sábado, 23 de mayo de 2015

Jugando en casa


Ilustración: Jorge Alaminos
Ilustración: Jorge Alaminos
Telemadrid es una cadena pública de televisión manipulada, que sirve a unos intereses políticos muy concretos y no a la ciudadanía madrileña. Ideológicamente es un «cortijo», así que nada bueno, ni digno, sale de allí. Su programación, pobre en casi todo, me produce, como a la mayoría, falta de interés, así que la he ido relegando en mi dial y me costó un buen rato encontrarla el otro día. Por lo de las municipales y lo de servicio público, emitían un debate en directo entre Manuela y Esperanza, una de ellas será la próxima alcaldesa de Madrid. En la cadena, se han inventado un modelo nuevo de debate, una especie de cara a cara en tres bloques, donde a cada candidata le tocan tres minutos y medio a repartir como quiera, se entiende que para hablar sobre su programa con respecto a la temática de ese bloque. Estos cara a cara se celebran de dos en dos y entre los candidatos de los partidos mayoritarios, entre los que han incluido también a VOX. No hay más reglas, así que mientras el reloj va descontando segundos, vale todo, porque de lo que se trata es de hacer un espectáculo y para informarse hay otros sitios. Aquí solo se trataba de llenar media hora de televisión con lucha en el barro. Tres minutos y medio para hablar de un tema no da para hilar un discurso político coherente.

Esa pretendida pluralidad se queda en pura teoría, estos debates son solo un espacio pensado para la demagogia y dirigido hacia un público que no quiere pensar, el de la audiencia de televidentes que han ido construyendo todos estos años con desinformación, tergiversaciones y mentiras, si son necesarias. La presentadora del debate se niega a hacer un papel de periodista, está para saludar al principio, presentar a las personas que van a intervenir y decir «se ha terminado su tiempo». Vale, no quiere hacer periodismo, pero ni siquiera busca ser imparcial. No le es cuando resume un curriculum impecable con un detalle tendencioso, ni cuando pide a una candidata que responda a una cuestión plantada por su adversaria y no lo hace en el caso contrario. Como careo resultó decepcionante. Manuela y Esperanza no tenían las mismas armas. Esperanza estaba en su televisión, jugando en casa, mandando con la misma prepotencia y altanería de siempre. No mostró una rivalidad sana y sí una inmoralidad corrupta, como la de su partido.

Esperanza, marrullera ella, no habló de Madrid, ni quiso responder a lo que Manuela le preguntaba sobre los resultados de su gestión al frente de la Comunidad. Se centró en ETA, en interrumpir a su oponente y en agitar una hoja donde cabía todo el programa del PP para la capital. Le bastó con enseñar esa hoja, decir que hay programa, pero sin entrar en él, total para qué, con lo bien que les funciona la improvisación para qué comprometerse en nada.

Últimamente me he aficionado a una serie de la televisión danesa que se llama «Borgen». Trata de política y de periodismo. Es una serie excelente que habla de una normalidad que aquí falta. En comparación con aquello, a menudo siento envida de lo sana que es su democracia, de sus niveles de transparencia, de la importancia de los principios, de la asunción de que pactar leyes es lo más natural, de esa humanidad que hay en sus políticos y políticas. Pensando en «Borgen» y mirando el nivel rancio que ofrecía Telemadrid, mis expectativas fueron bajando.

Con ese sabor de amaño en la boca que me estaba produciendo el cara a cara, apagué la tele enfadado. ¡Mira que soy estúpido pretendiendo ver un buen debate en Telemadrid! Hace tiempo que abandonaron todo periodismo.

Revista Gurb