domingo, 10 de noviembre de 2013

Las primeras libertades

David Trueba retrata la España de 1966 en Vivir es fácil con los ojos cerrados

Cartel de la película Vivir es fácil con los ojos cerrados
Cartel de la película Vivir es fácil con los ojos cerrados
¿Por qué? Por el retrato de una época con un enfoque distinto.
John Lennon se vino a Almería en 1966 a rodar la película Cómo gané la guerra. Dicen que atravesaba un momento crítico y existencialista, que en sus canciones pedía «ayuda» y que los Beatles se rompían. En Almería compuso Strawberry Fields Forever y los primeros versos de esta canción le sirven a David Trueba para dar título a su película: Vivir es fácil con los ojos cerrados. Que Lennon estuviera en Almería motivó el intrépido viaje del profesor Juan Carrión para conocerle con un firme propósito y esa es la anécdota que inspira el guion de la película. La presencia del beatle en nuestro país es un telón de fondo en la película. David Trueba le utiliza como una bisagra en torno a la cual articular la división en dos de la ciudadanía de la España de entonces y mostrarnos a una juventud oprimida cuya rebeldía no encontraba su cauce en medio de una dictadura. Un viaje ingenuo e imposible es el camino que elige el director para llevarnos hasta ese pasado y que nos consigue hacer sentir como si fuéramos dentro del seat 850 con los propios personajes.

Vivir es fácil con los ojos cerrados, el problema suele darse luego, al abrirlos y toparnos con la realidad. La España de 1966 que retrata David Trueba en su película tenía mucho de soportable con los ojos cerrados del conformismo y de irrespirable a poco que se tuvieran inquietudes. El de entonces, y no sé si en eso se ha cambiado mucho, era un país dicotómico, de aire enrarecido, donde se trataba de dar una imagen de una España aperturista sin perder a la vez el menor ápice del rancio conservadurismo de un estado fascista con mano de hierro. Esa incorporación a «lo moderno» que nos abriera las puertas a Europa se convertía en una prioridad política, pero al régimen le ofendían esos mínimos gestos de progreso, así que todo intento terminaba convertido en otra falsedad. Un ejemplo claro se puede observar con los dos conciertos que dieron en España los Beatles un año antes y el tratamiento que le dio la prensa nacional, o las cargas policiales de los grises en los alrededores y a las horas previas, las detenciones de todo el que les pareciera sospechoso o los uniformes que pueblan cualquier imagen de esos conciertos.

Ese aire cargado en lo ideológico y lo moral lo dibuja magistralmente David Trueba en cuatro pinceladas de su película: un profesor impartiendo la materia de inglés, la comida dominical de la familia de un policía nacional, un internado de monjas para niñas embarazadas y un bar en la Almería más rural. Lo sorprendente es que no lo hace desde la oscuridad, sino llenando de luz y luminosidad esas estampas y el resto de la cinta. Hay una cierta blancura también en el tratamiento, pues no nos habla de la búsqueda de una libertad política, sino individual, blancura que se extiende también hacia una evocación dulcificada y generosa del pasado para hacérselo entrañable al espectador y colocarlo a favor de la historia. No hay, sin embargo, una condescendencia con el público, pues no escatima gestos, ni intenciones y Trueba es claro en su opinión sobre aquellos años. No hay medias tintas, y la película está cargada de guiños políticos antifranquistas imposibles de no ver.


Trailer promocional de la película Vivir es fácil con los ojos cerrados
A pesar de la nostalgia y melancolía con los que se nos presenta Vivir es fácil con los ojos cerrados, hay en la película una visión clara del atraso que arrastraba España y del hambre y la pobreza tan dolorosa con la que se vivía. No abunda en ello su director porque le bastan un par de planos para hundir al espectador en la profunda necesidad que había y que éste ya no pueda mantenerse indiferente. No son las mejores escenas, pero todas hacen agachar la mirada por vergüenza hacia nuestro pasado.

Pero no todo es drama y tragedia, más bien al contrario, Vivir es fácil con los ojos cerrados destila un humor fresco que la hace hasta divertida en muchos de sus momentos. Con ese humor se crean complicidades y se marca esa visión nostálgica que no pasa desapercibida para nadie. Es una película optimista, que cree en el ser humano. Trueba no busca grandes héroes con los que contar su película, sino que tira de gente corriente, de personajes ingenuos, tranquilos y sencillos. Son idealistas que están abriendo los ojos, que descubren su desamparo y que quieren salir de su frustración que es la misma que vive el país. Les salva su tozudez que les permite no rendirse nunca y mantener esa postura de apuesta por la justicia y la tolerancia con dignidad.

Hay en toda la película una llamada a vencer el miedo que nos paraliza y tomar lo que nos corresponde, algo que encaja perfectamente con nuestros tiempos. Es imposible salir de la película y no comparar.

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