domingo, 24 de noviembre de 2013

Las difíciles relaciones familiares

Otras historias que también pasaron por el FICXixón.

Varios días de noviembre de 2013. Festival Internacional de Cine de Gijón

Mariana Rondón durante su encuentro con el público
Mariana Rondón durante su encuentro con el público
Ayer se apagaron las luces de la 51 edición del FICXixón, pero aún me quedan historias en el tintero y me apetece alargar un día más la crónica de este Festival.

Gran Angular Ficción. Pelo Malo. Mariana Rondón

Pelo Malo fue la película ganadora en el pasado Festival de San Sebastián. Ganó por méritos propios pues se trata de una gran película. Es una historia dura, de soledades, entre una madre y su hijo. Hay detrás dos asuntos abiertos que rondan y que no se explican: la muerte violenta del padre y lo que ocurrió en Carnavales. Ambas situaciones han construido un dique infranqueable en el corazón que les distancia. Todo está roto entre ellos, sin remedio. El niño es rebelde, como su pelo. Quiere domarlo, alisarlo, buscando transformarse en lo que no es. El niño está formando su identidad con carácter. Choca una y otra vez con su madre, cansada de contemplaciones, preocupada con volver a su trabajo, sin ganas de querer a nadie, cargando sobre su hijo todas sus frustraciones y echándole todas las culpas. Ya es bastante dura su vida como para asumir otras responsabilidades.

Me sorprende gratamente la capacidad de Mariana Rondón, su directora, para trazar unos personajes tan rotundos con la mayor sencillez, simplemente dejándoles moverse y hablar. Mirándoles unos minutos se les entiende a la perfección. Se nota una mano inteligente detrás que se aleja de lo obvio y se dedica a lanzar preguntas al espectador sin que éste se dé cuenta. Rondón nos tiene dando vueltas alrededor de las mismas cuestiones que a ella le carcomen. Sin duda hay en la película muchos niveles y todos tan abiertos que permiten bastantes tipos de interpretaciones. Me decanto por pensar que asistimos a una batalla entre la obediencia ciega y la naturaleza, justo en ese periodo en el que se forma la personalidad. Las opciones que se tomen entonces marcarán el futuro y ante los ojos del muchacho pasan todas las posibilidades. Puede elegir la salida limpia del deporte como el quiosquero, o la violencia como la que terminó con la vida de su padre, o el mundo idílico de la abuela –seguro y con el tiempo detenido-, o la pauta diaria como va a elegir su vecina, o incluso la básica de la supervivencia. Quiere agradar a su madre, pero es demasiado tarde. Nada de lo que hace sirve ya.

Cuenta Mariana Rondón en su encuentro con el público que la historia no empezó aquí, que viene de los anteriores Carnavales. Pero eso no se enseña. Cuenta que esa decisión de omitir una explicación tiene que ver con dónde se ubica el espectador ante la película, en qué lugar de la aceptación o la intolerancia está parado.

No le costó dar con el niño protagonista, en realidad fue el primero en hacer el casting. Pero Rondón pensó que la vida no podía ser tan fácil. Así que vio otros cien más. El niño está en casi todos los planos, por eso era importante ver si tendría fuerzas para aguantar el rodaje. Todos los actores son debutantes, para construir sus personajes se pasaron cinco meses de ensayos semanales. La relación que se estableció entre los actores que interpretaban a la madre y al niño fue muy linda, algo que permitió hacer violenta la relación entre ellos en la pantalla.

La directora explica que con Pelo Malo ha querido tratar de entender por qué una madre se encuentra con que no puede querer a su hijo. Mientras desarrollaba la película ha descubierto que hay muchos motivos. No se trata de juzgar sino de ver las razones. Se desata una guerra de poder donde las necesidades vitales de cada personaje –madre, niño, abuela- son diferentes y ninguno puede dejarlas de lado. En Venezuela tienen una expresión: «correr la arruga», por mucho que la estires siempre va a estar ahí. Cuando al fin la madre recupera lo que quería, cuando vuelve a su cuartito de vigilante de dos metros por dos metros, lo que vemos es que es un lugar como una cárcel. Pero es lo que ella deseaba. Por lo que ha peleado es lo más mínimo.

Mientras filmaban se estaban produciendo noticias sobre la enfermedad de Hugo Chávez. Las imágenes que se muestran a través de la televisión eran las noticias que estaban ocurriendo. No son cualquier noticia. De esa forma, apareciendo al fondo en la película, se trata la contemporabilidad porque se marca la realidad que está ahí. El balance de una vida, la situación difícil del país y el contexto social van drenando el film. En Venezuela aún no se ha estrenado, pero ya ha desatado una controversia muy grande. Vivimos un momento muy perturbado en el que se usan las acusaciones de homosexualidad como armas de polarización. El hecho es no aceptar al otro. En Estados Unidos se habla del racismo de esta película. En América se la tacha de muy política. En Europa se le ha visto un toque de homosexualidad. Reconoce que esas visiones explican que Pelo Malo tiene múltiples posibilidades de lectura.

Gracias a una ley de hace casi diez años en Venezuela se creó el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía. Lo más interesante es que reúne impuestos de todas las industrias audiovisuales para hacer un fondo. Los cineastas presentan sus proyectos a este fondo, concursan y te lo aprueban o no. Gracias a este modelo, se están preparando entre 30 o 40 películas para el año que viene. La directora explica que para concursar a este fondo no ha tenido exigencias políticas. No hay injerencias. El Estado tiene la Villa del Cine, una especie de productora, a través de la que realiza las 3 o 4 películas que le interesan al año. Otra parte importante de la ley es que obliga a los estrenos nacionales a estar en cartelera un mínimo de dos semanas. En este momento el cine venezolano es el que más dinero está dando a las salas de allí.

Gran Angular Ficción. Like Father, Like Son. Hirokazu Kore-Eda

Cartel de la película Like Father, Like Son
Cartel de la película Like Father, Like Son
Like Father, Like Son, del japonés Hirokazu Kore-Eda, también aborda las relaciones familiares. Arranca con la cotidianidad de una familia adinerada. Un padre que trabaja muchas horas para mantener su posición de imprescindible en su empresa y que por tanto sacrifica el tiempo que debería estar con la familia, una madre sumisa y un hijo obediente pero limitado a la hora de cumplir las expectativas que su padre ha fijado para él. El conflicto surge cuando del hospital les avisan que hubo un error con los bebés y que se los entregaron cambiados. Su verdadero hijo está con una familia más sencilla, más mundana. ¿Intercambiarlos?, ¿quedarse con los dos?, ¿seguir como hasta ahora?

Like Father, Like Son va de saber ser padre. Nos habla de elecciones y de desapegos que duelen. El guion y las interpretaciones funcionan bien, pues el espectador construye en su cabeza las preguntan implícitas que no se llegan a pronunciar, pero que están flotando toda la película, especialmente en las miradas. ¿Ha sido un buen padre? ¿Dónde están los lazos padre-hijo, en la sangre o en la relación que han formado a través de la convivencia? ¿Cuál de los dos es su hijo, el que se le parece o aquel al que ha educado en su misma forma de pensar? La oportunidad de empezar de nuevo es una buena forma de ir respondiendo con sinceridad a cada una de las cuestiones y también para no repetir los errores.

Kore-Eda firma una excelente película con expresivas interpretaciones de todos los personajes, incluso los niños.

Cine Europeo en Ruta. Grand Central. Rebecca Ziotowski

Cartel de la película Grand Central
Cartel de la película Grand Central
Es una pena que Grand Central solo sea una película de amor. No todos los días se puede conocer a un técnico de descontaminación que trabaja en una central nuclear. Su vida, igual de precaria que la de la mayoría, daría para mucho más. El protagonista es un muchacho que necesita encontrar un trabajo. No tiene formación y tampoco quiere llevar una vida de delincuente. La oportunidad de trabajar en la central nuclear es una buena solución. Sabe que por fin va a conseguir trabajo, dinero, compañeros y amigos, sentir por una vez que ha echado raíces. El proceso de admisión es demasiado sencillo, sin duda algo no funciona bien. Las cuadrillas se forman cada vez con trabajadores más jóvenes y sin experiencia. Los recortes reducen el presupuesto y éste, a su vez, los salarios y la seguridad que se va al garete. Un medidor que cuelgan al pecho marca el nivel de radiación al que se han expuesto y una máquina antes del último torno comprueba que solo salgan si están limpios y no contaminados. Ahí, en la parte social y en los conflictos laborales, podría haber centrado Rebecca Ziotowski su película para darle mayor potencia. La directora elige contarnos dos tipos de contaminaciones y en ciertas formas compararlas: la radioactiva del entorno de trabajo que mata lentamente y la de enamorarse de quien no se debe que duele igual. Ambas se colocan a la misma altura y con la misma peligrosidad. Ese triángulo amoroso supone la deriva de su protagonista, que nada le importe ni tenga sentido para él. Hay una imagen en la película que muestra a la perfección esa idea, la de la brillante manzana que se cae y baja rodando por el barro.

No es la única comparación poética que Ziotowski nos propone para que saquemos conclusiones: vestir de blanco a la protagonista en sus escenas o esa lluvia que siempre supone una derrota.

No hay comentarios: