sábado, 23 de noviembre de 2013

Vidas enfermas

El FICXixón echa el telón a su edición 51

Sábado 23 de noviembre de 2013. Festival Internacional de Cine de Gijón

Cartel de la película Miele
Cartel de la película Miele
Se acabó el FICXixón un año más. Lo hizo sin mucho ruido y con las salas llenas de gente que quiere ver cine.

Cine Europeo en Ruta. Miele. Valeria Golino

La actriz Valeria Golino se ha pasado al otro lado de la cámara. Con su película, Miele, tengo sensaciones enfrentadas. Me encanta su fotografía de playa y rostros en primerísimos planos. Me parece que Jasmine Trinca, la actriz protagonista y casi omnipresente en todos los planos, hace un trabajo excelente además de traerme constantemente a la cabeza a una Isabella Rosselini joven y modernizada al estilo de nuestros nuevos tiempos. Me gusta el valor de tratar un tema como la eutanasia sin tapujos, al menos en su nivel básico. Me seducen los diálogos que se salen de los tópicos. Pero no termina de convencer el recorrido que sigue la película.

Ayudar a morir debe ser una tarea agotadora, que exige un esfuerzo mental enorme para no desplomarse. Dudas, desequilibrios… se necesita un carácter especial para mantener las convicciones. Ver morir siempre desgasta; la vida se resiente, la realidad se desenfoca y todo lo demás, si es que queda algo, deja de importar. No es extraño que la protagonista convierta su vida en una mentira y que cuando pierde las fuerzas sea incapaz de mantenerla y estalle. Esa es quizá la parte más frágil de Miele, la prescindible.

El derecho a una muerte digna crea debate sobre si es posible ejercer la decisión de morir cuando la vida no puede considerarse como tal. Es un problema de límites, de preguntarnos cuándo deja de merecer la pena. Sin embargo la pregunta que se hace la película es más demoledora y simple: ¿debería haber límites? No hay respuestas rotundas. No entiendo la condena moral a la eutanasia. No comprendo por qué es obligatorio defender la vida cuando ésta no se sostiene. No me explico por qué se penaliza a quienes ayudan a dejar de vivir una vida indigna, ni la hipocresía social que les obliga a bordear la legalidad para hacerlo. A veces al plantear las cuestiones se muestra el punto de vista y la opinión se deduce según la pregunta hecha.

Gala de Clausura

Largometrajes
Instantáneas de la Gala de Clausura:
(1) Roko, (2) Patrice Leconte y Claudia Sainte-Luce, (3) Foto de familia del FICXixón, (4) Ewa Puszczynska, (5) Inés Paz
La gala de clausura nada tiene que ver con la de inauguración, como si al Festival le pesaran los días y las noches sin dormir. A pantalla completa se repasan las imágenes seleccionadas para recordar esta edición, mientras la banda del Festival de Cine pone la música desde atrás. Cuando se levanta el telón, el escenario está triste, un poco desangelado. Presenta de nuevo Inés Paz, pero esta vez su guion se limita a dar paso a unos y a otras y no se ha colado ni el menor chiste. El ingenio lo ponen SAM o Leconte y poco más.

Escuchar agradecer un premio, más aún si se hace a través de un vídeo, se hace plomizo y el resultado es una gala sosa y descafeinada. Pocos minutos se salvan: Los dos números musicales de Roko como gran apuesta de la noche, la equivocación del distribuidor de Blue Ruin que confundió el nombre del director, Jeremy Saulnier, con el del actor Jeremy Irons y la emoción con la que recogió Claudia Sainte-Luce el premio especial del jurado a su película Los insólitos peces gato.

Gran Angular Ficción. Alabama Monroe. Félix Van Groeningen

Cartel de la película Alabama Monroe
Cartel de la película Alabama Monroe
Félix Van Groeningen ha hecho una gran película que hace unos días se llevó el premio del público en el Festival de Sevilla, es también la enviada por Bélgica a competir por el Oscar a mejor película de habla no inglesa y la que más nominaciones presenta a los premios del Cine Europeo. Lo primero que llama la atención de Alabama Monroe es la forma de contarla, saltando en el tiempo de un lado hacia el otro por los últimos siete años. Lo que parecía caótico se va transformando en una estructura pensada para darnos tiempos para asimilar los golpes. Lo cierto es que cuando contamos algo no siempre somos conscientes de que no seguimos la línea temporal. ¡Cosas del cerebro y de esa forma que tiene de relacionar y asociar los recuerdos! Cuando recordamos nos influyen los sentimientos, de un tema alegre pasamos a otro también alegre porque los almacenamos unidos. Así se estructura nuestra cabeza y también la película. Ese ritmo nos va abriendo los ojos. De la incertidumbre del presente se va atrás, primero a los mejores recuerdos, después a los más dolorosos, para terminar en los que somos incapaces de soportar, y mientras el presente también avanza.

Suena mucho country, la música más triste del mundo, que nos va formando el ánimo y conduciendo por los caminos de la película. Hay leyes de la vida que cuando se rompen nos destruyen. Alabama Monroe va de una de estas situaciones. Pero sobre todo habla de cuando desengañados dejamos de creer, ya sea en la religión o en los Estados Unidos como el mejor país del mundo. Las creencias no se sostienen con la razón y tampoco nos ayudan a hacer más tolerable el sufrimiento. Hay en la película un sensacional alegato contra la religión que habla de esto.

Los protagonistas a veces gritan, algo que, con la intensidad que se hace en esta película, se había perdido en el cine. No estamos acostumbrados, pero aquí resulta una técnica efectiva que provoca al espectador.

La sensación al final es la de que nada sobra, que cada pedazo está sabiamente puesto para enlazar con otro. Alabama Monroe me parece una película redonda, llena de emoción y muy lejos del sentimentalismo.

2 comentarios:

Isabel dijo...

Gracias, Javi, por toda la información que das y por cómo la das, por no haber perdido esa parte emocional a pesar del trabajo y de las horas de festival.

Un saludo

Javi Álvarez dijo...

No hay gracias que dar. Es un gusto poder escribir de cine.