lunes, 20 de julio de 2015

Puñetera austeridad


Ilustración: Artsenal
Ilustración: Artsenal
Nombrar a Ángela Merkel es lo mismo que decirle a la austeridad que pase. Si la austeridad se sienta en una de nuestras sillas del comedor, no volverá a levantarse nunca más de allí. Se hará fuerte y se quedará con pereza a vivir a nuestra cuenta. Nos dará órdenes sobre la comida que le servimos y sobre la nuestra, que por supuesto no puede ser la misma; las proteínas caerán del lado de su dieta y para la nuestra nos conformaremos con pan y cebolla. Nos dirá, desde la teoría y nunca desde la experiencia, en qué postura debemos dormir e incluso con quién y cuántas veces. Nos criticará si ponemos un poco más fuerte el aire acondicionado porque, aunque fuera haga un calor infernal, nos recordará que debemos ahorrar ese dinero para pagarle al banco la hipoteca que tenemos pendiente antes que despilfarrarlo en la electricidad que consume de más bajar ese grado. Soltará frases lapidarias, sacrificará nuestro presente e intentará sobornarnos con un crecimiento económico tan futuro como hipotético y falso. Pero al final, nuestros euros nos habrán desaparecido de los bolsillos y estarán bajo su manga por el arte de birlibirloque.

Alguien dirá que exagero al personificar la austeridad de una forma tiránica, la realidad es que convivimos a diario con ella. También es cierto que aprieta hasta ahogarnos. La RAE viene a darme la razón en esto, en su segunda y última acepción, define literalmente la austeridad como una «mortificación de los sentidos y pasiones».

Entonces, si solo trae dolor, ¿por qué ha venido para convertirse en el centro de todas nuestras políticas? ¿Por qué soportamos esas tijeras de podar los derechos sociales de las personas? Dicen los que más saben, que como somos un país serio, tenemos que aplicarnos la austeridad, así en general. Pero es mentira, la austeridad solo viaja en un sentido, solo la carga una parte de la población: la parte obrera y asalariada, la que no sabe lo que es un privilegio, la que ha trabajado cada día de su vida.

Es falso que nuestros políticos del bipartidismo se hayan aplicado a sí mismos esa austeridad. La llegada de Ahora Madrid al Ayuntamiento de la capital ha sacado a la luz los privilegios de los concejales: palcos y pases en el Teatro Real, en el Santiago Bernabeu, en las Ventas, en la Caja Mágica, en el Club de Campo, en Ifema, en los teatros municipales... Con la renuncia del equipo de Manuela Carmena a todos ellos se han hecho números y sumando todas estas partidas, 20minutos calcula que supondría una cantidad cercana a los 350.000 €, lo que nos dan una idea muy clara de la distancia que existe entre los gobernados y sus gobernantes.

Revista Gurb