viernes, 22 de noviembre de 2013

Lugares donde la vida vale menos que el tabaco

Little One cierra la Sección Oficial a competición del FICXixón.

Viernes 22 de noviembre de 2013. Festival Internacional de Cine de Gijón

Cartel de la película Little One
Cartel de la película Little One
El FICXixón de este año está empeñado en que veamos como la violencia se extiende. Nos faltaba tener la visión de este tema desde África y esta mañana el Festival ha satisfecho esta laguna con las dos películas de la Sección Oficial. Tanto en Little One como en Gigris, la violencia está latente.

El día también lo han aprovechado los políticos de la Oficina del Parlamento Europeo para venir a hablar de cine. Ellos se encargan de los premios LUX. Lo que no sé es hasta qué punto apoyan el cine o solo vienen a aprovechar un espacio para soltar su discurso institucional. Me ofendió que mostraran poco respeto por la película que proyectaban y comenzaran el debate mientras aún se pasaban los títulos de crédito. Me fui porque creo que quien dice defender el cine no puede ser irrespetuoso con las personas que lo hacen. Y con quien se muestra desconsiderado no debemos malgastar ni un minuto de nuestro tiempo escuchándole.

Sección Oficial. Little One. Darrell James Roodt

Las cifras son demoledoras: en Sudáfrica se producen al día 150 violaciones y la mayoría de ellas son a niños y niñas menores de 10 años. Como dice Pauline, la protagonista de Little One: «Aquí la vida vale menos que el tabaco». Y sin embargo no se hunden, tiran para delante. Esa es la realidad que Darrell James Roodt nos muestra en su película. La situación es terrible, pero aún así los personajes no se desmoronan, buscan reponerse y encontrar su felicidad. «Mañana será mejor» es una frase optimista que se dicen porque les da esperanza saber que algún día sentirán que todo es más fácil, una esperanza en la que creen de verdad y que ponen en práctica cada día. Todo se arreglará. Ese mensaje voluntarista es el eje que articula Little One. El mensaje funciona porque encontramos que la mayoría de los personajes son buena gente que se preocupa por los demás. No, no es inocencia, es un espíritu humanitario que desarrolla muy poca gente en nuestros días, pero que resulta tremendamente contagioso cuando lo vemos. Ayudar a los demás produce alegría y cura todas las heridas. Las del alma también.

Reconozco que la película peca de cursi y que la música, unas veces la de piano y otra el rasgar de guitarra española, juega en su contra. Veo sus trampas cuando la miro, y sin embargo me emocionó. No sé si será la forma de ser de Pauline, la mirada de la niña, la bondad del marido, la admiración de la enfermera o el deseo de resolver el caso del agente Morena. Nada de eso, una vez visto, me permite permanecer indiferente. Me gusta ese mensaje de hacer lo correcto, aunque nos quedamos solos, aunque nos exija un gran esfuerzo. Es nuestro deber.

Son sus personajes quienes sostienen Little One y lo hacen muy bien con una rotundidad dulce que enamora.

Sección Oficial. Gigris. Mahamat-Saleh Haroun

Cartel de la película Gigris
Cartel de la película Gigris
Hay un género que yo llamo de «supervivencia ejemplarizante por sueños truncados». Normalmente estas películas transcurren en alguna ciudad europea dentro de un barrio con mucha inmigración y problemas de integración. Siempre hay un par de muchachos inteligentes que podrían haber sido buenos, pero las circunstancias no les han dado otra posibilidad que las que ofrece la marginación. Se equivocan y lo pagan, porque es ley de vida. En esas películas de las que hablo los protagonistas se conforman con sobrevivir. No hay nada más en su mundo. Ni siquiera un deseo de superación. La dureza de conseguir despertarse un día más lo marca todo. Gigris está rodada en el Chad, pero en realidad es una película de este tipo del que hablaba. Una historia que sabemos desde el principio que no puede acabar bien sin defraudarnos.

El protagonista es un discapacitado, con una pierna inútil, que quiere ser bailarín. Es la atracción de las discotecas donde pasa la gorra después de cada baile. Así va tirando, pero de pronto necesita dinero para cuidar al marido de su madre cuando cae enfermo porque siente que es su obligación. Se equivoca traficando con gasolina, y de su error vienen sus desgracias. Salir adelante es complicado, sobre todo por la hostilidad de un entorno que desprecia a quienes no han triunfado.

Gigris tiene muchos condicionantes sociales para construir una película con peso, pero pierde fuelle desde el principio. Elige suavizar la distancia entre los que abusan y los que son utilizados y prefiere volcarse en la fábula del deforme y la bella para contar la historia de amor de una pareja desigual. Una historia que ya hemos visto demasiadas veces.

Hay hacia el final una secuencia que imparte un poco de justicia. Pero no lo hace sobre el culpable, sino que a quien castiga es al trabajador que ejecuta las órdenes que dicta el culpable. La ejecución de la condena es violencia tribal aplicada con contundencia. Pero a Mahamat-Saleh Haroun le da una cierta vergüenza y decide borrar las pruebas quemándolas, como si la tribu no hubiese obrado de acuerdo a sus normas y sintiera que ha actuado de forma inmoral. No es más que la conciencia de una visión occidentalizada.

Límites. El triste olor de la carne. Cristóbal Arteaga

Cristóbal Arteaga durante el encuentro con el público
Cristóbal Arteaga durante el encuentro con el público
A veces uno se equivoca eligiendo las películas, pensando que va a encontrar una historia diferente a la que realmente termina viendo. Pero las películas son de sus directores, ellos se encargan de explotar el punto de vista, de decidir qué contarnos y cómo narrarlo. Cristóbal Arteaga en el El triste olor de la carne ha hecho su película. A mí me parece que va de la cobardía de un hombre, pero dicen que es el largometraje de un desahucio. Seguramente sea así y yo esté equivocado. El problema es que el espectador no se va a encontrar análisis alguno (no hay causas, no hay efectos, no hay solidaridad…); como mucho escuchará a Rajoy hablar «sesudamente» por la radio explicando las medidas que tomará su gobierno. Al director no le importa el pasado y no gasta tiempo en explicar por qué se ha llegado a esta situación.

Se sitúa en el presente, en la angustia y en la desesperación. Su protagonista emprende una carrera tan desesperada como vacía. Es imposible ponerse del lado de este tipo cuando le escuchamos tratar a la gente y mentir sin escrúpulos. Y sin empatía no hay película. Supongo que se trata de ponerse en la cabeza del protagonista, de hilar los pensamientos que no se nos cuenta.

Está rodada con un solo plano secuencia, jugando a hacer malabarismos para que se note que no hay corte. Pero centrarse en el modo y no en el fondo va contra la película. También podría parecer que quiere ser realista y natural, pero se nota su construcción: los diálogos en la relojería, el monólogo del cobrador del frac… No es un documental, es pura ficción.

Tampoco hay profundidad y es una lástima porque el de los desahucios es un tema que se merece otro tratamiento más veraz y menos construido. No basta con que el asunto se coloque al fondo, hay que traerlo al frente y hacer que el espectador lo sienta, porque el problema ya es de toda la ciudadanía.

2 comentarios:

gonzalo dijo...

creo que la vista es fuera del foco de la imagen que le da el director a esta obra. Hay que verla y acompañar a Barrera sin claudicaciones, sin crticas y ponerse en el cuero del otro como para estar en slencio protagonizando en paralelo lo que se nos trata de insinuar.Muchas palabras de más hace que el crítico no haya silenciosamente acompañado en sus ultimos momentos a que no encontró otra forma de grtar su desespero.
Es muy dificil critcar desde el angulo que trató de hacerlo, no solo se equivocó en ella sino mas bien da la sensación que quiere desprestigiar a quien efectivamente se puso en los pantalones del protagonista.
excelente obra, digna de mostrarla en las altas esferas del gobierno, para que las palabras de Rajoy o quien sea, sintoncen con la amargura y desesperación de un pueblo que si bien no se autoelimina, sólo se abstene de los extremos. muy buena , cine de primera.
gonzalo el espectador.

Javi Álvarez dijo...

Creo que hablas de El triste olor de la carne, ¿no? Es cierto que hay veces que me voy por los cerros de Úbeda, pero creo que este no es el caso, la crítica habla de la decepción que me produjo la película por esa oportunidad perdida de contar una buena historia y lo hace argumentando todos esos puntos. Me produjo una enorme decepción que un año después sigue existiendo sin haber variado. La película no está bien retratada, no es realista y se notan demasiado sus costuras y cada una de las puntadas sin hilo dadas. Me gustaría acompañar a Barrera si ese fuera su viaje, pero en realidad estamos ante el paseo construido de Arteaga.

La película me duele porque quema un buen cartucho. Necesitamos que el cine hable de los desahucios y Arteaga de lo que habla es de la cobardía de un hombre. El desahucio es un tema colateral. No es el tema y de ese punto parte mi decepción.