reconoce tener poca esperanza en la raza humana. Hay una situación violenta en el planeta con mucha delincuencia juvenil que crece en una progresión dramática y que cada día es peor. La novela no es un canto a la alegría, porque el capitalismo no puede ser nunca humano. En esta sociedad es en la que se crían nuestros hijos y el trabajo de un escritor solo puede aspirar a cambiar el corazón humano.

En Cámara Gesell, el autor argentino ha trabajado con diferentes personajes a un mismo tiempo, lo que le ha dado puntos de vista para contar el pueblo y muchas posibilidades para la novela. Escribió mil páginas con más de 250 personajes y unas cuantas historias. Lo fue colocando por estaciones y comenzó el trabajo complicado, el de armar la novela. Fueron muchas vueltas de tuercas, incluso cuando ya pensaba que estaba terminada.

Mientras Saccomanno desvela los engranajes de su novela, en la carpa de al lado, Félix de la Concha entrevista y pinta a Juan Madrid. El escritor habla de política, del engranaje del franquismo y que de Rajoy practica el mismo fascismo pero sin uniforme. Las personas ya no importan, y la política neoliberal que se aplica en España está causando muchos muertos, dejando los cadáveres de las víctimas en las cunetas.

Ángel de la Calle, Susana Hernández, Alexis Ravelo, Luis Gutiérrez Maluenda, Víctor del Árbol y Carolina Solé
Ángel de la Calle, Susana Hernández, Alexis Ravelo, Luis Gutiérrez Maluenda, Víctor del Árbol y Carolina Solé
En la carpa del Encuentro tiene lugar la mesa redonda Nuevos formatos, jóvenes autores. Ángel de la Calle interroga a Carolina Solé, Víctor del Árbol, Luis Gutiérrez Maluenda, Alexis Ravelo y Susana Hernández. De ellos destaca su cuidado lenguaje, el esmero con el que buscan darle a sus historias una estructura que diga algo y por apostar con diferencia por la calidad. ¡Es el planeta al revés!, exclama en lo que es un chiste que tiene que ver con la editorial que publica a la mayoría de ellos. Les avisa, antes de darle la palabra, que los críticos de este país van a estar por detrás de ellos.

Luis Gutiérrez Maluenda presenta Un buen lugar para reposar. En este tiempo se experimente mucho, el escritor siente una necesidad de comenzar nuevas búsquedas. Su novela es pura experimentación en la forma narrativa donde los cuatro personajes sospechosos van contando su parte de la historia. Sobre la violencia, cita a Chandler y su obra El simple arte de matar y dice que el novelista debe alejar al lector del horror y que para eso no hay nada mejor que el sentido del humor. El ha usado, por tanto, la ironía, el cinismo y lo más canalla para escribir su novela. Es luego el lenguaje el que crea el ritmo.

Víctor del Árbol explica que ha escrito dos novelas del postfranquismo. Con Respirar por la herida quería cambiar, buscaba un camino nuevo que le permitirá evolucionar, explorando algo en donde no se sintiera cómodo y en un lugar en el que no se pudiera esconder tras los hechos. Pero desde el presente siempre se puede explicar el pasado. Esta novela tiene 18 personajes, ese era uno de los retos. La próxima será distinta. Reconoce que no tiene sentido del humor cuando escribe, es totalmente realista y por tanto una novela más dolorosa. Le interesa tratar el mal propio, la destrucción de uno mismo, esas pequeñas mentiras que al final nos acaban corrompiendo por dentro y nos impide disfrutar de la bondad. Busca el tratamiento de la violencia más común, la que puedes sentir que a ti mismo te puede pasar, y para eso no es necesario ser explícito. Con el lenguaje se construye la atmósfera, en su caso un ambiente posible de redención.

Alexis Ravelo reconoce que no tenía pretensiones a la hora de escribir La estrategia del pequinés. Se sentía esclavizado porque creo un personaje para una novela y ya llevaba cuatro. Al moverse dentro de un formato hay temas que no puedes tocar. Ha querido hacer una novela de gansters, pero éstos ya no son los de antes. Reconoce que prefiere la violencia explícita y dolorosa; le gusta que los libros le hagan daño. El lenguaje debe reflejar la realidad y eso supone sacrificar diálogos y páginas. Eliges de forma voluntaria el registro con el que quieres contar la historia. Creer en el mal absoluto es una cuestión de fe personal, pero lo que existe de verdad es la violencia física y también la estructural, la que hace daño por el simple hecho de ganar más dinero, la que se genera desde Génova 13, la que está detrás de la condiciones laborales de explotación, la de quienes hacen mal porque les viene bien. Le molesta ese punto, cuando en los otros seres humanos no vemos fines sino medios.

Yampi en la Carpa del Encuentro
Yampi en la Carpa del Encuentro
Susana Hernández presenta Contra las cuerdas. Dice que ella siempre se ha buscado la vida y que por eso hace novela negra a su manera. No tuvo en ningún momento la impresión de que estuviera haciendo nada distinto. Para la autora lo espontáneo es lo más valioso. Le gusta ver la violencia desde diferentes planos, como afecta de diferente forma porque no es lo mismo la violencia que sufre una víctima o la que ejerce el agresor o el policía que la investiga y se mueve entre ella. El nivel de violencia puede variar según lo que quieras contar. En esta novela resulta sanguinaria y quiere mostrarnos el horror. Se trata de hacer daño, mucho daño, y hacerlo por propio placer. Dice Hernández que cuesta meterse en la piel de alguien así. Los diálogos resultan siempre un trabajo duro que obliga a quien escribe a cuidarlos con mucha atención.

Finalmente Carolina Solé nos habla de que su novela encierra una cierta violencia psicológica, de la que nos castiga a nosotros mismos y que surge de las relaciones entre las personas. La violencia no aparece de forma explícita en Ojos de hielo.

Arrancan las sesiones de fotoperiodismo con la presentación de #resistenciaminera ,de Javier Bauluz y Marcos Martínez Merino, de la que ya hablé cuando se presentó en Madrid. Mientras, en la carpa del Encuentro Yampi ofrece un nuevo concierto. Le escucho cantar En un minuto largo, largo y me dejo llevar, transpórtame hacia dentro. Miro la camiseta de Rosendo que lleva puesta y que marca su forma de entender la música. Le gusta Sabina, las contradicciones. Su voz arroncada sube con fuerza y por sus ojos van saliendo ciertos sentimientos de nostalgia, del tiempo que pasó y no volverá. Yampi deja marcado el sello de la Semana Negra en todo lo que toca.

martes, 9 de julio de 2013

En el ecuador de la Semana Negra

Contando la Semana Negra y su aire


Martes 9 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Elementos decorativos de la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
Elementos decorativos de la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
Tengo impresa la programación de la Semana Negra de Gijón en un folio doblado por la mitad y a doble cara. Divide las actividades por días y en cuatro columnas. Sobre ese programa marco aquello que quiero ver y eso otro a lo que no me importaría asistir si al final me queda un hueco. De un vistazo puedo ver en qué día estoy y hacerme una idea de lo que falta. Lo cierto es que hoy se me acaba la primera mitad y para mañana tendré que girar la hoja porque solo quedará el reverso. El folio me avisa de que estoy en el ecuador. El tiempo se ha pasado volando, un año más. Es quizá un buen momento para contar algunos detalles de porqué quienes venimos un año no podemos dejar de volver una edición tras otra.

Detrás de la Semana Negra está la Asociación Cultural Semana Negra que es quien organiza el festival. Lo dirige José Luis Paraja, tomando el relevo de Paco Ignacio Taibo, sin embargo la cara visible la pone Ángel de la Calle. Paraja se queda detrás, con los números y toda la intendencia, haciendo rodar la máquina.

La parte literaria destaca por las charlas y presentaciones. Dos carpas recogen estas actividades: A Quemarropa, la pequeña, y El Encuentro, la grande. Esta última tiene una barra y algunas mesas. El resto del espacio es para sillas y éstas a veces se quedan cortas y los bordes y los huecos se completan con gente que sigue la presentación de pie o sentada en el suelo. Cuando esto ocurre, resulta impresionante pues se establece una comunicación especial. A la voz de la mesa responde el silencio atento del público, ensimismado, atrapado sin remedio. La Carpa del Encuentro está decorada como una librería gigante, llena de estanterías y libros falsos de poliespán. Este año la preside una reproducción gigante del cuadro La carga que Ramón Casas pintó en 1899. La Semana Negra no da puntada sin hilo. El cuadro de Casas nos habla de represión, de policías a caballo cargando contra un pueblo que se manifiesta. El presente, cabezota, se empeña en hacernos ver que las cosas apenas han cambiado y que aquella represión contra la ciudadanía sigue estando al orden del día.

Quería hablar de la parte literaria y me entretuve con la escenografía, pero hay ocasiones en que el camino recto nos priva de ver el paisaje, de encontrar aquello que no esperábamos. La Semana Negra está llena de esas sendas imprevistas. Lo que quería contar cuando empecé a hablar es la cercanía que aquí existe entre autores y público, una línea indivisible, pues a menudo los escritores están abajo, entre el resto de la gente, escuchando a sus compañeros. Unos aprenden de otros; se contagian; van surgiendo ideas colectivas para una profesión a menudo solitaria. Se nota que se quieren bien y eso se respira y hace la Semana Negra inigualable.

Fondo de la Carpa del Encuentro: La carga de Ramón Casas
Fondo de la Carpa del Encuentro: La carga de Ramón Casas
También hay premios: Hammet a la mejor novela policiaca, Espartaco a la mejor novela histórica, Silverio Cañada a la mejor primera novela policiaca, Rodolfo Walsh a la mejor obra policiaca de no ficción y Celsius 232 a la mejor obra de ciencia ficción o fantasía. Este año hay uno más: BAN!-SN que mandará a modo de representación a un autor español al festival Buenos Aires Negra. Todos estos premios son un tanto especiales, pues no tienen dotación económica y el jurado está formado exclusivamente por compañeros. Lo que importa es el cariño, el reconocimiento de la propia profesión. El galardón que reciben los ganadores se llama Rufo y es una pequeña estatuilla de papel maché muy querida pues encierra el espíritu del festival. Este año se ha vestido con un mono, pues nunca está ajeno a los tiempos que llegan.

El sábado se regalará el libro SN RDA El país que nunca existió, el recuerdo que se lleva el público de la Semana Negra para su casa y otro hito del festival. Antes se llamaba libro Pepsi, pero los patrocinadores cambian y la Semana Negra sigue. Ese día se produce siempre una foto especial, la comunión perfecta donde un libro es más importante que cualquier otra cosa.

Las librerías se reparten una hilera de casetas. Son el alma que sostiene esta feria, pues sus escaparates son la puerta de entrada. De cómo les va a ellos, se puede deducir el nivel de la programación de una edición, lo que ha faltado y lo que ha sobrado. Se quejan del polvo de este año porque los libreros sufren cuando los libros lo hacen. Las ventas han bajado, la crisis cada año se acentúa más, independientemente de los falsos mensajes que lanza el gobierno. La realidad no muestra brotes verdes, ni se ve luz al final del túnel. La gente, sobre todo mira. Nuestra economía está hundida y estas políticas neoliberales que se aplican desde el poder no ayudan nunca a las personas.

Visitantes de la Feria de la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
Visitantes de la Feria de la Semana Negra. Foto: Toni Gutiérrez
El fotoperiodismo tiene un lugar central en la Semana Negra. La realidad y la literatura convergen y los trabajos de nuestros reporteros sirven para contar el mundo al mismo nivel que lo hace la novela negra, sacando a la luz lo que tradicionalmente se tiende a esconder desde el poder. El fotoperiodismo, además de unas cuantas presentaciones y charlas, tiene una carpa de exposición propia. También en el exterior, sobre una de las descascarilladas paredes del astillero, se pueden ver los retratos que forman Los oficios del dique. No son las únicas exposiciones, hay lugar para el cómic y la ilustración con Enrique Breccia: la línea de sombra y para la Asociación Española de Criminología que se ha traído un garrote vil.

En el escenario central, cada noche hay un concierto. Por allí han pasado Chimo Bayo y Carlos Jean y también pasarán DelTonos, O’funk’illo… Esa es la otra parte que forma un todo en este Festival. La diversión, el salir nocturno y la fiesta conviven y se mezclan. El recinto de la Semana Negra es un lugar que acoge atracciones para los niños, mercadillos y carpas montadas a modo de pubs para los noctámbulos o de restaurantes para quien tiene hambre y sed. Salir por la Semana Negra es un batiburrillo de asuntos que cada cual interpreta a su manera y que hace guiños a muchos temas. Hay quien confiesa que ha pasado horas y horas dentro del recinto y reconoce desconocer que existen actividades culturales en él. Es difícil de explicar el ambiente fuera de Asturias, aquí es sencillo: «una fiesta de “prao” de las de toda la vida», las que hace el pueblo para divertirse y también para comprometerse en lo político, en la lucha, en las necesidades. La cultura forma parte del pueblo y es un elemento que lo construye. Ese mensaje está presente en toda Semana Negra. Se accede libremente y quien quiere tiene voz en ella. Un buen ejemplo de horizontalidad.

La cultura se construye desde la crítica a la realidad y la novela negra más aún, pues escarba en nuestra sociedad y nos describe con mayor detalle lo que más se quiere esconder, lo que se calla. La Semana Negra se asienta en ese territorio. Más popular que ella no hay nada.


lunes, 8 de julio de 2013

«España merece mejor suerte, igual que la merece Cuba»

La Semana Negra sigue viendo crecer a Leonardo Padura


Lunes 9 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Leonardo Padura en la rueda de prensa del Hotel Don Manuel
Leonardo Padura en la rueda de prensa del Hotel Don Manuel
A Leonardo Padura se le quiere mucho en la Semana Negra de Gijón y eso se nota. Ángel de la Calle se podría pasar horas hablando de él y de las miles de anécdotas que a Padura le han ocurrido aquí. Como es el caso de ese segundo año en el que para llegar a Gijón desde Cuba lo hizo en un vuelo por Viena y luego tuvo que tomar siete y ocho trenes más en un largo y eterno periplo. Aquel viaje es el ejemplo maldito que se le cuenta a todo semanero que propone venir en tren. O cuando habla del tercer año, en el que el escritor vino para presentarse a una beca de la que el propio Ángel era jurado. El relato que escribió entonces distaba en calidad un mundo de los demás. Todos se preguntaban quién sería su autor. Ahora es una estrella internacional, de un calibre increíble, un referente cubano y latinoamericano de la literatura en todo el planeta. La Semana Negra lo ha visto crecer. De la Calle lo dice con mucho orgullo y con más cariño aún. Sentados a la mesa del Don Manuel se ve la felicidad en ambos, la de quienes están entre amigos y en su propia casa. Leonardo Padura ha venido esta vez para presentar El hombre que amaba a los perros, una excelente novela que reconstruye las vidas de Trotsky y Ramón Mercader.

De la Calle rompe el hielo preguntando a Padura cómo fue la transformación de aquel periodista que llegó a las primeras ediciones de la Semana Negra en este escritor. El autor responde que ha sido un proceso de ganancia. En los 80 trabajaba para Juventud Rebelde y como reportero tuvo la suerte de venir a la Semana Negra. En el 90 pasó a una revista cultural como crítico y volvió a tener tiempo para escribir. La revista fue el espacio que necesitaba para marcar la diferencia entre un escritor aficionado y el que escribió Pasado Perfecto, novela que arrancó la saga de Mario Conde. Juventud Rebelde, unos años de periodista destinado en Angola y el encuentro de una cierta literatura, le ayudó a encontrar el camino. Un camino que pasó por aquella primera Semana Negra de 1988. En aquel viaje, paseando por el Rastro de Madrid con Taibo, se pararon ante un puesto de libros, Taibo eligió uno y se lo regaló. Se trataba de La Soledad del Manager de Manuel Vázquez Montalbán. Padura reconoce que aquella novela le cambió. Había llegado con 40 dólares como único capital y se fue con una maleta cargada de libros. Aquella estancia fue una gran ganancia para convertirse en un escritor.

Hasta el 95 siguió en la revista. Con la tercera novela, Máscaras, ganó el premio Café Gijón y su vida cambió. Dos millones de pesetas en la Cuba de entonces era una fortuna absoluta. Rosa Regás y Cristina Fernández Cubas formaban parte del jurado y ellas le pusieron en contacto con Beatriz de Moura, la editora de Tusquets. Así entró en su catálogo y tuvo una editorial en España. Allí le publicaron todas las novelas negras de la saga de Mario Conde y también las otras dos que Padura considera que son sus mejores libros: La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros. Reconoce que cada vez su novela es menos negra y más social y literaria. No hay que acatar los límites. Su vida de escritor se la debe a España en general y en particular a la Semana Negra y a Tusquets.

Leonardo Padura y Ángel de la Calle
Leonardo Padura y Ángel de la Calle
Siente un gran dolor por la situación que se vive hoy en España. Este país merece mejor suerte, igual que la merece Cuba. Hace dos años le dieron la ciudadanía española, y remarca ciudadanía porque su nacionalidad no puede dejar de ser cubana. Sabe que esto que dice aquí se entiende mucho más, pues Cuba y Asturias siempre han estado muy unidas. Cuando le preguntan por Cuba, explica que la isla está pasando un momento de muchos cambios, aunque desde fuera puedan parecer pequeños. Habla del momento en el que se permitió a los ciudadanos cubanos disponer de una línea de celular, algo que cambió la regla por la que el Estado decidía si te asignaba una línea telefónica, ahora, quien tiene dinero puede tener su celular. También se ha abierto la posibilidad de viajar y se está hablando ahora de permitir que los deportistas cubanos puedan ser contratados por clubes profesionales del extranjero. Estos pequeños cambios, hechos con cautela, han superado una política enquistada. Las experiencias de Vietnam o China les hacen pensar que una mayor lentitud en los cambios hará que no se rompa el equilibrio. Habla de singularidades que hay que tratar y para ello pone el ejemplo del campesino cubano cuya situación es diferente a la de cualquier campesino latinoamericano. En Cuba la comida es lo más valioso y eso hace que quienes producen esos alimentos –los campesinos– ganen mucho dinero y tengan mayores posibilidades económicas que profesionales más especializados. Con condiciones tan peculiares es necesario pensar las cosas dos veces antes de hacerlas, para que quienes están más desguarecidos no sean los más afectados. Cuba está evolucionando. El escritor se pregunta hasta dónde y se responde a sí mismo que es difícil decirlo, pero que sin duda será diferente.

Todo autor está atado a su cultura. Padura explica que su caso no es distinto, que es un escritor totalmente cultural, y esto ocurre por el lenguaje, el lugar desde donde se coloca para escribir sus novelas, la experiencia propia de su país… Cuando dice que un escritor es cultura no se refiere exclusivamente a sus expresiones como la literatura, la música o el cine, sino a todo lo que construye esa cultura: gastronomía, mentalidad, forma de relacionarse las personas… En París, las personas que viajan en el metro no se miran a los ojos, algo que en Cuba no pasa. En Argentina bailar y ligar no van juntos. Padura no se puede desprender de la cultura porque está en la sangre. Si no tuviera esa memoria, esos recuerdos y esa pertenencia a un lugar, perdería mucha de su capacidad como escritor. Su escritura está ligada a una manera de entender la vida cubana. Reconoce que si alguna vez se va a vivir a un lugar que no esté en Cuba, vendría a España. Explica que es el sitio que le produciría menor trauma. La lengua es casi todo para un escritor.

Resulta inevitable una pregunta sobre el panorama de la novela negra en Latinoamérica. Padura no la rehúye y responde con un símil: «mismo deporte, pero en clubes diferentes». Lo dice porque cada uno ha elegido su estrategia para representar su mundo. Habla de disparidad. El panorama es más libre y no hay una novela modélica. Cada cual creó su espacio y no chocan entre ellos. Prefiere usar Iberoamericana en lugar de Latinoamericana y así poder englobar a España y Portugal. Son los países que crearon las relaciones que aún siguen funcionando dentro de la novela negra que se escribe en castellano y portugués.

Padura no se puede despedir sin decir que la Semana Negra es una familia que sigue resistiendo. En estos tiempos no le queda otra que seguir haciéndolo.

domingo, 7 de julio de 2013

La Semana Negra indaga sobre el movimiento obrero en Asturias durante el franquismo

Armas para defendernos del naufragio


Domingo 07 de julio de 2013. Semana Negra. Gijón

Ramón García Piñeiro, Francisco Prado Alberdi y Rubén Vega presentando el libro El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo. Foto: Toni Gutiérrez
Ramón García Piñeiro, Francisco Prado Alberdi y Rubén Vega presentando el libro El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo. Foto: Toni Gutiérrez
La Semana Negra de Gijón ha cogido una mayor carga política este año. Dentro de la programación de cada edición, siempre ha mostrado a las claras su carácter progresista, de izquierdas si se quiere, y cercano a una clase obrera combativa que tanto ha ofendido a ciertos sectores conservadores de Asturias. Pero la crisis obliga a mantener esta postura con mayor fuerza si cabe. Dice Ángel de la Calle sobre El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo que si este tipos de libros no se hacen ahora, va a ser difícil hacerlos luego. Añade que habla de nosotros, la clase trabajadora. Su padre fue uno de esos que vino del pobre Sur hacia el Norte industrial. Leyendo el libro ha descubierto asuntos importantes porque cada uno de nosotros encuentra algo en sus páginas escrito directamente para él.

Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico que edita el libro, se encarga de explicar de qué forma surgió el proyecto. Se trata de una idea que tanto él como el historiador Rubén Vega venían rumiando por separado en sus cabezas, aunque nunca habían hablado de ella. Los dos consideraban que era un libro que hacía falta. Hace cuatro años pusieron la idea sobre el tapete y empezaron a estudiar cómo abordarla. Hacía falta un dinero que no tenían. Luego llegó la crisis y toda garantía de que el proyecto siguiese adelante se esfumó. Si el libro está sobre la mesa ahora es porque hay en él un trabajo militante de todo un grupo de historiadores que trabaja por amor al arte y para contar la historia de la lucha obrera contra el franquismo. Alberdi describe El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo como un de investigación hecha con mucho esfuerzo. Los coordinadores quizá pensaban hacer otra cosa más extensa, pero en ese sentido el dinero les limitó. El objetivo del libro es convertirse en referente para que se puedan iniciar investigaciones posteriores de aspectos concretos de él.

Se pregunta Alberdi si hoy existe una clase obrera en Asturias. Los medios parecen decirnos que no; no quedan fábricas, se niega la existencia de una clase trabajadora que lucha y combate por sus derechos y se habla de una clase media en su lugar. Sin embargo, mientras haya personas que tengan que vender su fuerza de trabajo para vivir, seguirá existiendo la clase obrera, pues se adquiere por condición y no por conciencia. El trabajador no tiene poder, las condiciones se las impone el empresario. Negar la existencia de una clase trabajadora sirve a unos intereses, a una política de recortes donde se trata de deshacer los derechos conquistados y que no haya fuerza de lucha que se oponga. La Historia no se puede repetir, no podemos volver atrás, pero sí es posible aprender de los errores. Quizá este libro nos enseñe algo que nos sirva para nuestro presente. No hay nada regalado, todo ha sido fruto de la pelea; cada derecho fue conquistado y la manera de defenderlo será también luchando colectivamente.

Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. Asturias. Foto: Toni Gutiérrez
Francisco Prado Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. Asturias. Foto: Toni Gutiérrez
Cuenta Ramón García Piñeiro que lo representó la revolución de Octubre del 34 sirve para justificar por qué en 1936 la clase obrera asturiana era la vanguardia de toda la clase obrera española. Después sobrevino la Guerra Civil. Tras la derrota republicana, del 37 y hasta el 42 se extienden los años del exilio, los piquetes de fusilamiento, las cárceles, las purgas y la humillación social para la clase trabajadora. En ese periodo los movimientos obreros no se habían organizado. Del 42 al 46 son los años de la esperanza, el contexto internacional es favorable y se crea una expectativa en la que parece posible un cambio de régimen. Es un periodo de intensa actividad opositora. Como no se podían hacer huelgas, la lucha se hacía a través de sabotajes porque paralizar la actividad minera y fabril en Asturias repercutía en la economía del régimen y en sus símbolos. Del 46 al 52 son años especiales, de resistencia armada y guerrilla. El Partido Comunista perdía contacto con los principales centros urbanos y las fábricas y ganaba adeptos en las zonas rurales. La oposición se va al campo y con ello se pierden las pautas de lucha tradicionales, aparecen los golpes económicos, bajan los sabotajes y surgen los secuestros y los atentados personales. El régimen responde de la forma más virulenta y aparte de las ejecuciones judiciales se hacen habituales los asesinatos por aplicación de la ley de fugas y otras acciones irregulares. El franquismo (regulares, falangistas, guardias civiles, movimientos parapoliciales como la brigadilla y las contrapartidas) actúan con total impunidad.

Las consecuencias de esta política es un alejamiento del movimiento obrero, que incluso desde la guerrilla llega a menospreciarse por considerar que estaba integrado en el sistema y no llevaba la misma llama combativa que ellos. El resultado es que queman a los enlaces que les ayudaban, ese entorno que los sostenía llega hasta el agotamiento y se comprueba que no es posible continuar por este cauce. Cuando desparece la guerrilla, desparece el papel relevante de Asturias en el movimiento obrero. Del 53 al 60 se abre un periodo para tomar fuerzas. Será a partir de los años 60 cuando vuelva a ocupar la vanguardia del movimiento obrero con la creación de las Comisiones Obreras y las huelgas del 62, una vanguardia que se mantiene hasta 1967.

A Rubén Vega le corresponde, como coordinador del libro, ofrecer la visión de conjunto y hablar de la clase organizada que se convierte en movimiento, explicar en qué ambiente se movían esos militantes que arriesgaban su puesto de trabajo, su libertad y su vida. El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo es una obra de síntesis que abarca todo lo sucedido porque no había una visión de conjunto de ese periodo y sobre ese tema. El movimiento obrero asturiano funcionó como columna vertebral de Asturias y de España, lo fue en el 34 y también durante el franquismo. Toda la clase trabajadora del resto del país miraba lo que pasaba aquí y preguntaba lo qué hacían los mineros para tomar ejemplo de ellos. Observaba como planteaban que se cumpliera la normativa más elemental, los conflictos de duelo y las protestas cuando dejaban de seguirse las medidas de seguridad. Aquello estaba penado como delito de rebeldía militar, pero no les paraba. Eran la oposición antifranquista y mantenían un protagonismo importante al convertir la lucha de Asturias en un arquetipo que llegó a tener un alcance internacional que cristalizó en la solidaridad mundial con las huelgas del 62.

El  historiador Rubén Vega. Foto: Toni Gutiérrez
El historiador Rubén Vega. Foto: Toni Gutiérrez
Para realizar esta obra, se ha recurrido a un equipo de investigadores y especialistas, una nómina de autores e historiadores solventes. El libro se compone de una introducción para presentar el sistema económico en Asturias y seis bloques que repasan la clase obrera, los conflictos laborales y las huelgas, las organizaciones políticas y sindicales, la represión y las formas que tomó, los sujetos y la forma que adoptó la resistencia y, finalmente, la imágenes y representaciones mentales y artísticas sobre la mítica y épica de los obreros asturianos, especialmente la que tenía que ver con los mineros que ensancharon el marco de las libertades y a los que se representaba como luchadores, con conciencia y resistentes a la dictadura. El periodo que abarca el libro va desde la pérdida de la guerra por la clase obrera hasta que recupera sus condiciones de legalidad en el 77. De esa forma vemos las semejanzas y diferencias entre esos dos momentos. Ambos periodos están protagonizados por obreros de las minas y la siderometalurgia, pero en el 77 formaban parte de megaempresas públicas. En los dos momentos se daba que muchos de estos obreros procedían de la inmigración desde regiones más pobres, que llegaban a las barriadas y pasaban a engrosar la clase obrera. Entre uno y otro momento hay cambios generacionales, de procedencia y relacionados con su integración o falta de ella.

La lucha obrera es una lucha por la igualdad. El libro también aborda el género y la clase, pues hombres y mujeres vivimos los mismos problemas de maneras diferentes. Por eso se estudia a las mujeres, aunque no tuvieran un trabajo asalariado, pues ellas se mostraron activas en la resistencia, la solidaridad y la lucha. Aquellos paisanos de pelo en pecho, machistas muchos de ellos y militantes de organizaciones ilegales hablaban de igual salario ante igual trabajo, de permisos de maternidad y de todo aquello que hiciese sentir discriminada a la mujer. Se veía una luz al final de túnel desde aquella utopía igualitaria.

El franquismo fusiló hasta sus últimos días. Su represión produjo un baño de sangre hasta los años 50 y luego continuó de una manera más controlada y selectiva, pero siguió diezmando las filas de quienes pedían derechos de reunión, de expresión, de sindicación y de huelga. El franquismo tenía a gala haber extirpado todo el movimiento obrero, y estos trabajadores asturianos eran un desmentido y la base de un futuro de derechos y libertades que trajera una sociedad más justa y sin explotación. Ese es el mismo territorio en el que militan muchos de los historiadores que han participado en este libro y que les permite trabajar por amor al arte de aquellos obreros, de un movimiento de masas en torno a reivindicaciones cotidianas unas veces y de gran profundidad social otras, de quienes pelearon por todas ellas.

El otro Markaris

Hoy Félix de la Concha pinta y entrevista a Petros Markaris. Con el acierto de sus preguntas nos va descubriendo otro Markaris, más personal, más cotidiano. Hay risas, circunstancias que explotan la cercanía, dulces reproches porque Petros no se está quieto un instante y mucha inteligencia.

Cuando termina el cuadro el pintor, después de una hora de trabajo, pasa a exponerse con el resto de los que va haciendo estos días en la Carpa del Encuentro. Allí estarán hasta que se acabe la Semana Negra. Luego De la Concha se los llevará consigo para que, como proyecto, forme parte de algunas de sus exposiciones por el mundo.

Noemí Sabugal presentando su novela Al acecho. Foto: Toni Gutiérrez
Noemí Sabugal presentando su novela Al acecho. Foto: Toni Gutiérrez
Noemí Sabugal presenta Al acecho, un momento histórico como telón de fondo para una novela negra

Para hablarnos de Al acecho su autora, la leonesa Noemí Sabugal, nos habla de las raíces de la novela. Surge de su interés por la República y la Guerra Civil, por aquellas generaciones que evitaban hablar de ellas. En concreto, piensa en su bisabuela. La novela está ambientada en el 36, una época que sus abuelos vivieron siendo niños y que por tanto no pueden recordar en ella el tinte político del momento. Los periódicos de entonces nos dan la temperatura de la época, nos muestran una vida cotidiana en la que el lector se puede meter y descubrir que no sentían que hubiera comenzado una guerra, pensaban que no iba a ser para tanto, que no pasaría de una sanjurjada más. No fueron conscientes en el momento. Sabugal explica que hay muchas cosas que desconocen sus abuelos porque en realidad fueron jóvenes educados en los 40 y existe una diferencia secular entre el 36 y el 45, un retroceso espectacular en todos los sentidos, como del tanga a la braga-faja de Franco. ¿Quién no quiere remover el pasado?, se pregunta. Nos falta la visión de las víctimas y eso es un símbolo de lo que después ocurrió. En los periodos de guerra se hace más visible cómo el ser humano acecha al propio ser humano. De ahí si título, que esconde también un homenaje a Miguel Hernández.

La novela arranca en marzo de 1936 con la victoria del Frente Popular y termina un mes después de que se haya producido el golpe de Estado. Mantiene dos líneas principales. Por un lado la parte histórica a través de la que remover el pasado y por otro la novela negra con un asunto de crímenes y la persecución al asesino que se establece. Sabugal juega con la ambigüedad moral del protagonista, el policía Juan Fierro, un personaje de trato vejatorio a quien considera que hay que castigar, algo que le deja en mal lugar en la novela, pero que sin embargo muestra que la crudeza también sirve para hacer el bien. ¿Hasta que punto eso resulta justificable? Sabugal responde que ese camino solo demuestra limitación en quien lo sigue.

Al policía le llegan por un lado el asesinato de unas niñas y por otro los atentados políticos que se producen tras las elecciones que pierde la derecha. En ese momento de enconamiento que hay en España, el protagonista se niega a ver el golpe de Estado. No quiere ser otro tonto, un héroe muerto como su padre. Serán las mujeres de la novela las que tengan que quitarle las capas a ese personaje, ese algo que siempre tiene que ver con la culpa. Ellas representan una sensibilidad que él rechaza y complementan a un personaje torturado. Fierro, aparte de buscar al asesino, trata de encontrarse a sí mismo.

Explica la autora que se ha tocado poco el tema de la República en la literatura, aunque si ha ocurrido más con el de la Guerra Civil. Es cierto que había distancia con el pueblo, pero los políticos de la República habían viajado y traían aquí el debate y las leyes que significaban progreso. Divorcio, cine sin censura, aborto… temas que en nuestra sociedad de hoy seguimos sin tener resueltos. El 36 y los precedentes que traen a la palestra los problemas sociales, no obliga a que se produzca un golpe de Estado. Que ocurriera fue algo organizado y decidido. Seguramente, si la derecha hubiera ganado las elecciones, no se hubiera dado. Era una época con un arco de tensión, donde se sucedían atentados, se producía una escalada de violencia, pero eso no explica por sí solo que ocurra una guerra civil de forma natural.

Para cerrar dice José Manuel Estébanez que Al acecho encierra al lector en el Madrid de 1936 y le obliga a vivir el miedo de entonces. Añade «que al buen escritor se le distingue por saber evocar lo que no conoce» y ese el caso de Noemí Sabugal.